LUZ Y VIDA EN CRISTO JESUS
  entre los dos testamentos
 
Entre Los Dos Testamentos En general podemos afirmar que el pueblo evangélico posee bastante instrucción en cuanto a la Biblia en su totalidad; la Escuela Dominical, los estudios emprendidos en el seno de las iglesias durante los cultos, y últimamente en institutos y convenciones, todo ha venido a dar a nuestro pueblo evangélico un conocimiento mejor de las Sagradas Escrituras y poco a poco los evangélicos van siendo los cristianos de un solo Libro, por lo menos en lo que respecta al conocimiento de él, no obstante la mucha ignorancia que pudiera haber aquí y allí en casos aislados. Esto promete mucho bien para el futuro de nuestra obra, Pues no cabe duda que el conocimiento de la Biblia conducirá a un use inteligente de ella, y con esto los cristianos ganarán más fuerza en sus convicciones y habrá mas firmeza y lealtad a los principios cristianos. Pero hay algo en lo cual hemos sido sumamente deficientes: en nuestro afán de rechazar los llamados Libros Apócrifos nos hemos despojado de la oportunidad de conocer el importantísimo periodo Macabeo, tan lleno de incidentes que significan mucho en la evolución del pueblo judío y sin el conocimiento de los cuales no es posible formarnos un juicio exacto de la preparación providencial para la venida de Cristo al mundo. Sólo en nuestros seminarios se da alguna instrucción a los estudiantes acerca de este período importantísimo. pero después que éstos salen de sus instituciones no imparten con amplitud alguna los conocimientos necesarios para la comprensión de este período por parte del pueblo. Por lo tanto, al emprender la tarea de la publicación de la Revista de Educación Religiosa nos pareció conveniente hacer la traducción y adaptación de la obra de reputación bien establecida del Dr. William Smith, que ha servido de texto por largos años no perdiendo su utilidad y frescura porque se trata de hechos históricos que ya no pueden modificarse. Con gusto, pues, ofrecemos esta traducción, seguros de que todo el pueblo evangélico apreciará este esfuerzo y estudiará con interés este período tan importante entre los dos Testamentos, el que urge conocer para poder apreciar mejor las circunstancias en que aparece el Salvador del mundo, recomendando a todos su lectura y estudio, el cual quedará siempre ampliamente recompensado con el provecho que de él se saque. *** ENTRE LOS DOS TESTAMENTOS Conexión Histórica del Antiguo y el Nuevo Testamentos e Historia Secular de los Judíos Hasta la Destrucción de Jerusalén. 400 A. C.-70 D. C. CAPITULO PRIMERO DESDE NEHEMIAS HASTA LA PERSECUCION DE ANTIOCO EPIFANES (400-168 A. C.) 1.--El período de cuatro centurias, desde el fin de los registros del Antiguo Testamento hasta los eventos que anunciaron el nacimiento de Jesucristo, puede dividirse en cuatro partes, a saber: la continuación del dominio persa hasta el año 331 A. C.; el imperio Griego en Asia, 331-167 A. C.; la independencia de Judea bajo los príncipes Asmoneos, 167-63 A. C.; y el gobierno de la casa de Herodes comenzando en el año 40 A. C., y extendiéndose más allá de la Era Cristiana hasta la destrucción de Jerusalén en 70 D. C. Los últimos dos períodos incluyen también las relaciones entre Judea y Roma. Hay muy poco que tenga un verdadero interés excepto la lucha de los Macabeos en pro de la religión y la libertad en contra de Antioco Epifanes, pero todo el período pide que le demos alguna atención a fin de preparar nuestra mente para entender el estado en que encontramos a los judíos en los comienzos del Nuevo Testamento, sus condiciones morales y políticas, sus opiniones, sus sectas y sus partidos. 2.--Los dos primeros períodos forman un vacío en la historia de los judíos. Parece que ellos se contentaron con desarrollar sus recursos interiores y sus instituciones religiosas bajo el suave gobierno de los Persas. No podríamos decir hasta qué grado los príncipes de Judá retuvieron algún resto de su autoridad patriarcal, pero desde el tiempo de Nehemías el Sumo Sacerdote vino a ser la persona más importante en el Estado: y el gobierno interno se constituyó más y más en una jerarquía. En las genealogías del periodo los levitas fueron registrados como los principales de los padres. Los sumos sacerdotes desde el tiempo de Nehemías hasta el fin del imperio bajo Darío Codomano furon Eliasib, Joiada, Jonatán o Johanán, y Jaddua. (Neh. 12:22.) Eliasib, el Sumo Sacerdote en el tiempo de Esdras y Nehemías, fue sucedido por su hijo Joiada, y éste por su hijo Johanán, (Juan) hasta cuyo tiempo las cabezas de la tribu de Leví fueron registradas en las Crónicas de Judá. El sumo sacerdocio de Johanán, que duró treinta y dos años, principalmente en el largo reinado de Artajerjes II, (405-359 A. C.) , fue manchado por el primero de aquellos asesinatos que después trajeron la anarquía al Estado. Su hermano Josué, (Jesús) de quien se sospechaba que aspiraba al sumo sacerdocio confiado en el favor de Bagoses, el sátrapa persa, fue asesinado por Johanán en el templo. El sátrapa castigó el asesinato imponiendo una contribución de cincuenta ciclos por cada cordero ofrecido en sacrificio y contaminó el templo con su presencia. (366 A. C.) Pero aun al hacerlo así, el persa enseñó a los judíos la muy necesaria lección que después fue reforzada por una autoridad más alta: “¿No soy más puro”, dijo él, “que el cadáver de aquel a quien habéis matado en el templo?” Este crimen constituye el único evento memorable en los anales de Judea desde el gobierno de Nehemías hasta la conquista macedónica, si exceptuamos una narración dudosa de que el país fue castigado y algunos judíos llevados cautivos a Babilonia por su alegada participación en la revuelta de los Sidonios bajo Artajerjes Oco, (351 A. C.) . 3.--Jaddua, el hijo y sucesor de Jonatán, o Johanán, es el último de los sumos sacerdotes mencionados en el Antiguo Testamento, y en verdad su nombre es el último que aparece en el Antiguo Testamento con la dudosa excepción de unos cuantos en las genealogías fijadas en las Crónicas. Su inserción en el libro de Nehemías es un guía, en cuanto al tiempo en que el Canon del Antiguo Testamento quedó definitivamente cerrado. Eusebio asigna veinte años al pontificado de Jaddua, quien fue Sumo Sacerdote bajo Darío Codomano, (336 331 A. C.) , y después de la caída del imperio persa Josefo nos da la romántica historia de una entrevista entre Jaddua y Alejandro el Grande. Entretanto que éste se encontraba poniendo sitio a Tiro mandó pedir la sumisión de los judíos, quienes contestaron que ellos eran fieles vasallos de Darío, (332) . Después de tomar Gaza, Alejandro marchó contra Jerusalén y Jaddua: por mandato de Dios en una visión adornó con guirnaldas la ciudad y salió en solemne procesión a recibir al conquistador a Sapha, una eminencia a plena vista de la ciudad y del templo. A1 ver al Sumo Sacerdote ataviado con sus espléndidas vestiduras, lo mismo que a los sacerdotes y el pueblo vestidos de blanco, Alejandro cayó postrado en adoración, y levantándose abrazó al Sumo Sacerdote. A las críticas de Parmenio contestó que adoraba no al sacerdote, sino al Nombre que llevaba grabado sobre su mitra, pues había reconocido en él la figura que se le había aparecido en visión en Macedonia ordenándole conquistar a Persia. Entrando en Jerusalén ofreció sacrificios, y le fueron mostradas las profecías de Daniel relacionadas con él mismo. Concedió a los judíos, no solamente en Judea, sino también en Media y en Babilonia, el libre ejercicio de sus propias leyes, eximiéndolos del tributo durante el año sabático. La historia no es aceptada por los mejores críticos debido a sus improbabilidades internas que montan casi a contradicciones, y por el silencio de los historiadores de Alejandro. La afirmación de Justino, de que al avance de Alejandro en Siria fue encontrado por muchos príncipes orientales llevando sus diademas, proporciona alguna confirmación a la historia de la salida del Sumo Sacerdote a encontrarlo. Es cierto fue Jerusalén y Judea se sometieron al conquistador y hay trazas subsecuentes dé los, privilegios que se dice concedió a los judíos. El homenaje de Alejandro a Jehová y su gozo al ver que había sido escogido como el instrumento del destino, son puntos enteramente de acuerdo con su carácter. No hay nada improbable en que haya recibido la sumisión de Judea mediante el Sumo Sacerdote y los príncipes por el tiempo del sitio de Gaza. De todas maneras, Jerusalén era demasiado importante para haber sido dejada a un lado, tanto por Alejandro como por los historiadores. Alistó a muchos judíos como soldados y llevó un gran número de ellos para poblar su nueva ciudad de Alejandría. Se dice que los samaritanos pidieron los mismos privilegios que los judíos, pero que Alejandro se rehusó a concedérselos, y quizá debido a esto se levantó la rebelión en la cual asesinaron al gobernador macedónico Andrómaco, crimen que Alejandro castigó con la destrucción de Samaria. De aquí en adelante Palestina quedó quieto bajo Alejandro, quien murió en 323 A. C. Sin embargo, el conquistador macedónico no debe ser abandonado sin más noticias acerca de su verdadero lugar era la historia judaica, y en la historia sagrada del mundo, lugar que no depende de ninguna circunstancia incidental como la visita a Jerusalén. En las visiones proféticas de Daniel la influencia de Alejandro se combina necesariamente con la de sus sucesores. Ellos representaron las varias fases de su carácter y nacionalmente para los judíos, la política de los reyes de Siria fue de mocha más importancia que la conquista original de Asia. Nótese, sin embargo, que se dan con vigorosa viveza algunos rasgos del “primer rey valiente” (Dan. 8: 21; II: 3.) . El emblema con el cual es tipificado, -el macho cabrío--, sugiere la fuerza y la rapidez: y la extensión universal y la maravillosa rapidez de sus conquistas se presentan como los característicos de su poder, que fueron guiados por la más fuerte impetuosidad personal: “...Un macho cabrío venía de la parte del poniente sobre la haz de toda la tierra, el cual no tocaba la tierra.” (Dan. 8: 5.) “Corrió contra él con la ira de su fortaleza.” (Dan. 8:6.) “Derribólo, por tanto, en tierra, hollólo: ni hobo quien librase al carnero de su mano.” “El cual se enseñoreará sobre su gran dominio y hará su voluntad.” (Dan. 8: 7: II: 3.) La tradición de su visita a Jerusalén, sea verdadera o falsa, presenta un aspecto del carácter de Alejandro que con frecuencia se ha perdido de vista por algunos de sus biógrafos. No fue simplemente un griego, ni daba juzgarse por las normas griegas. El orientalismo qua causó el escándalo de sus seguidores fue una deducción necesaria de sus principios y no el resultado del capricho o de la vanidad. Se acercó a la idea de una monarquía universal del lado de Grecia, pero su objetivo final era establecer algo más alto qua la supremacía única de su pueblo. Su propósito era combinar a igualar, no aniquilar: unir el Este y el Oeste en una justa unión, no esclavizar el Asia a Grecia. El tiempo, en verdad, para qua esto fuera posible, no había llegado todavía, pero si él no pudo realizar su gran objeto, preparó el camino para su realización. La primera y más directa consecuencia de la política de Alejandro fue el debilitamiento de las nacionalidades, la primera condición necesaria para la disolución de las antiguas religiones. La rapidez de sus victorias, la incorporación constante de elementos extranjeros con sus ejércitos, las terribles guerras y la variada suerte de sus sucesores, quebrantaron las barreras qua habían separado un reino de otro, y abrieron el camino para conceptos más grandes de la vide y de la fe de los qua hasta entonces habían sido posibles. El contacto del Este y del Oeste dio forma práctica a pensamientos y sentimientos qua habían estado confinados a las escuelas. El paganismo fue privado de vide al momento qua fue trasplantado más allá de los estrechos límites, en los cuales había tornado forma. La extensión del comercio siguió al progreso de las arenas, y el idioma y la literatura de los griegos vindicaron su pretensión de ser considerados como la más perfecta expresión del pensamiento humano, llegando a ser prácticamente universales. Los judíos quedaron, a la vez, más expuestos a las poderosas influencias qua así fueron llevadas al Oriente, y más capaces para sostenerlas. En el arreglo de las conquistas griegas qua siguieron a la batalla de Ipso, (301 A. C.) , Judea quedó como el territorio frontero de los imperios rivales de Siria y Egipto, y aunque necesariamente quedó sujeta a las constantes vicisitudes de la guerra, pudo entrar en términos ventajosos con d Estado al cual estaba subordinada, por las importantes ventajas qua ofrecía para el ataque y la defensa. Interiormente también el pueblo estaba preparado para resistir los efectos de la revolución qua efectuó el dominio griego. La constitución de Esdras había alcanzado pleno desarrollo. Una jerarquía poderosa había logrado éxito en la substitución de la idea do una Iglesia por la de un Estado, y los judíos podían ahora derramarse por todo el mundo, y sin embargo, permanecer fieles al Dios de sus padres. El mismo cambio constitucional había fortalecido la posición intelectual y religiosa del pueblo. Una rígida muralla de ritualismo protegió el torso de la vide común contra las costumbres licenciosas de los griegos, y la gran doctrine de la unidad de Dios que ahora se veía como el centro divino de su sistema, contrarrestó los atractivos de un panteísmo filosófico. A través de un largo torso de discipline en el cual ellos habían carecido do la dirección de la enseñanza profética, los judíos habían comprendido la naturaleza de su misión en el mundo y estaban en espera de los medios para cumplirla. La conquista de Alejandro les proporcionó la ocasión y el poder, pero al mismo tiempo el ejemplo de Grecia alimentó el ideal de la independencia personal y nacional. El judaísmo se dividió rápidamente en sectas análogas a las formas típicas de la filosofía griega, pero aun el rudo análisis de la antigua fe fue productivo de mucho bien. La libertad de Grecia no fue un instrumento de menos valor cn la preparación de los judíos para su obra final que el contemplativo espíritu de Persia, o la organización civil de Roma, pues si la carrera de Alejandro fue rápida, sus efectos fueron duraderos. La ciudad a la cual dio su nombre perpetuó por las edades el oficio que él providencialmente desempeñó pares el judaísmo y para la humanidad, y el historiador del Cristianismo debe confirmar el juicio de Arrio, que Alejandro, “quien no era como ningún otro hombre, no pudo haber sido dado al mundo sin el especial designio de la Providencia”, y Alejandro mismo apreció este designio mejor aún que su gran maestro, pues se dice que cuando Aristóteles le aconsejó que tratara a los griegos como hombres libres y a los orientales como esclavos, encontró la verdadera respuesta a este consejo en el reconocimiento de su divina misión de unir y reconciliar al mundo. 4.--Jaddua fue sucedido, algún tiempo antes de la muerte de Alejandro, por su hijo Onías I, quien fue Sumo Sacerdote como desde 330 haste 309 A. C., o según Eusebio, 300 A. C. En la división del Imperio de Alejandro, Palestina fue tratada como había sido siempre considerada por los griegos, como una parte de Siria, de manera que le tocó en suerte a Laomedón, quien fue despojado en 321-320 A. C., por Ptolomeo, el hijo de Lago, el poderoso sátrapa de Egipto. Ptolomeo tomó Jerusalén por asalto en día de sábado, cuando los judíos no ofrecieron ninguna resistencia; habiéndose llevado cautivos a muchos de los judíos y de los samaritanos a Alejandría, en donde les concedió complete ciudadanía, habiendo emigrado otros muchos a Egipto por voluntad propia, En las guerras que siguieron, Palestina fue el premio de la victorias y es para Antígono, y es para Ptolongeo, hasta que la paz que siguió a la batalla de Ipso la asignó a Ptolomeo con la Fenicia y la Celesiria como una dependencia del reino de Egipto, (301 A. C.) , habiendo quedado sujeta a los primeros cinco Ptolomeos por cerca de un siglo, de 301-198 A. C. Los sufrimientos infligidos sobre Palestina y Fenicia por las guerras de los Diadochi como se llamaron en griego los sucesores de Alejandro, se confinaron casi a las regiones marítimas, donde las ciudades fuertes como Gaza. Jope y Tiro fueron los principales objetos de contención. Como en las antiguas guerras entre Asiria y Egipto, Jerusalén quedó fuera del camino directo de los combatientes. 5.--Precisamente después de la batalla de Ipso el sumo sacerdocio pasó a Simón I. el Justo, hijo de Onías I (Como por 300-292 A. C.) . La tradición judaica lo hace la más grande de la última línea de sacerdotes. En el magnífico elogio de Jesús, el hijo de Sirach, se dice que Simón fortificó el templo doblando la altura de la muralla, y que sostuvo los servicios divinos en el más alto esplendor. “Cuando se ponía la túnica de honor, y se vestía con la perfección de la gloria, cuando subía al santo altar hacía honorable la vestidura de la santidad.” (Eclesiástico I.) Otras tradiciones hacen a Simón el último superviviente de la Gran Sinagoga de 120, que regresaron con Esdras de la cautividad de Babilonia, atribuyéndole haber dado fin a su gran obra, el Canon del Antiguo Testamento. Estos fueron sucedidos por La Nueva Sinagoga, cuyo oficio fue interpretar las Escrituras así completadas; su fundador fue Antígono Soco, el primer escritor del Mishna. Se dice que éste recibió de Simón el Justo el cuerpo de tradición oral que se había venido recibiendo desde Moisés. A él también se atribuye la doctrine de que Dios debe ser servido desinteresadamente. y no por cause de la recompense, doctrine que fue pervertida por uno de sus discípulos sosteniendo la negación de las recompenses y los castigos futuros. Este discípulo fue Sadoc, el fundador de los Saduceos: sin embargo. hay que decir que la tradición no tiene bastante evidencia y la etimología es bastante dudosa. El cariño con que la tradición judaica consideró el sacerdocio de Simón come el mejor período de la teocracia restaurada, se indica por los prodigios que se dice se presentaron al final presagiando el desastre inminente. “Los sacrificios que siempre fueron favorablemente aceptados durante su vide. a su muerte vinieron a ser inciertos o desfavorables. El chive expiatorio que era arrojado desde una roca a inmediatamente era reducido a pedazos escapó al desierto, lo que constituyó un grave augurio. La gran luz occidental del candelero de ore no volvió s ardor con una flama firme, sine que algunas veces se apagó. El fuego del sacrificio languideció y el pan sacrificial se acabó, de manera que no bastó come antes, para todo el sacerdocio.” (Milman.) 6. --Simón el Justo fue sucedido por su hermano Eleazar, pues su hijo Onías era menor de edad, (292-251 A. C.) , y su prolongado gobierno parece haber sido profundamente tranquilo bajo el gobierno suave de Ptolomeo I Soter, el hijo de Lago, y Ptolomeo II Filadelfo, quien sucedió a su padre en 285 A. C., y reinó hasta 247 A. C. A los gustos literarios de este rey y a la cooperación de Eleazar, la tradición preservada por Aristeas atribuye la versión griega de las Sagradas Escrituras que se llama La Septuaginta. por sus setenta o setenta y dos traductores. Mucho come hay de errónea y aun de fabuloso lo la tradición, no puede caber dude de que la primera porción de la traducción fue hecha en esta época en Alejandría por judíos eruditos. La obra marca una época importante en la historia judaica, no meramente la incorporación de los Sagrados Escritos en una forma en la cual pudieran actuar sobre el mundo gentil, sine en verdad, la creciente fuerza de aquellas influencias que se denotan por el término general Helenismo. Las conquistas de Alejandro y los reinos fundados por sus sucesores en el Asia Menor, Siria y Egipto, habían producido la más poderosa infusión de población griega, de las costumbres, la literatura, el arte y la religión en toda el Asia Occidental, y el griego estaba llegando a ser rápidamente una lengua universal en aquella región. Los judíos de Egipto cuyo número era ya muy grande debido a numerosas inmigraciones, habían llegado a helenizarse tanto que una versión griega de sus Escrituras era ya una necesidad, aparte de la curiosidad de Ptolomeo. Así aconteció, en la Providencia divina, que el desarrollo del Helenismo oriental preparó el camino para el extendimiento del Cristianismo, no solamente por imbuir medio mundo con una civilización común y un lenguaje común, sine proveyendo en aquel lenguaje las normas sagradas de la verdad divina, por las cuales las aspiraciones del Mesías serían establecidas y las palabras de la cual El iba a cumplir. Pero, entretanto, aquel mismo Helenismo trajo sobre los judíos una nueva serie de pruebas nacionales. Parece que los judíos de Palestina pudieron verse libres de las tendencias helenizantes, por el tiempo pronto habría de llegar cuando su exención no habría de ser preservada. Por fin, después de los gobiernos sucesivos de sus tíos, Eleazar y Manasés, Onías II asumió el Sumo Sacerdocio, en 240 A. C. Este puso en peligro la prolongada amistad con Egipto por descuidar el pago del tributo anual de veinte talentos a Ptolomeo III Evergetes, quien sucedió a su padre en 247 A. C. La irracional avaricia del Sumo Sacerdote condujo a la primera interrupción de aquella bondadosa política que los primeros tres Ptolomeos habían tenido uniformemente hacia Judea, y él se mostró bastante indolente para obedecer a la orden de explicar su conducta, bajo amenaza de invasión. Una completa ruptura solamente se evitó por la política del sobrino del Sumo Sacerdote, José, el hijo de Tobías, quien ofrece tan gran contraste con su tío como Antipater y Herodes después con e) imbécil Hircano. José consiguió con algunos ricos samaritanos el dinero necesario para su viaje y se trasladó a Alejandría en compañía de ciertos comerciantes fenicios de quienes supo la suma que intentaban ofrecer por el contrato de las contribuciones de Palestina, Fenicia y Celesiria. Habiendo logrado éxito en calmar a Ptolomeo presentando la debilidad de Onías, José ofreció doblar la suma de 8,000 talentos que los mercaderes habían ofrecido por el contrato del tributo, y cuando se le pidieron garantías, nombró al mismo rey y a la reina seguro del progreso que ya había hecho en el real favor. Con esto obtuvo el contrato, y mediante algunos casos severos como los de Ascalón y Scytópolis, logró desempeñar su oficio estableciendo una autoridad civil lado a lado con la del Sumo Sacerdote. Su gobierno duró por veintidós años y el poder que tuvo en el Estado vino a ser una fuente de males tan grandes como el peligro de que había logrado salvarlo. 7. --Onías II murió en 226 A. C., y fue sucedido por su hijo Simón II, y cuatro años más tarde la corona de Egipto pasó a Ptolomeo IV Filopator, (222-205 A. C.) Entretanto, el reino rival de los Seléucidas en Siria había llegado a la cima de su poder, habiendo subido al trono el más ambicioso de sus monarcas, Antioco III el Grande (223-187 A. C.), quien declaró la guerra a Ptolomeo por las provincias de Fenicia, Celesiria y Palestina, pero fue derrotado en la batalla de Rafia, cerca de Gaza, en 217 A. C. Después de esta victoria Ptolomeo fue a Jerusalén y no contento con ofrecer sacrificios penetró al Lugar Santísimo, de donde se dice que salió posesionado de un terror sobrenatural, expresando su resentimiento con una cruel persecución a los judíos de Alejandría, la primera de tales medidas por cerca de 200 años, resultando de allí la mala voluntad de los judíos, tanto de Palestina como de Egipto. La muerte de Ptolomeo Filopator cuando su hijo Ptolomeo V Epifanes1 tenia sólo cinco años de edad (205-181 A. C.) , proporcionó una nueva oportunidad para las ambiciones de Antioco el Grande. Este rey que durante los últimos doce años había estado ocupado en sofocar una revuelta en el Asia Menor y tratando en vano de recobrar las provincias más allá del Tigris de los Partos y los Bactrianos, formó una liga con Felipe V de Macedonia para repartirse los dominios de Ptolomeo, y después de una fiera lucha en que Judea sufrió mucho, Antioco vino a ser el amo de Celesiria y Palestina, (198 A. C.) . Los judíos, que otra vez habían sido tratados mal por Scopas, el general de Ptolomeo, recibieron a Antíoco como un libertador, quien les concedió una subvención anual para sus sacrificios, y prohibió a los extranjeros que entraran en el templo. 8. --En el mismo año, Simón fue sucedido en el sumo sacerdocio por su hijo Onías III, (198-171 A. C.) Las provincias conquistadas fueron devueltas a Ptolomeo Epifanes como dote de su prometida, Cleopatra, hija de Antíoco, pero el rey sirio no entregó la posesión y de nuevo las hizo suyas mediante el tratado de Roma en 188 A. C. En el año siguiente perdió la vida. El autor det II libro de los Macabeos coloca bajo su hijo y sucesor Seleuco IV Filopator, el intento de Heliodoro de apoderarse de los tesoros del templo y su milagroso rechazamiento. La historia, acerca de la cual Josefo nada sabe. ilustra la tendencia de los escritores apócrifos a adornar sus libros con muy pobres imitaciones de los milagros que se registran en las Escrituras. Todo lo que sabemos de cierto es que Onías apenas pudo retener el favor de Seleuco en contra de las maquinaciones de Simón, el tesorero del templo, quien se dice que instigó el sacrilegio: y el feudo sangriento que comenzó así entre los partidarios del Sumo Sacerdote y los de Simón apresuró las calamidades que siguieron a la traslación de la supremacía a Siria. 1 Este es el rey cuyo decreto de su coronación inscrito en la famosa “Piedra de Rosetta” proporcionó los fundamentos para d arte de descifrar los jeroglíficos egipcios. El advenimiento de Antíoco IV Epífanes, (175-164 A. C.) aseguró el triunfo del partido sirio en Judea. Este príncipe, cuya conducta, así como su fin, le granjearon el sobrenombre de Epimanes (el loco) , había sido enviado por su padre Antíoco el Grande a Roma en calidad de rehén, y regresó con un gran desprecio hacia sus súbditos unido al amor al lujo oriental que los reyes de Siria habían adquirido. Halló al Sumo Sacerdote judío en Antioquía, a donde había ido Onías para disipar las acusaciones de Simón, las que estaban apoyadas por la hostilidad de Apolonio el gobernador de la Celesiria. El partido griego estaba representado no sólo por Simón sino por el mismo hermano del Sumo Sacerdote, Josué, Quien pasta adoptó el nombre griego de Jasón. Mediante nn enorme soborno en dinero y la promesa de un tributo actual, Jasón obtuvo el Sumo Sacerdocio y Onías III fue depuesto y detenido en Antioquia. Por primera vez las costumbres griegas se introdujeron en Jerusalén con un éxito que demuestra pasta qué grado los judíos se habían helenizado en espíritu. No contento con renunciar a los privilegios del culto libre obtenido de reyes anteriores, el descuido de los servicios del templo, Jasón edificó un gimnasio en donde los jóvenes judíos practicaron los ejercicios griegos, y aun algunos llegaron pasta a acabar con la marca de la circuncisión. Jasón también envió representantes a los juegos quinquenales del Hércules Tirio, llevando grandes presentes, pero los enviados tuvieron escrúpulos para ofrecerlos a los dioses paganos, y los entregaron para la construcción de barcos. En tres años, sin embargo, Jasón, a su vez, cayó por has maquinaciones de Menelao, (172-168 A. C.) a quien él había enviado a Antioquia con el tributo y quien obtuvo el sumo sacerdocio lisonjeando la vanidad del rey y ofreciendo un altísimo cohecho. Regresó a Jerusalén con la furia de un cruel tirano y la ira de una bestia feroz, refugiándose Jasón entre los amonitas. Impotente para levantar el dinero que había prometido, Menelao fue llamado a Antioquia, a donde acudió habiendo vendido antes algunos de los vasos del templo a los tirios a fin de sobornar a Andrónico, quien gobernaba Antioquia durante la ausencia del rey en Cilicía. Onías, el Sumo Sacerdote depuesto, estaba en Antioquia, acusó a Menelao de aquel sacrilegio y huyó en busca de refugio a la gruta sagrada de Dafne, pero a instigaciones de Menelao Andrónico sacó a Onías del santuario y lo mató. Antíoco, que estaba de regreso en este tiempo, movido a compasión por la pureza de carácter de Onías, conociendo los planes traidorea de Andrónico ordenó darle muerte. Entretanto, un gran tumulto estalló en Jerusalén a consecuencia de los sacrilegios cometidos por Lisímaco, hermano y diputado de Menelao: Lisímaco fue muerto y Menelao acusado delante de Antíoco quien llegó a Tiro en su camino a atacar a Egipto: pero Menelao escapó mediante el cohecho y sus acusadores fueron castigados por la insurrección. 9.--Echemos una mirada a las relaciones de Siria con Egipto. Ptolomeo VI Filometor era un niño cuando sucedió a su padre en 181 A. C., pero el gobierno fue hábilmente llevado por su madre Cleopatra, la hermana de Antíoco Epífanes; la muerte de ella condujo a la guerra con Siria y Antíoco dirigió cuatro campañas triunfales contra Egipto (171-168 A. C.), las cuales abandonó por un enérgico mandato del embajador romano Popilio Laenas. Durante la segunda de estas campañas se extendió la noticia de la muerte del rey, y Jasón atacó a Jerusalén a la cabeza de 1.000 hombres, refugiándose Menelao en la ciudadela, pero después de grandes crueldades en contra de los ciudadanos, se vio obligado a huir entre los amonitas; luego escapó a Egipto, y después a Esparta en donde buscó protección so pretexto de algún parentesco y pereció en tierra extraña. Entretanto su intento tuvo las más extraordinarias consecuencias en la historia de los judíos. Antíoco creyó que Judea se había rebelado, idea que sin duda encendió Menelao para deshacerse de sus enemigos, y el rey regresó a Egipto verdaderamente furioso, tomó Jerusalén por asalto matando jóvenes y ancianos, mujeres y doncellas: en el conflicto cayeron cuarenta mil y otros tantos fueron llevados a la esclavitud. Guiado por Menelao entró en el templo, profanó el altar sacrificando un cerdo, y haciendo que cocieran parte de la carne roció con el caldo todo el santuario, y contaminó con inmundicia el Lugar Santísimo. Sacó los vasos sagrados y otros tesoros alcanzando todo la suma de 1.800 talentos y regresó a Antioquía dejando un salvaje frigio, llamado Felipe, como gobernador de Jerusalén, y a Andrónico en Gerizim, en donde el templo samaritano había sido profanado de la misma manera. Menelao, estigmatizado como el peor de los tres, no vuelve a mencionarse en los libros de los Macabeos: su muerte bajo Antíoco Eupator fue considerada como castigo de sus crímenes. 10. --Dos años más tarde, (168 A. C.) Antíoco desahogó sobre Judea la exasperación de su destitución de Egipto. Tanto la pasión como la política deben haberlo urgido a destruir una provincia que le era enteramente desafecta y que de seguro pronto caería en poder de Egipto. Apolonio, el viejo enemigo de los judíos, fue enviado a Jerusalén a la cabeza de 22,000 hombres con ordenes de matar a todos los hombres y coger a todas las mujeres y los niños. Pretendiendo que su misión era amigable esperó hasta el día sábado y entonces cayó sobre el pueblo que no podia resistirle, llevando a cabo una espantosa matanza: la ciudad fue saqueada a incendiada: las fortificaciones fueron desmanteladas, y se erigió una torre en el Monte Zión, dominando la ciudad y el templo, y de allí salían los vigilantes sobre todos los que se atrevían a it al santuario desierto. Luego siguió una de las más duras persecuciones registradas en la historia de la religión. Antíoco lanzó un edicto ordenando la uniformidad del culto en todos sus dominios y encomendó el cumplimiento del edicto en Samaria y Judea a un anciano llamado Ateneo, uno de esos fanáticos producto del paganismo. En Antíoco mismo puede trazarse en su carácter un fuerte elemento de ese fanatismo. Entretanto que su vivo y versátil temperamento griego, educado en las ideas romanas de poder, y corrompido por el lujo oriental lo condujo a entregarse a todos los vicios para los cuales el despotismo proporcionaba los medios --una vez andando de juerga en las canes de Antioquia con alegres compañeros, y otra en correrías buscando fingidos votos para las magistraturas de Roma--, fue un desprendido y fanático sostenedor del culto griego. Dice el Dean Milman: “los adoradores de la dulzura de la religión griega y que suponen que era desconocida la persecución religiosa antes de la era del Cristianismo harán bien en considerar el imperdonable y bárbaro intento de Antíoco de exterminar la religión de los judíos y substituirla con la de los griegos.” Los samaritanos se sometieron sin resistencia y su templo sobre el Monte Gerizim fue dedicado a Zeus Xenius, mientras en Jerusalén Ateneo comenzó su obra convirtiendo el santuario en un templo de Zeus Olímpico. Los patios fueron profanados con las más licenciosas orgías; el altar fue cubierto de abominables ofrendas; y la vieja idolatría de Baal se restableció en la forma obscena en que había sido llevada a Grecia: las bacanales fálicas de Dionisios. Las copias del Libro de la Ley fueron destruidas o profanadas con pinturas paganas obscenas. La práctica de los ritos judíos y la negativa de sacrificar a los dioses griegos fueron castigarlas con la muerte; dos mujeres que habían circuncidado a sus hijos fueron llevadas en torno de la ciudad con sus niñitos colgando del pecho y luego arrojadas del muro. Algunas gentes piadosas se habían ido a una cueva para guardar el sábado y fueron quemadas por Felipe. La forma favorita de compulsión empleada por los perseguidores fue tratar de hacerlos comer carne de cerdo y dos casos particulares de heroica resistencia hacen una de las más brillantes páginas del martirologio judío y cristiano. Un jefe de los escribas llamado Eleazar, venerable anciano de noventa años de edad, cuando a fuerza le metieron en la boca un pedazo de carne de cerdo, la escupió y voluntariamente se entregó al tormento. Sus atormentadores, viendo su obstinación, redoblaron su crueldad y cuando estaba expirando bajo los golpes, clamó: “Es manifiesto a Jehová, quien tiene el canto conocimiento, que habiendo podido líbrarme de la muerte, soporto los agudos dolores del cuerpo al ser golpeado, pero en el alma estoy muy contento de sufrir estas cocas porque temo a Jehová”. Algunos escritores cristianos han llamado a éste el protomártir del Antiguo Pacto. Otros sufrieron juicios escarnecedores y azotes. Tal fue la suerte de siete hermanos que juntamente con su madre fueron llevados a la presencia del rey, y habiéndose rehusado a comer carne de cerdo, fueron puestos a muerte en medio de insultos soeces y crueles tormentos. Desde el mayor hasta el menor mostraron no sólo constancia y fidelidad sino espíritu de triunfo. y la madre, después de alentar a cada uno sufrió al último la muerte. Las atrocidades cometidas en Jerusalén fueron iguales a las que se cometieron en el campo; pero en medio de esta crisis, cuando el culto y el pueblo de Jehová parecían marchar a su extinción, una nueva luz se levantó para ambos, y los resultados mostraron cuan necesario fue el bautismo de fuego para purificar al pueblo de la corrupción del Helenismo. Entretanto el perseguidor mismo vino a ser un señalado ejemplo de la retribución que espera al poder despótico y a la pasión que no reconoce freno. Estaba él en las provincias orientales cuando supo de la rebelión en Judea y de la derrota de su general Lysias y se apresuró a regresar para vengar aquella desgracia atacando un templo en Elymais, el mero sitio en que su padre había perdido la vida en un intento semejante. L a mortificación de haber sido rechazado parece que llevó al colmo la locura que generalmente engendra el despotismo, y murió en medio de arranques de verdadera furia en Tabae, Persia, en 164 A. C. Su fin fue considerado por griegos y por judíos como el juicio sobre sus sacrílegos crímenes, habiendo dejado a la historia un nombre tan odioso como el de Nerón, con cuyo carácter Antíoco tuvo muchos puntos de contacto. 11. --Es muy notable que esta Bran persecución y la subsiguiente historia de la gloriosa regeneración de Judea bajo los Macabeos haya sido pasada de vista por los historiadores griegos y romanos. De Polibio podíamos haber esperado un justo aprecio de su importancia y un resumen imparcial de sus hechos; pero de esta porción de su obra quedan solamente unos cuantos fragmentos, y el silencio de Livio, quien sigue fielmente su historia de Siria, sigue también a esta grande autoridad en ese silencio. El breve sumario de Appio en su historia do Siria no dice nada de los judíos: Diódoro hace una brevísima narración acerca de ellos repitiendo los prejuid6a corrientes, no su propia creencia, y eso como argumentos usados por los consejeros de Antíoco para urgir la extirpación de los judíos. El sumario despreciativo hecho por Tácito resulta más significativo que el silencio de los demás, y muestra cómo el prejuicio puede llevar muy lejos de la verdad aun al más cuidadoso escritor. El dice lo siguiente: “Durante el dominio de los asirios, los medos y los persas, los judíos fueron los más abyectos de los súbditos. Después de que los macedonios alcanzaron la supremacía del Oriente, el rey Antíoco se esforzó por quitarles la superstición a introducir las costumbres griegas, pero la guerra con los partos le estorbó para reformar a ese repulsivo pueblo.” El espíritu de este pasaje puede explicar la indiferencia de los otros autores. La indómita devoción de 1os judíos a su religión y a sus tradiciones nacionales, g su pretensión de ser adoradores del único Dios, provocaron entre los paganos y especialmente entre los dados a la filosofía, el mismo desprecio y resentimiento que lace a Gibbon burlarse de Palestina. Y no es solamente este brillante período de los anales judaicos el que escapó a la noticia y a la simpatía de los historiadores de Occidente; el período de 370 años del decreto de Ciro hasta la revolución Macabea abarca los eventos más brillantes de la historia griega y romana. Las repúblicas Aristocráticas de Grecia y la monarquía de Roma habían dejado a la cima en medio del rápido crecimiento de la filosofía y el arte. Las luchas que colocaron a Roma a la cabeza de los estados italianos y formaron su constitución republicana, las guerras persas y del Peloponeso, el conflicto de los estados griegos por la supremacía, la que al fin cedieron a los macedonios, y la mera conquista que llevó a Alejandro a Judea, todo esto está relacionado entre sí como lo hubiera estado aun si no hubiera habido nación alguna como los judíos. Las agudas investigaciones de Herodoto, quien visitó Egipto y Tiro en el tiempo preciso en que Esdras y Nehemías dirigían el restaurado estado, no produjo nada más que la noticia de la victoria de Necao sobre Josías y la captura de Cadytis, (probablemente Gaza) , el error de que “los sirios de Palestina” aprendieran la circuncisión de los egipcios y la mención de que servían con los fenicios en la flota de Xerxes. El silencio de los historiadores de Alejandro y sus sucesores acerca del pueblo judío es muy notable, puesto que tenían que mencionar a Judea como el escenario de la guerra: los romanos los igualan cuando vienen en contacto con Siria y Egipto: ni se rompe el silencio cuando Roma forma una alianza con Judas Macabeo, si hemos de creer al historiador de los Macabeos. Un siglo más tarde, cuando Pompeyo penetró en el templo, la ciudad sagrada no sugiere a Cicerón más que un apodo para su receloso líder; ni Tácito se ocupa del nacimiento de Cristo con la mitad del interés que muestra en las relaciones de los príncipes Herodianos con los Césares. Seguramente que en todo esto no podremos menos que ver un propósito divino: el de que tanto la vida externa como la interna del pueblo escogido quedara oculta, siguiendo una corriente distinta de la ordinaria que seguían los pueblos con sus conflictos bélicos y políticos, hasta que de su propio servo saliera la banda de hombres humildes y obscuros que habían de proclamar un “reino que no es de este mundo.” 12. --En preparación para ese evento el pueblo judío había tenido una historia enteramente suya, para la cual pudiéramos desear la posesión de más abundantes materiales. Habían restaurado las ordenanzas de su religión, purificados de su vieja idolatría por la Cautividad, y con su celo constantemente estimulado por su antagonismo con los samaritanos. Políticamente estuvieron sujetos primero a Persia y luego a Egipto, pero entretanto que pagaban el tributo, el trato de sus soberanos fue bondadoso y ellos quedaron sujetos al gobierno de sus sumos sacerdotes y sus príncipes patriarcales hasta que llegó la gran persecución Siria. La extinción de la realeza una vez que había servido su propósito dándoles una imagen del reino del Mesías quitó la principal influencia que había conducido a la apostasía en Israel y a la idolatría en Judá, y la mera dependencia que los privaba de la libertad política les dio una oportunidad mejor para su organización religiosa. El vínculo por el cual “El pueblo de Dios” se mantuvo unido se sintió al fin que era religioso, vínculo fuertemente sentido en los grandes grupos que estaban separados del resto en la dispersión en d Oriente o en la nueva comunidad formada en Egipto. Los judíos incorporados en diversas naciones todavía miraban hacia Jerusalén como el centro de su fe. Las fronteras de Canaán se borraban y los comienzos de una dispensación espiritual se establecían. Pero este proceso no produjo puramente bien, pues como dice el Dean Milman: “En la obscuridad de este largo período, el judaísmo, con su austera y firme aversión a todo politeísmo y a las influencias gentiles gradualmente se endureci ó en un rígido exclusivismo... Opiniones en conflicto que dieron lugar bajo los príncipes asmoneos a facciones religiosas como las, de los fariseos y los saduceos, comenzaron a agitar la mente y el corazón del pueblo. Los antiguos nazarenos tendían a convertirse en los últimos esenios.” Los judíos vueltos a Palestina reasumieron su vida agrícola en una tierra que era ahora doblemente fértil porque la tierra “hubo gozado sus sábados: porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.” (II Crón. 36: 21.) Debe observarse de Paso que la ordenanza del año Sabático que se había descuidado sistemáticamente antes de la Cautividad se observó en la época de los Macabeos. Cómo se dividió la tierra entre las familias que regresaron, no lo sabemos: pero parece claro que pronto cayó principalmente en las manos de los nobles, quienes enriqueciéndose rápidamente debido a la fertilidad de la tierra volvieron a oprimir a los pobres, cosa que los profetas habían denunciado como el pecado culminante de csa clase social. Un orden que así se establece por encima de los vínculos sociales de una mutua bondad tiene que mantenerse en contra del descontento popular solamente descansando en la influencia extranjera; así fue cómo los príncipes de Judá encabezaron el partido idólatra y egipcio en los últimos días de la monarquía y ahora, fueron los líderes del partido sirio y helenizante. Y así como su influencia había sido resistida antes por los profetas, ahora lo fue por los sacerdotes, quienes encabezaron el glorioso levantamiento de la nación en defensa de su religión. El carácter de aquella lucha prueba que la nación todavía tenía un corazón sano en el tiempo del dominio de los sirios. *** CAPITULO SEGUNDO LA GUERRA MACABEA DE INDEPENDENCIA (169-106 A. C.) l.--La persecución de Antíoco Epífanes provocó una gloriosa resistencia, la que terminó con el establecimiento de la independencia de Judea bajo los príncipes Macabeos o Asmoneos.2 Un anciano sacerdote llamado Matatías, hijo de Simeón, o Simón, hijo de Johanán (Juan) , hijo de Chasmón, del curso de Joarib, (el primero de los veinticuatro cursos establecidos por David) y de la casa de Eleazar el hijo mayor de Aarón, había escapado de Jerusalén en los comienzos de la persecución. Se estableció en su ciudad natal de Modin, probablemente en la orilla de la gran llanura marítima de Filistia, llevando a sus cinco hijos, Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jonatán, además de otros parientes, y allí por algún tiempo lloraron la desolación de Jerusalén y del santuario, pero la aproximación del peligro los despertó a la acción. Los oficiales del rey, encabezados por Apeles, llegaron a Modin, y como el principal de la ciudad llamaron primero a Matatías tratando de ganarlo con honores y recompensas si obedecía el mandato real, pero Matatías rechazó indignado la proposición en nombre suyo, de sus hijos y de toda su parentela. Otros estuvieron listos para ser más complacientes y uno de ellos avanzó al altar para contrastar su obediencia con aquella muestra de rebelión: Matatías entonces no pudo soportar aquello y mató al apóstata primero y luego al 2 Macabeo, fue originalmente el sobrenombre de Judas, el tercer hijo de Matatías, y su etimología más probable se origina en Maccabah, un martillo. Asmoneo, o más bien Chasmoneana, es el nombre propio de la familia, de Chasmón, el bisabuelo de Matatias. comisionado del rey allí mismo en el altar el cual él mismo destruyó como su antepasado Phinees cuando mató a Zimri. (Véase Núm. 25.) Luego lanzó una proclama por toda la ciudad pidiendo que todos los que fueran celosos de la Ley y del Pacto lo siguieran y Matatías huyó con sus hijos a las montañas, habiéndolo seguido muchísimos. La destrucción de mil fugitivos que no quisieron quebrantar el sábado con la pelea hizo a Matatías y a sus amigos declarar que era legal la defensa aun en el día sábado. Entre sus primeros adherentes estuvieron los Assideanos, (piadosos o santos) una secta o sociedad en la que se hacía el voto especial de observar la Ley. Saliendo de las defensas naturales de sus montañas cayeron sobre los altares paganos y los destruyeron matando a muchos de los adoradores, mientras que otros huyeron a refugiarse entre los sirios: circuncidaron a los niños por la fuerza, y recobraron muchas copias de la Ley. Pero la tares era demasiado ardua para el anciano Matatías, así que después de una noble exhortación a sus hijos animándolos con los ejemplos de los antiguos héroes desde Abraham hasta Daniel, y habiendo nombrado a su hijo Judas como su sucesor, murió y fue sepultado en Modin, en la tumba de sus padres. (167 A. C.) 2.--Judas, el tercero y más guerrero de los hijos de Matatías, apodado por eso Macabeo, fue para Judea lo que Guillermo Tell fue para Suiza. Su noble carácter, el que los historiadores describen en términos brillantes, atrajo la gozosa sumisión de sus hermanos y sus amigos, y continuó el curso de las operaciones iniciadas por su padre, y en las cuales parece que él había sido ya un líder. Aventurándose privadamenta en las poblaciones, Judas y sus amigos lograron reunir un ejército como de 6.000 adoradores de Jehová, y después de entrenar a sus seguidores mediante ataques nocturnos y sorpresas derrotó al ejército de Apolonio que marchó de Samaria en contra de él, matando al general y llevando después su misma espada. Otro grande ejército mandado por Serón, gobernador de la Celesiria, fue puesto en fuga en los pasos de Beth-oron después de un noble discurso hecho a sus huestes, antes de la batalla, por Judas Macabeo. Los sirios huyeron dejando en pos una pérdida como de 8,000 hombres en los pasos que conducen a la llanura de los filisteos, así como los canaanitas habían huido delante de Josué en el mismo terreno. 3. --Las noticias de todo esto hicieron enojar doblementea a Antíoco debido a que sus finanzas andaban muy mal. La política helenizanta que había seguido temerosamente en otras provincias como en Judea, había creado general desafecto y Armenia y Persia, en particular, habían rehusado el pago del tributo. Entonces llamó sus fuerzas y habiendo agotado sus cofres al darles la paga de un año por adelantado, marchó para rehacer sus finanzas dejando la mitad de sus fuerzas a Lysias, jefe de sangre real, a quien hizo su lugarteniente en el occidente del Eufrates y guardián de su pequeño hijo Antíoco. Lysias, habiendo recibido órdenes de exterminar a toda la nación judía, dio sus órdenes a Ptolomeo Macrón, gobernador de Celesiria, quien envió a Nicanor y a Georgias, con 40,000 hombres de infantería y 7,000 de caballería. Judas entonces reunió sus 6,000 hombres en el antiguo santuario de Mizpah, (pues Jerusalén estaba todavía en poder de Felipe) y después de solemnes servicios religiosos pidió, como Gedeón, que todos los que fueran tímidos, así como los que estuvieran exceptuados del servicio militar abandonaran el tempo, animando a los restantes pare la batalla que se efectuaría en la mañana siguiente. En las sombras de la noche Georgias marchó del tempo de Siria en Emmaus con 5.000 hombres de a pie y 1.000 de a caballo pare caer por sorpresa sobre el tempo de los judíos, pero Judas, habiendo sabido de aquel movimiento, dejó su campamento y al romper el día apareció en la llanura con su ejército ahora disminuido, reducido a 3,000 hombres “que no tenían armaduras ni espadas”. El ejército sirio, poseído de pánico, huyó y fue perseguido hasta Asdod y Jamnia, habiendo perdido 3.000 hombres. En seguida Judas reunió su pequeño ejército y se regresó en contra de Gorgias. quien encontrando desierto el tempo de los judíos había avanzado hasta las montañas, y conociendo la victoria de los judíos por el humo que subía del tempo de Nicanor vio también huir a sus soldados. Además del rico despojo del campamento de los sirios “macho oro y plata, y seda azul y púrpura del mar, y grandes riquezas” encontraron un buen número de mercaderes de las ciudades marítimas que habían sido atraídos por la promesa de Nicanor de venderles los prisioneros pare esclavos: estos mercaderes, en justa retribución. fueron vendidos como esclavos. Después de guardar con grandes acciones de gracias, el sábado que siguió a la victoria. Judas cruzó el Jordán y derrotó a Timoteo y a Bachides, matando mas de 20.000 sirios y tomando muchas de las fortalezas de Gaalad (167 A. C.) . 4.--Al año siguiente, Lysias, con un ejército escogido de 60.000 hombres de a pie y 5,000 caballos avanzó a Bethsura en donde Judas lo esperó nada más con 10,000 hombres y después de sus acostumbradas fervientes oraciones y de una ardienta arenga Judas cayó sobre los sirios y los derrotó matándoles 5.000 hombres, retrocediendo Lysias a Antioquia pare reunir nuevas fuerzas. Esta victoria dio a los patriotas la posesión de Jerusalén, excepto la Torre de Siria, y Judas empleó un período de descanso de tantas batallas limpiando el templo, los desiertos patios en los cuales había crecido la hierba. y la cámara de los sacerdotes que habían derrumbado. Los vasos sagrados fueron reemplazados del botín de los sirios y el santuario se dedicó de nuevo al 25 de Chisleu, exactamente tres años después de su profanaci ón (Dic. de 166 A. C.) . El festival duró por espacio de ocho días con un regocijo semejante al de la fiesta de los Tabernáculos, y la solemnidad quedó como una institución perpetua siendo ésta “la fiesta de la Dedicación” mencionada por San Juan como que se celebraba en el invierno. (Juan 10: 22) Durante esta solemnidad Judas tuvo que emplear parta de sus fuerzas pare mantener a raya a los sirios que retenían la torre sobre el Monte Sión y después aseguró el templo en contra de los ataques de aquella parta mediante la erección de una fuerte muralla y torres bien defendidas, y también fortificó y guarnicionó a Bethsura. 5. --Estas victorias despertaron los viejos celos de las naciones circunvecinas, las que comenzaron la matanza de los judíos que moraban en ellas, pero Judas fue tan pronto pare castigar como pare libertar. Cayó sobre Jope, quemando muchas casas y barcos para vengar así el traidor asesinato de 200 judíos que habían sido atraídos a los barcos y luego ahogados: y otra matanza, llevada a cabo en Jamnia fue castigada con la conflagración de la población y de los barcos, viéndose las llamas desde Jerusalén, a una distancia de veinticinco millas. Había regresado a Judea de una campaña contra los Idumeos y los Amonitas, cuando le llegaron camas anunciando el extremo peligro de los judíos en Galaad y en Galilea: Judas dividió sus fuerzas, enviando a su hermano Simón a Galilea, mientras que él marchaba con Jonatán a Galaad. Ambas expediciones tuvieron éxito y todo peligro futuro se evitó trasladando a los judíos de la Galilea y la Transilvania a Jerusalén. Entretanto, José y Azarías, quienes habían salido de Jerusalén con órdenes estrictas de no pelear, se vieron tentados por las noticias de estas victorias a atacar a Georgics en Jamnia, habiendo tenido que huir con la pérdida de 2,000 hombres, pero esta duro golpe aumentó la confianza del pueblo en los hermanos Macabeos como sus únicos caudillos dignos; todavía otro pequeño revés confirmó la prudencia con que Judas atemperaba su valor. La derrota la vengó, pero no sin considerables pérdidas. Cuando después de la observancia del sábado en Adullam procedieron a sepultar a sus muertos, se hallaron pequeños ídolos en los vestidos aun de algunos sacerdotes. Se envió entonces una ofrenda por el pecado a Jerusalén, no sólo para expiar la culpa de aquellos hombres, sino por los muertos, en cuya resurrección los judíos Macabeos. sin duda, tenían plena fe. La campaña terminó reduciendo a Hebrón a invadiendo el territorio filisteo y Samaria. 6. --Por esta tiempo murió Antioco Epífanes de la manera ya descrita, siendo elevado al trono su joven hijo Antioco V Eupator, por Lysias (164-162 A. C.) y se emprendió una nueva campaña para el socorro del destacamento sirio que estaba sitiado en la ciudadela de Zión. El rey y Lysias pusieron sitio a Bethsura entretanto que Judas corrió en su auxilio. El ejército sirio se componía de 80,000 ó 100,000 hombres de a pie, 20,000 caballos y 32 elefantes. Estas bestias, mencionadas ahora por la primera vez en las guerras judías, se describen como escoltadas cada una por 1,000 hombres de a pie y 500 de caballería; cada elefanta llevaba una torre en que había 32 hombres, exageración que prueba la alarma causada por aquel extraño espectáculo, pero el valor de los patriotas judíos fue estimulado por el noble ejemplo de Eleazar, el cuarto de los hermanos Macabeos, quien se metió debajo de un elefanta y lo mató aunque fue aplastado por la bestia que cayó sobre él. Su sacrificio no aseguró la victoria, pues Judas se vio obligado a retirarse a Jerusalén y Bethsura, capitulando bajo buenas condiciones. La caída de la fortaleza se atribuye al hambre, debida a la falta de maíz en el año sabático, lo que prueba incidentalmente la observancia de tal institución por los judíos restaurados (163 A. C). La misma causa redujo a Jerusalén que luego fue sitiada a los extremos del hambre, pero también puso en aprietos a los sitiadores. Entretanto, sin embargo, el ejército que había llevado Antíoco a Persia regresó bajo Felipe, quien pretendía el tutorado sobre el joven rey, y con esto Lysias aconsejó a Antíoco hacer la paz con los judíos. Tan pronto como el rey fue admitido en la ciudad quebrantó los términos, echando abajo la nueva muralla de Judas, después de lo cual se retiró a Antioquía, quitándole la Capital a Felipe, pero su triunfo fue breve, pues Demetrio, el hijo de Seleuco IV, cuya legítima herencia había sido usurpada por su tío Antioco Epífanes, regresó a Roma en donde había estado en rehenes, derrotó y ejecutó a Antioco y a Lysias, haciéndose rey con el título de Demetrio I Soter (162-150 A. C.) . Con una política más hábil que la de su antecesor, Demetrio se aprovechó de las divisiones entre los judíos. El pueblo común cayó en el descontento bajo el austero yugo de los Asideanos, impacienta por los grandes sacrificios que demandaba la causa del patriotismo, y por la primera vez el partido helenizante fue encabezado por un sumo sacerdote, quien, a diferencia de los usurpadores Jasón y Menelao, tenía derecho al título legítimo. Onías III, cuya muerta en Antioquía por los artificios de Menelao, ya se han relatado, dejó un hijo del mismo nombre, quien aunque nunca ejerció el sumo sacerdocio en Jerusalén, puede ser llamado Onías IV, para evitar confusiones. Durante la usurpación de Jasón y Menelao, Onías parece haber apoyado una alianza con Egipto a donde él había huido, y recibió la protección de Ptolomeo Filometor. Como heredero legítimo del sumo sacerdocio formó el proyecto de revivir en Egipto el culto que había sido profanado en Judea, pues Egipto parecía bien adaptado para formar un nuevo centro de judaísmo helenístico, debido al gran número de judíos que en varias épocas se habían establecido allí, y por la posesión de la versión Septuaginta de las Escrituras. Onías, por lo tanto, edificó un templo, del cual él y su familia vinieron a ser sumos sacerdotes, de manera que bubo tres templos: el verdadero de Jerusalén, el Samaritano en el Monta Gerizim, y el helenista de Egipto. Una consecuencia de la sucesión de Onías fue que, con la ejecución de Menelao por orden de Antioco Eupator por 163 A. C., el sumo sacerdocio de Jerusalén terminó en la línea de Jozadac, el padre de Jesuá, en quien había quedado desde el regreso de la cautividad. Antioco nombró a Joakim, quien, como dice Josefo, pertenecía, en verdad, a la línea de Aarón, pero no a esta familia. Alcimus, nombre griego que adoptó el nuevo sumo sacerdote, vino a ser el jefe del partido helenizante, quien aduló a Demetrio, enviándole ésta a Bachides con un ejército para establecer el sumo sacerdocio en Jerusalén. Sus proposiciones de paz no pudieron engañar a Judas, pero los Asideanos confiaron en el carácter sagrado del sumo sacerdote, quien pagó su confianza matando en un día sesenta de ellos. Bachides regresó a Antioquía dejando como gobernador al sumo sacerdote mientras que el infatigable Judas recorría las ciudades de Judá reuniendo a los partidarios. Alcimus otra vez pidió ayuda a Antioquía y Nicanor, quien fue enviado a restaurarlo, fue derrotado por Judas en Capharsalama; se retiró a la ciudadela de Zión, en donde su negativa a escuchar las proposiciones de los sacerdotes hasta que Judas fuera entregado en sus manos y sus feroces crueldades, hizo que se reunieran los patriotas para resistir y orar por su derrocamiento. Luego se libró una batalla en Adasa, cerca de Bethoron, en donde Judas ganó su victoria más gloriosa el día 13 de Adar, (fines de febrero de 161 A. C.) día que se conmemoró como fiesta nacional. Nicanor fue muerto y su cabeza y su mano fueron expuestas como trofeos en Jerusalén. Se ganó la independencia de Judea, aunque no se aseguró en definitiva, sino después de varios años de lucha y la muerta de todos los hermanos Macabeos. Entretanto, el país gozó de un breve intervalo de paz. 7. --Aquí es cuando el nombre de Roma aparece por la primera vez en la historia judía. La imaginación de Judas fue cautivada por los triunfos que ella había alcanzado en contra de los galos y los españoles, y especialmente sobre el poder de los griegos que tan fieramente había venido él combatiendo. Había oído de las derrotas de Felipe, Perseo y Antíoco el Grande y de su poder para derrocar y establecer reyes, pero parece que se sintió más atraído por su forma republicana de gobierno. Envió a Roma a Eupolemo, hijo de Juan, con Jasón, hijo de Eleazar, proponiendo una liga en contra de Siria, y los enviados trajeron una carta inscrita en tabletas de bronce conteniendo los artículos de la alianza entre los romanos y los judíos, pero la carrera de Judas terminó antes de que ellos llegaran a Judea; gloriosamente acabó, pero de un modo que casi no dudaríamos que uno de los viejos profetas hubiera considerado como un juicio de Dios por quererse apoyar en la fuerza de una alianza pagana, cosa que fue el único error de su vida. Demetrio había enviado todas sus fuerzas bajo Bachides para restaurar a Alcimus y vengar a Nicanor. El tratado con Roma parece haber ofendido al partido extremo de los Asideanos, y Judas no contaba más que con 3,000 hombres para oponerse a los 20,000 de a pie y 2,000 de caballería de su enemigo. El campo de ésta estaba en Berea, y el de Judas en Eleasa; sus hombres, aterrorizados por la diferencia de número, empezaron a desertar hasta que se quedó solamente con 800, los que urgieron a Judas a huir en espera de mejor oportunidad. Su respuesta muestra ese instinto profético que a menudo ha advertido a un héroe de su muerta próxima: “Si nuestro tiempo ha llegado, muramos varonilmente por nuestros hermanos, y no manchemos nuestro honor.” Tomó su posición con sus mejores guerreros en contra del ala derecha de los sirios que mandaba Bachides, derrotándolo y persiguiéndolo hasta Azoto, pero los sirios del ala izquierda, casi sin oposición ninguna, cayeron sobre la retaguardia de los judíos ya victoriosos. Las desventajas fueron abrumadoras y el desastre fue coronado por la muerta de Judas, anta la cual huyeron sus seguidores. Sus hermanos Jonatán y Simón recobraron su cadáver y lo sepultaron en la tumba de su padre, en Modín, en medio de las lamentaciones de todo Israel que sólo se oía el grito: “1Cómo ha caído el valiente que libertaba a Israel” Así como Adasa fue el Maratón de la guerra judía por la libertad, así Eleasa fue su Termópilas, y cuando la historia de las Escrituras recobre su lugar en la literatura del Cristianismo, la fama de Leonidas nunca eclipsará a la de Judas Macabeo. Su mejor elogio es el simple registro de sus grandes hechos, acerca de los cuales los historiadores nos aseguran que fueron demasiados para ser descritos. “Entre los elevados espíritus que han defendido la libertad de su patrio suelo en contra de la injusticia y de la cruel opresión” .dice el Dean Milman. “ninguno ha sobrepujado al más hábil de los Macabeos al realizar un gran fin con medios inadecuados; nadie jamás unió valor más generoso a una causa mejor; y ninguno, debemos añadir, dio a Dios la gloria de un modo más completo. Por lo menos, hay un tributo digno de su honor en el espléndido oratorio de Haendel. La muerta de este glorioso héroe judío ocurrió en 161 A. C. 8. --EI triunfo de Bachides y de la facción impía fue ayudado por los horrores de una grande hambre, y los amigos de Judas fueron cazados por todos lados, pero lo mismo que antes, esta falta de moderación encontró resistencia. Jonatán, apodado Apphus --el astuto--, el quinto y más joven hijo de Matatías, fue hecho el líder, como el más guerrero de los tres hermanos que quedaban, ayudándole Simón como consejero. Se establecieron en el desierto de Tekoa, en donde el primer golpe que dieron fue vengar a su hermano mayor Juan, apodado Gaddis, quien fue traidoramente muerto por los árabes; tras de esto Bachides atacó en sábado su posición en los pantanos del Jordán, pero ellos escaparon cruzando el río a nado, habiendo matado 1,000 de los sirios. Bachides trató de fortificarse en Jericó, Emmaus, Beth-oron, Betel y otras ciudades fuertes de judá, conservando en ellas rehenes de algunas de las principales familias. Alcimus, con igual ardor había emprendido la destrucción de la muralla que rodeaba el templo, cuando fue atacado de parálisis y murió en medio de grandes tormentos; tras de esto Bachides regresó a Antioquía y la tierra descansó por dos años. Un último intento del partido helenizante para pedir la ayuda de Bachides resultó en su ruina, pues contrariado por la derrota que sufrió a manos de Jonatán, Bachides ejecutó a muchos de la facción que lo había invitado y abandonó la empresa. Antes de retirarse, sin embargo, aceptó la invitación de Jonatán para pacer la paz; devolvió prisioneros y rehenes, y prometió no molestar nunca más a los judíos, lo cual cumplió. Jonatán se estableció en la fortaleza de Michmash, tan renombrada en la historia de Jonatán, el hijo de Saúl, y desde allí gobernó al pueblo, destruyendo a los impíos. Esta estado de cosas duró por unos seis años. (158-153 A. C.) La pretensión de Alejandro Balas, un llamado hijo de Antioco Epífanes, a la corona de Siria, condujo a un nuevo progreso de Jonatán y los judíos que fueron halagados por los dos rivales. Demetrio escribió primero, autorizando a Jonatán a levantar un ejército y ordenando que los rehenes que estaban en la torre de Zión le fueran entregados, lo cual se hizo luego, y Jonatán empezó a reparar las fortificaciones de Jerusalén. Entretanto, todos los del partido hostil huyeron de las ciudades fortificadas, excepto Bethsura. Después vino la carta de Alejandro nombrando a Jonatán como sumo sacerdote, puesto que había estado vacante desde la muerta de Alcimus, enviándole un manto de púrpura y una corona de oro; Jonatán asumió su posición en la Fiesta de los Tabernáculos (153 A. C.) y así comenzó la línea de príncipes-sacerdotes de la familia Asmoneana. Demetrio, en su desaliento, hizo entonces nuevas a ilimitadas ofertas: exención de todo tributo a los judíos que estuvieran en todo su reino; lo mismo de los derechos sobre la sal, y el tributo de la corona; exención del pago del tercio de las semillas y de la mitad del producto de los árboles frutales. Los tres gobiernos de Apherema, Lydda y Ramathem, incluyendo el puerto de Ptolemaida, se le quitarían a Samaria y se le anexarían a Judea para siempre, bajo el gobierno único del sumo sacerdote. Se levantaría un ejército de 3,000 judíos a expensas del rey para guarnecer las ciudades y servir de policía. Jerusalén, con su territorio, fue declarada ciudad Santa. libre de todo diezmo y tributo, y ciudad de asilo. Se prometió una fuerte suma anual para las obras del templo y las fortificaciones de la ciudad, y además, las entradas de Ptolemaida se asignaron a los gastos ordinarios del Santuario. Todos los judíos cautivos en todo el imperio sirio habrían de ser puestos en libertad, y todas las grandes fechas serían fiestas para ellos. Ofertas más moderadas podrían haber sido prueba mejor de buena fe. Los judíos tenían mayor confianza en Alejandro, quien, además, gozaba del favor de Roma: y después de que hubo derrotado y muerto a Demetrio (150 A. C.) dio a Jonatán una magna recepción en Ptolemaida con motivo de su casamiento con Cleopatra, la hija de Ptolomeo Philometor. Tres años más tarde, Demetrio el más joven, quien después reinó como Demetrio II Nicator, intentó recobrar el reino de su padre, y su partidario Apolonio, gobernador de la Celesiria, avanzó sobre Jamnia y lanzó un reto a Jonatán, habiendo habido una batalla en Azoto en la cual la infantería de Jonatán se sostuvo contra la caballería siria, la cual lo atacó por todos los flancos, hasta que recibió refuerzos de su hermano Simón, quien hizo huir a las cansadas caballerías que escaparon al templo de Dagón en Azoto. Jonatán quemó la ciudad y el templo, juntamente con los hogares que sumaban 8.000 y después de recibir la sumisión de la ciudad de Ascalón regresó a Jerusalén. Ahora un nuevo enemigo tomó el campo en contra de Alejandro en la persona de su suegro. Ptolomeo. quien marchó a Siria, aparentemente como amigo. Jonatán lo encontró en Jope, habiendo sido favorablemente recibido, a pesar de las acusaciones de sus enemigos. No necesitamos referirnos aquí a la alianza de Ptolomeo con el joven Demetrio. ni a la derrota y muerta de Alejandro, seguida por la muerta de Ptolomeo y el advenimiento de Demetrio II Nicator al trono de Siria, (146 A. C.) El tacto político de Jonatán, no solamente lo sacó bien de aquella revolución, sino que obtuvo algunas ventajas para su país. Durante la confusión había puesto sitio a la torre de Zión, acto por el cual lo acusaron sus enemigos anta el nuevo rey, quien lo llamó a Ptolemaida, y dejando órdenes para apretar el sitio, fue seguido de un cuerpo do sacerdotes y ancianos, llevando espléndidos presentes. Obtuvo grandes favores de Demetrio, quien lo confirmó en el sumo sacerdocio y un regalo de 3.000 talentos aseguró para Judea la mayor parta de los privilegios que habían sido prometidos por Demetrio I. La impopularidad de Demetrio por haber desbandado las tropas sirias reemplazándolas con mercenarios que había traído de Creta, abrieron la puerta para los planes de Trifón, quien pretendía el trono para Antioco, hijo de Alejandro Balas. Jonatán se aprovechó de la oportunidad para obtener de Demetrio la promesa de evacuar la torre de Zión y le envió un cuerpo de 3,000 judíos que salvaron su vida en un tumulto en Antioquía: pero no había pasado el inmediato peligro, cuando Demetrio, por haberse separado de Jonatán, no pudo cumplir sus promesas. La derrota de Demetrio por Trifón colocó a Antíoco VI Theos ea el trono, (144 A. C.) Jonatán fue confirmado en todos sus honores, y su hermano Simón fue hecho capitán general del país desde los linderos de Tiro hasta los de Egipto. Gaza y Bathsura fueron reducidas, Jonatán derrotó a los partidarios de Demetrio cerca del lago de Genezareth, y otra vez en la región de Hamath, y avanzó sobre Damasco, entretanto que Simón aseguró Ascalón y tomó Jope. Habiendo renovado la alianza con Roma y también con los Lacedemonios, Jonatán ordenó a los ancianos fortificar las ciudades de Judea, altar la muralla de Jerusalén y obstruir la Torre de Zión con un gran montículo. Estaban ocupados en esto cuando Trifón que planeaba una usurpación y consideraba a Jonatáa como su obstáculo principal, lo atrajo a Ptolemaida con una guardia nada más de 1,000 hombres, los que fueron muertos, y Jonatán fue hecho prisionero. Ahora los enemigos de los judíos se levantaron en todas partes, pero Simón fue reconocido como líder y marchó a Adida al encuentro de Trifón, quien avanzaba para invadir a Judea, y cuando Trifón encontró con quien tenía que vérselas entró en negociaciones. Pretendiendo que Jonatán había sido cogido por dinero que se debía al rey prometió libertarlo con el pago de 100 talentos de plata y la entrega de dos de sus hijos como rehenes; Simón esperaba la traición, pero para que sus intenciones no fueran mal tomadas aceptó las condiciones. 9. --Simón, por sobrenombre Thassi, segundo hijo de Matatías y el último superviviente de sus hermanos, fue sumo-sacerdota de 143-135 A. C. Su sabiduría y valor habían ayudado mucho a Judas y a Jonatán durante la larga lucha, la que ahora, con un esfuerzo final alcanzar ía los debidos frutos. Tryphon, ocupado con sus propios planes de usurpación, parece que renunció a los ataques sobre Judea, excepto las incursiones con fines de saqueo según la oportunidad se presentaba. Simón se ocupó en restaurar las fortalezas, buscando la amistad de Demetrio, quien concedió la independencia de Judea. El primer hijo de Simón vino a ser el punto de partida de una nueva época sirviéndole al pueblo para la firma de contratos y otros documentos. Después de tomar a Gaza quebrantó el último y más fuerte eslabón de la cadena siria reduciendo por hambre la torre de Jerusalén, la que después de ser purificada fue tomada el 23 del segundo mes, lo que se constituyó en un festival anual. Juan, el segundo hijo de Simón, fue hecho jefe de la guarnición estableciéndose en la fortaleza de Gazara. Ni la captura de Demetrio por los partos, ni el éxito de la usurpación de Triphon por el asesinato de Aatioco Theos trastornó la paz de que disfrutó Judea bajo Simón. “Entonces cultivaron en paz la tierra y ésta dió sus cosechas y los árboles su fruto. Los viejos se sentaron en las calles gozando juntos de las cosas buenas de la tierra, y los jóvenes se ataviaron con vestidos brillantes 'de guerra. Abasteció las ciudades y las aprovisionó con materiales de guerra llegando a ser de renombre mundial. Hizo la paz en la tierra a Israel se regocijó cor grande gozo... Hermoseó el santuario y multiplicó los vasos del templo. Entretanto que su gobierno en lo interno era justo y firme en lo exterior, abrió el comercio con Europa por el puerto de jope, y renovó los tratados con Roma y Lacedemonia. Las camas en favor de los judíos, dirigidas por el Senado romano a los Estados a islas de Grecia y Asia Menor, lo mismo que a los grandes potentados de Asia, incluyendo a los partos, aun al parto Arsaces, son una muestra evidente de la amplia difusión de la raza judía. Un recuerdo permanente de los servicios de Mimón y de la gratitud de su país quedó inscrito en unas placas de bronce que se colocaron en el Monta Zión. La usurpación de Triphon al fin fue desafiada por Antíoco VII Sidetes, segundo hijo de Demetrio I, y hermano del cautivo Demetrio II, quien hizo muy grandes promesas a los judíos. Rápidamente derrotó a Triphon sitiándolo en Dora, a donde Simón le envió 2,000 hombres con abundancia de dinero y armas, pero Antíoco, celoso del poder y la riqueza de Simón, rehusó la ayuda y envió a Athenobio a exigir a Jope y Gazara, además de 1,000 talentos por los lugares tornados y el tributo que no se había pagado a Siria. Simón rehusó, pero ofreció 100 talentos como una compensación por Jope y Gazara, y Antíoco comenzó la última guerra que los Macabeos tuvieron que librar con Siria. Entretanto que el rey perseguía a Triphon, quien había escapado de Dora, su general Cendebeo, comandanta de la Costa, se estableció en Jamnia y acosó a los judíos con ataques constantes. Simón, estando ya demasiado viejo para it al cameo de batalla, envió a sus dos hijos mayores. Judas y Juan, con 20,000 hombres y algunos caballos, habiendo obtenido una completa victoria sobre el gran ejército de Cendebeo. Después de esta victoria hubiera podido esperarse que Simón hubiera muerto en paz en su vejez, pero él no quedó exceptuado del violento fin que había tocado a sus hermanos. En un avance por el campo con sus hijos Judas y Matatías, llegó a Jericó. en donde fue recibido por el gobernador Ptolomeo, el hijo de Abubus, su propio hijo político y hombre de una gran fortuna, y Ptolomeo, persiguiendo su propósito de hacerse a sí mismo el amo de Judea, hizo que mataran a Simón y a sus hijos de una manera traidora entretanto que estaban en un banquete. Juan, que estaba en Gazara, avisado a tiempo, mató a los hombres que habían sido enviados para matarlo. Con la muerta del último de los hijos de Matatías se pierde el registro auténtico del primer Libro de los Macabeos, y Josefo viene a ser nuestro único guía. “Los actos de Juan Hircano “ fueron escritos con las “Crónicas de su sacerdocio.” obra macho más antigua que el Primer Libro de los Macabeos. 10. --Juan Hircano, segundo hijo de Simón, bajo cuyas órdenes había militado en el ejército, sucedió a su padre en el sacerdocio y en el gobierno, el cual retuvo por espacio de treinta años, (135-I06 A. C.) . Inmediatamente fue de Gazara a Jerusalén y después de que el pueblo lo hubo aceptado como su jefe marchó en contra de Jericó. Ptolomeo, quien estaba en una fuerte posición cerca de la ciudad, trató de evitar el asalto valiéndose de salvajes crueldades infligidas sobre su madre y sus hermanos, quienes fueron azotados sobre los muros y amenazados de ser arrojados de cabeza, y aunque la madre de Juan lo exhortó a no hacer caso de sus sufrimientos, se produjo el resultado buscado, pues Juan se retiró: el sitio, el cual se intentó durante un año, al fin se abandonó, huyendo Ptolomeo a Filadelfia, más allá del Jordán, después de lo cual ya no sabemos nada de él. Entretanto. el ejército de Antíoco probó ser demasiado fuerte para Juan; fue sitiado en Jerusalén y fue obligado por el hambre a entregar la ciudad, exigiéndosele desmantelar las fortificaciones y volviendo a la condición de un Estado tributario. La moderación de Antíoco en esta ocasión y su respeto por los judíos le ganó el sobrenombre de Eusebes, el Pío. Hircano fue tratado por él con verdadera benevolencia y lo atendió en la expedición que el rey hizo en contra de Partia, ostensiblemente para libertar su prisionero hermano Demetrio Nicator. La muerta de Antíoco en esta campaña dio una oportunidad para recobrar la independencia de Judea, la que nunca más fue subyugada por la Siria. En verdad, la última monarquía, hasta el tiempo de ser absorbida por Roma (65 A. C.) vino a ser la víctima de revoluciones tales que su historia resulta para nosotros de may poco interés y sumamente intrincada pare poder seguirla. De nuevo los judíos entraron en un sendero de conquista, limitada, es cierto, pero que macho gratificaba su orgullo al humillar a antiguos y recientes enemigos. Después de llevar sus arenas a las regiones al orienta del jordán en donde tomó dos ciudades. Hircano subyugó tanto Idumea como Samaria, los odiados rivales de Israel antes y después de la cautividad. Los idumeos fueron obligados a adoptar la religión judía y a recibir la circuncisión, siendo tan completa la conquista que el reino de Idumea desaparece de la historia: y sin embargo, la indomable raza de Edom pronto manifestó la herencia de la bendici8n de su padre dándole una nueva dinastía a Judea. En Samaria, Juan Hireano completó su triunfo destruyendo el odiado templo cismático del Monte Gerizim, y de esta manera el santuario del Monta Sión ganó otra vez la preeminencia en la Tierra Santa, y de nuevo los judíos impusieron sobre los samaritanos la ley sagrada de que “en Jerusalén era preciso adorar.” La reducción de Samaria fue efectuada por Aristóbulo y Antígono. hijos de Juan Hircano. en el año 26Q de su reinado (109 A. C.) . La ciudad de Samaria fue enteramente destruida y su sitio convertido en estanques de agua que venía de sus abundantes manantiales. La mayor parte de Galilea se sometió a la autoridad del sumo sacerdote quien de nuevo renovó la alianza de su familia con Roma. De sus edificios en Jerusalén el más importante fue la Torre de Baris, en la esquina noroestea de los patios del templo, la que en tiempo de Herodes vino a ser la Torre Antonia. De esta manera la Tierra Santa, bajo el nombre de Judea, quedó restaurada a sus antiguos límites, y el pueblo se entregó a su culto bajo una raza de sacerdotal --príncipes qua mantuvieron su autoridad sujeta a la ley divina. Pero los asuntos humanos nunca alcanzan el pináculo de la prosperidad sin qua venga la caída, y esta la trajeron con una espantosa rapidez los sucesores de Juan Hircano, quienes desplegaron una ambición personal desconocida al patriotismo puro de los Macabeos, y pronto se entregaron a terribles luchas por hacerse del poder. Así comenzaron aquellos asesinatos entre familia que ofrecen el aspecto más horrible del despotismo oriental, y que alcanzó la circa con Herodes. La fuente principal de estos males fue la ruptura de la unidad religiosa de la nación por el levantamiento de las sectas enemigas, los Fariseos y los Saduceos, que surgiendo de un origen dudoso, y de causal que por largo tiempo estuvieron trabajando, vinieron a establecer durante el gobierno de Juan Hircano. Hacia fines de su reinado, Hircano, provocado por un insulto de uno de los principales fariseos, se unió al partido de los saduceos, Paso que dejó una triste herencia de dificultades a sus sucesores. El Dean Milman dice: “La causa de aquel rompimiento es característica de las costumbres de los judíos. Durante un banqueta en el cual estaban presentes los jefes de la secta dominante, Hircano les pidió su juicio sobre su manejo general de los asuntos administrativos, el que él creía estaba ajustado al gran principio de justicia, (la justicia era la palabra clave de los fariseos en su significado de rectitud) y por su estricta adhesión a los ideales de la secta. Los fariseos, mediante una general aclamación, testificaron su aprobación de todos sus actor: pero una voz, la de Eleazar, fue la única que interrumpió la general armonía, diciendo: “Si eras un hombre justo, abandona el sacerdocio, puta estás descalificado por la ilegitimidad de lo nacimiento.” La madre de Hircano. se decía, aunque según Josefo, falsamente, había sido llevada cautiva, y así estuvo expuesta a los sacrílegos abusos de un amo pagano. Hircano, indignado por aquello, ordenó qua Eleazar fuera enjuiciado por difamación, pero la influencia de los fariseos lo protegió y logró escapar nada más azotado y preso. Hircano, furioso por aquella inesperada hostilidad, oyó las declaraciones de Jonatan, un saduceo, quien acusó a la facción rival de estar conspirando pata intimidar al poder soberano, y desde esa hors se separó completamente de los concilios farisaicos.” Juan Hircano murió sesenta años exactamente, o el espacio de dos generaciones completas, después que su abuelo Matatías, (106 A. C.) . A1 empezar una nueva generación de la casa de los Macabeos, vino a ser el primero que escapó de la violencia de que fueron víctimas su padre y sus tíos. Su muerta marca la transición del gobierno teocrático bajo los Macabeos, al reino Asmoneano, que fue establecido por su hijo Judas o Aristóbulo, cuyo nombre griego es demasiado significativo al revelar el carácter helenizante de la nueva era. Los únicos dos de la familia macabea de la primera generación que no alcanzaron el puesto de líderes de su pueblo como sus hermanos, participaron, sin embargo, de su suerte: Eleazar, mediante un acto de personal devoción; y Juan, aparentemente el hermano mayor, por una traición. El sacrificio de la familia fue completo y probablemente la historia no ofrece un paralelo del indómito valor con que tal banda se enfrentó con la muerte, uno por uno, en la defensa de una santa causa. El resultado fue digno del sacrificio. Los Macabeos inspiraron con la idea de libertad a un pueblo esclavo: encontraron pocos seguidores personales y dejaron al fin una nación. 11. --Los grandes rasgos de la lucha macabea que están algo ocultos en los anales así tan brevemente presentados, permiten ser trazados con alguna claridad, aunque muchos puntos siempre quedarán en la oscuridad debido a que ignoramos el número y la distribución de los judíos, y la condición general del pueblo en aquellos dice. La disputada posesión del trono sirio (153 A. C.) fue el eje político de la lucha, el que puede dividirse en dos grandes períodos. Durante el primer periodo (168153 A. C.) los patriotas mantuvieron su causa con variado éxito en contra de toda la fuerza de Siria: durante el segundo período (153-139 A. C.) fueron halagados por las facciones rivales, y su independencia fue reconocida de vez en cuando, aunque las promesas hechas en tiempo de peligro se olvidaban una vez pasado éste. La importancia incomparable de Jerusalén es conspicua en toda la guerra. La pérdida de la Santa Ciudad redujo al partido patriótico a la condición de meras bandas de guerrillas saliendo de las montañas o del desierto pata caer sobre las poblaciones vecinas. Esta fue el primer aspecto de la guerra, y el escenario de los primeros golpes de Judas fue la región montañosa al noroeste de Jerusalén, de donde arrojó a los ejércitos invasores en los famosos campos de batalla de Beth-oron y Emmaus. La ocupación de Jerusalén cerró el primer acto de la guerra, (166 A. C.) y después de esto Judas ejecutó rápidos ataques a cada lado en Idumea, Ammon, Galaad, Galilea, pero no se estableció permanentemente en las regiones que invadía. Bethsura fue fortificada como una defensa de Jerusalén al sur, pero la autoridad de Judas parece haberse limitado al inmediato vecindario de Jerusalén, aunque la influencia de su nombre se extendió mucho más. A la muerta de Judas, los patriotas quedaron reducidos a una zozobra tan grande como la que tuvieron en el primer levantamiento, y como Bachides tenía las llaves de “la montaña de Efraím” se vieron obligados a buscar refugio en las planicies cercanas a Jericó, y después de algunas victorias Jonatán pudo establecerse sin molestia alguna en Mishmash, aunque la totalidad del país quedó enteramente bajo la soberanía de Siria. Hasta aquí parecía que muy poco se había ganado cuando la lucha entre Alejandro Balas y Demetrio I abrió un nuevo periodo (153 A. C.) Jonatán fue autorizado para levantar tropas, los rehenes judíos fueron devueltos, muchas de las fortalezas fueron abandonadas, y aparentemente un nuevo distrito le fue asignado al gobierno del sumo sacerdote. Los anteriores conflictos inútiles al fin produjeron sus frutos. La derrota en Eleasa mostró el valor de hombres que podían afrontar todos los elementos contrarios y ningún precio pareció demasiado grande para asegurar su ayuda. Cuando los lideres judios hubieron obtenido el poder legitimo, probaron que eran capaces de sostenerlo aunque su éxito general fue detenido por algunos reveses. El sólido poder del partido nacional se vio en el ligero efecto que produjo la traidora muerta de Jonatán. Simón pudo desde luego ocupar su lugar y llevar adelanta sus planes. La guarnición siria fue retirada de Jerusalén, Jope fue ocupada como puerto marítimo, y cuatro gobiernos --probablemente la parta central del viejo reino de Judá, con tres distritos tomados de Samaria-- quedaron sujetos a la autoridad soberana del sumo sacerdote. La guerra, traída así a un noble resultado, si menos famosa, no fue menos gloriosa que cualquiera otra en que unos cuantos hombres valientes sostengan con éxito la causa de la libertad o de la religión en contra de cualquiera fuerza brutal. La respuesta de Judas a aquellos que le aconsejaban la retirada fue tan grande como la de Leonidas, y los éxitos de sus seguidores se compararán favorablemente con los de los más grandes hombre de cualquier país. Sería muy fácil encontrar paralelos en la historia macabea con los noble hechos de patriotas y mártires de otros países, pero bastará reclamar aquí para aquella lucha la atención que merece y que rara vez recibe. Parece, en verdad, que la indiferencia de los escritores clásicos se ha perpetuado en nuestros días, por más que no haya lucha alguna, ni aun en las guerras de Josué o de David, que sean más profundamente interesantes para el estudiante cristiano. No es solamente en su victoria sobre las dificultades externas en lo que consista el heroísmo de los macabeos, su verdadero éxito se vio amenazado tanto por divisiones internas como por fuerzas externas. Tuvieron que contender, por una parte, contra los intentos solapados o abiertos para introducir las costumbres griegas, y por otra, en contra del extremo partido farisaico que de tiempo en tiempo se oponía a sus consejos. Y fue de Judas, y de aquellos a quienes él inspiró que la fe antigua recibiera su final desenvolvimiento y su final impresión antes de la venida de nuestro Señor. La opinión de que la guerra macabea fue un conflicto civil y no religioso es esencialmente equivoco. Si no hubiera otra evidencia que la del libro de Daniel, sea cual sea la opinión que se tenga acerca de la fecha de él, con eso bastará para mostrar cuán profundamente las más nobles esperanzas de la teocracia se centralizaron en el éxito de la lucha. Cuando los sentimientos de la nación fueron así tornados con renovado poder a su antigua fe, podremos esperar que habría una nueva época creativa en la literatura nacional, o si la forma de la composición hebraica estaba ya fijada por los tipos sagrados, un profeta o un salmista expresaría los pensamientos de la nueva edad siguiendo los modelos de los tiempos antiguos. Sin embargo, en parte, al menos, los lidere de los tiempos macabeos sintieron que estaban separados por un grande abismo de los tiempos del reino o de la cautividad: si buscaban un profeta en el futuro reconocían que el espíritu do la profecía no estaba entre ellos. El volumen de los escritos proféticos estaba completo, y, hasta donde parece, ninguno se atrevía a imitar su contenido: pero los Escritos, aunque hacía largo tiempo que estaban ya fijados como una colección definida, no estaban completamente alejados de la posibilidad de imitación. Las visiones apocalípticas de Daniel sirvieron como un modelo para las visiones incorporadas en el libro de Enoch, y se ha supuesto generalmente que en los Salmos tenemos algunas composiciones del tiempo de los Macabeos. 12. --La historia de los Macabeos no contiene mucho que ilustre en detalle el progreso social o religioso de los judíos. Es obvio que el período no sólo debe haber intensificado las viejas creencias sino que también sacó elementos que estaban latentes en ellas. Una doctrina al menos, la de la resurrección, y aun de una resurrección material, alcanzó por el sufrimiento la más fuerte manifestación. “Es bueno tener la esperanza en Dios de ser levantado otra vez por El,” fue la sustancia de la respuesta del mártir a su juez: “por lo que toca a ti, tú no tendrás resurrección de vida.” (II Mac. 7:14) . “Nuestros hermanos --dice otro-- han caído, habiendo soportado un dolor breve que los condujo a la vida eterna, estando bajo el pacto de Dios.” Y como se creía que pasaba un intervalo de tiempo entre la muerta y el juicio, se suponía que los muertos, en algún grado, todavía eran capaces de ser beneficiados por la intercesión de los vivos. Así se expresa mucho ciertamente en el famoso pasaje de II Macab. 12:43-45 aunque la noción secundaria de un estado de purgatorio de ninguna manera está implicada allí. Por otra parta no es muy claro hasta dónde se suponía que se extendía el juicio futuro. Si el castigo de los paganos impíos en otra vida había llegado a su un artículo definido de su fe, podía esperarse que le hubiera dado alguna prominencia, aunque los pasajes en cuestión pueden dar a entender algo acerca de sufrimientos después de la muerta y no sólo de sufrimientos terrenales. Para los judíos apostatas ciertamente estaba reservado un juicio. La firme fe en la providencia justa de Dios mostrada en el castigo de su pueblo en contrasta con la negligencia mostrada hacia otras naciones es otra prueba de la idea más vasta del mundo espiritual caracter ística de la época. Las lecciones de la cautividad fueron reducidas a enseñanza moral, y de la misma manera la doctrina de un ministerio de los ángeles asumió una importancia sin paralelo excepto en los días de los patriarcas. Quizá por esta causa también la esperanza Mesiánica fue de limitado alcance: la viva percepción de las verdades espirituales impidió la extensión de una esperanza acariciada en forma material, y parece que hubo una pausa en la cual los hombres ganaron nuevos puntos de vista desde los cuales contemplaron las antiguas promesas. Los varios rasgos de la vida nacional que pueden percibirse durante el período muestran en total una firme adhesión a la ley Mosaica. Probablemente nunca la ley fue rigurosamente cumplida. La importancia de la persecución antioquiana para fijar el Canon del Antiguo Testamento merece mencionarse. Los libros de la Ley fueron buscados especialmente para ser destruidos, en consecuencia de lo cual aumentó proporcionalmente su valor distintivo a juzgar por las palabras de I Macab 12:9: “con los cantos libros en nuestras manos sentíamos que todos los otros consuelos eran superfluos.” La estricta observancia del Sábado, del Año Sabático, la ley de los Nazareos, la exención del servicio militar, la oración solemne y el ayuno, todo nos lleva a los primeros tiempos. La provisión en favor de los inválidos, los ancianos, y los desamparados estaba en el espíritu de la Ley: y la nueva fiesta de la Dedicación fue un homenaje a los antiguos ritos, siendo, además, una prueba de viva independencia. La interrupci ón de la sucesión al sumo sacerdocio fue una cosa sumamente importante y que preparó el camino para la disolución del Estado. Después de varios cambios arbitrarios el puesto había quedado vacante por espacio de siete años al ocurrir la muerta de Alcimus; el último descendientea de Josadac, Onias, en cuya familia había quedado el sumo sacerdocio por casi cuatro centurias, huyó a Egipto y estableció un culto cismático, y al fin, cuando el apoyo de los judíos vino a ser importante, el líder macabeo, Jonatán, de la familia de Joarib, fue electo a la dignidad por sugestión del rey sirio cuyo deseo se confirmó por la voz del pueblo. Poco puede decirse de la condición de la literatura y de las artes que no haya sido ya anticipado. En la conversación común los judíos empleaban el Aramaico, dialecto que aseguraron después del regreso; esta fue el propio lenguaje, pero es evidente que comprendías el griego, el cual debe haberse extendido mucho por la influencia de los oficiales sirios. Sin embargo, no hay evidencia de que el griego se haya empleado en la literatura palestiniana sino mucho más tarde. La descripción del monumento que fue erigido por Simón en Modín, en memoria de su familia. es el único registro de la arquitectura de la época. La descripción es obscura pero en algunos aspectos la estructura parece ofrecer alguna semejanza con las tumbas de Porcena y de los Curiatii. Un basamento oblongo cuyas dos caras principales estaban hechas de mármol blanco pulimentado, sostenía siete pirámides arregladas en línea, número igual al de los miembros de la familia Macabea, incluyendo al mismo Simón. A esto añadió grandes columnas que Josefo dice eran de una sola pieza, que tenían trofeos de armas y barcos esculpidos. Las únicas reliquias de la época que se reconocen son las monedas que llevan el nombre de “Simón”. o “Simeón,” el Príncipe de Israel, en caracteres samaritanos. El privilegio de tener moneda nacional fue concedido a Simón por Antíoco IV Sidetes, y ocurren numerosos casos en que aparecen las fechas del primero, segundo, tercero y cuarto años de la liberación de Jerusalén, y es notable cómo se confirma su genuinidad; en el primer año el nombre de Zión no aparece, pues la ciudadela no fue recobrada sino hasta el segundo año de la supremacía de Simón, y ya después del segundo año solamente aparece el nombre de Zión. Los emblemas que llevan las monedas generalmente tienen alguna conexión con la historia de los judíos, una hoja de vid, un racimo de uvas, una palma rodeada de laurel, una lira, o un manojo de ramas. símbolo de la fiesta de los Tabernáculos. *** CAPITULO TERCERO LOS REINOS ASMONEOS (106-37 A. C.) 1. --No hay páginas en la Historia que ofrezcan un contraste más doloroso que las que registran la libertad de Judea por los Macabeos y el mal gobierno de sus descendientes. En el próspero reinado de Juan Hircano vemos las semillas de aquella perversa ambición y discordia religiosa que estallaron inmediatamente después de su muerte. Hircano había dejado el gobierno civil en su testamento a su esposa, un caso entre muchos de la entrada de influencias femeniles que siempre han jugado una parte importante en los despotismos orientales, pero juntamente con el sumo sacerdote fue tomado por su hijo mayor Aristóbulo, quien encarceló a su madre y la hizo morir de hambre. Aristóbolo I asumió la diadema3 y el título de rey, (106-105 A. C.). El breve reinado de Aristóbulo se señala por una conquista importante y por una serie de tragedias domésticas. Subyugó la Iturea (después llamada Auranitis), un distrito al oriente del Jordán, al pie del Antilíbano, habiéndose sometido sus habitantes a la circuncisión bajo la amenaza del destierro. Una enfermedad peligrosa lo obligó a regresar dejando atrás a su hermano favorito, Antígono, estando encarcelados sus otros tres hermanos. Antígono terminó pronto la conquista y regresó a Jerusalén, y como se presentara armado en el templo para cumplir con sus devociones, la reina Alejandra y las mujeres de la corte despertaron los celos de su hermano; Aristóbulo le ordenó venir a su presencia, pero desarmado, estacionando soldados en el pasillo subterráneo del templo a la Torre Baris, dándoles órdenes de matarlo si aparecía armado. Antígono cayó en la trampa que le tendieron traidores mensajeros quienes le dijeron que el rey quería verlo ataviado con su espléndida armadura. El moribundo rey, horrorizado por el crimen, vomitó sangre; el esclavo que sacaba la vasija resbaló en el lugar en donde Antígono había sido asesinado y la sangre de los dos hermanos se mezcló así en el pavimento, lo que fue un emblema demasiado cierto de la historia posterior de los Asmoneos. El rey obligó a los que lo rodeaban a decirle la causa de la consternación que veía en derredor. y al oírlo, expiró en una agonía de remordimiento. Se hizo doblemente odioso como un saduceo y por inclinarse al partido griego. Después de su muerte sus tres hermanos fueron librados de la prisión. 2. --Alejandro Janeo, (105-78 A. C.) el hermano mayor sobreviviente de Aristóbulo I aseguró la sucesión al trono y al sacerdocio matando a su hermano más cercano acusándolo de aspirar a la diadema. Las conmociones intestinas de Siria y Egipto lo inclinaron a subyugar a las ciudades de Palestina que aún no habían sido sometidas: Ptolemaidar Gaza, Dora y la torre de Straton. Cuando sitiaba Ptolemaida el pueblo pidió ayuda a Ptolomeo Lathyrus, quien ahora era el rey de Chipre, habiendo sido arrojado del trono de Egipto por su madre Cleopatra, y el gran ejército con el cual Ptolomeo vino en su ayuda excitó los temores de los ciudadanos y se rehusaron a admitirlo: él entonces marchó a Judea, derrotó al ejército de Alejandro causándole una gran matanza y asoló al país con horribles crueldades. Judea entonces fue rescatada con un ejército que Cleopatra envió en su ayuda ba jo dos judíos alejandrinos, Chelchias y Ananías, y la reina, resistiendo el consejo de sus favoritos de posesionarse del país, se contentó con la captura de Ptolemaida. Cuando los ejércitos extranjeros se habían retirado Alejandro se posesionó de Gádara, al oriente del Jordán, pero fue derrotado en Amatus: luego puso sitio a Gaza y después de una lucha desesperada tomó la ciudad y completamente la destruyó. 3 Esta palabra que tiene ahora un sentido vago en poesía, tuvo un sentido específico en las naciones de la antigüedad. La diadema era un filete de seda, de dos pulgadas de ancho, que rodeaba la cabeza y se ataba por detrás; su color era generalmente blanco, aunque algunas veces era azul como la de Darío, y estaba sembrada de perlas o de otras gemas, y orlada de oro. fue peculiarmente la marca de los soberanos orientales, de aquí la dura ofensa cometida por César al intentar substituirla por la corona de laurel tomada de los emperadores romanos. Entretanto las facciones judías tendían rápidamente a la guerra civil. Los fariseos provocaron un tumulto en contra de Alejandro, y mientras estaba oficiando en la fiesta de los Tabernáculos el pueblo b apedreó y revivió los insultos sobre el nacimiento de su padre: entonces Alejandro llamó a sus guardias y murieron 6,000 del pueblo, y para evitar la repetición de semejantes tumultos el patio de los sacerdotes fue separado mediante una reja del patio exterior del templo, y Alejandro contrató una guardia de mercenario de Pisidia y de Cilida, siguiendo luego con sus proyectos de conquista sabyugando Moab y Galaad. Tres años más tarde avanzó contra Gaulonitis, un distrito al norte de Batanea, donde fue derrotado por el rey árabe Orodes, habiendo perdido todo su ejército. En seguida toda la nación judía se levantó en rebelión y la guerra civil duró seis años. Los mercenarios de Alejandro al principio le dieron la ventaja, pero con la ayuda de Demetrio Eucarus, uno do los reyes rivales de Siria, Alejandro fue derrotado y sus mercenarios cortados en pedazos teniendo él mismo que huir a las montañas; pero por una reacción inexplicable del sentimiento público recobró todo lo que había perdido y habiendo terminado la guerra civil con la captura de Bethsuro, trajo en triunfo a sus prisioneros a Jerusalén. Entonces se vio el increíble espectáculo de un sumo sacerdote, el bisnieto de Simón Macabeo, sentado en un banquete con sus esposas y sus concubinas, embriagar sus ojos con la crucifixión de 800 de sus enemigos y la matanza de sus esposas y sus hijos. Sus oponentes huyeron del país en número de 8.000 y el recto de su reinado se rió libre de toda revuelta. Alejandro empleó algunos años en extender sus dominios hacia el oriente del Jordán y defendiéndolos en contra de los sirios y los árabes. Murió de una fiebre intermitente cuando sitiaba a Ragaba, después de aconsejar a su esposa que reuniera a los líderes de los fariseos y después de poner su cadáver a su disposición les ofreciera gobernar siguiendo sus consejos, todo lo cual tuvo un grande éxito. Los restos de Alejandro fueron honrados con un espléndido funeral, y su viuda lo sucedió en el gobierno civil, y su hijo mayor. Hircano, m el sumo sacerdocio. 3. --Alejandra (78-69 A. C.) , dio todo el poder real a los fariseos quienes llamaron a los desterrados de su propio partido y pidieron el castigo de todos los que habían aconsejado la crucifixión de los 800 rebeldes, pero x organizó una fuerte oposición por Aristóbulo, el hijo más joven de Alejandro. secretamente favorecido por su madre. Ella envió a los acusados a vigilar algunas de las poblaciones de la frontera y despachó a Aristóbulo en una expedición secreta en contra de Damasco, en la cual su éxito le ganó el favor del ejército. 4..-.El resultado de este favor se vio cuando Alejandra, muriendo a la edad de 73 años, fue sucedida nominalmente por Hircano II, quien ya tenía el sumo sacerdocio (69 A. C.) , Aristóbulo, huyó de Jerusalén antes de que su madre exhalara el último aliento y reuniendo un ejército con los varios destacamentos derrotó las fuerzas de los fariseos en Jericó y avanzó sobre Jerusalén. Hircano se refugió en la Torre de Baris la cual rindió después de un corto sitio, entregando la corona sacerdotal y la civil a su hermano, quien le permitió retirarse a la vida privada. S.--Aristóbulo II (69-63 A. C.) No bien había alcanzado la victoria sobre los fariseos cuando un nuevo enemigo se levantó en la persona de Antipater, cuyo hijo Herodes estaba destinado a levantar un nuevo trono sobre las ruinas de la dinastía Asmonea. Antipater era por nacimiento un noble idumeo, hijo de Antipas, quien había sido gobernador de la Idumea bajo Alejandro Janeo educado en la corte real abrazó el Judaísmo, al menos de nombre, y vino a ser el amigo íntimo de Hircano cuya mente débil fácilmente se doblegó a sus ambiciosos planes. Persuadiéndole de que su vida peligraba por causa de su hermano Antipater, hizo que Hircano huyera buscando refugio con Aretas, rey de los Nabateanos, de la Arabia Petrea, un nuevo poder que se había estado levantando m torso de la ciudad de Petra: de a11í vinicron ambos con un ejército de 50,000 hombres a las órdenes de Aretas, quienes derrotaron a Aristóbulo y lo sitiaron en el templo, que fue su último refugio. Llegó la fiesta de la Pascua y los sitiados no tenían corderos qué ofrecer. Hemos visto a un rey sirio. Antíoco Sidetes proporcionando víctimas durante un sitio anterior, pero los aliados, aunque partidarios de un sumo sacerdote, se burlaban de los sitiados prometiéndoles proporcionarles corderos para el sacrificio si les bajaban canastas por el muro con el precio de los corderos, y luego, tomando el dinero, dejaban que subieran vacías las canastas o colocaban en ellas cerdos en lugar de corderos. Otro notable incidente del sitio ocurrió en Onías, un anciano en el campo de Hircano, a quien le pidieron que elevara sus oraciones, las que habían probado su eficacia durante una sequía; él oró a Dios, pidiéndole que puesto que su pueblo estaba en un lado y los sacerdotes en el otro, no oyera las oraciones que todos ellos alzaban. cada uno por su lado, pidiendo el mal del otro. Por este patriotismo imparcial fue apedreado. 6. --En medio de tales escenas urgía ya la aparición del duro árbitro -el estado de hierro de la visión de Nabucodonosor-- al cual la Providencia había asignado la tarea de aplastar los cascados despotismos de Asia y reducir al mundo civilizado a un solo gobierno en preparación para la venida de Cristo. Aunque Roma nunca necesitó un pretexto para intervenir en otros Estados, bien pudo apelar a su alianza de un siglo con los príncipes asmoneos para presentar como un deber su intervención. Su supremacía en el Asia Occidental hacía tiempo que había sido disputada y puesta en peligro por Mitrídates, cuyo hijo político, Tigranes, rey de Armenia, se había apoderado de Siria en 83 A. C. y había sido el amo del país hasta que Lúculo derrotó a Tigranes y restauró al último de los Seleúcidas, Antíoco VIII, en el primer año de Aristóbulo, 69 A. C. Tres años más tarde se encomendó al Pompeyo famoso la dirección de la guerra contra Mitrídates, y entretanto que derrotó a éste y se entregaba a su persecución en las regiones del sur del Monte Cáucaso, su general Scaurus fue enviado a tomar posesión de Damasco y arreglar los asuntos de Siria. Después de reponer a Antíoco XIII y de conquistar Siria para Roma (65 A. C.) , Scaurus recibió en Damasco a los enviados de Hircano y de Aristóbulo, quienes ahora ocupaban las posiciones en que los dejamos en Jerusalén; ambos ofrecían la tentadora suma de 400 talentos como soborno y Scaurus se decidió en favor de Aristóbulo quien tenía en sus manos los tesoros del templo. Aretas se retiró por órdenes de Roma, y Aristóbulo, cayendo a su retaguardia, le infligió una terrible derrota. En el mismo año, Pompeyo mismo, después de reducir a la Celesiria apareció en Damasco para recibir el homenaje y los presentes de los reyes vecinos. Aristóbulo le envió una vid de oro que valía 500 talentos, pero Pompeyo tuvo cuidado de mantener en suspenso la balanza entre el príncipe que tenía el dominio de Jerusalén y su débil rival. Regresó a Siria y otra vez volvió a Damasco en la siguiente primavera para decidir no sólo entre los dos hermanos sino entre ellos y el pueblo judío, el que ahora se quejó del reino jerárquico como una usurpación. Hircano estuvo representado por el marrullero Antipater, quien tuvo que reforzar su argumento en pro del derecho del hermano mayor cohechando a más de mil de los más distinguidos judíos que aparecieron ante el tribunal como sus adherentes. En contraste con esta venerable banda apareció de parte de Aristóbulo “una tropa de jóvenes insolentes, espléndidamente vestidos de púrpura, con el pelo flotante y rica armadura, quienes se comportaron de tal manera como si fueran ellos los verdaderos nobles de la tierra.” (Milman) . Los oradores de su partido dijeron que la imbecilidad de Hircano lo hacía incapaz para el gobierno. El romano se portó con ambos con aquella reserva fría y ambigua que Cicerón había descrito como el rasgo dominante de su carácter, y entretanto que fue sumamente cortés con Aristóbulo dio muestras de que su decisión sería en favor de Hircano, cuya incapacidad daría un seguro pretexto para convertir la protección en conquista. Debido a tal terror o por la conciencia de una mala causa, Aristóbulo, tan pronto como vio que partía Pompeyo a una expedición para apoderarse de Petra, el gran centro comercial de los árabes, comenzó a preparar la resistencia, pero el rápido regreso de Pompeyo desconcert ó sus planes, y Aristóbulo, incapaz de desobedecer el mandato de venir de la fortaleza de Alejandrión, fue obligado a firmar órdenes para la rendición de todas sus fortalezas. El inquieto príncipe todavía echó mano del último recurso de huir a Jerusalén que tratar de defender la ciudad. Las legiones romanas avanzaron por el camino real del Este que pasaba por Jericó, en donde Pompeyo admiró los bosques de palmeras que daban nombre a la ciudad y las aromáticas plantas de donde extraían los famosos bálsamos. Una vez más salió Aristóbulo para ofrecer la rendición de Jerusalén y fue detenido por Pompeyo enviando éste a su representante Gabino para apoderarse de la ciudad, pero ante su inesperada resistencia, Pompeyo encadenó a Aristóbulo y avanzó con todo su ejército, habiendo sido admitido por el partido del Hircano, el que ahora tenía la supremacía; los amigos de Aristóbulo se encerraron en el templo, en el cual se sostuvieron por espacio de tres meses, y al fin fue tornado por asalto habiendo muerto 12,000 judíos. Los sacerdotes, que estaban ocupados en los diarios sacrificios continuaron tranquilamente en su tarea y muchos de ellos fueron muertos ante el altar. El templo fue profanado por la entrada del general romano, las imágenes de cuyos estandartes hacía mucho que habían sido indicados por la profecía de Daniel como “la abominación del desolamiento” (63 A. C.) pero, como en anteriores ocasiones, una larga tregua llena de doradas oportunidades siguió al primer paso del juicio amenazador antes de que la desolación fuera completa. Pompeyo penetró en el Lugar Santísimo en donde se sorprendió de no haber encontrado estatua o símbolo alguno de la Divinidad; dejó sin tocar los vasos sagrados y los inmensos tesoros y ordenó que el templo fuera purificado. Confirió el sumo sacerdocio y el gobierno a Hircano, pero limitó su territorio nada más a Judea prohibiéndole asumir la corona; impuso un tributo y demolió los muros de Jerusalén. Aristóbulo fue llevado cautivo con sus dos hijos y sus dos hijas para adornar el triunfo del vencedor, pero Alejandro, el hijo mayor, pudo escapar en el camino, y Antígono, el más joven, lo mismo que Aristóbulo, escaparon de Roma más tarde. Entretanto, los judíos consideraron el sacrilegio de Pompeyo como el punto decisivo de su historia y cuando estalló la guerra civil gozosamente abrazaron el partido de César. 7. --Hircano II fue restaurado al poder que era meramente nominal (63-40 A. C.) pues Judea estaba realmente gobernada por Antipater, sometido completamente a la política de Roma. En verdad, parece que Judea fue anexada por Pompeyo a la provincia de Siria, de nueva formación, aunque bajo una administración separada tanto en lo judicial como en lo económico. El progreso de Alejandro, que pronto apareció a la cabeza de 10.000 hombres de a pie y 1.500 de a caballo no le dejó a Hircano más que la protección romana. Gabino, el procónsul de Siria, sitió a Alejandro en la fortaleza de Alejandrión, pero la simpatía de la madre de Alejandro hacia los romanos obtuvo la amnistía para su hijo a condición de que rindiera todas sus fortalezas incluyendo aquélla. El celebrado Marco Antonio obró en esta campaña como el ayudante de Gabino. La intervención de Gabino condujo a un nuevo arreglo del gobierno civil; privó del poder supremo al sumo sacerdote, dividiendo éste entre cinco Sanhedrines, que se establecieron en Jerusalén. Jericó Gadara, Amanthus y Sephoris, siguiendo el modelo del Gran Sanhedrín, con sus 71 miembros, que había administrado la justicia desde el tiempo de los Macabeos. Así lograron los judíos su deseo de emanciparse del poder temporal del sumo sacerdote, pero al costo de la pérdida de un sitio central de gobierno. Este estado de cosas duró hasta la restauración de Hircano al principado por Julio César en el año 44 A. C. Apenas había acabado de efectuarse el nuevo arreglo cuando Aristóbulo, habiendo escapado de Roma con su hermano más joven Antígono, reunió un ejército y ocupó otra vez Alejandrión, pero fueron derrotados rápidamente por Gabino y enviados de nuevo a Roma, en donde Aristóbulo quedó prisionero pero Antígono fue de nuevo librado por la intercesión de su madre. Cuando Gabino marchó con Marco Antonio a Egipto, Alejandro se aprovechó de la oportunidad de otra revuelta y cercó a una pequeña guarnición romana que había sido dejada a la retaguardia en el Monte Gerizim, (56 A. C.) pero cuando Gabino regresó de Egipto lo derrotó completamente cerca del Monte Tabor, no obstante que tenía 80,000 hombres, y él tuvo qué huir para salvar la vida. En el año 55 A. C. Craso recibió la Siria como su parte al dividir las provincias los primeros triúnviros, y al año siguiente llegó a Jerusalén en su desastrosa expedición en contra de los Partos, quienes tenían completo dominio más a11á del Eufrates, y habían comenzado a amenazar a Siria. Apenas pudo el sumo sacerdote calmar su insaciable avaricia entregándole un secreto tesoro, y Craso saqueó el templo de toda la riqueza que habían producido las ofrendas anuales de los fieles que estaban dispersos por el mundo y que Pompeyo había respetado. El saqueo le produjo la enorme suma de 10,000 talentos, y la espantosa derrota que sufrió en las manos de los partos la vieron los judíos como el castigo infligido por Dios a otro de sus opresores, pues Gabino ya había sido enviado al destierro. 8..-Al estallar la Guerra Civil, César libertó a Aristóbulo y lo envió a Judea, pero los partidarios de Pompeyo lo asesinaron en el camino, entretanto que su hijo Alejandro fue ejecutado por Escipión en Antioquía. Solamente quedó Antígono, y sus pretensiones fueron favorecidas por la oportuna ayuda que Antipater dio a César en su campaña contra Egipto: sus servicios fueron recompensados con la restauración de su maniquí, Hircano, a la soberanía, con el título de Ethnarca, y perdonándole el tributo del Año Sabático. Antipater fue hecho Procurador de toda la Judea y también le dio la ciudadanía romana, de manera que el engrandecimiento de su familia ocupa los pocos años que quedaron a la dinastía Asmonea. Antipater tenía cuatro hijos: Phasael, Herodes, José, y Pheroras, y una hija llamada Salomé: a Phasael lo hizo gobernador de Jerusalén, y a Herodes, quien sóto tenía quince años de edad, lo hizo gobernador de Galilea. Herodes pronto empezó a distinguirse tanto por su energía en el gobierno como por su desafío de todas las leyes judías. Abatió el bandidaje con una severidad en la cual vemos ya los gérmenes de sus futuras crueldades: la ejecución de un líder de ellos despertó los celos del Sanhedrín, quien lo citó a comparecer ante él y contestar de su usurpación del poder de vida y muerte. Confiado en la popularidad de que gozaba por sus éxitos y llevando una carta amenazadora de Sexto César, gobernador de Siria, Herodes apareció delante del Sanhedrín armado y ataviado con la púrpura real. El único hombre que se atrevió a censurarlo y amonestó al tribunal en contra de la sumisión, Sameas, fue uno de los únicos dos cuyas vidas perdonó Herodes. Hircano disolvió el tribunal y permitió que Herodes escapara a Damasco en donde Sexto César lo hizo gobernador de la Celesiria, habiéndose necesitado toda la influencia de Antipater para disuadirlo de it con las arenas sobre Jerusalén. 9..-La muerte de Julio César (44 A. C.) fue un fuerte golpe no sólo para el partido de Hircano y la familia de Antipater, sino para toda la nación judaica, a la cual él había protegido en su religión. Casio asumió el gobierno de Siria con la rapacidad intolerable de un procónsul de la vieja escuela. A Judea le fueron impuestos 700 talen:os, la mitad había de ser levantada por Antipater y sus hijos, y la otra mitad por Malichus, un cortesano de Hircano: Malichus no pudo levantar su parte y hubiera sido víctima del resentimiento de Casio si Antipater no hubiera completado la suma tomándola de los tesoros de Hircano. Malichus envenenó a Antipater y no mucho después Herodes procuró matar a Malichus en presencia de Hircano, quien se vió obligado a aprobar el hecho por la autoridad de Casio cuyo favor Herodes había ganado completamente. La partida de Casio de Siria pareció dar a los judíos más estrictos la oportunidad de destruir el dominio de los Herodianos, nombre que debemos dar al partido desde la muerte de Antipater, pero Phasael los abatió en Jerusalén y Antígono mismo fue expulsado de Galilea por Herodes. Sus esperanzas revivieron con motivo de la batalla de Filipos, (42 A. C.) poniéndose Hircano a la cabeza de ellos, pero no obstante de esto, Herodes lo ganó ofreciéndole casarse con su nieta, Mariamne, y así quedó aliado a la familia Asmoneana. Herodes tambíén derrotó a Antígono aunque apoyado por el gobernador romano de Damasco, y sus presentes y sus lisonjas aseguraron el favor de Marco Antonio a quien el segundo triunvirato había dado el dominio del Oriente. Antonio entregó los dos gobiernos de Palestina a Herodes y a su hermano Phasael dándoles el título de Tetrarcas, y expidiendo varios decretos en favor de Hircano y de la nación judía. (41 A. C.) Un último rayo de esperanza del Oriente doró la caída de los Asmoneos: entretanto que Antoaio pasaba alegremente el tiempo con Cleopatra, Siria se rebelaba y llamaba en su ayuda a los Partos bajo Pacoro, el hijo del rey. (40 A. C.) Antígono, el hijo sobreviviente de Aristóbulo, ofreció al jefe parto 1,000 talentos y 500 mujeres de las más nobles familiar si lo restauraba en el trono. Apoyado por un ejército parto marchó Antígono sobre Jerusalén en donde las dos facciones entraron en guerra abierta siendo sostenido Hircano por la energía y la severidad de Herodes. A1 fin Hircano y Phasael fueron inducidos, contra el consejo de Herodes, a someter su causa en persona a Barzaphernes, el comandante parto en Siria. Herodes huyó a Massa, una fortaleza en el lado occidental del Mar Muerto, en donde había colocado a su madre, a su hermana, y a su prometida Mariamne, bajo el cuidado de su hermano José y de un ejército idumeo entretanto que él se iba a Roma. Habiendo fracasado en su objeto principal. que era coger a Herodes, el jefe parto encadenó a Hircano y a Phasael, suicidándose el segundo en la prisión, y el primero fue mutilado cortándole las orejas para imposibilitarlo para el sumo sacerdocio. Vivió por algunos años más pero al fin fue ejecutado por Herodes acusado de traición. 10. --Antígono, el último gobernante de la casa Asmoneana tuvo una soberanía nominal por espacio de tres años, (40-37 A. C.-) Los partos saquearon el país y Herodes regresó pronto en un nuevo carácter. Artificiosamente había abogado con los triúnviros en favor del joven Aristóbulo, hermano de Mariamne, nieto de Aristóbulo a Hircano, pero sus verdaderos deseos eran bien conocidos de su anterior amigo, Antonio; con su discurso acostumbrado aseguró el favor de Octavio y el resultado fue un decreto del Senado nombrándolo rey de Judea. Todo esto fue hecho en Roma en el corto espacio de una semana y Herodes desembarcó en Ptolemaida después de una ausencia de sólo tres meses. Antígono fue ahora abandonado a sí mismo, habiéndose retirado sus aliados los partos al avance de Ventidio, general de Antonio. Estaba sitiando a Massada, la que Herodes rápidamente fue a socorrer con la ayuda de una fuerza romana a las órdenes de Silo, pero la traición de este general, cuyo objeto fue obtener todo el provecho que pudiera de ambos partidos, obligó a Herodes, después de considerables éxitos, a retirarse de Jerusalén y estableciendo su cuartel general en Samaria empleó sus energías en limpiar de ladrones a Galilea. El siguiente año la campaña no ofreció ninguna decisión, pero después de que los partos fueron expulsados de Siria Antonio puso fuerzas suficientes a las órdenes de Herodes, y habiendo obtenido el triunfo en una batalla contra Pappus, el general de Antígono, Herodes puso sitio a Jerusalén en la primavera del año 37 A. C. procurando al mismo tiempo congraciarse con el partido asmoneo completando su matrimonio con Mariamne. El sitio duró seis meses aumentando los sufrimientos de los sitiados por la escasez propia del año Sabático. A1 fin la ciudad fur tomada en Sábado y fue tal la furia de la soldadesca romana bajo Sosius, que Herodes tuvo que rogarle que no lo dejara como rey de una capital despoblada. Antígono fue enviado en cadenas a Antonio, quien lo ejecutó por instigaciones de Herodes. El último rey de la línea macabea fue el primer soberano que terminó su vida bajo las picas y el hacha del lictor romano y el historiador judío simpatiza tanto con Roma que olvida la vergüenza de su nación en el desprecio que siente por la debilidad de su último gobernante nacional. Así terminó la dinastía Asmonea, (37 A. C.) en el año 130 desde las primeras victorias de Judas Macabeo, y en el año 70 desde que Aristóbulo I asumió el título de rey. *** CAPITULO CUARTO HERODES EL GRANDE (37-4 A. C.) La historia de la familia herodiana presenta un lado del final desarrollo de la nación judía. Los males ya vistos en la jerarquía que surgió después del regreso encontraron un inesperado desarrollo en la tiranía de un usurpador extranjero. La religión fue adoptada como una mera política y los planes helenizantes de Antíoco Epífanes fueron llevados adelante, al menos en espíritu, por hombres que profesaban observar la Ley. Lado a lado con el reino espiritual de Dios proclamado por Juan el Bautista y fundado por el Señor, se estableció un reino del mundo que en esplendor externo trajo a la memoria la tradicional magnificencia de Salomón. La realización simultánea de los dos principios, el nacional y el espiritual, que por largo tiempo habían influido en los judíos para el establecimiento de una dinastía y una iglesia, es un hecho lleno de significación. En la plenitud del tiempo un descendiente de Esaú estableció una falsa contraparte de las prometidas glorias del Mesías. Varias son las historias que se nos dan acerca de los antepasados de Herodes, pero haciendo a un lado las declaraciones exageradas de amigos y enemigos. parece cierto que eran de origen Idumeo. hecho que se comprueba por las formas de algunos de los nombres que fueron retenidos en la familia. Pero aunque por la raza fueran extranjeros, los Herodes eran judíos por la fe. Los idumeos habían sido conquistados y traídos al judaísmo por Juan Hircano (130 A. C.) y desde el tiempo de su conversión permanecieron fieles a su nueva religión considerando a Jerusalén como su ciudad madre, y pretendiendo para sí mismos el nombre de judíos. La política general de toda la familia herodiana, aunque modificada por los característicos personales de los gobernantes sucesivos, fue la misma; se centralizó en el esfuerzo para fundar un reino grande a independiente en el cual el poder del judaísmo se subordinara a la consolidación de un Estado. La protección de Roma fue en la primera instancia una necesidad, pero los designios de Herodes I y Agripa I se encaminaban al establecimiento de un Imperio Oriental y no a una mera monarquía sujeta a Roma. Tal consumación de las esperanzas de los judíos parece que fue muy del agrado de algunos, pues pronto se levantó el partido de los Herodianos y por una reacción natural el dominio temporal de los Herodes abrió el camino para la destrucción de la nacionalidad judaica. La religión, que se degradó hasta el grado de convertirse en el instrumento de una ambición sin escrúpulos, perdió su poder para despertar a un pueblo unido. Los sumos sacerdotes fueron nombrados y depuestos por Herodes I y por sus sucesores sin tener ninguna consideración de1 carácter de su oficio quedando privado dicho oficio de su dignidad sagrada. La nación se dividió y en medio del conflicto de las sectas se levantó una fe nacional que llenó las nobles esperanzas que no encontraron satisfacción en la grandiosidad de la corte del rey. Herodes el Grande se estableció en el trono de Judea (37-4 A. C.) y fundó una dinastía de príncipes que gobernaron en distintas partes de Palestina bajo varios títulos, pero entre quienes él mismo fue el último, así como había sido el primer soberano independiente de todo el país, porque él puede considerarse como independiente con referencia al ejercicio de su poder, aunque su origen y su valor descansaba en la voluntad de sus amos romanos. Por nacimiento un idumeo, por política y predilección un adherente a imitador de Roma, pareció a muchos de sus súbditos poco mejor que un conquistador pagano y sus crueldades para con la casa de los Asmoneos que todavía eran tenidos en reverencia despertaron sentimientos de profunda indignación. Marcó su elevación al trono presentando ofrendas a Júpiter Capitolino, y rodeó su persona con mercenarios extranjeros, algunos de los cuales habían estado antes al servicio de Cleopatra. Sus monedas, así como las de sus sucesores llevaron únicamente leyendas griegas, a introdujo dentro de los muros de Jerusalén los juegos extranjeros. Luego trató de demostrar a los descontentos que ya tenían un amo. La matanza y la confiscación fueron la suerte del partido asmoneo; cuarenta y cinco de los principales partidarios de Antígono fueron puestos a muerte incluyendo a todo el Sanhedrín, excepto los rabís Sameas y Pollio, quienes habían aconsejado durante el sitio que se rindiera Jerusalén. Todos los despojos sirvieron a Herodes para satisfacer la rapiña de su amo Antonio. Todo el reinado de Herodes fue, en muchos respectos, una repetición del de los Macabeos y Antíoco Epífanes. Es cierto que Herodes fue más político y más prudente, y también es probable que haya tenido más simpatía con el carácter judío que Antíoco. Pero el espíritu de firme resistencia a toda innovación, y de devoción a la ley de Jehová ardió no menos vigorosamente en los pechos del pueblo de lo que había ardido antes, y es interesante notar cómo cada intento de parte de Herodes para introducir costumbres extranjeras fue contestado con levantamientos, y cuán fútiles fueron todos los beneficios que confirió tanto para el bienestar temporal como eclesiástico del pueblo cuando se trató de esas innovaciones. Sean cuales hayan sido sus designios, él no estaba preparado todavía para anular las grandes instituciones de la religión, ni como un extranjero perteneciente a la odiosa raza de Esaú se atrevió a ataviarse con las vestiduras de Aarón. Trajo un oscuro sacerdote de Babilonia llamado Ananel, para ocupar el puesto de sumo sacerdote que había quedado vacante desde la mutilación de Hircano; pero este insulto a los miembros supervivientes de la casa Asmonea encontró un hábil y abierto opositor; este fue Alejandra la hija de Hircano, viuda de Alejandro el hijo mayor de Aristóbulo, y madre de Mariamne, la esposa de Herodes, y del joven Aristóbulo, cuyas pretensiones ya hemos visto que el mismo Herodes aparentó apoyar en Roma. La hábil apelación de Alejandra a Cleopatra, y sus intrigas sin escrúpulo para ganarse la voluntad de Antonio alarmaron a Herodes, quien siempre listo para ajustar su política a la necesidad confirió el sumo sacerdocio a Aristóbulo. Pero el aplauso del pueblo cuando vió a aquel gracioso joven de dieciséis años, el último retoño de los Macabeos, desempeñar sus funciones con una dignidad muy apropiada a un descendiente de ellos, selló su suerte, la que sin duda había sido resuelta ya: en una fiesta dada por Alejandra a Herodes cerca de Jericó, Aristóbulo fue ahogado mientras se bañaba en un estanque por un mero accidente, según se hizo figurar, pero en realidad lo fue por el juego intencionado de sus compañeros quienes fueron instigados por Herodes. Entonces Ananel fue nombrado de nuevo para el sumo sacerdocio. Fue en vano que el rey honrara a su víctima con un espléndido funeral, pues no pudo engañar al pueblo con su pretendido dolor y Alejandra otra vez apeló a Cleopatra. Herodes fue llamado por Antonio a Laodicea y resolvió enfrentarse con el peligro, pero sus celos de esposo, mezclados quizá con el deseo de una dulce venganza sobre Alejandra en la muerte de su hija, dejó órdenes a su hermano José de matar a Mariamne a la primera noticia que recibiera de su muerte. Los regalos de Herodes y su influencia personal con Antonio triunfaron aun sobre la enemistad de Cleopatra, pero la visita tuvo fatales consecuencias. Herodes regresó con la Celesiria agregada a sus dominios y con su mente envenenada en contra de su esposa por los celos de su hermana Salomé: sin embargo, su cariño hacia Mariamne prevaleció sobre las sospechas hasta que el reproche de ella misma por la cruel sentencia, cosa que José le había confesado, pareció comprobar la alegada familiaridad, pero sus encantos no habían perdido todavía su poder y Herodes sació su ira ejecutando a José y encarcelando a Alejandra. Luego se presentó otro peligro en la forma de una visita de Cleopatra a Jerusalén cuando regresaba con Antonio de su expedición contra los partos, pero Herodes, después de salvar el reino de la avaricia de ella tuvo la rara habilidad de preservarse a sí mismo de sus encantos. Aun se asegura que pensaba matarla como el mejor servicio que podría prestar tanto a Antonio como a si mismo, y aumentar así su crédito con Augusto por tal prueba de amistad. En la primavera del 31, el año de la batalla de Actium, Judea sufrió un temblor, y los efectos parece que fueron tremendos: 10.000, a según otros cálculos, 20,000 personas fueron muertas por el desplome de los edificios, así como también una inmensa cantidad de ganado. El pánico en Jerusalén fue grande pero calmó con los argumentos de Herodes, quien partió a una campaña al oriente del Jordán en interés de Cleopatra en contra de Malco, rey de Arabia. Esta campaña, en la cual Herodes alcanzó una costosa victoria lo libró, por buena o mala suerte, de haber acompañado a Antonio a Actium. fue a Rodas a encontrar al vencedor habiendo primero puesto fin a toda rivalidad de la casa asmoneana con la ejecución del anciano Hircano bajo acusación de traición (30 A. C.). Confió el gobierno a su hermano Pheroras y proveyó para la seguridad de su familia en la fortaleza de Massada. Mariamne y su madre fueron puestas en Alejandrión al cuidado de su mayordomo José y de un itureo llamado Soemus, con las mismas instrucciones secretas que había dejado la vez anterior. Herodes no se equivocó al calcular su influencia personal sobre el joven Octavio; en lugar de presentar excusas por su fiel adhesión a Antonio, lo puso como una prueba de la constancia que el conquistador podía esperar. Con esto regresó a Judea investido de nuevo con la diadema, y honrado con muchas señales de favor personal. Más tarde encontró a Octavio en su camino a Egipto en Ptolemaida, asegurando su favor con la espléndida recepción que le hizo y proveyendo a todas las necesidades del ejército. dándole además un regalo de 800 talentos. 2. --Cuando se consumó la tragedia de Antonio y Cleopatra, y Egipto quedó reducido a una provincia romana, Octavio restauró a Herodes aquellas partes de Palestina que Antonio había regalado a Cleopatra, así como las fortalezas y las ciudades marítimas que habían sido por mucho tiempo materia de disputa, como Gadara, Samaria, Jope, Gaza y la Torre de Straton, la que pronto vino a ser la principesca ciudad de Cesárea. Herodes era ahora el amo de un reino que incluía toda la tierra que originalmente estuvo dividida entre las dote tribus juntamente con la Idumea. Fuera de esta región, todo el país estuvo dividido en cuatro distritos, una clara comprensión de los cuales es necesaria para entender la topografía del ministerio de nuestro Señor, y eran: Judea, que se extendía desde los confines de Egipto y el desierto del sur hasta la línea trazada desde Jope; Samaria, cuyo límite por el norte corría a lo largo de las montañas al sur de la llanura ,de Esdraelón, encontrando el mar al sur de Dora. Galilea, Alta y Baja, extendiéndose al norte hasta el paralelo del Monte Hermón, pero cortada del mar por la angosta faja de Fenicia, la que llegaba hasta el sur del Carmelo y casi hasta Dora. Perea, nombre dado a toda la región al oriente del Jordán y el Mar Muerto hasta el sur del Arnon, que a su vez se subdividía en: 1) Perea propiamente dicha, entre el Arnon y el Jabok; 2) Galladitis, la antigua tierra de Galaad; 3) la Batanea; 4) Gaulonitis, y 5) la Iturea o Auranitis, que abarcaba la antigua tierra de Basán; 6) la Traconitis, la tierra salvaje y desierta de Haurán; 7) Agilene, entre las colinas orientales de Antilígano y que quedaba fuera de los límites del país propiamente dicho; y por fin 8) Decápolis, nombre que al principio se dio a las Diez Ciudades del norte que fueron reconstruidas y dotadas de ciertos privilegios en el tiempo de la primera ocupación romana, (65 A. D.) Ahora este nombre abarcó un distrito grande a ambos lados del lago de Galilea. 3.-Este hermoso reino había sido ganado, ya vimos cómo, por un hombre de habilidad, magnificencia y gusto, pero que despreciaba los sentimientos más acariciados por el pueblo, a insensible a los altos destinos de “la nación santa”, “la peculiar posesión de Jehová”. Esta idea estuvo borrándose por algún tiempo hasta que el Sagrado Nombre casi había desaparecido de las páginas de la historia, pero estaba reservado al usurpador idumeo tanto reunir la nación como paganizar el gobierno, y así probar la necesidad, al preparar el camino, de la venida de Cristo. Entretanto, la prosperidad de Herodes se manchó con tragedias domésticas sin paralelo. Alejandra y Mariamne habían otra vez logrado que Soemus les revelara las secretes y fatales órdenes, y en esta vez la indignación de la esposa y las renovadas acusaciones de Salomé, fueron demasiado fuertes para el cariño de Herodes; convencido al fin de que un culpable amor era el precio de su traicionado secreto, Herodes sentenció a Mariamne y aun últimos momentos se vieron ofendidos por los reproches con los cuales su madre compró en favor de sí misma una corta tregua. La hermosa y orgullosa reina murió con el valor de la inocencia, dejando a Herodes víctima de un remordimiento que nunca cesó. En sus primeras manifestaciones se retiró a la soledad, cayendo gravemente enfermo. Entonces Alejandra pensó que había llegado el momento para consumar sus intrigas y su plan para apoderarse de la Torre de Baris fue denunciado a Herodes tocándole entonces la misma suerte que había sufrido su hija recientemente. Con su muerte terminaron los últimos temores que Herodes tenía de los Asmoneos, pero su enfermedad parece haberle dado el último time de crueldad a su rudo temperamento, pues entre muchas distinguidas víctimas acusadas del cargo de conspiración en favor de los Asmoneos estuvieron Costabaras, un idumeo, primer esposo de Salomé, de quien se había divorciado, violando abiertamente la ley. 4. --La administración pública de Herodes se dirigió entonces a aumentar su propio poder y la gratificación de amo imperial, pero probablemente también obró siguiendo una política más sutil para contrabalancear mediante un fuerte partido griego el espíritu turbulento y exclusivo de los judíos. Estos, que tan no5lemente habían resistido el intento de arrastrarles al helenismo, ahora fueron invitados a adoptar tanto las costumbres griegas como las romanas. El Santo Monte, al cual David había llevado el Arca de Dios, contempló al pie un teatro y un anfiteatro en el cual Herodes celebró juegos en honor de Augusto, concursos dramáticos y musicales, carreras de carros y de caballos, y luchas sangrientas de gladiadores y bestias feroces, entretanto que atletas judíos tomaban parte en concursos gimnásticos. La hosca sumisión del pueblo se exacerbó con la contemplación de los trofeos que colgaban en derredor del teatro, pero cuando Herodes hizo que los abrieran para mostrar que no tenían ningunos ídolos, la indignación dio lugar al ridículo. Algunos, sin embargo vieron todas estas cosas con otro sentimiento: diez zelotes hicieron un pacto para matar a Herodes en el teatro, pero fueron descubiertos y puestos a muerte, habiendo soportado los más crueles tormentos con la constancia de los mártires macabeos. Por esta época Herodes ocupó el viejo palacio de Los Asmoneos, que coronaba el lado oriental de la ciudad alta y que se alzaba junto al Xyntus, en un extremo del puente que formaba la comunicación entre la parte sur del templo y la ciudad alta. Este palacio no era tan magnífico como después lo hizo él, pero estaba ya ricamente amueblado, Herodes había completado ya las mejoras de la Torre de Baris, la fortaleza construida por Juan Hyrcano sobre los cimientos puestos por Simón Macabeo, los que ensanchó y fortificó con grandes gastos, llamándole ANTONIA, para honrar a su amigo Marco Antonio. Esta famosa fortaleza formaba parte integrante del templo al reconstruirlo Herodes. Estaba en el extremo occidental del muro norte del templo y era inaccesible por todos lados menos ese, proveyendo un refugio en caso necesario contra la hostilidad de Jerusalén en las dos fortalezas de Gaba en Galilea y de Heshbon en Perea. Igual sentimiento desplegó en la restauración de Samaria, a la que llamó Sebaste, en honor de Augusto, la que pobló con sus soldados veteranos que se mezclaron con los descendientes de los antiguos samaritanos; pero su empresa más grande fue la erección de una nueva ciudad marítima en el sitio de la Torre de Estratón; un punto expuesto para el anclaje fue convertido en un puerto seguro mediante un dique de 200 pies de ancho, construido con piedras muy grandes y fortificada con unas torres. La ciudad, magníficamente construida siguiendo el estilo greco-romano, se levantó en la forma de un anfiteatro desde los muelles que se alineaban en el puerto. Entre sus edificios públicos había un teatro y un anfiteatro, y en el centro estaba un templo dedicado a Augusto, con dos estatuas colosales, una de Roma y la otra del emperador, en cuyo honor la ciudad se llamó Cesarea. Para que todo estuviera de acuerdo, se pobló principalmente de griegos. Destinada a ser la nueva capital de Herodes, en el momento en que considerara conveniente deshacerse de la última pizca de judaísmo, vino a ser antes de mucho tiempo la sede del gobierno romano. Entretanto, su posición marítima puso a Judea en más intimo contacto que nunca con el mundo romano. Sus ruinas, las que aun llevan el nombre imperial, KATSARICH, no tienen más habitantes que las bestias feroces, serpientes, lagartijas y escorpiones. La inclinación que Herodes sentía hacia la religión de Roma, se mostró más tarde erigiendo un templo de blanco mármol dedicado a Augusto, en la fuente principal del Jordán, sitio que ya antes había adquirido el nombre de Panium. En torno de este templo, su hijo Felipe más tarde erigió la ciudad de Cesárea de Filipos, en honor de Tiberio. Los hijos que Herodes tuvo de Mariamne, Aristóbulo y Alejandro, fueron enviados a Roma para su educación, él no perdió oportunidad de congraciarse con Augusto ya en sus guerras o ya en sus empresas pacíficas. A1 mismo tiempo cultivó la más intima amistad con el gran ministro Agripa, hasta que llegó a decirse que César daba para Herodes el lugar inmediato a Agripa en su favor, y Agripa estima a Herodes por encima de todos sus amigos, excepto a Augusto. Esta intimidad fue causa de la introducción en la familia del hijo de Herodes, Aristó- bulo, del nombre Agripa, el que aparece en los Actos de los Apóstoles. Se congració con el pueblo griego haciendo magníficos donativos al templo de Olimpia, por lo cual fue declarado presidente perpetuo de los juegos Olímpicos, lo que resultó en la cosa verdaderamente curiosa de que un rey medio pagano de Judea fuera la cabeza reconocida de la raza helena. Los súbditos de Herodes no quedaron sin ninguna compensación por todos aquellos insultos a sus tradiciones nacionales; cierto que él abatió toda oposición con la mayor severidad; sus perpetuos temores a los Fariseos y los Esenios lo obligaron a exigir de ellos un juramento de fidelidad y supo cómo vengarse de la obstinación con que se resistían. Su espionaje estuvo siempre vigilante y muchos murmuradores desaparecieron para siempre en la prisión de Hircania, la que ha recibido el nombre de “la Bastilla de Herodes”. Por otra parte, desplegó una liberalidad de príncipe: sus grandes obras enriquecieron a los industriosos sin añadir nada a las cargas del país y los impuestos se disminuyeron en la tercera parte. El año 25, el siguiente después del atentado contra la vida de Herodes en el teatro, fue de grandes desgracias. Una prolongada sequía seguida de estaciones sin cosechas, trajeron el hambre a Judea viniendo luego su consecuencia natural: la peste. Entonces Herodes adoptó un curso de acción al mismo tiempo noble y de mucha política: envió a traer maíz a Egipto sacrificando para el objeto las costosas decoraciones de su palacio y su plata pudiendo así pacer repartos regulares de maíz y de ropa en una enorme escala para las necesidades actuales del pueblo, así como proveer la semilla para el año siguiente. El resultado de esto fue quitar en un grado apreciable la animosidad ocasionada por sus actos en el año anterior. En este año o en el siguiente, Herodes tomó una nueva esposa, la hija de un oscuro sacerdote de Jerusalén llamado Simón, y poco antes del matrimonio, Simón fue hecho sumo sacerdote en lugar de Jestré, o Jesús, el hijo de Faneo, quien parece haber sucedido a Ananel, y quien ahora fue depuesto para hacer lugar al futuro suegro de Herodes. Quizá con motivo de este matrimonio él edificó un nuevo y costoso palacio inmediatamente anexo al viejo muro en la esquina noroeste de la ciudad alta, cerca del sitio ocupado hoy por el Convento Latino, en el cual para recordar sus buenas relaciones con César y Agripa, un departamento más grande que el Santuario recibió el nombre de cada uno de ellos. El palacio fue dotado de fuertes defensas; se comunicó con las tres grandes torres construidas sobre el muro poco después, y vino a ser “la ciudadela”, “la fortaleza especial”, como la llama Josefo, en la ciudad alta. 5. --Pero el gran motivo que tuvo para reclamar el favor de los judíos fue la restauración del templo, propósito que anunció al pueblo reunido durante la Pascua. (20 ó 19 A. C.) Si hemos de creer a Josefo, derribó todo el edificio pasta los cimientos y calculó Qstos en una escala más vasta, pero las ruinas existentes todavía muestran en algunas partes lo que parecen ser los cimientos puestos por Zorobabel, estando debajo de ellos los cimientos, más grandes todavía, puestos por Salomón. El nuevo edificio fue una magnífica estructura de estilo greco-romano en mármol blanco. Las descripciones minuciosas de Josefo y el Nuevo Testamento nos pan familiarizado con el orgullo que los judíos tenían de esta estructura espléndida. Sin embargo, en el comienzo de la obra hubo un sentimiento enteramente contrario puesto que la oposición que se manifestó tomaba la forma de terror de que lo que él había empezado quizá no lo terminaría; pero no obstante venció todos los temores comprometiéndose a no tirar nada del edificio sino pasta que todos los materiales necesarios para el nuevo estuvieran ya en su sitio. Parece que los preparativos requirieron dos años, pues según Josefo algunos de los sacerdotes y levitas se pusieron a aprender el trabajo de carpinteros y albañiles, y luego comenzó la obra. La Santa Casa, incluyendo el Pórtico, el Santuario y el Lugar Santísimo se concluyeron en año y medio, (16 A. C.) y su conclusión coincidió con el aniversario de la toma del poder por parte de Herodes, lo cual fue celebrado con espléndidas fiestas y muy solemnes sacrificios. Sin embargo, todo este esplendor no iba a engañar a los judíos en cuanto al verdadero espíritu del rey. Entretanto que reconstruía el templo de Jerusalén hacía tambi2n lo mismo con el templo de Samaria, y en su nueva ciudad de Cesarea daba providencias a lo necesario para el establecimiento del culto pagano, y se supone que la reconstrucción del templo le dio la oportunidad de destruir la colección auténtica de las genealogías que eran de la más alta importancia para las familias sacerdotales. Herodes, según aparece de sus públicos designios, se revistió de la dignidad de un segundo Salomón, pero a su magnificencia unió la licencia de aquel monarca, y se dice que el monumento que levantó sobre las tumbas reales se debió al terror que lo sobrecogió después de un sacrílego atentado a robar sus secretos tesoros. Por el 9 --ocho años después de comenzada la obra--, se terminaron el patio y los claustros, y el puente que estaba entre el claustro del sur y la ciudad alta, destruido por Pompeyo. sin duda fue reconstruido con las colosales piedras que subsisten hasta ahora. Por este mismo tiempo se desarrollaban también obras magníficas en otra parte de la ciudad, es decir, en la vieja muralla, en la esquina noroeste, contigua al palacio, en donde se erigieron sobre el muro tres torres de gran tamaño y magnificencia, con otra más a pequeña distancia hacia el norte. Esta última se llamó Psephino, y las otras tres. Hippico, nombre de uno de sus amigos; Phasaelo, nombre de su hermano, y Mariamne, nombre de su reins. Parece que Phasaelo se erigió antes que las otras, aunque no pudo haberse comenzado por la época de la muerte de Phasaelo ya que ésta ocurrió algunos años antes de que Jerusalén viniera a las manos de Herodes. El templo siguió recibiendo algunas adiciones además de las reparaciones de destrozos causados por los frecuentes tumultos, de modo que cuando fue visitado por nuestro Salvador en los comienzos de su ministerio, (27 A. D.) se dice que la construcción había ocupado los cuarenta años anteriores. Pero ni aún ahora había concluido, pues Josefo dice que lo terminó Herodes Agripa II por el año 65 A. D. apenas cinco años antes de su destrucción final, acto en el cual, quien lo termina, bisnieto de su fundador, era ya un aliado de los romanos en el año 70 A. D. El grande Agripa, aunque era un pagano, se relaciona con el templo también de otra manera: con motivo de una visita a Herodes, propició a los judíos ofreciendo una hecatombe de bueyes, haciendo grandes fiestas al pueblo, y uniéndose Herodes en sus sacrificios paganos en Cesarea. En realidad, durante este período, Herodes estaba acercándose más y más a su amo. En los comienzos del año 14 A. C. se unió a Agripa en el Euxino con una flota poderosa, y sus servicios fueron recompensados con la adición del territorio a1 este del lago de Genezareth, en donde Herodes persiguió a los ladrones de la Traconitis sacándolos de sus cavernas con admirable vigor y extrema crueldad. Parte de esta región sirvió para formar la Tetrarquía que se dio a su hermano Pheroras. También logró de Agripa la restauración de los privilegios a inmunidades a los judíos de la Dispersión. A su regreso, en el otoño del mismo año, se dirigió al pueblo reunido en la fiesta de los Tabernáculos, y les condonó la cuarta parte de la contribución anual. 6. --Al tornar la mirada de todos estos esplendores a la vida doméstica de Herodes se encuentra uno con los espectáculos más espantosos de las páginas de la historia, y la fuente de todas sus crueldades debe encontrarse en su usurpación. Sus celos fueron excitados por la sangre Asmonea que corría en las venas de sus propios hijos debido a su matrimonio con Mariamne, y su conciencia, siempre reprochándole su muerte, lo hizo sospechar que los hijos tratarían de vengarla, y los que lo habían urgido a la condenación de Mariamne tenían mayor razón para tener iguales temores. Así fue que cuando Herodes trajo a Aristóbulo y Alejandro después de sus tres años de residencia en Roma su destrucción estaba ya en gran parte preparada. Y todavía más: contribuyó mucho a sellar su suerte el entusiasmo del pueblo que en aquellos populares jóvenes, y en la gracia de sus maneras. encontraba a los verdaderos príncipes de la casa Asmoneana. Herodes, que nunca mostró la depravación característica del que ama la perversión por sí misma, trató al principio a los jóvenes como un verdadero padre; casó a Alejandro con Glafira, hija de Arquelao, rey de Capadocia, y a Aristóbulo con su prima Berenice, hija de Salomé, pero ni aun esta unión calmó la ambición y los celos de Salomé. Con la ayuda del hermano de Herodes, Pheroras, apeló de tal manera a sus temores que lo indujo a enviar por Antipater, su hijo mayor tenido con Doris. de la cual se había divorciado para casarse con Mariamne. Antipater resultó ser un enemigo sin escrúpulos y terrible para sus hermanos, quienes al fin fueron arrastrados por Herodes ante el tribunal de Augusto en Aquilea, (13 A. C.) Herodes se hizo acompañar de Nicolás Damasceno, íntimo amigo tanto de Augusto como de él mismo, y cuya elocuencia a menudo sirvió mucho a la familia de Herodes. Este notable orador, nativo de Damasco, a hijo de Antipater y Stratonice, fue compañero de estudios de Herodes y su mediador con Augusto siempre que algún acto provocaba de un modo especial la ira del emperador. Su nombre se conserva de un modo muy curioso en el nombre medieval de la palmera, (nicolai) de cuyo fruto le hizo Augusto un espléndido regalo en esta ocasión. Nicolás escribió una biografía de Augusto y otra de sí mismo, así como una Historia Universal. El emperador logró una reconciliación, pero todavía Antipater fue colocado antes de los hijos de Mariamne en cuanto a la sucesión al trono, y cuando fue enviado a Roma en el séquito de Agripa procuró renovar en todas sus cartas las sospechas de Herodes en contra de ellos. El regreso de Herodes de una visita a Roma en el año 11 A. C. fue seguido de un discurso dirigido al pueblo reunido en la fiesta de los Tabernáculos en el cual anunció que Antipater sería su sucesor, príncipe que no era de sangre asmoneana. Entonces toda la atmósfera de la corte se llenó de desconfianza; falsos acusadores participaron en la suerte de los acusados; los esclavos fueron torturados para sacarles algunas pruebas, y al fin Alejandro se vio obligado a hacer una confesión completamente falsa, o por lo menos, improbable. De nuevo se efectuó otro juicio en Beryto ante los gobernadores romanos de Siria, Saturnino y Volumnio, con un grupo de 150 asesores, por una mayoría de los cuales los jóvenes fueron condenados sin haber sido escuchados, y el derecho de Herodes sobre la vida y la muerte se confirmó de tal manera que después de algunas vacilaciones los condenó a ser ahorcados en Sebaste. Como por el año 7 ocurrió el incidente del Aguila de Oro, semejante al del teatro, y como éste, de mucha importancia, pues mostró cuán fuerte era todavía el espíritu Macabeo de resistencia a las innovaciones a la ley judaica y cuán vanas serían las concesiones que se hicieran en otras direcciones en presencia de tales innovaciones. Herodes había puesto una grande águila dorada, símbolo del Imperio Romano, del cual ahora Judea no era más que una provincia, sobre la entrada del Santuario, probablemente al mismo tiempo que inscribía el nombre de Agripa en el pórtico. Como una violación del segundo mandamiento más bien que como una expresión de su dependencia, esto excitó la indignación de los judíos, y especialmente de los dos principales rabís que instigaron a sus discípulos a destruirla. Un falso rumor acerca de la muerte del rey fue el motivo para que esto se hubiera hecho en pleno día y en la presencia de un gran número de gente, y habiendo sido aprehendidos y llevados delante de Herodes, los rabís defendieron su conducta pero fueron condenados a ser quemados vivos. El Sumo Sacerdote Matías fue depuesto y Joazar tomó su lugar. Para completar esta serie de tragedias domésticas, el hijo favorito de Herodes, Antipater, conspiró en contra de su vida unido a su hermano Pheroras. La esposa de Pheroras estaba en relaciones con 7,000 fariseos que habían rehusado hacer el voto de lealtad y ella fue acusada de diseminar profecías amenazadoras. Pheroras cayó en desgracia, pero Herodes, en su última enfermedad, la cual ocurrió en seguida, lo trató con tanta bondad que se vio movido a abandonar sus propósitos. A1 ocurrir su muerte, no sin la sospecha de haber sido envenenado, Herodes abrió una averiguación, habiéndose descubierto y comprobado el complot por la confesión de la misma esposa. Antipater, quien había ido a Roma para evitar toda sospecha, regresaba para cosechar, como él esperaba, el fruto del parricidio, cuando fue detenido en Sebaste, juzgado ante Herodes y Varo, el gobernador romano de Siria, y condenado en presencia de pruebas aplastantes. 7. --Entretanto que esperaba que llegara la confirmación de la sentencia por parte de Augusto, Herodes cayó víctima de una enfermedad a la vez dolorosa y asquerosa y los terribles tormentos de su cuerpo ulcerado, que no recibían ningunos beneficios de los baños calientes de Callirhoe, lo llevaron a la ejecución de varios actos de crueldad. Se dice que ordenó que los representantes de las principales familias de Judea fueran encerrados en el hipódromo de Jericó y que fueran ejecutados tan pronto como él expirara para que no hubiera falta de dolientes en sus funerales. Su ira y su terror llegaron al colmo con el anuncio de un nuevo y extraño peligro que amenazaba la corona que tanto le había costado. Una caravana, encabezada por personas de mucha distinción, llegó a Jerusalén haciendo una amenazadora pregunta: “¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?” y declarando que la estrella de su natividad los había guiado desde el lejano Oriente. Herodes conocía muy bien la significación de aquel título y su agitación fue compartida por todo el pueblo de Jerusalén aunque, sin duda, por muy diversos sentimientos. Reuniendo a los maestros de la Ley obtuvo su opinión fundándose en la autoridad del profeta Miqueas, de que Belén sería el lugar del nacimiento del Mesías. Entonces llamó secretamente a los extranjeros, y habiéndose informado acerca del tiempo exacto del aparecimiento de la estrella los envió a Belén y les ordenó que regresaran para informarle en donde encontraran al niño para que él también pudiera ir a adorarle. En vano esperó su regreso y entonces resolvió deshacerse de su terrible rival matando a todos los niños que había en Belén y en sus contornos, de la edad de dos años para abajo. Cierto que el historiador de los judíos no menciona este hecho sangriento de Herodes, pero es que no debemos olvidar que había en aquellos días asuntos de mucha importancia, y entre los espantosos horrores cometidos por el rey, bien pudo pasar desapercibido el hecho de la muerte de diez o doce niños en un pequeño pueblo del campo, pues el número no puede haber sido mayor. El pueblo muy pronto tuvo más horrores qué contemplar. La embajada regresó de Roma con el consentimiento de Augusto para que Herodes hiciera toque quisiera con su culpable hijo, por más que le sugirió la más benigna alternativa del destierro. Por el mismo tiempo Herodes, en un paroxismo de agonía, pretendió suicidarse. Entonces se extendió por todo el palacio el rumor de su muerte; Antipater trató de cohechar a su carcelero, quien lo denunció a Herodes, y el tirano, en el último aliento del moribundo dio la orden para la ejecución de su hijo. Parece que fue en conexión con este desgraciado asunto de Antipater, y quizá como la expresión de su propio disgusto al tener qué ceder a la importunidad del rey Herodes, que Augusto pronunció aquella frase significativamente sarcástica: “Mejor quisiera ser el cerdo de Herodes que su hijo”, ya que su religión le prohibía matar al primero. Después de emplear las últimas fuerzas que le quedaban dando las direcciones finales en cuanto a su testamento expiró cinco días después de la muerte de Antipater, muy poco antes de la Pascua del año 4 A. C. Había entrado apenas en el 37º año de su reinado contado desde el edicto que le dio el reino, y el 34º de su actual posesión del trono, contados desde la muerte de Antígono. 8.-Bastante hemos dicho ya acerca de las habilidades y los vicios de Herodes en este resumen de su reinado. Es muy difícil, quizá, ver en su carácter algunos de los verdaderos elementos de la grandeza; algunos han supuesto que el título de Grande es una equivocación por El Magor, y sin embargo, en medio de todos sus vicios y sus crueldades hay que reconocerle algunas cosas interesantes y de valor: mantuvo la paz en su territorio durante un largo reinado por el vigor y la oportuna generosidad de su administración; en el exterior concilió la buena voluntad de los romanos bajo circunstancias sumamente difíciles. Sus ostentaciones y aun su arbitraria tiranía estuvieron calculadas a inspirar terror a los orientales. Atrevido, y sin embargo, prudente; opresivo, y sin embargo, pródigo, tuvo muchos de los característicos que hicieron de él un héroe popular, y el título que al principio puede' habérsele dado por la admiración que provocaba su triunfal despotismo después sirvió para poner en un claro contraste el terrible precio que había pagado por el éxito alcanzado. Queda por decir una palabra acerca de su relación con todo el curso de la Providencia Divina en la historia de los judíos. Como un usurpador de raza extranjera, y siendo ésta la odiada raza de Edom, y el destructor de la case y el reino de los Asmoneos, limpió el terreno de todos los que legalmente pudieran haber competido con Cristo por el trono de David, entretanto que su poder unió a la Tierra Santa preparándola para el advenimiento de su prometido Rey. Aun su mismo carácter personal no deja de tener algo que ver con la venida de Cristo. Ningún gobierno, excepto quizá el que mantiene su poder sobre un pueblo esclavizado, pero noble, mediante la fuerza bruto, es mucho peor en su carácter moral que el pueblo que se somete a él: y Herodes, en algún sentido, es el representante de la profunda degradación moral en que habían caído los judíos. El puritanismo religioso que la amarga lección de la Cautividad había impreso en la iglesia Judaica se mantenía aún, aunque solamente en forma externa por los fariseos, y un resto de su vivo espíritu estaba preservado en el fanatismo de los Esenios; pero la pompa semipagana de Herodes representaba verdaderamente el espíritu mundano que buscaba un reino terrenal como su más preciada esperanza. Tampoco falta significación profunda a las riñas familiares que mancharon la casa de Herodes con una perpetua corriente de sangre. El palacio proporcionó el peor ejemplo, pero nada más un ejemplo, de la completa disolución de los vínculos naturales que el profeta Malaquías había anunciado como una señal de la venida del Mesías, quien restauraría la paz. Sin duds el tiempo estaba ya cerca cuando “Elías el profeta sería enviado antes de la venida del grande y espantoso día del Señor; para tornar el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que yo venga y con destrucción hiera la tierra”. (Malaq. 4: 5, 6) . Y antes de que cerrara el reinado de Herodes tanto el profeta como el Cristo mismo habían nacido. Su entrada en el mundo se había efectuado ya aunque Herodes lo ignoraba. Y ahora procederemos a hacer un breve resumes de la obra de los príncipes de la casa de Herodes que gobernaron en diferentes partes de la Palestina con distintos grados de poder, y del dominio romano en el país pasta la destrucción de Jerusalén. En verdad, la historia se divide, a la muerte de Herodes, en dos corrientes que se cruzan constantemente sin mezclarse: la de Cristo y su Iglesia, y la de los judíos como nación. Esta última pertenece más bien a la historia del Antiguo Testamento que al Nuevo. Es la historia del último y moribundo esfuerzo de un pueblo, pero corrompido y equivocado, para defender sus supuestos derechos en contra de sus amos terrenales a cuyo yugo ya se habían doblegado, y en contra del Señor espiritual a quien ellos resistieron porque no lo conocían. Quizá el devoto estudiante del conflicto espiritual a menudo está en desventaja por falta de una vista comprensiva de las relaciones externas de la nación judaica. El elocuente historiador de los judíos insiste en esta distinción diciendo: “La historia de los judíos después de la muerte de Herodes, --sin ninguna propiedad llamado El Grande,.-. y del nacimiento de Jesús, se separa en dos corrientes: una estrecha al principio y difícil de describir en sus quiebras secretas en el mundo, pero con la luz del cielo sobre ella, y que gradualmente se ensancha para abrazar una gran parte de Asia, parte de África y toda la Europa, llegando a ser un río irresistible, un río con muchas corrientes que alegran y fertilizan a la humanidad, llevando la civilización, lo mismo que la santidad y la felicidad en su carrera. La otra, al principio bastante ancha pero que gradualmente se encoge cayendo en la obscuridad, perdiéndose en gargantas profundas a impenetrables, solitaria y hosca en apariencia, pero no sin peculiar majestad en su corriente continua, inagotable, irreprensible, y no sin su peculiar influencia como una corriente secreta en la vide general y el progreso de la humanidad.., a la que demasiadas ocasiones se intentó secar cruelmente por medios violentos o tornarla en sangre, y sin embargo, surgiendo de nuevo cuando parecía y a muerta y corriendo como lo pace todavía, y sin duda está destinada a correr. Aunque la historia judaica y la cristiana tienen mucho con común, tendrá qué conservarse enteramente diferentes”. Esto se aplica especialmente a lo que queda todavía por decirse de la causa de Herodes. *** CAPITULO QUINTO HISTORIA SECULAR DE LOS JUDIOS DESDE LA MUERTE DE HERODES HASTA LA DESTRUCCION DE JERUSALEN (4 A. C.-70 D. C.) 1. --A fin de comprender bien la historia de nuestro Salvador y sus apóstoles, es necesario, por las razones dadas al terminar el capítulo anterior, dar antes un breve resumen de la historia secular de los judíos durante este período. La familia de Herodes, .--aunque una parte nada más,-- se muestra en la tabla que vamos a dar en seguida. De sus diez esposas no necesitaremos mencionar más que los hijos de las primeras cinco. (1) Antes de su advenimiento al trono casó con Doris, y su hijo único, Antipater, como ya hemos visto, fue la última víctima de las iras de su moribundo padre. (2) Aristóbulo, su hijo mayor que tuvo de Mariamne, nieta de Hircano, fue padre de una gran familia y de él descendieron los dos Agripas, el primero de los cuales fue el Herodes que mató a Santiago y encarceló a Pedro. El segundo fue el rey Agripa delante de quien Pablo tuvo que defenderse. (3) Después de la ejecución de Mariamne Herodes casó con otra Mariamne, hija del Sumo Sacerdote Simón: su hijo fue Herodes Felipe, cuyo matrimonio con su sobrina Herodías, hija de Aristóbulo, seguido del divorcio de ella para casarse con su medio hermano Herodes Antipas, condujo al martirio de Juan el Bautista. A menudo se confunde a éste con su medio hermano Felipe, Tetrarca de Iturea. (4) Su siguiente esposa, Nlalthace, una samaritana, fue la madre de Herodes Antipas y de Arquelao, de quienes vamos a hablar. (5) De Cleopatra tuvo dos hijos el menor de los cuales fue Felipe, Tetrarca de Iturea y de los distritos adyacentes incluyendo la Traconitis. Las otras esposas y sus hijos carecen de consecuencia alguna en la historia. Estas complicadas relaciones se harán más claras mediante la siguiente tabla, cuyos personajes tienen mucho qué ver con la historia durante cuatro generaciones: A. --Herodes el Grande Esposa Hijos Doris Alejandro Mariamne, nieta de Hercano II Aristóbulo, Antípater Los tres ejecutados por su padre Mariamne, hija de Simón Herodes Felipe I (casó con Herodías) Vivió como un particular Malthace, samaritana Herodes Antípas Tetrarca de Galilea Cleopatra Herodes Felipe II Tetrarca del norte de Persia (casó con Salomé, hija de Felipe I y Herodías) B. –Hijos de Artistóbulo Herodes Agripa I Rey de Judea Herodías, Casó con: Herodes Felipe I Herodes Antípas C. –Hijos de Herodes Agripa I Herodes Agripa II, rey titular Tetrarca de Pere Berenice Mencionada en Hechos 25:23 Drusila, (casó con Félix) Mencionada en Hechos 24:24 Durante su última enfermedad, Herodes hizo un testamento en favor de los hijos de Malthace, quienes habían sido educados en Roma y al principio habían sido excluídos de la herencia debido a las acusaciones de Antipater, fue este inesperado arreglo el que motivó que José se fuera de Galilea al regresar de Egipto con María y Jesús. El mayor de aquellos hijos, Herodes Antipas, fue primero nombrado por Herodes como su sucesor, pero el último cambio en la voluntad del rey transfirió aquella dignidad a Arquelao, dejando a Antipas el gobierno de Galilea y Perea con el título de Tetrarca. La parte norte de la región transjordánica, incluyendo la Iturea, Gaulonitis y Batanea, con Traconitis, fueron hechas una Tetrarquía para Felipe, el hijo de Cleopatra. Finalmente, el testamento de Herodes hizo amplia provisión para su hermana Salomé, cuyas intrigas habían sido tan fatales a su familia, dejando también grandes legados a Augusto y a su esposa Julia. Herodes Felipe, el hijo de la segunda Marianne, fue excluido de todo beneficio en el testamento de su padre en venganza de la supuesta traición de su madre, así como también los descendientes de la primera Marianne. Entre tanto que Augusto ratificaba el testamento do Huodcs, Arquelao sucedió a su padre en el poder. Los príncipes judíos fueron libertados del Hipódromo y los funerales de Herodes se celebraron en medio de un grande esplendor. El Dean Milman describe así estos funerales: “Los restos inertes de Herodes parecían retener su magnificencia característica. El cuerpo se colocó en un féretro que estaba adornado con costosas piedras preciosas. El lino era de la más rica manufactura y la sábana que lo envolvía era de púrpura. Todavía llevaba la diadema, y por encima de ella la dorada corona de la realeza, llevando también el cetro en la mano. Los hijos y parientes de Herodes conducían el féretro y seguía toda la fuerza militar distribuida según el orden de sus nacionalidades. Primero su propia guardia, luego sus mercenarios, tracios, germanos, galos, y en seguida el resto del ejército. Al fin venían quinientos oficiales de la corte llevando especias aromáticas con las cuales los judíos embalsamaron la cabeza. En medio de toda esta pompa la procesión se dirigió lentamente al Herodium, un palacio fortificado distante unas veinte millas de Jericó. Al fin de siete días de duelo durante los cuales se rumoró que los piadosos deberes del día se reemplazaban por noches de francachela, Arquelao dio al pueblo una celebración fúnebre y luego hizo su solemne entrada en el templo. Su discurso, en el cual asumió un tono de gran moderación; prometió aliviar la tiranía de su padre, fue recibido con grande aplauso no entremezclado con gritos por el recuerdo de la opresión sufrida. Algunos pidieron la disminución de las cargas públicas; otros la libertad de prisioneros con los que Herodes había llenado los sótanos: otros más pedían específicamente que se suspendían por completo los impuestos sobre la venta de los artículos de primera necesidad en los mercados, los que se recogían con excesivo rigor. Todo esto lo escuchó Arquelao con grande afabilidad haciendo grandes promesas, y después de haber ofrecido el sacrificio se retiró. El disgusto, que sin duda se inflamó al ver frustradas las esperanzas fundadas en el carácter más suave de Herodes Antipas, el esperado heredero, se manifestó en abierto tumulto entretanto que los dos hermanos preparaban su salida para Roma, uno buscando la confirmación imperial de la voluntad de Herodes, y el otro para presentar las demandas personales de sus derechos. En la fiesta de la Pascua, cuando Jerusalén siempre estaba llena de judíos devotos cuyo celo se inflamaba por su número y por la exaltación del sentimiento debido a la festividad, se alzó un grito general de venganza en nombre de aquellos a quienes Herodes había ejecutado por haber destruido el águila de oro. La multitud fue dispersada por la tropa, la que mató unos 3,000 hombres, habiendo quedado suspendida la fiesta. Arquelao entonces partió para Roma llevando en su séquito a Nicolás de Damasco, cuya elocuencia había servido tan bien a su padre y a Salomé, y que secretamente estaba preparado para presentar las demandas de Herodes Antipas. Entretanto, la rapacidad de los oficiales romanos hizo que se aprovecharan de cuanto les pareció una fácil presa. En medio de sus preparativos pare embarcar en Cesarea Arquelao se encontró con Sabino, el procurador de Siria, quien se encaminaba a reclamar los tesoros del finado rey. Su marcha, suspendida a los ruegos de Arquelao y el mandato de Varo, el prefecto de Siria, se reanudó tan pronto como el primero se embarcó, y sus exacciones dieron a los zelotes la provocación o el pretexto para un tumulto que fue aplacado por la intervención de Varo. Sabino, que quedó todavía con el mando en Jerusalén, provocó pronto una nueva insurrección durante la fiesta de Pentecostés cuando otra vez la ciudad estaba llena de zelotes resueltos a vengar el golpe recibido durante la Pascua. Establecieron un campamento regular en torno del templo y sitiaron a Sabino y su legión, probablemente en la Torre Antonia. Los romanos efectuaron un ataque contra el templo, quemaron los claustros del patio exterior juntamente con sus defensores, penetraron en el santuario y saquearon los sagrados tesoros, pero los judíos, enfurecidos por aquel sacrilegio, todavía sitiaron a Sabino y su legión. La anarquía del país fue inflamada por las tropas de Herodes que anduvieron en bandas peleando y saqueando a su gusto. A estos elementos de confusión hay que añadir la expectación de un gran libertador -sentimiento que ahora había llegado a su clímax-- y en el mero tiempo en que el verdadero Salvador estaba oculto en Egipto, falsos mesías asumían la diadema y reunían tropas de bandoleros. Entretanto Varo avanzó al socorro de Sabino a la cabeza de dos legiones llevando entre los auxiliares algunas bandas árabes que devastaron el país. A su aproximación los insurgentes rindieron sus arenas, y Sabino, avergonzado al encontrarse con Varo, salió para Roma. Dos mil de los jefes secundarios fueron crucificados y otros enviados a Roma para ser juzgados. Era bastante claro que cualquiera que fuera la decisión de Augusto. Varo era el único amo en Judea. El asunto a discusión delante del emperador fue defendido por la elocuencia de Nicolás y Herodes Felipe de parte de Arquelao, y por SaÍomé y su hijo Antipater por parte de Antipas. Durante las discusiones apareció ante el tribunal una diputación de quinientos judíos pidiendo la supresión de la realeza y la restauración de sus libertades; y la afirmación de que estaban apoyados por no menos de 8,000 de sus paisanos en Roma indica el número y la influencia de los judíos establecidos en la capital. AI fin Augusto confirmó el testamento de Herodes en todos sus puntos esenciales. Arquelao quedó establecido en el gobierno de Judea con Idumea y Samaria formando como la mitad del reino de Herodes, asegurando una entrada como de 600 talentos. Habría de gobernar con el título de Ethnarca, con la promesa de ser rey si daba pruebas de ser digno de ello. De las principales ciudades en su territorio retuvo a Jerusalén, Sebaste, Cesarea y Jope; mientras Gaza, Gadara a Hippo quedaron como poblaciones romanas bajo el prefecto de Siria. Salomé recibió Jamnia, Azoto, Phasaelo y un palacio en Ascalón. Herodes Antipas fue confirmado en la Tetrarquía de Galilea y Perea con una entrada de unos 200 talentos, y Felipe en la Tetrarquía de Auranitis y Traconitis. 2..--Hemos visto que las primeras noticias del advenimiento de Arquelao hicieron que los padres de nuestro Señor se fueran por otro lado al regresar de Egipto y poner su precioso encargo bajo el gobierno más suave de Herodes Antipas. El terror de José puede tomarse como una expresión de la desconfianza popular con que se miraba a Arquelao, la que fue ampliamente justificada por la continua tiranía y el desorden de sus nueve años de gobierno. AI principio mostró deseos de conciliar a los judíos cesando a Joazar, a quien Herodes había hecho Sumo Sacerdote después del incidente del águila, en favor de su hermano Eleazar. Pero los adherentes de la Ley se contrariaron por el casamiento de Arquelao con Glafira, viuda de su hermano Alejandro, por causa de quien se divorció de su esposa Mariamne, y al fin su tiranía hizo que sus súbditos apelaran a Augusto. Arquelao fue llamado intempestivamente a Roma y desterrado a Viena, en la Galia, en el año 7 A. D. Esta sentencia puso fin a la monarquía judaica, pues la restauración de un reino nominal por unos cuantos años bajo Herodes Agripa II (41-44 A. D.) solamente puede verse como un episodio en la dominación romana. “El cetro había sido quitado de Judá”. (Génesis 49:10) . 3. --Antes de proseguir la historia de Judea como una provincia romana, será conveniente seguir el torso de los otros dos hijos de Herodes que reinaron en Palestinae conforme a su voluntad. Herodes Antipas, el hijo de Arquelao, fue confirmado por Augusto, como ya lo hemos visto, en la Tetrarquía de Galilee y Perea que le había sido asignada en el testamento de su padre, y de aquí que se le mencione en los evangelios como Herodes el Tetrarca. Toda su importancia derive de las dos menciones que se haten en la historia del Evangelio, primero como un oyente, y después como el asesino de Juan el Bautista, y como tomando parte con Pilato en la condenación de nuestro Señor. El primero de estos crímenes se debió a la fatal influencia de Herodías, la que al fin acarreó su ruina. El se había casado con una hija del rey Aretas, rey de Arabia Petrea, (la misma de cuyo gobernador en Damasco San Pablo estuvo después en peligro) . Viviendo todavía con ella hizo una conexión del carácter más fatal a los ojos de la ley judaica. La notoria Herodías, hija de Aristóbulo, hijo de Marianne y de Herodes el Grande, y por consecuencia hermana de Herodes Agripa I, casó con Herodes Felipe, quien era su tío politico siendo hijo de Herodes y de la segunda Marianne: ahora abandona a Felipe pare casarse con Herodes Antipas quien tenía con ella el mismo parentesco. Además de que el esposo de ella y la esposa de él vivían, Antipas, como medio hermano de Felipe estaba ya conectado con Herodías por una afinidad tan íntima que solamente había un caso establecido por la ley de Moisés en que ésta pudiera hacerse a un lado, es decir, cuando el hermano casado moría sin dejar descendencia. Ahora, Herodías tenía ya una hija, Salomé, de Felipe. Bien pudo, por lo tanto, ser acusada por Josefo de poner el propósito de avergonzar las instituciones de su país, y bien pudo también Juan Bautista haber atacado la enormidad de tal conexión con el tetrarca cuya conciencia ciertamente parecía estar menos endurecida que la de ella, pues él temía a “su reprobador”, cuyas predicaciones había escuchado con agrado, y aunque estas impresiones no le sirvieron pare evitar la adición del asesinato al adulterio, él se entristeció al cometer el crimen. Aretas le hizo la guerra pare vengar a su hijo, y tenemos el claro testimonio de Josefo de que la derrota de Herodes, con la pérdida de casi la totalidad de su ejército fue considerada por los judíos como un castigo por la muerte del Bautista. Libre del temperamento tiránico de su padre, Herodes Antipas aspiró ser el amo y protector de los judíos y se aventuró en una dispute abierta con el procurador romano, probablemente acerca de “aquellos galileos cuya sangre Pilato mezcló con sus sacrificios’“. Herodes quiso ganarse el favor de los judíos estrictos visitando a Jerusalén durante la Pascua, y el procurador romano halló prudente aprovecharse de aquella oportunidad pare una reconciliación enviando a Jesús delante de Herodes, quien, como tetrarca tenía jurisdicción sobre un Galileo, y como cabeza de la casa Herodiana podría gratificar su odio al “rey de los judíos”. Tal fue la conjunción de intereses y pasiones políticas por las cuales tanto Herodes y Poncio Pilato, como “los gentiles y el pueblo de Israel” se juntaron, para cumplirse así las declaraciones divinas que habían sido expresadas por David. (Hechos 4:25-28, con una marcada referencia al Salmo 2:1, 2). Estos dos incidentes de su vida revelan el carácter de este débil, sensual y supersticioso príncipe cuya astucia fue pintada por el Salvador con el epíteto de “zorra” a quien hubiera placido conservar tanto a Juan como profetas en su corte, pero fue guiado por una punible debilidad a sacrificar al uno, y mediante el terror engendrado por el remordimiento hubiera querido matar al otro sobre quien al fin gratificó su mala voluntad al verlo seguro como prisionero de Pilato. Lo que quedó por decirse de su carácter o de sus hechos se resume en la frase que San Lucas añade al registro de su adulterio con Herodias, “y de todas las maldades que había hecho Herodes”. (Luc. 3 :14) . Al fin, los jóvenes que el emperador Calígula, (quien sucedió a Tiberio en el año 37 A. D.) amontonó sobre su amigo y camarada Herodes Agripa excitaron la celosa ambición de Herodes Antipas. A instigaciones de Herodías partió con ella a Roma aparentemente para pedir el mismo título real que había sido conferido a su sobrino, pero en realidad para intrigar en contra de él. Pero Agripa, el íntimo amigo de Calígula, contrarrestó el complot con el cargo de traición hecho a su tio, y Antipas fue desterrado a Lugduno, en la Galia, (39 A. D.) Merece recordarse que Herodias prefirió compartir el destierro con Antipas hasta que la muerte acabó con sus reveses, en lugar de quedar con su hermano Agripa para participar de su encumbramiento. La ciudad de Tiberias, que Antipas fundó y llamó así en honor del emperador fue el monumento más conspicuo de su largo reinado, pero como el resto de la familia Herodiana, mostró su pasión edificando ciudades en varios lugares, restaurando a Sephoris, cerca del Tabor, que había sido destruida en las guerras que ocurrieron después de la muerte de Herodes el Grande, y Beth-harán, en Perea, a la que llamó Julias, por la esposa del emperador. 4. --Herodes Felipe II fue hijo de Herodes el Grande y Cleopatra. Lo mismo que sus medios hermanos Antipas y Arquelao, fue educado en el palacio y a la muerte de su padre abogó ante Augusto en favor de Arquelao. Recibió como sus propios dominios, Batanea, Traconitis, Auranitis y algunas partes en torno de Jamnia, con el título de Tetrarca. Su gobierno se distinguió por la justicia y la moderación. y parece que se dedicó enteramente a los deberes de su posición sin participar en las intrigas que inflamaron a su familia. Edificó una nueva ciudad en el sitio de Paneas, cerca de las fuentes del Jordán, a la que llamó Cesarea, y elevó Bethsaida, en la baja Gaulonitis, al rango de ciudad bajo el título de Julias, y murió allí en el año 34 A. D. Casó con Salomé, la hija de Felipe I y Herodías, pero como no dejó descendencia sus dominios se añadieron al ocurrir su muerte a la provincia romana de Siria. La ciudad de Cesarea de Filipos, escogida por Felipe el tetrarca como el sitio de sus villas y palacios, además del templo de su padre en honor de Augusto, se distinguió no solamente por la belleza sin rival del sitio en que se edificó sino también por su sagradas asociaciones. Como es la frontera más al norte de Palestina, fue también el límite norte más extremo a que llegó nuestro Señor en sus viajes. Debe haber sido por lo menor en sus cercan ías en donde Pedro hizo su gran confesión: la roca sobre la cual descansa el templo de Augusto y de donde nacen las aguas del Jordán puede muy bien haber sugerido las palabras que ahora corren en derredor de la cúpula de San Pedro en Roma. 5. --Judea, incluyendo Samaria, se redujo al ocurrir el destierro de Arquelao, a una provincia romana ordinaria bajo un procurador que quedó subordinado al prefecto de Siria, el que residió no en Jerusalén sino en la costa, en Cesarea. Sabino había ya tenido la posición durante la ausencia de Arquelao, y cuando fue depuesto Copronio acompañó a Quirino al país. Quirino, (el Cirenio del Nuevo Testamento), siendo ahora por segunda vez prefecto de Siria, fue encargado de la impopular tarea de hacer el censo o enrolamiento de los habitantes de Judea, y no obstante los tumultos que ocurrieron en otras partes en Jerusalén pudo llevarse a cabo el censo sin resistencia de ninguna clase debido a la prudencia de Joazar, quien por poco tiempo fue otra vez Sumo Sacerdote. Uno de los primeros actos del nuevo gobernador fue tomar posesi ón formal de las vestiduras oficiales del Sumo Sacerdote que se llevaban en los tres festivales y en el Día de la Expiación. Desde la edificación de Baris por los Macabeos actor mantos se habían guardado siempre allí, costumbre seguida desde la reconstrucción efectuada por Herodes: para desde ahora habían de ser puestas, después de usarse, en una cámara subterránea de piedra bajo el sello de los sacerdotes y a cargo del capitán de la guardia. Se sacaban siete días antes de usarse y cuando la ceremonia terminaba se llevaban otra vez a la cámara. Durante el gobierno de Copronio como procurador ocurrieron dos incidentes a la vez muy contrarios en su carácter y en su significación para aquella edad y para nosotros. Primero, en el año 8, el encuentro de Cristo lo el templo. Como un año antes Anás había sido elevado al rango de Sumo Sacerdote. El segundo acontecimiento debe haber sido sumamente aflictivo para los judíos a menos que ya se hubieran habituado a tales cocas, pero de esto no podemos decir la fecha exacta; fue nada menos que la profanación del templo por algunos samaritanos que secretamente llevaron huesos humanos y los regaron en los claustros durante la noche de la Pascua. Hasta este tiempo los samaritanos habían sido admitidos en el templo pero desde entonces en adelante quedaron definitivamente excluidos. Como por el año 10 A. D. Copronio fue sucedido por M. Ambivio, y luego éste por Annio Rufo. En el año 14 A. D, murió el emperador Augusto y con Tiberio vino un nuevo procurador. Valerio Grato, quien ocupó el puesto hasta el año 26, cuando fue reemplazado por Poncio Pilato. Durante este período los sumos sacerdotes habían sido numerosos, pero bastará decir aquí que cuando Pilato llegó a su gobierno el puesto estaba ocupado por José Caifás, quien había sido nombrado apenas pocos mares antes. El nombre de Pilato indica que estaba conectado por lazos de familia, o por adopción. con la gens de Pontil, conspicuos en la historia romana por primera vez en la persona de C. Poncio Telesino, el gran general samnita. fue el sexto procurador romano de Judea, y bajo su gobierno trabajó nuestro Señor, sufrió y murió, según lo sabemos no solamente por los registros evangélicos sino también por Tácito. (Anales XV. 44) . La ausencia de disturbios que señalan los precedentes veinte años en Jerusalén se debe probablemente a la falta de tropas romanas, las que estaban acuarteladas en Cesarea fuera del alcance de los ardientes fanáticos del templo, pero Pilato cambió los cuarteles de invierno a Jerusalén y luego en el primer día ocurrió un choque. La causa estuvo en los estandartes romanos --en los que estaban las imágenes del emperador y del águila-- los cuales los comandantes anteriores habían conservado fuera de la ciudad. Pilato los envió durante la noche y la ira del pueblo no reconoció límites al descubrir lo que había acontecido. En grandes grupos fueron hasta donde residía el procurador y le rogaron que se llevara las imágenes. Después de una discusión que duró seis días dio la señal a algunos soldados que habían estado ocultos para que cercaran a los peticionarios y los ejecutaran a menos que dejaran de estarlo molestando, pero esto solamente los afirmó en su determinación y declararon que estaban listos a recibir la muerte antes que ceder ante una innovación idolátrica. Pilato entonces cedió y dio órdenes para que los estandartes fueran llevados a Cesarea. Más tarde, como si tratara de ver qué tan lejas podía ir, consagró algunos escudos dorados que no contenían figura alguna llevando simplemente inscritos el nombre de la deidad y del donante, y los colgó en el palacio de Jerusalén. Este acto provocó otra vez la resistencia de los judíos y mediante una apelación a Tiberio fueron quitados de allí. Otro tumulto fue motivado porque Pilato dispuso del Corban, una ofrenda sagrada de la redención de votos (Mar. 7:11) para costear con ello un acueducto que construyó para meter el agua en la ciudad. A estos sucesos de su administración, de los cuales hablan historiadores profanos, debemos agregar la matanza de ciertos galileos que ya mencionamos en el párrafo 3. Los verídicos testimonios de su sangrienta tiranía ponen en una luz bastante clara la bajeza de sus intentos de conciliar a los judíos y evitar la amenaza de una denuncia al César por el sacrificio de Jesús. La continua tiranía del procurador aun después de que puso a muerte s nuestro Señor, hasta el año 37 A. D. y las quejas interminables de los samaritanos obligaron a Vitelio, el prefecto de Siria y padre del emperador, a enviar al procurador a Roma para que fuera juzgado allá. Pilato llegó a Roma exactamente acabando de morir Tiberio, y uno de los actos dignos de alabanza que señalaron los comienzos del gobierno de Callgula fue el destierro de Pilato a Viena. (Vienne), en la Galia, en donde por muchos años en los tiempos modernos todavía se leía el nombre de Pilato en la lápida de un sepulcro. Después de que Pilato fue llamado a Roma, Vitelio. el prefecto de Siria, visitó Jerusalén en los días de la Pascua. Esta visita estaba conectada con la guerra ya mencionada entre Herodes Antipas y el rey Aretas, y a consecuencia de la victoria alcanzada por éste, Vitelio movió sus tropas para atacar a Petra, y fue en su marcha para ésta cuando efectuó su visita a Jerusalén. Además de abstenerse de insultar al pueblo desplegando sus estandartes, Vitelio confirió dos grandes beneficios a la ciudad: condonó los impuestos sobre los productos de la tierra y concedió a los judíos tener otra vez la custodia de los mantos del Sumo Sacerdote. Removió a Caifás del sumo sacerdocio y lo dio a Jonatán, hijo de Annás. Luego partió dejando aparentemente a un oficial romano a cargo de la Tome Antonia. Volvió ere año a Jerusalén, probablemente en el Otoño, con Herodes el tetrarca, y mientras estuvo allí cambió otra vez al Sumo Sacerdote substituyendo a Jonatán con Teófilo su hermano. Las noticias de la muerte de Tiberio y el advenimiento de Calígula llegaron por aquellos días a Jerusalén y fue la interrupción que esto causó en las operaciones de Vitelio lo que envalentonó a Aretas, quíen tomó a Damasco, circunstancia de gran importancia en la cronología de la vida de Pablo. El nuevo emperador nombró procurador a Marcelo. 6. --En el año 40 A. D. Vitelio fue reemplazado por P. Petronio, quien llegó a Palestina con órdenes de colocar en el templo una estatua de Calígula. Este ultraje estuvo conectado con eventos que arrojan mucha luz sobre las relaciones de los judíos en sus varias ramas, con la supremacía imperial. “Hasta el reinado de Calígula”, dice el Dean Mihnan, “los judíos habían disfrutado, sin serias interrupciones, de la tolerancia universal que la política de Roma permitía a 1a religión de los Estados conquistador. Si la religión había sufrido una represión en Roma bajo Tiberio, fue como una superstición extranjera que se consideraba, por la mala conducta de algunos individuos, como una cosa peligrosa para la moral pública de la metrópoli. El judaísmo no fue molestado en el resto del imperio y, aunque la violencia ocasional de los gobernadores romanos de Judea pudiera haberse manifestado en actor ofensivos a los sentimientos religiosos del pueblo, sin embargo, los más sabios y liberales como Vitelio cuidadosamente evitaban toda interferencia con aquella superstición que ellos respetaban o despreciaban. Pero la insana vanidad de Calígula le hizo establecer por la fuerza en todo el imperio aquellos honores divinos que sus predecesores habían recibido como fruto de la baja adulación de sus subordinados. En todas partes se erigieron estatuas y se levantaron templos en honor del deificado emperador. Los judíos no podían someterse a aquel mandato sin violar el primer principio de su religión, ni resistir sin exponer a la nación entera al resentimiento de sus amos. La tormenta comenzó a formarse en torno de ellos; su primera violencia estalló sobre los judíos de Alejandría en donde, sin embargo, la colisión con las autoridades se originó primero en las animosidades de las facciones griega y judía que dividían a la ciudad. Esta grande y populosa capital además de los extranjeros procedentes de todas partes estaba habitada por tres diferentes razas: los nativos egipcios, judíos y griegos. Los egipcios fueron siempre hechos a un lado considerándolos como de raza inferior, pero los judíos se vanagloriaban de adictos del fundador de la ciudad y de otros monarcas de Egipto que los equiparaban en rango y estimación con los descendientes de los antiguos colonos macedónicos. Ellos eran numerosos; Philo calculó que en Egipto llegaban a un millón de almas. Eran opulentos y se contaban entre los mercaderes más activos de aquella gran metrópoli comercial. Es probable que hayan sido turbulentos y no la gente pacífica a inofensiva descrita por su defensor Philo. Hayan sido lo que hayan sido, eran odiados por la población griega. El prefecto Valerio Flaco, cuyo gobierno firme a imparcial había hasta había conservado la paz entre las facciones enemigas, encontrando que su posición peligraba con el advenimiento de Calígula, trató de congraciarse con los griegos alejandrinos dándoles el permiso de insultar a los judíos, y la llegada de Herodes Agripa que iba en camino para asumir el puesto que le había sido conferido por Calígula, proporcionó una oportunidad para desahogar su insolencia, y habiendo desfogado su injustificable burla en un remedo de su realeza, cuando él se hobo marchado procedieron a más serios ultrajes. Levantaron estatuas del emperador en los proseuchae o lugares judíos de culto, y los judíos, obligados por un edicto de Flaca a estarse dentro de dos secciones de la ciudad que estaban llenas exclusivamente de gente de su raza, aunque había muchos en las otras tres. perdieron mucho por aquella mudanza obligatoria y comenzaron a sufrir por la peste y el hambre amontonados en las secciones en que estaban casi sitiados. Los que se atrevían a salir al mercado eran robados, insultados, perseguidos, maltratados con palos y piedras. Pronto hubo derramamiento de sangre pues muchos fueron muertos a espada, otro pisoteados harta la muerte; otros más, vivos todavía, fueron arrastrados de los talones por las calles. Cuando ya habían muerto, sus cuerpos fueron todavía arrastrados hasta quedar reducidos a pedazos, o desfigurados a tal grado que ya no podían ser identificados en caso de que fueran recobrados por sus amigos. Los que salían de la ciudad para respirar el aire puro del campo, o los extranjeros que imprudentemente pasaban las murallas de la ciudad para visitar y ayudar a sus amigos fueron tratados de la misma manera y golpeados con palos harta que morían. Los muelles fueron vigilados y al llegar algún barco judío se echaban sobre la mercancía, y el barco y los dueños eran quemados. Las casas fueron igualmente quemadas, y familias enteras, hombres, mujeres y niños fueron quemados vivos. Y todavía esto constituyó una muerte misericordiosa comparada con los sufrimientos de otros. Algunas veces, por falta de leña, los perseguidores se hacían de unos cuantos palos mojados y sobre estos, sofocados por el humo y medio consumidos, las miserables víctimas sucumbían lentamente. Algunas veces se burlaban de sus sufrimientos fingiendo tristeza, pero si algunos de sus propios parientes o amigos mostraban la menor emoción los cogían, los azotaban, los torturaban y aun los crucificaban. Cuando estos crímenes llegaron a su máximo grado, Flaco llamó ante su tribunal no a los perpetradores de tanto ultraje sino a las víctimas, y treinta y ocho de los principales jefes del Sanhedrín Alejandrino fueron azotados públicamente en el teatro muriendo muchos bajo los azotes. Los supervivientes fueron arrojados a las cárceles y otros muchos fueron cogidos y crucificados. Constituyó el gran espectáculo de la mañana en el teatro ver a los judíos azotados, torturados en el potro y la polea, y luego llevados a la ejecución; y a estas horribles tragedias seguían luego farsas y danzas, así como otras diversiones teatrales. Durante todo este tiempo Flaco estuvo reteniendo un manifiesto de lealtad que los judíos alejandrinos habían formulado aconsejados por Agripa, quien, descubriendo el fraude, envió una copia al emperador. Luego fue enviado un centurión para arrestar a Flaco, quien fue desterrado, y después de pasar por grandes sufrimientos y desprecios en el destierro fue al fin llevado a una muerte cruel. La narración que antecede, que de una manera tan efectiva ilustra la condición de una rams de la raza hebrea, la proporciona Philo, el notable judío alejandrino que trajo los principios filosóficos del Neo-Platonismo a la defensa de la antigua fe. Si puede razonablemente sospecharse que exageró los sufrimientos y especialmente la sumisión de sus paisanos, parece no haber razón para dudar su gráfica narración de la misión que encabezó para irt a ver a Calígula, a quien también los griegos enviaron una diputación encabezada por Apion, un nombre celebrado por la refutación de Josefo de su libro en contra de los judíos. Llegaron a la hora misma en que Calígula, irritado por la destrucción de un altar que uno de los publicanos romanos había erigido al emperador en Jamnia, había publicado el edicto para la erección de su propia estatua colosal en el Lugar Santísimo y la dedicación del templo a sí mismo en su carácter de Júpiter, y este golpe al santuario principal de su religión pareció fatal a su propia causa. Sin embargo, Cayo los recibió con un favor en el cual pronto se manifestó que el desprecio era el elemento principal. La célebre entrevista narrada por Philo exhibe probablemente el sentimiento prevaleciente en los judíos aunque desfigurando en una peculiar extravagancia por la insana veleidad del emperador. El elocuente historiador de los judíos la relata así: “Después de una prolongada y cansada espera los diputados fueron llamados para una final audiencia. Para juzgar de tan grave causa, como Philo se queja con razón, el emperador no apareció en un tribunal público rodeado de los más sabios de sus senadores; la embajada fue recibida en los salones de dos villas cercanas a la ciudad de Roma llamadas Lamia y Mesenas. Los mayordomos de estas villas recibieron órdenes al mismo tiempo de tener abiertos todos los cuartos para que los inspeccionara el emperador. Los judíos entraron e hicieron una profunda reverencia saludando a Calígula como Augusto y emperador, pero la sarcástica sonrisa marcada en el rostro de Cayo les dio muy pocas esperanzas de éxito. “Con que ustedes son” dijo enseñando los dientes al hablar, “los únicos enemigos de los dioses, que se rehusaron a reconocer mi divinidad, pero adoráis una deidad cuyo nombre no os atrevéis a pronunciar . . . y aquí, para el horror de los judíos, pronunció el terrible nombre. Los diputados griegos de Alejandría que se hallaban presentes pensaron estar completamente seguros de su triunfo y comenzaron a mostrar su alegría por medio de gestos insultantes. Isidoro, uno de los acusadores de Flaco salió al frente para agravar la desobediencia de los judíos. El los acusó de ser la única nación que se había rehusado a sacrificar al emperador. Los judíos entonces a una voz negaron la calumnia y afirmaron que tres veces habían ofrecido sacrificios por el bienestar del emperador, y en verdad habían sido los primeros en hacerlo a su advenimiento. “Bien está’“, repuso el emperador: “habéis sacrificado por mí, pero no a mí”. Los judíos temblaban como azogados. Luego súbitamente Cayo comenzó a correr por toda la casa, arriba y abajo de las escaleras, inspeccionando los departamentos de los hombres y de las mujeres, encontrando defectos y dando órdenes mientras que los judíos lo seguían de cuarto en cuarto en medio de las burlas de los cortesanos. Después de que había dado sus órdenes, el emperador súbitamente se tornó a ellos y les dijo: “¿Por qué razón no coméis cerdo?” Toda la corte estalló en carcajadas, pero los judíos con toda calma contestaron que diferentes naciones tienen usos diferentes: algunas gentes no comen “carnero”; “y tienen razón”, replicó el emperador, “es una carne muy insípida”. Después de una nueva prueba de su paciencia preguntó con su proverbial aspereza sobre qué basaban ellos sus derechos de ciudadanía, y comenzaron un grave y extenso argumento legal, pero no habían avanzado mucho cuando Cayo comenzó a recorrer el gran salón de un lado al otro, ordenando que se pusieran algunas pantallas m las ventanas de una daré de piedra transparentes semejante al vidrio que permitía pasar la luz pero impidiéndolo al calor y al aire. Al abandonar el salón preguntó a los judíos con un aire más cortés si tenían algo qué decide; y ellos comenzaron otra vez su perorata en medio de la cual se fue a otra sale pare ver algunas pinturas antiguas. Los embajadores de los judíos al fin se sintieron felices al retirarse gozosos de haber escapado con vida. Cayo tuvo pare ellos este comentario como despedida: “Bueno, después de todo, no parecen ser malos, sino más bien unas pobres gentes tontas que no pueden creer que yo soy un dios”. Sea lo que fuere lo que los judíos alejandrinos haya ganado de la desdeñosa actitud y el mal humor del déspota no hubo deseo de ceder en su propósito de mancillar el templo de Jerusalén, y ordenó que dos legiones fueran traídas del Eufrates, si era necesario, pare dominar toda resistencia. Petronio ordenó de mala gana que se hiciera la estatua por obreros sidonios entretanto que enunciase a los judíos las intenciones del amo. No bien se había extendido las noticias cuando el pueblo, sin distinción alguna de rango, edad o sexo, acudió por miles aunque sin arena alguna, a la residencia de invierno del gobernador en Tolemaida pare hacerle saber que ellos temían más la ire de Dios que la del emperador. Igual espectáculo se repitió cuando Petronio cambió su residencia a Tiberias pare tener a la mano informaciones más exactas acerca del estado del país. Cuando a las súplicas de ellos contestó haciéndoles la pregunta: “¿estáis resueltos entonces a hacer la guerra en contra de vuestro emperador?” todos ellos cayeron con el rostro en tierra exclamando: “no estamos pensando en la guerra, pero nos someteremos a ser muertos más bien que infringir nuestra ley”. Durante cuarenta días quedaron ante el prefecto en actitud suplicante descuidando la siembra, hasta que él se alarmó temiendo que pasándose el tiempo de la siembra una hambre arrastrara al pueblo al robo. Petronio entonces anunció s una asamblea reunida en Tiberias su resolución de Posponer la obra hasta recibir futuras órdenes de Roma. La influencia de Agripa con Calígula logró la suspensión del decreto, y el tirano se preparaba pare desahogar su disgusto sobre Petronio cuando el puñal de Casio Chaetea libró al imperio del diario terror de nuevos excesos de locura. (41 A. D.) 7. --Cuando el cuerpo de Calígula fue abandonado por los asesinos en el oscuro corredor entre el palacio y el anfiteatro el único hombre que lo protegió de toda profanación fue el príncipe judío cuyo nombre se ha mencionado más de una vez; este fue Herodes Agripa I, “el rey Herodes” de Hechos 12 y el Agripa de Josefo, hijo de Aristóbulo y Berenice, y nieto de Herodes el Grande. fue enviado a Roma al ocurrir la ejecución de su padre y fue educado con Druso, el hijo de Tiberio. A la muerte de Druso se encontró excluido de la presencia del emperador, y además estate abrumado de deudas, pero regresando a Palestine obtuvo, mediante su hermana Herodías, la protección de Herodes Antipas, quien lo hizo gobernador de Tiberias, pero pronto ocurrió una dispute y después de extrañas vicisitudes y aventuras Agripa obtuvo un préstamo de un personaje en Alejandría con lo cual pudo regresar a Italia donde se unió al fin al joven Cayo, (Calígula) y habiendo alguien escuchado que expresó la esperanza de la pronta accesión de su amigo, fue arrojado en la prisión por Tiberio, en donde quedó hasta que Cal ígula ascendió al poder en 37 A. D. El nuevo emperador le dio los gobiernos que anteriormente había sido de los tetrarcas Felipe y Lysanias, habiéndole concedido las insignias de la realeza y otras muestras de su favor, y así arribó a Palestina en el año siguiente después de visitar Alejandría. Todas estas distinciones excitaron los celos de Herodes Antipas y de su esposa Herodías, dándose luego a la vela rumbo a Roma con la esperanza de suplantar a Agripa en el favor del emperador. Como hemos visto, Agripa se dio cuenta de sus designios y se anticipó con un contra ataque acusando a Antipas de sostener una correspondencia traidora con los Partos. Antipas no pudo desvanecer la acusación y fue desterrado a la Galia, (39 A. D.) y sus dominios se añadieron a los que ya tenía Agripa. Durante el breve y desenfrenado reinado de Calígula, Agripa continuó siendo su fiel amigo, usando su influencia, como hemos visto, en favor de los judíos. Habiendo pagado los últimos honores a los restos de su amo allanó la senda de su sucesor al trono con su actividad y discreción al llevar mensajes entre el Senado y el campo pretoriano. Claudio lo recompensó con el reino de Judea y Samaria, añadidos a su tetrarquía, y de esta manera los dominios de Herodes el Grande se reunieron otra vea bajo su nieto. (41 A. D.) No cabe dudes que debemos atribuir al espíritu filosófico del emperador, así como a su favor hacia Agripa, su edicto de tolerancia pares la religión judía, la efectividad del cual se comprobó con el castigo inflingido por Petronio sobre los habitantes de Dory por haber insultado una sinagoga judía. Agripa llegó a Palestina a tomar posesión de su reino, y uno de sus primeros actos fue visitar el templo en donde ofreció sacrificios y dedicó la cadena de oro que el finado emperador le había regalado después de que había sido librado de su cautividad. Dicha cadena fue colgada en el Tesoro. Simón fue hecho Sumo Sacerdote y el impuesto de la casa fue condonado. A diferencia de los otros príncipes de su familias, Agripa fue un observador estricto de la ley, y buscó con éxito el favor de los judíos. Residió mucho en Jerusalén realizando grandes mejoras materiales y aumentando su prosperidad y comodidad. Por algún tiempo la ciudad se había estado extendiendo hacia el norte y un suburbio grande se había formado en la parte alta al norte del templo y fuera de la segunda muralla que encerraba la parte norte del gran valle central de la ciudad. Antes, la porción exterior de este suburbio ---que se llamaba Bezetha, o “pueblo nuevo”, y que había crecido rápidamente, carec ía de la protección de alguna muralla, estando prácticamente expuesto a algún ataque. Esta falta de defensas llamó la atención a Agripa, quien lo mismo que el primer Herodes fue un gran constructor, y comenzó a cercarlo de una manera tan espléndida y fuerte, que despertó las sospechas del prefecto de Siria, Vibio Marso, a cuyas instancias la obra se suspendió por órdenes de Claudio, pero más tarde parece que los judíos pagaron por el permiso pares completar la obra. Esta nueva muralla, la última de las tres que encerraban la ciudad por el norte, partía de la vieja muralla en la Torre Hípico, cerca de la esquina noroeste de la ciudad. Corría hacia el norte y luego describía una vuelta grande hacia el este pares regresar al sur siguiendo el borde occidental del Valle del Cedrón hasta que se unía al muro sur del templo. Así encerró no solamente el nuevo suburbio sino también el distrito que quedaba inmediatamente al norte y noroeste del templo en la entrada del valle del Cedrón que hasta el día de hoy da la salida al campo. Las enormes piedras que todavía quedan, muchas de ellas intocadas, en las murallas al este y al sur de la área de Haram, especialmente la esquina sureste bajo “el Baño y la Cuna de Jesús”, son parte de esta muralla. El año 44 comenzó con la ejecución de Santiago por Agripa, acto expresamente atribuido a su deseo de agradar a los judíos, seguido en la Pascua por el encarcelamiento de Pedro y su escapatoria. El ejercicio del poder de vida y muerte muestra que, aunque el poder de Agripa dependía enteramente del placer del emperador, apenas si podía llamársele nominal, pero Josefo claramente lo llama una atribución ilegal de un poder que pertenecía únicamente al procurador romano. Fue, en efecto, la política sistemática de Claudio, gobernar aquellos territorios del oriente que todavía no se habían incorporado completamente al imperio, por medio de sus príncipes inferiores y de esta manera restauró el reino de Commagenes a Antioco, el Ponto a Mithridates y el trono de Herodes a Agripa. El príncipe subordinado probablemente obraba en el espíritu del emperador cuando reunió cinco reyes vecinos en una soberbia fiesta en Tiberias: su hermano Herodes, rey de Calcis: Antioco, rey de Commagenes; Cotys, rey de Armenia Baja; Sampsigerano, rey de Emesa: y Polemon, rey del Ponto, y cuando Vibio Marso, celoso de la reunión, ordenó que los reyes regresaran a sus territorios, Agripa tuvo el atrevimiento de escribir a Claudio solicitando la salida del prefecto. La naturaleza había asegurado a Agripa la herencia al memos de una parte de la grandeza de Salomón,. Ahora, lo mismo que entonces, las ciudades marítimas de Fenicia dependían para sus cereales de los fértiles valles de Palestina: “Porque las tierras de ellos gran abastecidas por las del rey”. (Hechos 12:20) . La vasta influencia que ejercía se comprueba con la humildad con que los tirios y sidonios lamentaron el enfado del rey, y -la pompa en medio de la cual recibió a sus enviados en Cesarea, indicando el deseo do asumir toda la grandeza de su abuelo, solamente hizo más conspicua la semejanza de sus muertes. En el cuarto año de su reinado sobre toda Judea, (44 A. D.) Agripa celebró unos juegos en Cesarea lo hoaor del emperador, y cuando el segundo día apareció lo el teatro con un manto real hecho enteramente de una tela de plata que resplandecía en el sol de la mañana, sus aduladores lo saludaron como a un dios, y súbitamente fue atacado de horribles dolores y llevado del teatro al palacio donde murió después de cinco días de agonía de una enfermedad asquerosa, como la de los grandes perseguidores, Antioco Epífanes y su propio abuelo. “Después de ser atormentado durante cinco días con dolores intestinales fue comido de gusanos y entregó el espíritu”. (44 A. D.) Así dice el gran historiador de los judíos, Josefo. El carácter milagroso y judicial de su muerte se afirma claramente por el sagrado historiador en Los Actor: “Y luego el ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios”. Los griegos de Sebaste y Cesarea, con sus propios soldados mostraron un brutal regocijo ante la muerte de Agripa, y la censura que el motín trajo por parte de Claudio sobre los soldados romanos amargó sus sentimientos hacia los judíos a tai grado que Josefo considera esto como una de las principales causas de la guerra contra los judíos. 8. --Herodes Agripa II, hijo de Herodes Agripa I, fue a Roma cuando falleció su padre teniendo apenas diecisiete años de edad y Claudio halló en su juventud una razón pare no darle el reino de su padre como había intentado. Más tarde el emperador le dio el reino de Chalcis (50 A. D.) que estaba vacante con motivo de la muerte de su tío Herodes y pronto fue cambiado por las tetrarquías de Iturea y Abilene a las cuales Nerón agregó ciertas ciudades de la Decápolis en la región del lago de Galilee. (52 A. D.) Pero más allá de sus propios dominios le fue permitido a Agripa ejercer sobre toda Judea aquella influencia que aun Pablo reconoce que fue muy apreciable pare un judío que veía en él al último vástago de la case Asmoneana. En particular ejerció las mismas funciones eclesiásticas que la política tolerante de Roma había permitido a su tío Herodes, es decir, el gobierno del templo y el nombramiento del Sumo Sacerdote. Según sabemos por la misma autoridad, “él era experto en todas las costumbres y asuntos de los judíos’“. y por lo lento, podía entender las Sagradas Escrituras, lo que arrancó de sus labios su memorable confesión ante los razonamientos de Pablo: “por poco me persuades a ser cristiano”. (Hechos 26: 3. 26-28) . Gratificó su gusto hereditario por la magnificencia adornando a Jerusalén y Beryto con costosos edificios, pero lo hizo de una manera tal que ofendió mortalmente a los judíos, y sus relaciones con su hermana Berenice, la viuda de su tío Herodes, fueron de un carácter muy dudoso. Pero el principio dominante de su vida fue preservar su fidelidad a Roma. Su hermana Drusila se casó con Félix, el procurador de Judea bajo los gobiernos de Claudio y de Nerón, y la narración del proceso de Pablo muestra la intimidad que había entre Agripa y Festo: el snce9or de Félix. En la última gran rebelión de Judea él tomó el lado de Roma, y con la destrucción de Jerusalén (70 A. D.) se puso fin a este principado judío. Sin embargo conservando su vacío título de rey, Agripa sobrevivió al desastre de su país viviendo en Roma en un lujo espléndido juntamente con Berenice, muriendo allí en el tercer año de Trajano. (100 A, D.) De los otros miembros de 1a case de Heredes no es necesario decir más de lo que aparece en la tabla genealógica. 9. --Poco después de la muerte de Herodes Agripa I Cuspio Fado llegó de Roma como procurador bajo Longino como prefecto de Siria. Se hizo un intento de parte de los romanos pare tomar posesión de nuevo de los mantos pontificales, pero al referir el asunto al emperador el intento quedó abandonado. En el año 45 A. D. comenzó una terrible hambre que duró dos años, habiendo sido aliviada la condición de la gente de Jerusalén con la presencia de Helena, reina de Adiabene, convertida a la fe judía, quien visitó la ciudad en el año 46 a importó semillas y frutas secas que ella misma distribuyó entre los pobres. Durante su estancia allí Helena construyó a distancia de tres estadios de la ciudad una tumba marcada por tres pirámides en la cual fueron depositados sus restos después juntamente con los de su hijo. Estaba situada al norte y constituía uno de los puntos en el curso de la nueva muralla. Esta hambre proporciona uno de los datos principales en la cronología de los Hechos en el viaje de Pablo y Barnabás pare llevar la ofrenda pare los cristianos pobres de Jerusalén, fondos que habían sido reunidos en Antioquía como resultado de la predicción de aquella hambre hecha por Agabo. Fado fue sucedido por Tiberio Alejandro, un judío egipcio apóstata, (46 A. D.) y luego él fue sucedido por Ventidio Cumano (48 ó 50 A. D.) Un espantoso motín ocurrió en este año durante la Pascua, causado, lo mismo que en ocasiones anteriores, por la presencia de soldados romanos en la Torre Antonia, en los patios y en los claustros del templo durante el festival. Diez mil, o según otra estadística, dote mil, se dice que encontraron la muerte no por la espada sino aplastados hasta la muerte en los angostos callejones que conducen del templo a la ciudad. Después de otros atropellos Cumano fue llamado a Roma en donde la influencia de Agripa procuró su destierro, (53 A. D.) siendo nombrado Félix en su lugar, debido en parte a las instancias de Jonatán el entonces Sumo Sacerdote. El odio que Claudio sentía hacia “la superstición extranjera” se había manifestado entre tanto en un edicto que desterraba de Roma a los judíos. (52 A. D.) Félix gobernó la provincia de un modo cruel, bajo y disipado. La sucinta descripción que hace Tácito está de acuerdo con los completos detalles que da Josefo, aunque esta narración tiene el colorido de su hostilidad hacia los judíos patriotas y zelotes que bajo el nombre de ladrones dice que Félix extirpó crucificando a centenares. Su período de gobierno estuvo lleno de dificultades y de sediciones. Leemos que destruyó a varios falsos Mesías, a los seguidores de un mago egipcio, motines entre los judíos y sirios en Cesarea, y entre los sacerdotes y los principales ciudadanos de Jerusalén. Un grupo de feroces fanáticos a quienes Josefo Llama Sicarü, (asesinos), había comenzado a manifestarse en la ciudad, y cuyo credo era robar y asesinar a todos los que juzgaban hostiles a los intereses judaicos. Félix, cansado de las reprensiones de Jonatán por su vida licenciosa, se valió de alguno de estos bellacos para asesinarlo. El Sumo Sacerdote fue muerto en el mismo templo entre tanto que ofrecía el sacrificio. El asesinato nunca fue investigado y alentados por esto los sicarios repitieron su criminal conducta añadiendo así a los ojos de los judíos el espantoso crimen de sacrilegio al de asesinato. Y el desorden no se redujo a las clases bajas, pues los principales de la ciudad, y los sumos sacerdotes mismos robaron de los patios de la trilla los diezmos que pertenecían a todos los sacerdotes y manejaron grupos de motineros para iniciar tumultos y luchas en las calles. En verdad no sólo Jerusalén sino todo el país en su extensión estaba en medio de la más espantosa confusión a inseguridad, y aunque la falta de vigor no era precisamente una de las deficiencias de Félix, sus medidas severas y sus crueles retribuciones parece que nada más aceleraron el ya rápido curso que llevaba a los judíos a la ruina. Su conducta deteniendo a Pablo en la prisión con la esperanza de lograr algún dinero añade a las muestras de la tiranía la bajeza del liberto. Tácito describe al hombre en una cola frase, diciendo: “por toda forma de crueldad y concupiscencia ejerció el poder de un rey con el espíritu de un esclavo”. Tales fueron los crímenes que pesaron en la conciencia del juez del apóstol, temiendo la venganza de su amo terrenal entre tanto que aprendía algo de los elevados principios de su esposa judía, Drusila. No debe sorprendernos que entre tanto que Pablo “razonaba acerca de la justicia, la continencia y el juicio venidero. Félix temblara de terror. La más grande atrocidad cometida por él fue una matanza de judíos en Cesarea, con ocasión de uno de sus frecuentes choques con los griegos. Se le acusó de esto ante Nerón después de ser depuesto, (60 A. D.) pero los amigos de su hermano Fallas tuvieron todavía influencia suficiente para salvarlo del castigo, entre Canto que los griegos de Cesarea lograban un decreto imperial privando de sus derechos a los ciudadanos judíos. Estos asuntos de Cesarea apresuraron el futuro conflicto: los griegos vinieron a ser más y más insolentes, y los judíos más y más turbulentos. A fines del año 60 A. D. o principios del 61. Porcio Festo sucedió a Félix como procurador. Festo era un oficial hábil y recto, y al mismo tiempo de espíritu conciliador con los judíos como lo probó en el juicio de Pablo, el cual se efectuó no en Jerusalén sino en Cesarea. En el breve período de su administración abatió a los ladrones con mano de hierro y dio a la provincia un período de descanso, aunque corto también. En cierta ocasión tanto Festo como Agripa tuvieron un choque con los judíos de Jerusalén con motivo de que Agripa había añadido un departamento al antiguo palacio asmoneano en la saliente oriental de la Ciudad Alta, desde donde se tenía una vista completa del interior de los patios del templo. Los judíos, para interceptar esta vista, levantaron un muro en el poniente del cuadrángulo interior, pero el muro no sólo le cortaba la vista a Agripa sino que también evitaba la vista de los claustros exteriores. en los cuales se estacionaba la guardia romana durante las fiestas. Tanto Agripa como Festo intervinieron en el asunto y exigieron que el muro fuera derribado. pero los judíos sostuvieron; que una vez edificado era parte del templo y rogaron que se les permitiera apelar a Nerón. Este les concedió su petición pero retuvo en rehenes al Sumo Sacerdote y al tesorero, quienes habían encabezado la diputación. Agripa entonces nombró a José, llamado Cabi, al puesto sacerdotal vacante en el cual muy pronto fue sucedido por Annas, o Anano, el quinto hijo del Annás delante de quien fue llevado nuestro Salvador. Probablemente en 62 murió Festo y fue sucedido después de algún tiempo por Albino. En este intervalo se inició una persecución en contra de los cristianos a instancias del nuevo Sumo Sacerdote que era un rígido Saduceo, y Santiago y otros fueron acusados delante del Sanhedrín, y fueron “entregados para ser apedreados”, pero de alguna manera sucedió que Santiago no murió entonces sino unos años más tarde. Este acontecimiento ofendió gravemente a todos y costó su puesto a Annás cuando apenas lo había tenido por tres meses, habiéndolo sucedido Jesús, (Joshua), hijo de Damneo. Albino comenzó su gobierno haciendo esfuerzos para dominar a los sicarios y a otros trastornadores de la paz, y en verdad logró conservar en todas partes un aspecto de justicia y de vigor aunque en secreto era egoísta y rapaz. Pero antes de que fuera depuesto siguió más abiertamente sus impulsos y todos por igual, sacerdotes, el pueblo y el gobierno se entregaron sin coto alguno a la rapiña y el derramamiento de sangre: sumos sacerdotes rivales encabezaron motines y se apedrearon unos a los otros hasta que según las palabras de Josefo. “todas las cosas fueron de mal en peor”. Aquellos males se agravaron con dos acontecimientos: primero, Albino dio libertad, antes de su partida, a todos los criminales menores que estaban en la prisión: y luego, la cesantía de un enorme número de trabajadores que se ocupaban de terminar las reparaciones del templo. Se hicieron esfuerzos para remediar lo segundo induciendo a Agripa a reconstruir el claustro oriental pero él se rehusó a emprender obra de tal magnitud aunque consintió en pavimentar de mármol la ciudad. Las reparaciones de una parte del santuario que había caído, y la reconstrucción de los cimientos de algunas porciones, se difirieron por entonces, pero se reunieron materiales y se guardaron en uno de los patios. 10. --Malo como Albino había sido, Gesio Floro que lo sucedió en el año 65 fue todavía peor. En efecto, aun Tácito reconoce que la resistencia de los oprimidos judíos no podía prolongarse más. Tan grande fue su rapacidad que distritos y ciudades enteras quedaron desoladas y a los ladrones se les dio impunidad completa para sus saqueos. En la Pascua, probablemente en el año 66, cuando Cestio Gallo, prefecto de Siria, visitó Jerusalén, todo el pueblo reunido le rogó que hiciera justicia, pero sin obtener resultado alguno. El siguiente atentado de Floro fue tratar de hacerse de algunos de los tesoros del templo. En el hombre del emperador exigió diecisiete talentos y esta exigencia produjo un alboroto frenético en medio del cual se acercó a la ciudad tanto caballería como soldados de a pie. Esa noche Floro se estacionó en el palacio real, el de Herodes, que estaba en la esquina noroeste de la ciudad, y a la siguiente mañana tomó asiento en el Bema, ordenando que tanto el Sumo Sacerdote como un buen número de los principales de la ciudad fueran traídos delante de él, exigiéndoles que le entregaran a los líderes del último motín, y como se lo negaron, ordenó a sus soldados que saquearan la Ciudad Alta, orden que demasiado fielmente fue cumplida; en cada una de las casas penetraron y las saquearon echando fuera a sus moradores. Como hicieran esfuerzos para salir por los angostos callejones que quedaban en el valle entre la Ciudad Alta y el templo muchos fueron cogidos y muertos. mientras que otros fueron llevados delante de Floro, azotados y en seguida crucificados. Ningún rango ni clase quedó exceptuado; entre ellos hubo judíos que llevaban la orden ecuestre romana pero ellos fueron las víctimas tratadas con la mayor indignidad. La misma reina Berenice, que en esos días estaba ocupando el palacio de los Asmoneos en el mero centro de la matanza, se sintió tan afectada por la escena que yendo en persona y descalza a la presencia de Floro intercedió por el pueblo, pero sin lograr nada; y al regresar ella misma estuvo a punto do ser muerta escapando solamente porque se refugió en su palacio llamando a su guardia para que le protegiera. Mayores detalles de este espantoso tumulto es mejor que los callemos. Floro fracasó en su intento de forzar su marcha hacia la Torre Antonia por la ciudad vieja desde donde hubiera tenido fácil acceso a los tesoros del templo, y hallando que los judíos habían derribado los claustros del norte y del poniente por donde se unían a la fortaleza cortando así toda comunicación, desistió de su intento y se retiró a Cesarea. Cestio Gallo, prefecto de Siria, vio la necesidad de hacer una visita personal a la ciudad y para ello envió a uno de sus ayudantes para anunciarlo, pero antes de que él mismo llegara los acontecimientos habían pasado ya de todo remedio posible. Agripa hacía muy poco que había regresado de Alejandría y había hecho mucho para calmar al pueblo. A instancias suyas reconstruyeron la parte del claustro que había sido demolida y reunieron los tributos atrasados, pero la simple sugestión de él de que debían obedecer a Floro hasta que fuera reemplazado produjo tal tormenta que se vio obligado a abandonar la ciudad. El partido sedicioso en el templo dirigido por el joven Eleazar hijo de Ananías, rechazó las ofrendas del emperador romano que se habían venido haciendo regularmente desde los días de Julio César. Esto, como una renuncia directa de su lealtad fue el verdadero comienzo de la guerra con Roma. Tal actitud no se llevó a cabo sin la resistencia de las gentes de más edad y más sabias, pero las reconvenciones de nada valían, los innovadores no escucharían ninguna clase de representaciones. Por lo tanto, el partido de la paz despachó algunos de los suyos a Floro y a Agripa, y éste envió 3,000 hombres de caballería para ayudar en la conservación del orden. Las hostilidades comenzaron desde luego. El partido de la paz, encabezado por el Sumo Sacerdote, y fortalecido por los soldados de Agripa, se fueron a la Ciudad Alta mientras los insurgentes estaban posesionados del templo y de la Ciudad Baja. En la Torre Antonia estaba una pequeña guarnición romana. Durante siete días hubo muy duros encuentros esforzándose cada lado por tomar posesión de la parte retenida por el otro. AI fin, los insurgentes, que se conducían con toda ferocidad y se vieron reforzados por un buen número de sicarics, quedaron triunfantes. Ganaron la Ciudad Alta arrojando de allí a todos, al Sumo Sacerdote y a otros líderes, a las zanjas y los subterráneos, y los soldados al palacio de Herodes. El palacio Asmoneano, la casa del Sumo Sacerdote y la casa donde estaban los archivos .---“los nervios de la ciudad”, según las palabras de Josefo-- fueron incendiados. En seguida fue atacada la Torre Antonia y en dos días lograron una entrada, acuchillaron a la guarnición y quemaron la fortaleza. Las ballestas y catapultas encontradas allí se reservaron para futuro uso. Luego fueron sitiados los soldados que estaban en el palacio de Herodes, pero fueron tan fuertes las murallas y tan firme la resistencia que pasaron tres semanas antes de que pudieran efectuar una entrada. Los soldados se vieron al fin obligados a abandonar el palacio refugiándose en las tres grandes torres del muro cercano sufriendo grandes pérdidas, y finalmente fueron muertos todos de una manera muy traidora. El Sumo Sacerdote y su hermano fueron descubiertos en su escondite en el acueducto del palacio a inmediatamente fueron ejecutados. De esta manera los insurgentes quedaron completamente dueños tanto de la ciudad como del templo, pero esto no había de durar mucho tiempo. Después de la derrota de Cestio Gallo en Bethhoron comenzaron las disensiones y pronto vino a revelarse que había aún un fuerte partido moderado y Cestio se aprovechó de ello para avanzar desde Scopus sobre la ciudad: se abrió camino a través de Bezetha, el suburbio nuevo al norte del templo, cruzando el mercado de madera, quemando todo a su paso hasta que al fin acampó enfrente del palacio al pie del segundo muro. Los judíos se retiraron a la Ciudad Alta y al templo. Durante cinco días Cestio asaltó el muro sin ningún resultado; al sexto día se resolvió a efectuar un nuevo intento, pero esta vez desde un punto distinto: el muro norte del templo, al oriente y detrás de la Torre Antonia. Sin embargo, los judíos pelearon con tal furia desde lo alto de los claustros que nada pudo lograr y cuando llegó la noche se retiró a su campo en Scopus. Hasta allá lo fueron a seguir los insurgentes y en tres días le causaron una de las más fuertes derrotas que un ejército romano haya sufrido. Sus catapultas y ballestas le fueron quitadas guardándolas los judíos para el sitio final. Esto ocurría el día 8 de Marchesvan, (comienzos de noviembre) del año 66 A. D. La guerra con Roma era ya inevitable, y Nerón, que recibió las noticias estando en Grecia, encomendó la dirección de ella a su general más hábil, T. Flavio Vespasiano, (después emperador) quien envió por delante a su hijo Tito. Era evidente que el sitio de Jerusalén era sólo asunto de tiempo. Anano, el Sumo Sacerdote, hombre prudente y moderado, tomó la jefatura. Los muros fueron reparados, arenas. instrumentos y toda clase de máquinas de guerra se fabricaron y se hicieron toda clase de preparativos. La ciudad quedó en actitud de expectación excepto algunos movimientos sencillos como la expedición a Ascalón y las escaramuzas con Simón Bar-gioras, entretanto que Vespasiano estaba reduciendo el norte del país, hasta la caída de Giscale (octubre o noviembre de 67) cuando Juan, el hijo de Levi,-escapó de allí a Jerusalén para venir a ser uno de los más prominentes en el venidero conflicto. Tampoco debemos omitir mencionar aquí al gran rival de Juan, José, el hijo de Matías, quien es conocido más bien por su nombre romano de Flavio Josefo, el historiador de los judíos y de esta guerra. Sacerdote del más ilustre linaje, distinguido también por su piedad ascética y su erudición hebraica y griega, fue nombrado por el partido moderno para defender Galilea y subyugar a los zelotes. Su energía en la última tarea lo hizo un mortal enemigo de Juan de Gis, cala mientras que su brillante, aunque vana defensa de Jotapata, delante de la cual el mismo Vespasiano fue herido, le ganó el respeto del jefe romano, quien lo llamó a estar a su lado durante la guerra empleando sus servicios como mediador, aunque sin ningún resultado, y al fin fue recompensado con una concesión de tierra en Judea, una pensión, y la franquicia romana. En cuanto a los detalles de la guerra Josefo es nuestra única autoridad aunque eso es de lamentarse porque además de su natural tendencia a complacer a sus amos imperiales su sentido de la completa falta de esperanza para la causa judía aniquiló toda simpatía patriótica para la resistencia a aquella intolerable opresión, y cierta animosidad personal lo hace pintar a los zelotes con los más negros colores. No es tampoco necesario advertir a nuestro* lectores cristianos en contra de juzgar los méritos de la causa judaica por los más altos fines que su suerte estaba destinada a cumplir. Desde la llegada de Juan pasaron dos años y medio hasta que Tito apareció ante las murallas de Jerusalén que ahora estaban solas como una roca en medio de aquella oleada conquistadora que había vencido a todo el país. Entretanto que Vespasiano reducía a la Galilea -los samaritanos, quienes hicieron causa común con los judíos en su situación, habían reunido todas sus fuerzas en el Monte Gerizim, y siendo obligados por la sed a rendirse a Petilio Cerealis, fueron alevosamente asesinados-- Trajano, el padre del emperador, tomó a Jamnia, la fortaleza fronteriza de Judea, y Jope, el único puerto. (67 A. D.) En la segunda campaña los romanos barrieron Perea destruyéndolo todo y multitudes de los habitantes en plena huída fueron muertos y ahogados en las fuentes del Jordán. Vespasiano había reunido todas sus fuerzas en aquella ciudad y estaba preparando su avance sobre Jerusalén cuando llegaron las noticias de la muerte de Nerón y suspendió sus operaciones pensando que aquello era una cuestión mucho más importante que la suerte de la Santa Ciudad (68 A. D.) En Alejandría, a donde se había retirado juntamente con Tito en espera de la guerra civil en Italia, fue proclamado emperador por sus soldados el. primero de julio de 69, y sus generales en Roma aseguraron su advenimiento con el derrocamiento y la muerte de Vitelio el 21 de diciembre. Vespasiano no salió de Alejandría sino hasta el siguiente mes de mayo dejando a Tito la tarea de terminar la guerra con los judíos, la que se había suspendido por casi dos años. Todo aquel tiempo se había ocupado en los conflictos entre el partido moderado, el que deseaba seguir una línea de conducta que pudiera todavía preservar la nacionalidad de los judíos y la existencia de la ciudad, mientras que los zelotes o fanáticos, los defensores de la independencia nacional, que rechazaban con desprecio la idea de una transacción, resolvieron conquistar su libertad o perecer. Los zelotes, careciendo de todo escrúpulo, y apelando a la matanza a la menor resistencia, triunfaron pronto y al fin reinaron soberanamente sin ninguna resistencia, excepto la que resultaba de sus propias facciones internas. Para los repulsivos detalles de este espantoso período de choques y ultrajes tenemos qué referir al lector otras obras, como la de Milman y Merivale, por ahora será suficiente decir que en los comienzos del año 70 A. D. cuando Tito hizo su aparición, los zelotes mismos se dividieron en dos partidos: el de Juan de Giscala y Eleazar, que estaban apoderados del templo, sus patios y la Torre Antonia; y el de Simón Bar-Gioras cuyos cuarteles estaban en la Torre Phasaelo, teniendo la Ciudad Alta desde el presente Coenaculum hasta el Convento Latino, la Ciudad Baja en el valle y el distrito en donde la antigua Arca había estado primeramente, al norte del templo; en todo 10,000 hombres, más 5,000 idumeos y otros más, hasta sumar unos 23 ó 24,000 soldados entrenados en las luchas civiles de los últimos dos años, poseyendo grande habilidad y una completa temeridad. Las cifras relativas a los otros habitantes, aumentadas por los extranjeros y los peregrinos que del país acudían a la Pascua es sumamente difícil determinarlas. Tácito, tomando con toda seguridad sus datos de fuentes romanas da el total como 600,000. Josefo afirma. que durante el sitio perecieron 1.100,000 pero esto parece muy exagerado. Dice también que más de 40,000 tuvieron permiso de irse al campo además de “un inmenso número” que fueron vendidos al ejército, todo lo cual hace ascender el número a unos 97,000 que fueron hechos cautivos durante toda la guerra. La computación de Josefo puede llegar en números redondos a 1.200,000. Aun las cifras menores en este cálculo parecen ser muy grandes cuando apenas pueden haber excedido de unas 60 ó 70,000 almas. La ciudad estaba llena de judíos cuyas pasiones y fervor, exasperados por la última guerra y exaltados por los sentimientos propios de la época de la Pascua destinada a ser la última, fueron estimulados por los zelotes e inflamados por las facciones, y este estado de la ciudad sentenciada pudo bien preparar a los que ya conocían al pueblo para los más hórridos actos y los sufrimientos más espantosos. Acorralados como borregos para la matanza, ellos a su vez parecían lobos devorándose los unos a los otros. Pero la escena tenía un aspecto todavía más terrible vista a la luz de la antigua profecía, así como de las declaraciones conminatorias reciente de Jesús acerca de la suerte de la ciudad. Así como aquellos que rechazaron a Jesús no hicieron más que “henchir la medida de sus padres”, (Mat. 23:32) así las advertencias hechas a aquellos padres por Moisés, por Salomón y por los profetas se hicieron más acentuadas y más actuales en el discurso de nuestro Señor en su última partida del templo. Pero la significación especial de la destrucción de Jerusalén como el cumplimiento de la última gran profecía expresada bajo el Antiguo Pacto, como prueba de la autoridad de Aquel que la dijo, y como “la mudanza de cosas movibles, como de cosas hechas, para que queden las cosas que son fumes”. (Heb. 12:27) sería asunto para ser considerado más tarde en la culminación de la primera etapa en la historia de la Iglesia Cristiana. Por ahora sólo añadiremos aquí que los cristianos de Jerusalén se salvaron por la advertencia del Señor acerca de la ceguedad de sus pasiones. Aprovechándose de la oportunidad que se les ofreció antes de que Tito cerrara el sitio partieron en cuerpo para Pella, una villa de la Decápolis situada más allá del Jordán, que vino a ser el asiento de la “Iglesia de Jerusalén” hasta que Adriano lee permitió regresar. 11. --Las fuerzas de Tito consistían de cuatro legiones y algunos auxiliares, un poco más de 30,000 hombres. Cuando llegaron se dispusieron en tres campos: las legiones 12ª y 15ª sobre el lomerío de Scopus, como una milla al norte de la ciudad; la 54ª un poco atrás; y la 10ª sobre el Monte de las Olivas para guardar el camino al valle del Jordán y para “bombardear” --si se nos permite la expresión.- desde aquella posición dominante. El ejército estaba bien provisto de “artillería” y máquinas de la más reciente y aprobada invención. La primera operación consistió en limpiar el terreno entre Scopus y la muralla norte de la ciudad: tirar los árboles, destruir las cercas de los huertos que se recostaban contra la muralla y nivelar las salientes rocosas. En esto se ocupó durante cuatro días, y una vez terminada esta labor las tres legiones marcharon de Scopus y acamparon fuera de la esquina noroeste de la muralla, extendiéndose desde la Torre Psephino a la opuesta de Hippico, siendo su primer objetivo posesionarse de la muralla exterior. El punto de ataque escogido estaba en la región de la ciudad defendida por Simón, lugar bajo y comparativamente débil cerca del monumento de Juan Hyrcano, próximo al punto de unión de las tres murallas y en donde la Ciudad Alta quedaba nivelada con el terreno adyacente. En torno de este sitio las tres legiones erigieron plataformas desde las cuales abrieron sus baterías empujando los arietes y otras máquinas de ataque hasta el pie de la muralla. Uno de los arietes, más poderoso que todos los demás fue bautizado por los judíos con el sobrenombre de Nikón, “el conquistador”. Se erigieron también tres grandes torres de 75 pies de altura que rebasaban el muro. Entretanto, la legión 10ª que se encontraba en el Monte de las Olivas inició el combate sobre el templo y el lado oriental de la ciudad. Tenían las ballestas más pesadas y causaron mucho daño. Simón y sus hombres no permitieron que estos ataques siguieran adelante sin molestarlos en nada, pues las catapultas que habían quitado a Cestio y las que habían encontrado en Antonia fueron colocadas sobre el muro y efectuaron constantes y desesperadas salidas. Al fin los judíos comenzaron a cansarse de sus inútiles ataques: vieron que la muralla tenía qué caer y como habían hecho durante el sitio puesto por Nabucodonosor abandonaron sus posiciones durante la noche y se fueron a sus casas. Con ayuda del poderoso Nikón abrieron el día 7 de Artemisio, (como por abril 15) y por allí entraron los romanos arrollando a los judíos delante de ellos hasta el segundo muro. Entonces fue derribada una larga porción de la muralla y las partes de Bezetha que habían escapado a la destrucción por Cestio fueron niveladas y se formó un nuevo campo en el lugar antiguamente ocupado por los asirios, y que todavía entonces se llamaba “el campo Asirio”. Esto fue un gran paso en el avance. Tito se encontraba ahora con la segunda muralla de la ciudad cerca de él por su derecha, mientras que por delante y a no considerable distancia se alzaban la Torre Antonia y el templo sin ningún obstáculo intermedio para realizar su ataque. Todavía, sin embargo, prefirió, antes de avanzar, posesionarse de la segunda muralla, y las cercanías del monumento de Juan fueron escogidas otra vez. Simón no fue menos indomable en el asalto ni menos fértil en estratagemas que antes, pero no obstante todos sus esfuerzos, en cinco días abrieron otra vez una brecha. El distrito al cual penetraron ahora los romanos era el gran valle que queda entre las dos colinas principales de la ciudad, ocupadas entonces, lo mismo que ahora, por una mesa intrincada de angostos y tortuosos callejones conteniendo los mercados de la ciudad, sin dude no muy diferentes de los actuales bazares. La brecha abierta por Tito estuvo donde los puestos de lanas, telas y bronces se acercan a la muralla, distrito que los judíos habían sostenido con la mayor tenacidad. Conociendo como ellos conocían cede vuelta de aquellos callejones y cede salida tenían una inmensa ventaja sobre los romanos, y fue solamente después de cuatro días de incesante batallar, de fuertes pérdidas y de haber sido completamente rechazados como los romanos fueron capaces de hacer efectiva y segura su posición. Sin embargo Simón se vio obligado al fin a retirarse y entonces Tito demolió la muralla. Esto constituyó el segundo peso en el sitio. Entretanto algunos disparos se habían cambiado mutuamente el la dirección de la Torre Antonia pero sin haber efectuado un ataque formal y antes de empezar seriamente allí Tito resolvió dar a sus tropas unos cuantos días de descanso, y a los judíos una corta oportunidad pare reflexionar. Llamó por lo tanto, a la 10ª legión del Monte de las Olivas y llevó a cabo una revista de todo el ejército en el terreno al norte del templo, a plena vista tanto del templo como de la Ciudad Alta, estando cada casa y toda la muralla llenas de espectadores, pero la oportunidad fue completamente desatendida por los judíos y después de cuatro días se dieron órdenes pare comenzar de nuevo el ataque. Hasta aquí los asaltos habían sido hechos enteramente contra la ciudad, pero ahora serían simultáneos sobre la ciudad y el templo: de acuerdo con esto se construyeron dos pares de grandes baterías, uno enfrente de Antonia y el otro en el viejo punto de ataque. el monumento de Juan Hyrcano. El primer par fue erigido por la 5ª y la 12ª legiones habiendo quedado cerca del estanque Struthio, probablemente lo que en los tiempos modernos era el Birket Israil, por la puerta de San Esteban; el segundo, por la 10ª y la 15ª en el estanque llamado “el estanque del Almendro” posiblemente el que ahora se conoce como el estanque de Ezequias y cerca del monumento del Sumo Sacerdote. Estos bancos parece que deben haberse construido con madera y haces de yerbas debido a la escasez de tierra que encontraron los romanos. Esto absorbió la incesante labor de diecisiete días, habiendo terminado el 29 de Artemisio. (como por mayo 7). Entretanto Juan no había permanecido ocioso pues empleó aquellos diecisiete días de tregua en cavar minas a través de la sólida piedra caliza de la colina desde el interior de la fortaleza hasta debajo de los bancos. Las minas se hicieron con techos de tablón y soportes. Cuando los bancos estaban ya acabados y se colocaban en ellos las máquinas se prendía fuego a las maderas de las galerías, todos los edemas del terreno cedían y la labor de los romanos quedaba enteramente destruida. En el otro punto Simón había sostenido la resistencia con toda su anterior intrepidez y con un éxito mayor que los anteriores. Había aumentado mucho el número de sus máquinas y su gente era ya mucho más experta que antes en el manejo de ellas, así que pudo impedir materialmente el progreso de las obras, y cuando ya estuvieron completas y los arietes habían empezado a hacer una sensible impresión sobre el muro, llevó a cabo un furioso asalto sobre ellos logrando ponerles fuego y dañar seriamente las otras máquinas destruyendo los bancos. Ahora era ya bastante claro a Tito que para poder reducir aquel lugar era preciso emplear otros procedimientos. Aparecía que hasta aquí las secciones del sur y del poniente de la ciudad no habían sido atacadas, y por allí se conservaban las comunicaciones con el campo, las que si no se cortaban el sitio se prolongaría indefinidamente. El número de los que escapaban por allí dice Josefo que llegaba a 500 diariamente. Se celebró, por lo tanto, un consejo de guerra y se resolvió cercar toda la región con un muro y comenzar de nuevo e1 asalto. El muro comenzó en el campo de los romanos en un sitio probablemente fuera del muro moderno entre la puerta de Damasco y la esquina noreste; de aquí seguía para la parte baja de Bezetha como por la puerta de San Esteban; luego cruzaba el Cedrón para el Monte de las Olivas: otra vez hacia el sur por una roca llamada “la Peña del Pichón”, posiblemente la moderna “Tomba de los profetas”, hasta “el Monte de la Ofensa”. Luego quebraba hacia el oeste y otra vez se hundía en el Cedrón, ascendía al “Monte del Mal Consejo” y así seguía el borde de arriba de una barranca hasta la villa llamada Beth-Erebenthi, de donde corría por fuera del monte de Herodes hasta su punto de partida en el campo. Su extensión completa fue de unos 39 estadios, o sea casi unas cinco millas, teniendo unas trece estaciones o casas de guardia. Todo el ejército se empleó en esta tares habiéndose completado en el cortísimo espacio de tres días, después de lo cual el sitio se estrechó completamente. El ataque por el norte quedó suspendido y toda la fuerza se concentró sobre la Torre Antonia. Se construyeron cuatro nuevos banrns o plataformas mucho más grandes que los que se habían construido anteriormente y como toda la madera de los alrededores se había cortado ya, los materiales tuvieron que traerse de unas once millas de distancia. Veinte días fueron necesarios para completar estas plataformas, y al fin, el primero de Panemus o Tamuz, (como junio 7), comenzó el ataque desde los bancos y bajo la protección de éstos los arietes se pusieron a trabajar de manera que en esa misma noche una parte del muro cayó en un sitio en que los cimientos se habían debilitado a causa de las minas empleadas en los anteriores ataques. Todavía todo esto no era más que obras exteriores, pues entre este lugar y la fortaleza misma se descubrió un nuevo muro que Juan había tenido la precaución de construir. A1 fin, después de dos desesperados intentos este muro y el de la fortaleza interior fueron escalados mediante una atrevida sorpresa y el día 5 de Panemus, (junio 11), la Torre Antonia cayó en poder de los romanos. Otra semana se pasó derribando los muros exteriores de la fortaleza para el paso de las máquinas y todavía hobo una tardanza más entre tanto que se erigían nuevos bancos sobre un nuevo nivel para el bombardeo del templo. Durante todo este tiempo -las miserias del cual se conmemoran en el nombre tradicional de yomin deeka, “días de desventura”, aplicado por los judíos al período entre el 17 de Tamuz y el 9 de Abir los más desesperados encuentros cuerpo a cuerpo se efectuaron en los pasillos de la Torre Antonia a los claustros, y algunos en los claustros mismos, en los cuales los romanos trataban por la fuerza de abrirse paso y los judíos evitarlo. Pero los romanos ganaban terreno gradualmente. Primero el claustro occidental, y luego todo el del norte, fueron quemados. (27 y 28 Panemus), después todo el muro que encerraba el patio de Israel y la santa casa misma. En este intervalo, el día 17 de Panemus no pudo ofrecerse el diario sacrificio debido a la falta de sacerdotes oficiantes, circunstancia que desalentó terriblemente al pueblo y que Tito aprovechó para hacer un nuevo llamamiento a que se rindieran, sin resultado alguno. AI fin, el día 10 de Lous o de Ab. (Julio 15), o el 9 según la tradición judía, por el atrevido acto de un soldado en contra de las intenciones de Tito y a pesar de todo lo que hizo para detenerlo, el santuario mismo fue incendiado. Esto ocurrió, por una de esas raras coincidencias que a menudo ocurren, en el mero día y en el mes en que el primer templo había sido quemado por Nabucodonosor. Juan y los de su grupo, que pudieron escapar de las llamas y de la carnicería, se abrieron paso por el puente que estaba al sur de la Ciudad Alta. Todos los claustros que hasta aquí habían escapado, incluyendo la magnífica triple columnata de Herodes en el sur del templo, las cámaras del tesoro y los cuartos en torno de los patios exteriores fueron quemados todos y demolidos. Sólo quedaba el edificio misma del santuario; en su sólida mampostería el fuego había tenido comparativamente poco efecto. y todavía estaban ocultos en sus camarines algunos fieles sacerdotes que habían tratado de rescatar algunos de los más valiosos utensilios, vasos y especial del santuario. Al fin, el templo fue capturado, pero tal parecía que todavía quedaba por hacerse la mitad de la obra. La Ciudad Alta, mucho más elevada que el Moriah, cercada por el muro original de David y Salomón, y por todos lados cortada a pico excepto por el norte, en donde estaba defendida por el muro y las torres de Herodes, quedaba todavía por ser tomada. Tito trató primero de parlamentar por medio de Josefo y después en persona estando él en el extremo oriental del puente que estaba entre el templo y la Ciudad Alta, y Juan y Simón en el extremo occidental; sus condiciones, sin embargo, fueron rechazadas no quedándole más alternativa que forzar el sitio más y más. Toda la parte baja de la ciudad, los callejones atestados, de los cuales ya hemos hablado, fueron incendiados frente a la frenética resistencia de los zelotes juntamente con la casa del Concilio, el edificio de los registros o archivo. ocupado sin duda por Simón desde la destrucción anterior, y el palacio de Helena, todo lo cual estaba situado en esta sección, el suburbio de Ophel bajo el muro sur del templo y las casas hasta Siloé en las explanadas bajas del monte del templo, todo fue destruido. Fueron necesarios dieciocho días para las obras necesarias a la continuación del sitio; las cuatro legiones quedaron otra vez estacionadas en la esquina oeste y noroeste en donde el palacio de Herodes remataba en el muro, y en donde se levantaban de un modo conspicuo las magníficas a inexpugnables torres de Hippico. Phasaelo y Mariamne. Aquí se efectuó el principal ataque. Enfrente del templo lo pendiente de las faldas de la Ciudad Alta hacía completamente improbable que los judíos intentaran realizar un serio ataque, de manera que esta parte entre el puente y el Xysto se dejó a las tropas auxiliares. El ataque se comenzó el día 7 de Gorpiaeus (como septiembre 11), y para el siguiente día se había abierto ya una brecha en el muro entrando al fin los romanos en la ciudad. Durante el ataque parece que Juan y Simón personalmente estuvieron estacionados en las torres ya mencionadas y si hubieran continuado allí probablemente hubieran podido formular algunas condiciones ya que las torres eran consideradas como inexpugnables. Pero a las primeras señales de que se abría la brecha huyeron y cruzando la ciudad descendieron al valle de Hinom, abajo de Siloé, esforzándose por romper el muro de circunvalación y así lograr escaparse. AI ser rechazados allí se fueron a refugiar en algunas de las cavernas subterráneas o en las alcantarillas de la ciudad. Poco después Juan mismo se rindió pero Simón logró mantenerse oculto por algunas semanas y no apareció sino hasta que Tito había salido de la ciudad. Ambos fueron reservados para el triunfo en Roma. Habiéndose tornado la ciudad. todas aquellas panes que habían escapado a las anteriores conflagraciones fueron quemadas, y tanto la ciudad como el templo se ordenó que fueran demolidos excepto el muro occidental de la Ciudad Alta y las tres grandes torres de Herodes en la esquina noroeste, que fueron dejadas en pie como monumentos conmemorativos de la naturaleza maciza de las fortificaciones. De los judíos, los ancianos y los débiles fueron muertos; los adolescentes menores de diecisiete años fueron vendidos como esclavos; del resto algunos fueron enviados a las minas egipcias, otros a los anfiteatros provisionales, y otros fueron destinados a adornar el triunfo del Conquistador. Tito partió dejando la 10ª legión al mando de Terencio Rufo para llevar adelante la obra de demolición. Hablando acerca de esto Josefo nos asegura que “todo fue tan completamente arrasado y minado que ninguno que visitara aquel lugar podría creer que jamás hubiera estado habitado”. 12. --El grande interés que tiene Jerusalén como la escena central de la Sagrada Historia y especialmente en conexión con la predicción del Salvador acerca de la destrucción del templo pide unas cuantas palabras por vía de suplemento. Por más de cincuenta años después de su destrucción por Tito, Jerusalén desaparece de la historia. Durante las revueltas de los judíos en Cyrenaica, Egipto, Chipre y Mesopotamia, que trastornaron los últimos años de Trajano, nunca se intentó el recobramiento de su ciudad, y de sus anales durante este período no sabemos nada. Tres torres y una parte de la muralla occidental fue únicamente lo que quedó de sus poderosas fortificaciones para proteger las cohortes que ocuparon la ciudad conquistada, y las chozas de los soldados fueron por mucho tiempo los únicos edificios que había en aquel lugar; pero durante el reinado de Adriano otra vez emergió de su obscuridad y vino a ser el centro de una insurrección que requirió la mejor sangre romana para subyugarla. y perdiendo toda esperanza de tener sujetos a los judíos por otros medios, el emperador se había formado el propósito de restaurar a Jerusalén y evitar así que viniera a constituir un punto de concentración para aquella turbulenta raza. Para llevar a cabo su plan había enviado allá una colonia de veteranos en número suficiente para la defensa de una posición tan fuerte por naturaleza contra los métodos de ataque conocidos en aquel entonces. A esta medida atribuye Dion Casio la renovación de la insurrección mientras que Eusebio afirma que no se llevó a cabo sino hasta que la rebelión se había aplacado. Sea como fuere, los tizones de la revuelta largo tiempo humeantes, estallaron en llamas muy pronto después de que Adriano había salido del Oriente en el año 132 A. D. La despreciativa indiferencia de los romanos, o el mantenimiento secreto de sus propios planes capacitó a los judíos para organizarse en una vasta conspiración. BarCocheba, su líder, según algunos escritores rabínicos el tercero de una dinastía del mismo nombre, príncipes de la cautividad, fue coronado rey en Bether por los judíos que se le unieron y por el populacho que lo consideró como el Mesías. Su escudero, Rabbi Akiba, que pretendía ser descendiente de Sisera, odiaba a los romanos con el fiero rencor de su nación adoptiva. Todos los judíos de Palestina acudieron a ponerse bajo sus banderas y en un período temprano de la revuelta vinieron a ser los amos de Jerusalén intentando reconstruir el templo. Adriano, alarmado por el rápido extendimiento de la insurrección y los inútiles esfuerzos de sus tropas para reprimirla llamó de Bretaña a Julio Severo, el más grande general de su tiempo, para que tomara el mando del ejército de Judea. Dos años fueron empleados en una furiosa guerra de guerrillas antes de que Jerusalén fuera tomada, después de una desesperada defensa en la que pereció Bar-Cocheba. El valor de los defensores fue debilitado por la caída de las bóvedas del Monte Zión viniendo a ser los romanos los dueños de la posición, pero la guerra no terminó con la captura de la ciudad. Los judíos en gran fuerza habían ocupado la fortaleza de Bether y allí sostuvieron la lucha con toda la tenacidad de la desesperación en contra de los repetidos ataques de los romanos. A1 fin, acosados y diezmados por el hambre y por la peste se rindieron el día 9 del mes de Ab. 135 A. D. estando el nieto de Bar-Cocheba entre los muertos. La matanza fue espantosa; se dice que 580,000 cayeron por la espada entretanto que el número de las víctimas de las calamidades anexas a la guerra fueron incontables. Del lado de los romanos las pérdidas fueron enormes y tan cara les costó la victoria que Adriano en su carta al Senado anunciando la terminación de la guerra no se sirvió de la frase congratulatoria de costumbre. Bar-Cocheba dejó trazas de su ocupación de Jerusalén en monedas que fueron acuñadas durante los primeros dos años de la guerra. Cuatro monedas de plata, tres de ellas indudablemente pertenecientes a Trajano, se descubrieron recientemente re-estampadas con caracteres samaritanos, pero el jefe rebelde, ampliamente provisto de los preciosos metales por las contribuciones de sus seguidores después acuñó su propia moneda. La casa de moneda probablemente estuvo en la misma ciudad de Jerusalén durante los primeros dos años, llevando como inscripción las monedas acuñadas durante ese período la siguiente: “Por la libertad de Jerusalén”, o “Jerusalén la santa”. En ambos Talmudes se mencionan estas monedas. La primera política de Adriano después de la represión de la revuelta fue borrar la existencia de Jerusalén como ciudad. Las ruinas que Tito había dejado fueron arrasadas hasta el piso y el arado pasado sobre los cimientos del templo. Una colonia de ciudadanos romanos ocupó la nueva ciudad que surgió de las cenizas de la vieja Jerusalén y su número fue aumentado después por los legionarios veteranos del emperador. Se erigió un templo a Júpiter Capitolino en el mismo lugar en donde había estado el canto edificio de los judíos. Un templo a Astarte, la Venus Fenicia, en el sitio después identificado como el Santo Sepulcro aparece en las monedas con cuatro columnas y la inscripción C. A. C. Colonia Aelia Capitolina, pero es más que dudoso que haya sido erigida en este tiempo. No fue sin embargo, sino hasta el año siguiente, 136 A. D. cuando Adriano, al celebrar su Vicennalia, cuando otorgó a la nueva ciudad el nombre de Aelia Capitolina, combinando con su propio título de familia el nombre de Júpiter del Capitolio la guardiana deidad de la colonia. Solamente se permitió que cristianos y paganos residieran en la ciudad; a los judíos se les prohibió entrar so pena de muerte y esta prohibición era todavía efectiva en el tiempo de Tertuliano. Como a mediados del siglo IV se permitió a los judíos que visitaran los alrededores y después, una vez al año, entrar a la ciudad misma y llorar allí en el aniversario de su captura. Jerónimo ha trazado un cuadro muy vivo de las desventuradas multitudes de judíos que en su tiempo se reunían en el lugar del llanto, en el muro occidental del templo, para lamentar la pérdida de su pasada grandeza. El día 9 del mes de Ab puede verse a los ancianos y decrépitos de ambos sexos, con vestidos rotos y cabellos encrespados que se reúnen para llorar la destrucción de Jerusalén. Se borraron tan completamente todas las trazas de la ciudad antigua que su mismo nombre por una buena parte de tiempo se olvidó. No fue sino hasta después de que Constantino construyó el Martyrion sobre el sitio de la crucifixión cuando el antiguo nombre fue revivido. En el séptimo Canon del Concilio de Nicea se menciona al Obispo de Aelia, pero Macario, al firmar los cánones, se designó a si mismo como el obispo de Jerusalén. El nombre de Aelia ocurre todavía tan tarde como el año 697 A. D. Después de la inauguración de la nueva colonia de Aelia los anales de la ciudad caen otra vez en la obscuridad, estando únicamente representada en la historia por una lista de veintitrés obispos cristianos que Ilenan el intervalo entre la elección de Marcos, el primero de la serie, y Macario en el reinado de Constantino. Ya en el tercer siglo los Santos Lugares habían venido a ser objeto de entusiasmo y la peregrinación de Alejandro, obispo de Capadocia y después de Jerusalén, es asunto de historia. En la centuria siguiente tales peregrinaciones vinieron a ser más comunes. La anciana emperatriz Helena, madre de Constantino, visitó Palestina en el año 326 y según la tradición erigió magníficas iglesias en Belén y el Monte de las Olivas. Su hijo, ardiendo en el mismo celo, arrasó el santuario de Astarte que ocupaba el sitio de la Resurrección y levantó en su lugar una capilla u oratorio. A1 oriente de éste estaba un gran patio en el lado occidental, estando la gran Basilica erigida en el sitio mismo en donde se dijo que la cruz fue encontrada. El último de estos edificios es el conocido como el Martyrion: el primero fue la iglesia de la Anastasis, o Resurrección. En el reinado de Juliano, (326 A. D.) Los judíos, contando con el permiso y a instigaciones del mismo emperador, hicieron un intento abortivo de poner los pimientos .de un templo. Sea cual haya sido el motivo, Juliano se había formado el propósito de restaurar el culto judío en el Monte Moriah volviéndolo a su prístino esplendor, y durante su ausencia en el Oriente la ejecución de este proyecto fue encomendada a su favorito Alypio de Antioquiaa. Se aglomeraron materiales de todas clases a expensas del emperador, y tan grande fue el entusiasmo de los judíos que hasta las mujeres tomaron parte en la obra llevando en sus propios mantos la tierra que había cubierto las ruinas del templo; pero un torbellino inesperado y un temblor destrozaron las piedras de los primeros cimientos; los obreros huyeron buscando refugio en una de las iglesias cercanas, las puertas de la cual se cerraron en contra de ellos por una mano invisible mientras que un fuego que salió de la colina del templo ardió todo el día y consumió sus herramientas. Muchos perecieron en las llamas; algunos pudieron escapar hallando refugio en un pórtico cercano que cayó sobre ellos en la noche y los aplastó mientras dormían. Sea cual haya sido el colorido que esta historia recibiera al pasar por las manos de los historiadores eclesiásticos, la narración imparcial de Ammiano Marcelino, amigo y compañero de arenas del emperador, no deja duda razonable en cuanto a la verdad de los principales hechos de que la obra fue interrumpida por el fuego, el cual todos atribuyeron a una agencia sobrenatural. En el tiempo de Crisóstomo los cimientos del templo todavía existían, habiendo podido apelar a ellos el orador. El evento fue considerado como un juicio de Dios sobre el impío atentado de Juliano para falsificar las predicciones de Cristo, posición que el obispo Warburton defiende con grande habilidad en su tratado sobre el asunto; pero otros escritores de muy alta autoridad lo consideran como una leyenda inventada por un celo superfluo y estrecho. ***
 
 
   
 
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