LUZ Y VIDA EN CRISTO JESUS
  AUNQUE GIGANTES ENCUENTRE ALLA
 

AUNQUE GIGANTES ENCUENTRE ALLA

           PASTOR: JOHNNY ICAZA.

Esto que usted lee en el título es lo que dice una vieja canción de las tantas que cantamos enfervorizados en los cultos de alabanza. Y concluye señalando que vamos a poseer la tierra que Dios nos ha dado pese a que esos gigantes perturban, traban, obstaculizan y estorban nuestro trabajo.

 

La misma letra de la misma canción sostiene que, por más que esos gigantes sean de temer, poderosos y signifiquen un verdadero peligro, no temeremos a ellos y resultaremos vencedores en Cristo Jesús.

 

Lo que la canción no especifica, ya que no es el tema del que trata, es la identidad de esos gigantes. Sus nombres y apellidos. Son gigantes, esto significa que hay que respetarlos. Se pueden vencer, pero para lograrlo, será menester conocerlos a fondo. A cada uno.

 

¿A cada uno? Eso nos hace recapacitar en un asunto que no habíamos observado con detenimiento. Que son gigantes. No UN gigante. Que son varios. Entonces la pregunta surge inmediata: ¿Cuántos son? Incontables. Podemos encontrar uno nuevo a cada minuto. Sin embargo, y dejándome llevar por la chispa creativa de un predicador, hablaré de los más peligrosos.

 

¿Y cuantos son los más peligrosos? Siete. ¿Siete? ¡Pero siete es el número de Dios! No se equivoque. Nadie ha dicho que siete sea “el número de Dios”. Es, en todo caso, el número de lo completo, y como Dios es lo completo, se lo ha identificado.

 

Pero decir siete, es decir “lo completo”, que es lo mismo que si estuviéramos diciendo: “todo lo que sea necesario”. Ese es el principio que se desprende de ese perdonar “setenta veces siete”. Ese es el mismo principio que Satanás tiene muy en cuenta para perturbarnos, molestarnos, acosarnos, atormentarnos y, si lo dejamos: anularnos.

 

Es notorio que, para tener conocimiento de Dios, hay que conocer y vencer a los siete gigantes de este modelo. ¿Para tener conocimiento? Sí, porque “conocimiento”, en términos bíblicos, significa Intimidad. Y nadie podrá tener intimidad con el Padre si no descubre y resuelve el dilema de los siete gigantes en su vida.

 

Esos siete gigantes no quieren de ninguna manera que entremos en la tierra prometida. Igual que cuando Dios sacó a Israel de Egipto y luego estuvieron deambulando por cuarenta años en el desierto y aún conociendo los milagros de Dios, volvieron a idolatrar y vivir en pecado.

 

Estos gigantes, interfieren en nuestra relación con Dios. Interfieren a veces hasta violentamente con nuestro matrimonio, con nuestros amigos y con las personas en general. Si no entendemos bien como operan estos gigantes vamos a quedarnos en el límite del conflicto como Moisés y no entrar en la tierra prometida.

 

Primer Gigante: “…Está todo bien…”

 

En un clima que pueda favorecerlos, estos gigantes operan sin ser descubiertos, pero cuando deben manifestarse, lo hacen con una autoridad tal que descolocan a quien utilizan. La única manera de enfrentarlos con posibilidades de victoria, es exponiéndolos y desarticulándolos, trayéndolos a la muerte espiritual.

 

(Mateo 6: 1)= Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser visto de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

 

Muy bravo el gigante de la apariencia. Porque se las compone para crear una imagen irresuelta opuesta a la realidad. Es una conducta muy singular que suele buscar, preferentemente, alguna posición importante tal como: Doctor, Reverendo, Obispo, etc., que tiende a perseguir la fama.

 

Es la permanente intención de ser reconocido y la eterna preocupación por nuestra propia reputación e imagen, y se paraliza cuando se le pide ir en contra de la opinión pública. Este gigante ha sido y sigue siendo, el mayor enemigo de cualquier clase de renovación, ya que a favor de la oposición a todo cambio que tiene siempre una mayoría, no permite que Dios sea oído.

 

Hay un ejemplo que este predicador daba, con relación a un hombre que se cae de una escalera en un lujoso hotel. Pese al tremendo golpe se levanta del suelo, hace una reverencia, pide disculpas, entra al lobby y allí fallece.

 

¿Qué es lo que pudo haberle ocurrido a esta persona para que tomara una actitud tan singular y hasta incoherente? Tenía vergüenza, y por simple vergüenza como producto de esa caída en público, fue impotente para humillarse y solicitar la ayuda que necesitaba. ¿Sabe cuantos cristianos que poseen este gigante mueren espiritual y hasta físicamente por lo mismo?

 

Aparentar estar bien involucra una búsqueda ilegal por la originalidad en la vestimenta, lenguaje, automóvil, etc. Esto, a veces, es llamado “moda”, con famosos nombres de diseñadores de ropa o zapatos. ¿Saben ustedes la calidad de los responsables de la moda internacional mayoritariamente? Homosexualidad. Gigante.

 

Y mucho cuidado: no debemos subestimar a este gigante, suponiendo que lo podemos derrotar con muy poco. Él pagará cualquier precio y hará cualquier esfuerzo con tal de preservar su imagen que – obvio – contrasta con la realidad bíblica de cómo vivir.

 

¿Qué tal, hermano? ¿Cómo está usted? ¡¡Bendecido pastor, bendecido!! ¡Qué bueno, cuanto me alegro! ¡Entonces usted es la persona indicada para que vaya a ministrar a una hermanita anciana que está deprimida! ¿Yo? ¡Eh…no..pastor…¿Sabe? Tengo algunos problemas. Y allí suelta una historia que, en suma, deja en evidencia que no estaba para nada “bendecido”…

 

Este gigante tan particular es una maldición sobre toda una generación, porque las personas están más preocupadas en como se ven en lugar de quienes son. Importa mucho más el parecer que el ser. Olvidan que Dios mira el SER, y deja de lado absolutamente, tanto el Parecer como el Hacer.

 

Los pastores y alguna otra clase de líderes cristianos no son inmunes al gigante de la Apariencia. Es más, le diría que son más proclives a cultivarlo y alimentarlo que el resto de la congregación.

 

El orgullo y la dignidad personal pueden más, como hemos visto en 1 Samuel 15:30: Y él dijo: yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios.

 

ES mucho más importante ese orgullo y esa dignidad que liberarnos de lo que nos ha capturado. El orgullo es todo. Por eso Mateo 10:33, dice: Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

 

Este texto ha hecho exclamar a muchos sinceros cristianos: ¡Ah, no! Esto le sucedía a ellos, a mí jamás podría ocurrirme. ¿Ah, no? ¿Y si le digo que una de las grandes razones que fundamentan esta expresión es la de quedar bien frente a los muchachos de la oficina o del club?

 

Lo que muchos ignoran que, aparentar estar bien es una de las causas de ansiedad. Se revela con el temor del hombre y la desesperación de buscar aprobación. Aparentar estar bien es un motivo para ser aceptados por los demás.

 

Las escrituras dicen con mucha claridad que es un lazo o una atadura sobre nuestras vidas temer al hombre más que a Dios. Proverbios 29:25 es una prueba: El temor del hombre pondrá lazo; más el que confía en Jehová será exaltado.

 

Estas personas que temen más al hombre que a Dios, tienen grandes dificultades para arrepentirse, que a su vez les traerían humildad y un corazón sensible. Es difícil conservar nuestras apariencias y pedir perdón.

 

Ahora bien: si usted me pregunta en qué sitio de nuestra sociedad se  ha difundido más el temor al hombre por sobre la reverencia a Dios, luego de observar cuidadosamente el mundo secular, tendría que responderle que eso se da en mayor medida dentro de la iglesia. Hay gente que teme tanto a su pastor que, si éste se aparta de la Palabra, lo siguen aún sabiendo que se pierden.

 

Una pregunta que ayudaría a discernir la presencia y fuerza de este gigante, sería: ¿Usted, prefiere ser un cobarde con reputación correcta, o una persona con coraje y auténticamente valiente pero vista como un cobarde por la mayoría?

 

Toda nuestra sociedad se está moviendo alejándose de los verdaderos héroes quienes viven libres de las opiniones hacia celebridades que existen sobre las opiniones de las personas. Este vuelco, algunos lo llaman “rebelión”, otros “herejía”, otros “conflictivos”. Lo cierto es que se parecen mucho más a Jesús que los religiosos de guante blanco.

 

 

Segundo Gigante: “¡…Nunca me sentí mejor…!”

 

(Santiago 4: 3)= Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

 

El gigante de sentirse bien quiere controlar nuestras emociones, nuestra mente y todo nuestro corazón, lo que equivale a decir que intenta tomar control de nuestra alma. Este gigante, aunque no lo crea, ha mantenido cautivas a más personas de lo que imaginamos.

 

Sentirnos bien, involucra mantenernos libres de dolores e incomodidades, y lograr placer o ventaja personal en los sentidos. Este gigante toma control de tal manera que sería nuestra fuerza gobernante, con tal de sentir gratificación en lo que sentimos.

 

Sentirme bien, es una potestad que trabaja totalmente con el principio básico del placer, normalmente muy mimetizado y confundido con ciertos derechos a “la felicidad” que el hombre supuestamente tiene que tener. No es bíblico, pero es muy agradable a la carne, entonces…

 

También es la causa de todo comportamiento de adicción compulsiva. Aunque no lo notemos, toda nuestra sociedad se está moviendo rápidamente a comportamientos adictivos compulsivos, que tarde o temprano, indefectiblemente, nos afectará a todos de una u otra manera.

 

El individuo se ha entrenado para responder a cualquier cosa que trae placer. Cualquiera que esté bajo el control de abusos de sustancias, va a interpretar mejor que nadie la poderosa influencia que ejerce este gigante que hemos denominado el de “sentirse bien”.

 

La televisión, por ejemplo, es un escape de la realidad que busca sentirse bien. Este gigante debe ser protegido y no ser afectado. Por eso es que a veces no queremos oír lo que Dios nos dice porque eso nos podría afectar y, obviamente, dejar de sentirnos bien.

 

Gran número de iglesias pretendidamente “cristianas” están con doctrinas que hacen énfasis en sentirse bien. Cuando nos sentimos mal no podemos entender la existencia de este gigante. Incluso hasta suponemos que no está del todo mal equivocarnos si eso nos hace sentir bien.

 

Sin embargo, eventualmente el sentir bien deja de funcionar, porque no hay suficiente droga, suficiente alcohol, atención o sexo para nuestra demanda o deseos ingobernables que siguen expandiéndose más y más.

 

Más se usa, menos resultado da. Es allí, entonces, donde nos deja en un estado de dolor y frustración. Esto se llama la Ley Universal de Retorno Reducido. La verdad es que Dios nos hizo para sentirnos bien todo el tiempo, pero apelando a Él y tomando de SU esencia, no de otro modo.

 

El gigante de sentirse bien, está concentrado en el sexo, en las drogas, en el alcohol, en el simple hecho de hacer compras y muchas cosas similares. Mientras, el problema verdadero de sentirse bien se ha tornado en la fuerza gobernante, a veces, sin  que lo hayamos notado.

 

Repetitivamente se ha visto a mujeres y hombres poderosos de dios perder sus ministerios y sus matrimonios por un encuentro con el cónyuge de otro. Alguien una vez dijo: “La carrera es larga, la expectación es tremenda, el placer es momentáneo.”

 

Placer momentáneo. Estas son descripciones de personalidades inmaduras, gobernados y dirigidos por el principio del placer. Sabemos que nuestros sentimientos a veces nos mienten. Estamos en una situación no siempre confortable, pero nos movemos hacia la libertad en el reino de dios oponiéndonos a este gigante.

 

(1 Corintios 10: 1)= Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; (2) y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, (3) y todos comieron el mismo alimento espiritual, (4) y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.

 

(5) Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.

 

(6) Más estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.

 

(7) Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.

 

(8) Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.

 

(9) NI tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.

 

(10) Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.

 

(11) Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, u están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.

 

(12) Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.

 

Tercer Gigante: ¿No Te He Dicho Que Tengo Razón?

 

(Job 40: = ¿Invalidarás también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?

 

El gigante de siempre tener razón, está relacionado directamente con la caída del hombre. El pecado original nos hacer querer entrar en la esfera de Dios donde creemos recibir la necesaria sabiduría del bien y del mal.

 

Este gigante nos hace sentir inseguros, ansiosos y sin poder admitir que estamos equivocados. El “sabelotodo” está dominado por la teoría y es fácil comprobarlo: Si nos equivocamos una vez, ¿Cómo podemos estar seguros que alguna vez tuvimos la razón?

 

Como nuestra mente controla nuestras emociones, (¡Otra vez el alma!), estamos enfocados, controlados, y sobre todo comprometido con nuestras propias evaluaciones e ideas, haciéndonos extremadamente inamovibles, que es una forma muy fuerte de terquedad y rebeldía.

 

Este gigante tiene una forma pervertida de hacer sentir que sabemos todo, pero se vive con el miedo de ser descubiertos y ser expuestos. “Tener razón” muchas veces usa el enojo como un mecanismo para prevenir ser descubierto.

 

Decidir que siempre tenemos la razón puede ser, entre otros muy graves, un motivo principal de un divorcio. Porque en lugar de buscar puntos en común y áreas en las cuales pedir perdón o perdonar, las dos partes están convencidas que tienen la razón del problema.

 

Esto, obviamente, necesita un tratamiento especial. Ninguno de los dos tiene la capacidad de aceptar la posibilidad, ni siquiera remota, de estar equivocado. Hay matrimonios que han estado a punto de llegar a las manos por cuestiones decididamente ínfimas.

 

Cuando nuestro YO está vivo y sumamente activo, necesita tener razón en cada cosa en las que participa. Nuestras mentes carnales están tan seguras de tener la razón, que no podemos de ninguna manera mostrarnos débiles o aflojar.

 

Este gigante suele ser tan fuerte que rehúsa acepar la realidad. Nos empuja hacia tener que admitir alguna posibilidad de error, pero eso es tan complicado que no nos posibilita reconocer que estamos equivocados. Nos dice: ¡Ya está decidido! ¡Tú no confundas los hechos! ¡Tenemos razón!

 

¿Quiere usted ver activo a este gigante? Responda: ¿A cuantos padres ha visto pedirle disculpas a sus hijos, reconociendo que estaba equivocado en algo? No debería tener problemas para hacerlo, sin embargo hay muy pocos que lo hacen. Y no es que no quieren; ¡No pueden!

 

Aquí, en este caso específico, se da un pormenor que luego también suele darse en otros sitios, la iglesia por ejemplo. Tener la razón parecerías ser fuente de autoridad. “¡Por que soy tu papá, por eso tengo la razón! Papá… ¿Pastor..?

 

No se crea que este gigante no es tremendo. Por el contrario, es la causa de una enorme porción de todas las divisiones que usted haya conocido o pueda conocer. Además, también de heridas profundas en matrimonios o amistades sólidas, familias, iglesias, grupos sociales, mucho más de lo que usted pueda imaginarse.

 

Piense, simplemente, en cuantas iglesias se han dividido por la tremenda demanda y presencia controladora de este gigante. Hay situaciones en iglesias donde, de ambos lados, no tiene  suficiente amor incondicional (AGAPE) como para ceder o aceptar algo irrelevante. LA presencia de la razón, en cambio, sí se podía medir y presenciar.

 

El tener razón es una forma dominante y sin confrontar ningún desafío. Es una actitud terca que trae necesariamente oscuridad. Por ese motivo es que dice en Mateo 6:23, que: Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿Cuántas no serán las mismas tinieblas?

 

Muchos de nosotros controlados por este gigante hemos mantenido nuestra razón aún frente al Señor, por el sólo hecho de mantener nuestro privilegio de tener razón. En 40:8, Dios le pregunta a Job si va a desacreditar su justicia y condenarlo para que pueda decir que tiene razón.

 

Sería bueno, - ya que estamos -, volver a leer el libro de Job de manera completa, teniendo la imagen y presencia de estos siete gigantes en nuestra mente. Se dará cuenta como Dios se los muestra a Job y a sus amigos, a los gigantes, y ellos no se dan ni siquiera por enterados.

 

El síntoma de quienes están perturbados por este gigantes, es la falta de gozo. Jamás encontrará a alguien muy divertido o gozoso si se encuentra manejado por este gigante. No somos capaces de pasarla bien en una comunidad cuando creemos que no podemos estar equivocados.

 

Esto ocurre y sucede así porque esta persona encara cada relación con la determinación de ganar. Ganar espacio, ganar discusiones, ganar, ganar, ganar. Si alguien dice tener 8 de alguna cosa, él dirá inmediatamente que tiene 9. ¡Eso no le garantizará ser el primero, pero le dará la “tranquilidad” de estar adelante!

 

Cuando estas personas ven que tenían razón, sienten como una obligación tener que decir cosas tales como: “¿Ves? ¡Te lo dije!” o de otro modo, tal como lo dice nuestro subtítulo: 2¿No te dije que yo tenía razón?” Es casi una obsesión egocéntrica divulgar esa satisfacción.

 

El otro extremo, es el haber perdido, estar equivocados, habernos jugado a tener la razón y salirnos todo mal. Allí es cuando estamos desesperados, nos sentimos engañados profunda y tremendamente. Este gigante, en casos, ha llevado a gente al suicidio por esta causa. Depresión.

 

Ser libre de este gigante significa tener gracia, experimentar libertad y como suma, entendimiento. El Ego demanda gracia, pero rechaza darla. El YO jamás regala nada. El YO no quiere ofrendar, no le gusta. Se siente nacido para recibir, jamás para dar. Eso no es Dios.

 

La conducta o la regla básica del sentimiento de tener siempre la razón, es: justicia, deber, obligación, privilegio, responsabilidad, sin ceder, obstinado, justificado, implacable, etc. Como usted puede ver con claridad, son todos ellos valores que están no sólo absolutamente reñidos con el propósito de Dios, sino además estrictamente fuera de su Palabra.

 

Cuarto Gigante: “Si Yo no lo Puedo Controlar, no me Sirve…”

 

(Lucas 4: 6)= Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

 

El deseo de controlar, en el hombre, es muy fuerte. ¿De donde viene? Viene de la caída. Dios creó a Adán y una de las primeras cosas que le dijo, fue: “señorea”. Adán pecó y cayó, Dios se apartó de él, pero Adán no perdió su deseo de señorear, de controlar; sólo que ahora fuera de Dios. El hombre natural es calco del hombre caído.

 

(Isaías 14: 13)= Tú que decías en tu corazón: subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré a los lados del norte; (14) sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.

 

En los cinco “yo” que Satanás esgrime en este texto y que me he permitido enfatizar con negritas, él demanda tener las manos sobre el volante. El siempre quiere estar en control. Él piensa que, si está en control, todos están a salvo y que los resultados son garantidos, porque se cree Dios.

 

Al quedarse en control determina todo y para todos. Siempre hay ansiedad sobre el futuro porque en una de esas puede ser mucho más de lo que puede controlar, y el desafío es una prueba de su confianza. Ahora, cuando uno se entrega al Señor, el control desaparece de inmediato.

 

Intentar mantener el control es una de las trampas más grandes del cristianismo. Sentimos que si realmente soltamos nuestra vida, Jesús nos va a pedir algo que nos supere. Estar en control excede el ritmo normal de la vida y ¡terminamos quemando las velas!

 

Mantener el control rechaza un NO como alternativa. El gigante se opone a vivir dentro de las limitaciones bíblicas que dice que vivamos dentro de las esferas de dios, caminar dentro de nuestras limitaciones y no interferir en las vidas de otros.

 

Mantener el control determina tener a todo y a todos dentro de la esfera de su poder y sujeto a su influencia. Esto incluye anestesia, ya que podrían perder el control. Personas que controlan usarán y consumirán a personas que los aman. Usan la intimidad como uno de sus instrumentos favoritos para mantener ese control.

 

Mantener el control, cree que puede ser lo que quiere ser. Cuando hay un proyecto, salvo que sea él quien lo dirige, no puede participar porque no está en control. No podemos participar en algo de todo corazón si no somos los encargados. Estamos equivocados en pensar que somos los únicos que podemos hacer el proyecto correctamente.

 

Un síntoma mayor es la ansiedad para el que tiene miedo de perder el control. Si una persona está bajo la ansiedad y le falta descanso, seguro que este gigante tiene libertad en su vida. La ansiedad es un pecado de nuestra cultura. Los detectores de mentira trabajan sobre el miedo, y el miedo trabaja sobre perder el control.

 

Ser solitario, por ejemplo, es una regia manera de mantener el control. Nos mantenemos fuera del alcance de las personas por miedo a perder el control. Creemos que si amamos a alguien, ésta persona nos va a lastimar.

 

Es verdad que terminamos siendo lo que apuntamos a ser, ya que según el hombre piensa, el hombre es. Pérdida de control acompañada con violencia, odio hacia uno mismo, son dos factores donde suele engendrarse y nacer un espíritu de suicidio. La pérdida de control trae el descubrimiento que uno NO es Dios.

 

Cuenta un pastor que una madre controladora, un día, fue confrontada. El hijo mayor le dijo: “Mamá; toda mi vida me has controlado. Ahora corto esa cuerda umbilical y declaro mi vida y la de mis hermanas libres de tu control”. Se tiró al piso y sus ojos se fueron hacia arriba, pero ese día fueron liberados de ese gigante.

 

Cuando somos llamados a confrontar este tipo de prisiones, es necesario que lo hagamos en amor, con suma gracia, con excelsa misericordia y, esencialmente, con una enorme vocación de perdón. De todos modos no podemos confrontar nuestro YO y seguir viéndonos bien, sentirnos bien, tener razón y mantener el control. ¿Entiende?

 

¿Cómo podemos descubrir, detectar, discernir o encontrar en un grupo a alguien controlador? Fíjese en estas características básicas: persona arbitraria, arrogante, dueño de las mejores ideas, despótico, dictador, detallista, determinado y dominante.

 

Quinto Gigante: “Ya estás Sentenciado…”

 

(Judas 12)= Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados.

 

Este gigante muy particular está generalmente recubierto con palabras de tranquilidad y un corazón de ácida crítica. Es como una bola de nieve pero con una roca dentro de ella. Usted lo ve venir rodando y se dice: “¡Sólo es nieve!” pero cuando le pega, la roca lo mata.

 

Aparentan ser una cosa, pero cuando inesperadamente golpean a alguien, estos quedan devastados. Con este gigante en funcionamiento, esperamos ser acechados por motivos desconocidos, vigilantes de falencias y debilidades, listos a caer en la trampa que ha sido disfrazado y luego establecido por medio de mentiras o verdades a medias.

 

Es el gigante que nos lleva a esconder una cosa dentro de nuestro corazón y luego proclamar otra. Este gigante es un consumidor nato, que busca utilizar la vida, a las personas y a cualquier evento con el expreso propósito de avanzar en sus metas.

 

En nuestros días, este gigante se encuentra por todos lados, en actos sociales, clubes, la política, en la televisión y hasta en los púlpitos. Puede ser el más dañino de todos con respecto a las relaciones interpersonales.

 

Un gigante de esta naturaleza implica llegar a la conclusión sobre un asunto determinado, por ejemplo, antes de ingresar a una junta, luego sentarse durante toda la misma creando la impresión de que había unidad al dar el veredicto, cuando la realidad era que ya estaba sentenciado antes.

 

Esto es deshonestidad pura. Si solamente estamos buscando la aprobación de otros a lo que ya hemos decidido, entonces tenemos a este gigante en nuestro interior. Muchas veces, su actividad se encubre en versículos bíblicos para darle mayor tonalidad divina a lo que ciertamente es carne.

 

De allí que Hebreos 4:12 dice: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

 

Las actividades de este gigante, alguna vez son evidentes en corto plazo y, además, obvias. Otra son sutiles, complejas y elaboradas, y pueden tardarse años en desaparecer. Dichos tales como: “No es oro todo lo que reluce”, demuestra el predominio de la conclusión anticipada.

 

El apóstol Pablo separa en tres partes a este gigante en 2 Corintios 4: 1-2: Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.

 

Las labores de este gigante son maniobradas, cultivadas y alimentadas en secreto, clandestinamente y muchas veces de manera engañosa. Una vez comprometidos, no podemos descansar hasta que nuestras debilidades se hayan cumplido.

 

Las características de este gigante de sentencia rápida, es: emplear continuamente subterfugios, ser embaucadores finos e inteligentes, fraudulentos en lo que hagan, perversos, astutos, torcidos, calculadores, tortuosos, manipuladores, sagaces e inconsecuentes.

 

Sexto Gigante: “¡Calma! ¡No pasa Nada!”

 

(Jeremías 48: 11)= Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado.

 

Este gigante se llama Impasibilidad. Ser impasible puede ser más insidioso, recóndito y difícil de exponer que todo lo demás. Sutil y sofisticada, su presencia no es tan vociferante como los otros seis. A primera vista, es mucho más nefasto y demandante de lo que aparenta ser.

 

Este gigante se oculta detrás de la necesidad de demostrar estabilidad, preservar la reputación, el honor y la respetuosidad cuando se le pide más de lo que está dispuesto a dar. Uno de los manifiestos de obediencia al Señor es, precisamente, contender con “impasibilidad”.

 

Las reglas del reino pueden causar serios problemas / o interferencias con nuestros propios planes, deseos y niveles de confort. El gigante dice: “Te seguiré, pero no puedo seguirte tan lejos.” Este gigante es esa sutil diferencia entre la admiración a Cristo y la identificación con Él.

 

Para “Impasible”, lo que es particularmente ofensivo y requiere ser evitado a cualquier costo son los disturbios creados por las demandas del Reino, a efectos que no se conviertan en descentralización, agravando o cambiando el curso en la vida del poseedor.

 

Cuando este gigante ve cambios drásticos e imprevisibles en su vida, se endurece y niega o esquiva a cualquier costo, todos los desafíos. Tome usted debida nota de la evaluación que hace Jesús sobre el poder y la fuerza del gigante llamado “Impasible”.

 

(Mateo 13: 14-15)= De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: de oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.

 

Lo más notable de este discernimiento es el poder de ser impasibles. Es que si hubieran comprendido con sus corazones, demandarían un cambio. Si lo hicieran, Jesús dijo que los sanaría. Porque perturbar viene acompañado de cambio. La intención era no escucharlo.

 

El predicador autor de este hallazgo original de los gigantes, dice que personalmente ha experimentado la acción de este gigante varias veces, y en cada instante tuvo que enfrentar una dolorosa acción.

 

Cuenta que un amigo suyo lo acompañaba en sus viajes pastorales y, luego de escuchar un mensaje, le dijo: “Mira; has manejado mal el versículo 1 de Pedro. La palabra en griego era incorrecta.” Este predicador sostiene que siempre había sido muy importante para él utilizar correctamente el lenguaje original de las Escrituras.

 

Dice que cuando el amigo le dijo esto, su orgullo y su indignación se agitaron dentro suyo. Pero sabiendo que el Señor estaba utilizando esa dolorosa experiencia para mostrarle algo, le preguntó a su amigo: “¿Cuál es, entonces, el texto correcto en griego?”

 

Claro, él estaba preparado y procedió a corregirlo. Dijo cosas que este buen hombre no quería escuchar y él recuerda que se vio forzado a cerrar sus oídos o escucharlo. No sólo estaba en lo incorrecto este predicador, sino que también pudo ver como toda su complacencia personal se resquebrajaba.

 

Entonces recuerda algo que en este caso, es absolutamente sustancial. Dice que no fue hasta que todas sus emociones se aplicaron, que pudo reconocer lo que el Señor estaba tratando de exponer. De ese modo pudo derribar al gigante “Impasible”. Le quedó una lección y la brinda: “Por favor, no menosprecien la fuerza de este gigante”.

 

Debido a este gigante, tratamos de evitar o manipular cualquier cosa que pueda resultar en un inconveniente o incomodidad. Ser impasible requiere más seguridad y confirmación de lo que está disponible, consecuentemente, permitimos que la inconveniencia se torne en una barrera en nuestra ayuda a otros.

 

El verdadero problema es simplemente que no queremos molestarnos. “¡No me pida que me involucre en eso! ¡Hoy es mi día libre!” Es mucho trabajo alimentar a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, invitar a un extraño a nuestra casa, vestir al desnudo, o visitar al que está en la cárcel. Alguien dijo alguna vez que aquellos que poseen centros de “entretenimientos” cristianos modernos, nunca se rebelan.

 

El gigante “Impasible” levantó su repugnante influencia y control cuando el sacerdote y el levítico pasaron al lado de una víctima de un crimen que yacía desnudo y apaleado en la calle. No era que el levítico y el sacerdote estuvieran preocupados por el hombre, sino que no deseaban ser molestados.

 

El Samaritano estaba dispuesto a perder el día, su viaje y el dinero con tal de actuar con misericordia y compasión. “Impasible” es una forma de vida tan protegida que no permite que nada ni nadie lo toque. Cada uno de nosotros ha experimentado esto.

 

Después de años de ser lastimado y herido por “cristianos”, este buen hombre comenzó seriamente a buscar un estilo de vida libre de problemas. Le dijo a su mujer que iba a comprar cinco hectáreas de campo, un perro y entrenarlo hasta que muerda a cualquier persona que lleve consigo una Biblia. Sí, puede sonar gracioso, ¡pero es muy revelador!

 

Cuando nos proponemos a mantenernos inconmovibles nos calcificamos y muy pronto nos convertimos en impasibles. Dice en Oseas 4:17 Efraín, es dado a los ídolos, déjalo estar. Jesús dijo sobre las personas que serían juzgadas al caer Jerusalén algo muy importante.

 

Dice que Él hizo música, pero no quisieron bailar, entonaron canciones de duelo y no lloraron. Su falta de complacencia o inhabilidad de ser perturbados y responderle a Cristo y su propósito fue sintomático de lo que significa ser gobernado por este gigante.

 

Esta influencia nefasta puede describir a una persona útil y potencialmente poderosa pero recubierta de pereza espiritual, apatía y auto preservación. Podemos perder nuestra vida por rechazar abrazar la aventura y tomar el riesgo.

 

La conducta clásica que identifica a este gigante devastador, habla de personas que no son irritables en absoluto, no se alteran ni se inmutan por nada, no se comprometen con nadie, son apáticos, libres, protegidos, muy excesivamente cautos y plácidos.

 

Séptimo Gigante: ¡Déjame sacar mi Ventaja Personal!

 

(Judas 16)= Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho.

 

La influencia de este gigante, llamado “Ventaja Personal”, en plena marcha, estamos constantemente maniobrando para conseguir título, posición o reconocimiento. La traducción original en griego para “ventaja personal”, es “ambición propia”.

 

Este gigante suele utilizar a otros en beneficio propio. Cuando no somos el centro de la atención, es cuando sufrimos de envidia y dolor. Ayudamos a otros solamente si nos beneficiamos personalmente. Este gigante le causó problemas, incluso a los mismísimos discípulos.

 

Cuando Jesús iba camino a Getsemaní, los discípulos se preguntaban entre ellos quien sería el que estaría al frente cuando Jesús se hubiera ido. Ellos dijeron, según lo relata Mateo en 19:27: Entonces respondiendo Pedro, le dijo: he aquí nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿Qué, pues, tendremos?

 

En la mesa del Señor, que otros llaman “última cena” o “santa cena”, continuaban discutiendo quien iba a ser el líder. Este gigante es puramente utilitario en cada relación. Las personas están acostumbradas a la promoción personal o a las ventajas personales. En cada oportunidad, amistad o evento se evalúa por: “¿Qué hay para mí en esto?”. Tremendo.

 

Este gigante de “ventaja personal” tiene la capacidad de transformar nuestro llamado en permitir soñar a otros, - un llamado de Dios para ayudar a que otros puedan alcanzar su destino -, en un ladrón de sueños común y corriente conforme a lo expresado en Juan 10:10.

 

Poseemos, adquirimos y controlamos a otros de manera utilitaria a los efectos de ser exitosos. No nos preocupan sus sueños, sino solamente nos interesa cómo nos pueden ayudar a que se realice nuestra propia visión. ¿Alguien habrá perdido, alguna vez, un mínimo tiempo, en averiguar si Dios está realmente detrás de todo esto?

 

La idea original detrás de la palabra “parásito” en griego antiguo, es aquella persona que arreglaba todas sus comidas en casas ajenas y luego pagaba su consumición adulando a sus anfitriones. ¿Quién era el más inepto aquí: el anfitrión o su achispado invitado?

 

Muy bien; entérese de una vez por todas: la iglesia está llena de personas dispuestas, preparadas y hasta entrenadas en las diversas técnicas de tomar ventajas personales sobre otras. Recuerde que los siete gigantes operan en grupos, varios de ellos trabajando juntos en gran complemento y monolítica unidad.

 

En la tercera carta de Juan, verso 9, podemos tomar nota de este inocente comentario: Yo he escrito a la iglesia, pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. ¿Conclusión: la intencionalidad de Diotrefes por mantener sus ventajas personales, llegó a obstaculizar las palabras apostólicas de Juan.

 

Este es un YO con ropaje bíblico. Con ese “uniforme” religioso y “confiable”, utilizamos a multitudes, iglesias, correos electrónicos, obtención de fondos, crecimiento de iglesias, e incluso en trabajos de evangelización usando el sistema en beneficio propio.

 

Algunas veces cuando “ventaja personal” está envuelto en ropaje bíblico, es muy difícil confrontarlo. Incluso, a veces, hasta podemos llegarlo a fomentar y ayudar sin querer hacerlo. Entonces, trabajando, el sistema se torna en un suceso y nadie está capacitado para cuestionar un suceso.

 

Las conductas que rodean la actividad interna en el hombre de este singular último gigante, tiene que ver con: Conveniencia, Beneficio, Retorno, Beneficio propio, Ganancia, Narcisismo, Egocentrismo, Confianza propia, Tener éxito.

 

Siete gigantes. Así los describió un predicador a partir de su visión personal. Lo he tomado en su total contexto y le he adicionado algunas impresiones personales porque, creo, están total y absolutamente en plena actividad en el marco de lo que llamamos: “la iglesia del Señor”.

 

Quiera Dios que los mecanismos explicitados aquí para su combate y destrucción, hayan sido aprendidos debidamente por todos quienes hayan accedido a este trabajo. Que lo hayan creído fielmente como solución y que estén dispuestos, finalmente, bajo la ayuda y el poder de Dios, a ponerlo por obra. Amén.

 

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