Entre Los Dos Testamentos
En general podemos afirmar que el pueblo evangélico posee bastante instrucción en
cuanto a la Biblia en su totalidad; la Escuela Dominical, los estudios emprendidos en el seno de
las iglesias durante los cultos, y últimamente en institutos y convenciones, todo ha venido a dar
a nuestro pueblo evangélico un conocimiento mejor de las Sagradas Escrituras y poco a poco
los evangélicos van siendo los cristianos de un solo Libro, por lo menos en lo que respecta al
conocimiento de él, no obstante la mucha ignorancia que pudiera haber aquí y allí en casos
aislados.
Esto promete mucho bien para el futuro de nuestra obra, Pues no cabe duda que el
conocimiento de la Biblia conducirá a un use inteligente de ella, y con esto los cristianos
ganarán más fuerza en sus convicciones y habrá mas firmeza y lealtad a los principios
cristianos.
Pero hay algo en lo cual hemos sido sumamente deficientes: en nuestro afán de
rechazar los llamados Libros Apócrifos nos hemos despojado de la oportunidad de conocer el
importantísimo periodo Macabeo, tan lleno de incidentes que significan mucho en la evolución
del pueblo judío y sin el conocimiento de los cuales no es posible formarnos un juicio exacto de
la preparación providencial para la venida de Cristo al mundo. Sólo en nuestros seminarios se
da alguna instrucción a los estudiantes acerca de este período importantísimo. pero después
que éstos salen de sus instituciones no imparten con amplitud alguna los conocimientos
necesarios para la comprensión de este período por parte del pueblo.
Por lo tanto, al emprender la tarea de la publicación de la Revista de Educación
Religiosa nos pareció conveniente hacer la traducción y adaptación de la obra de reputación
bien establecida del Dr. William Smith, que ha servido de texto por largos años no perdiendo su
utilidad y frescura porque se trata de hechos históricos que ya no pueden modificarse. Con
gusto, pues, ofrecemos esta traducción, seguros de que todo el pueblo evangélico apreciará
este esfuerzo y estudiará con interés este período tan importante entre los dos Testamentos, el
que urge conocer para poder apreciar mejor las circunstancias en que aparece el Salvador del
mundo, recomendando a todos su lectura y estudio, el cual quedará siempre ampliamente
recompensado con el provecho que de él se saque.
***
ENTRE LOS DOS TESTAMENTOS
Conexión Histórica del Antiguo y el Nuevo Testamentos
e Historia Secular de los Judíos Hasta la Destrucción de Jerusalén.
400 A. C.-70 D. C.
CAPITULO PRIMERO
DESDE NEHEMIAS HASTA LA PERSECUCION
DE ANTIOCO EPIFANES
(400-168 A. C.)
1.--El período de cuatro centurias, desde el fin de los registros del Antiguo Testamento
hasta los eventos que anunciaron el nacimiento de Jesucristo, puede dividirse en cuatro partes,
a saber: la continuación del dominio persa hasta el año 331 A. C.; el imperio Griego en Asia,
331-167 A. C.; la independencia de Judea bajo los príncipes Asmoneos, 167-63 A. C.; y el
gobierno de la casa de Herodes comenzando en el año 40 A. C., y extendiéndose más allá de
la Era Cristiana hasta la destrucción de Jerusalén en 70 D. C. Los últimos dos períodos
incluyen también las relaciones entre Judea y Roma. Hay muy poco que tenga un verdadero
interés excepto la lucha de los Macabeos en pro de la religión y la libertad en contra de Antioco
Epifanes, pero todo el período pide que le demos alguna atención a fin de preparar nuestra
mente para entender el estado en que encontramos a los judíos en los comienzos del Nuevo
Testamento, sus condiciones morales y políticas, sus opiniones, sus sectas y sus partidos.
2.--Los dos primeros períodos forman un vacío en la historia de los judíos. Parece que
ellos se contentaron con desarrollar sus recursos interiores y sus instituciones religiosas bajo el
suave gobierno de los Persas. No podríamos decir hasta qué grado los príncipes de Judá
retuvieron algún resto de su autoridad patriarcal, pero desde el tiempo de Nehemías el Sumo
Sacerdote vino a ser la persona más importante en el Estado: y el gobierno interno se
constituyó más y más en una jerarquía. En las genealogías del periodo los levitas fueron
registrados como los principales de los padres. Los sumos sacerdotes desde el tiempo de
Nehemías hasta el fin del imperio bajo Darío Codomano furon Eliasib, Joiada, Jonatán o
Johanán, y Jaddua. (Neh. 12:22.)
Eliasib, el Sumo Sacerdote en el tiempo de Esdras y Nehemías, fue sucedido por su hijo
Joiada, y éste por su hijo Johanán, (Juan) hasta cuyo tiempo las cabezas de la tribu de Leví
fueron registradas en las Crónicas de Judá.
El sumo sacerdocio de Johanán, que duró treinta y dos años, principalmente en el largo
reinado de Artajerjes II, (405-359 A. C.) , fue manchado por el primero de aquellos asesinatos
que después trajeron la anarquía al Estado. Su hermano Josué, (Jesús) de quien se sospechaba
que aspiraba al sumo sacerdocio confiado en el favor de Bagoses, el sátrapa persa, fue
asesinado por Johanán en el templo. El sátrapa castigó el asesinato imponiendo una
contribución de cincuenta ciclos por cada cordero ofrecido en sacrificio y contaminó el templo
con su presencia. (366 A. C.) Pero aun al hacerlo así, el persa enseñó a los judíos la muy
necesaria lección que después fue reforzada por una autoridad más alta: “¿No soy más puro”,
dijo él, “que el cadáver de aquel a quien habéis matado en el templo?”
Este crimen constituye el único evento memorable en los anales de Judea desde el
gobierno de Nehemías hasta la conquista macedónica, si exceptuamos una narración dudosa
de que el país fue castigado y algunos judíos llevados cautivos a Babilonia por su alegada
participación en la revuelta de los Sidonios bajo Artajerjes Oco, (351 A. C.) .
3.--Jaddua, el hijo y sucesor de Jonatán, o Johanán, es el último de los sumos
sacerdotes mencionados en el Antiguo Testamento, y en verdad su nombre es el último que
aparece en el Antiguo Testamento con la dudosa excepción de unos cuantos en las
genealogías fijadas en las Crónicas. Su inserción en el libro de Nehemías es un guía, en
cuanto al tiempo en que el Canon del Antiguo Testamento quedó definitivamente cerrado.
Eusebio asigna veinte años al pontificado de Jaddua, quien fue Sumo Sacerdote bajo
Darío Codomano, (336 331 A. C.) , y después de la caída del imperio persa Josefo nos da la
romántica historia de una entrevista entre Jaddua y Alejandro el Grande. Entretanto que éste se
encontraba poniendo sitio a Tiro mandó pedir la sumisión de los judíos, quienes contestaron
que ellos eran fieles vasallos de Darío, (332) . Después de tomar Gaza, Alejandro marchó
contra Jerusalén y Jaddua: por mandato de Dios en una visión adornó con guirnaldas la ciudad
y salió en solemne procesión a recibir al conquistador a Sapha, una eminencia a plena vista de
la ciudad y del templo. A1 ver al Sumo Sacerdote ataviado con sus espléndidas vestiduras, lo
mismo que a los sacerdotes y el pueblo vestidos de blanco, Alejandro cayó postrado en
adoración, y levantándose abrazó al Sumo Sacerdote. A las críticas de Parmenio contestó que
adoraba no al sacerdote, sino al Nombre que llevaba grabado sobre su mitra, pues había
reconocido en él la figura que se le había aparecido en visión en Macedonia ordenándole
conquistar a Persia. Entrando en Jerusalén ofreció sacrificios, y le fueron mostradas las
profecías de Daniel relacionadas con él mismo. Concedió a los judíos, no solamente en Judea,
sino también en Media y en Babilonia, el libre ejercicio de sus propias leyes, eximiéndolos del
tributo durante el año sabático.
La historia no es aceptada por los mejores críticos debido a sus improbabilidades
internas que montan casi a contradicciones, y por el silencio de los historiadores de Alejandro.
La afirmación de Justino, de que al avance de Alejandro en Siria fue encontrado por muchos
príncipes orientales llevando sus diademas, proporciona alguna confirmación a la historia de la
salida del Sumo Sacerdote a encontrarlo. Es cierto fue Jerusalén y Judea se sometieron al
conquistador y hay trazas subsecuentes dé los, privilegios que se dice concedió a los judíos. El
homenaje de Alejandro a Jehová y su gozo al ver que había sido escogido como el instrumento
del destino, son puntos enteramente de acuerdo con su carácter. No hay nada improbable en
que haya recibido la sumisión de Judea mediante el Sumo Sacerdote y los príncipes por el
tiempo del sitio de Gaza. De todas maneras, Jerusalén era demasiado importante para haber
sido dejada a un lado, tanto por Alejandro como por los historiadores. Alistó a muchos judíos
como soldados y llevó un gran número de ellos para poblar su nueva ciudad de Alejandría.
Se dice que los samaritanos pidieron los mismos privilegios que los judíos, pero que
Alejandro se rehusó a concedérselos, y quizá debido a esto se levantó la rebelión en la cual
asesinaron al gobernador macedónico Andrómaco, crimen que Alejandro castigó con la
destrucción de Samaria. De aquí en adelante Palestina quedó quieto bajo Alejandro, quien
murió en 323 A. C.
Sin embargo, el conquistador macedónico no debe ser abandonado sin más noticias
acerca de su verdadero lugar era la historia judaica, y en la historia sagrada del mundo, lugar
que no depende de ninguna circunstancia incidental como la visita a Jerusalén.
En las visiones proféticas de Daniel la influencia de Alejandro se combina
necesariamente con la de sus sucesores. Ellos representaron las varias fases de su carácter y
nacionalmente para los judíos, la política de los reyes de Siria fue de mocha más importancia
que la conquista original de Asia. Nótese, sin embargo, que se dan con vigorosa viveza algunos
rasgos del “primer rey valiente” (Dan. 8: 21; II: 3.) . El emblema con el cual es tipificado, -el
macho cabrío--, sugiere la fuerza y la rapidez: y la extensión universal y la maravillosa rapidez
de sus conquistas se presentan como los característicos de su poder, que fueron guiados por la
más fuerte impetuosidad personal: “...Un macho cabrío venía de la parte del poniente sobre la
haz de toda la tierra, el cual no tocaba la tierra.” (Dan. 8: 5.) “Corrió contra él con la ira de su
fortaleza.” (Dan. 8:6.) “Derribólo, por tanto, en tierra, hollólo: ni hobo quien librase al carnero de
su mano.” “El cual se enseñoreará sobre su gran dominio y hará su voluntad.” (Dan. 8: 7: II: 3.)
La tradición de su visita a Jerusalén, sea verdadera o falsa, presenta un aspecto del
carácter de Alejandro que con frecuencia se ha perdido de vista por algunos de sus biógrafos.
No fue simplemente un griego, ni daba juzgarse por las normas griegas. El orientalismo qua
causó el escándalo de sus seguidores fue una deducción necesaria de sus principios y no el
resultado del capricho o de la vanidad. Se acercó a la idea de una monarquía universal del lado
de Grecia, pero su objetivo final era establecer algo más alto qua la supremacía única de su
pueblo. Su propósito era combinar a igualar, no aniquilar: unir el Este y el Oeste en una justa
unión, no esclavizar el Asia a Grecia. El tiempo, en verdad, para qua esto fuera posible, no
había llegado todavía, pero si él no pudo realizar su gran objeto, preparó el camino para su
realización.
La primera y más directa consecuencia de la política de Alejandro fue el debilitamiento
de las nacionalidades, la primera condición necesaria para la disolución de las antiguas
religiones. La rapidez de sus victorias, la incorporación constante de elementos extranjeros con
sus ejércitos, las terribles guerras y la variada suerte de sus sucesores, quebrantaron las
barreras qua habían separado un reino de otro, y abrieron el camino para conceptos más
grandes de la vide y de la fe de los qua hasta entonces habían sido posibles. El contacto del
Este y del Oeste dio forma práctica a pensamientos y sentimientos qua habían estado
confinados a las escuelas. El paganismo fue privado de vide al momento qua fue trasplantado
más allá de los estrechos límites, en los cuales había tornado forma. La extensión del comercio
siguió al progreso de las arenas, y el idioma y la literatura de los griegos vindicaron su
pretensión de ser considerados como la más perfecta expresión del pensamiento humano,
llegando a ser prácticamente universales.
Los judíos quedaron, a la vez, más expuestos a las poderosas influencias qua así
fueron llevadas al Oriente, y más capaces para sostenerlas. En el arreglo de las conquistas
griegas qua siguieron a la batalla de Ipso, (301 A. C.) , Judea quedó como el territorio frontero
de los imperios rivales de Siria y Egipto, y aunque necesariamente quedó sujeta a las
constantes vicisitudes de la guerra, pudo entrar en términos ventajosos con d Estado al cual
estaba subordinada, por las importantes ventajas qua ofrecía para el ataque y la defensa.
Interiormente también el pueblo estaba preparado para resistir los efectos de la revolución qua
efectuó el dominio griego. La constitución de Esdras había alcanzado pleno desarrollo. Una
jerarquía poderosa había logrado éxito en la substitución de la idea do una Iglesia por la de un
Estado, y los judíos podían ahora derramarse por todo el mundo, y sin embargo, permanecer
fieles al Dios de sus padres. El mismo cambio constitucional había fortalecido la posición
intelectual y religiosa del pueblo. Una rígida muralla de ritualismo protegió el torso de la vide
común contra las costumbres licenciosas de los griegos, y la gran doctrine de la unidad de Dios
que ahora se veía como el centro divino de su sistema, contrarrestó los atractivos de un
panteísmo filosófico. A través de un largo torso de discipline en el cual ellos habían carecido do
la dirección de la enseñanza profética, los judíos habían comprendido la naturaleza de su
misión en el mundo y estaban en espera de los medios para cumplirla. La conquista de
Alejandro les proporcionó la ocasión y el poder, pero al mismo tiempo el ejemplo de Grecia
alimentó el ideal de la independencia personal y nacional. El judaísmo se dividió rápidamente
en sectas análogas a las formas típicas de la filosofía griega, pero aun el rudo análisis de la
antigua fe fue productivo de mucho bien. La libertad de Grecia no fue un instrumento de menos
valor cn la preparación de los judíos para su obra final que el contemplativo espíritu de Persia,
o la organización civil de Roma, pues si la carrera de Alejandro fue rápida, sus efectos fueron
duraderos. La ciudad a la cual dio su nombre perpetuó por las edades el oficio que él providencialmente
desempeñó pares el judaísmo y para la humanidad, y el historiador del Cristianismo
debe confirmar el juicio de Arrio, que Alejandro, “quien no era como ningún otro hombre, no
pudo haber sido dado al mundo sin el especial designio de la Providencia”, y Alejandro mismo
apreció este designio mejor aún que su gran maestro, pues se dice que cuando Aristóteles le
aconsejó que tratara a los griegos como hombres libres y a los orientales como esclavos,
encontró la verdadera respuesta a este consejo en el reconocimiento de su divina misión de
unir y reconciliar al mundo.
4.--Jaddua fue sucedido, algún tiempo antes de la muerte de Alejandro, por su hijo
Onías I, quien fue Sumo Sacerdote como desde 330 haste 309 A. C., o según Eusebio, 300 A.
C. En la división del Imperio de Alejandro, Palestina fue tratada como había sido siempre
considerada por los griegos, como una parte de Siria, de manera que le tocó en suerte a
Laomedón, quien fue despojado en 321-320 A. C., por Ptolomeo, el hijo de Lago, el poderoso
sátrapa de Egipto. Ptolomeo tomó Jerusalén por asalto en día de sábado, cuando los judíos no
ofrecieron ninguna resistencia; habiéndose llevado cautivos a muchos de los judíos y de los
samaritanos a Alejandría, en donde les concedió complete ciudadanía, habiendo emigrado
otros muchos a Egipto por voluntad propia, En las guerras que siguieron, Palestina fue el
premio de la victorias y es para Antígono, y es para Ptolongeo, hasta que la paz que siguió a la
batalla de Ipso la asignó a Ptolomeo con la Fenicia y la Celesiria como una dependencia del
reino de Egipto, (301 A. C.) , habiendo quedado sujeta a los primeros cinco Ptolomeos por
cerca de un siglo, de 301-198 A. C. Los sufrimientos infligidos sobre Palestina y Fenicia por las
guerras de los Diadochi como se llamaron en griego los sucesores de Alejandro, se confinaron
casi a las regiones marítimas, donde las ciudades fuertes como Gaza. Jope y Tiro fueron los
principales objetos de contención. Como en las antiguas guerras entre Asiria y Egipto,
Jerusalén quedó fuera del camino directo de los combatientes.
5.--Precisamente después de la batalla de Ipso el sumo sacerdocio pasó a Simón I. el
Justo, hijo de Onías I (Como por 300-292 A. C.) . La tradición judaica lo hace la más grande de
la última línea de sacerdotes. En el magnífico elogio de Jesús, el hijo de Sirach, se dice que
Simón fortificó el templo doblando la altura de la muralla, y que sostuvo los servicios divinos en
el más alto esplendor. “Cuando se ponía la túnica de honor, y se vestía con la perfección de la
gloria, cuando subía al santo altar hacía honorable la vestidura de la santidad.” (Eclesiástico I.)
Otras tradiciones hacen a Simón el último superviviente de la Gran Sinagoga de 120, que
regresaron con Esdras de la cautividad de Babilonia, atribuyéndole haber dado fin a su gran
obra, el Canon del Antiguo Testamento. Estos fueron sucedidos por La Nueva Sinagoga, cuyo
oficio fue interpretar las Escrituras así completadas; su fundador fue Antígono Soco, el primer
escritor del Mishna. Se dice que éste recibió de Simón el Justo el cuerpo de tradición oral que
se había venido recibiendo desde Moisés. A él también se atribuye la doctrine de que Dios
debe ser servido desinteresadamente. y no por cause de la recompense, doctrine que fue pervertida
por uno de sus discípulos sosteniendo la negación de las recompenses y los castigos
futuros. Este discípulo fue Sadoc, el fundador de los Saduceos: sin embargo. hay que decir que
la tradición no tiene bastante evidencia y la etimología es bastante dudosa.
El cariño con que la tradición judaica consideró el sacerdocio de Simón come el mejor
período de la teocracia restaurada, se indica por los prodigios que se dice se presentaron al
final presagiando el desastre inminente. “Los sacrificios que siempre fueron favorablemente
aceptados durante su vide. a su muerte vinieron a ser inciertos o desfavorables. El chive
expiatorio que era arrojado desde una roca a inmediatamente era reducido a pedazos escapó
al desierto, lo que constituyó un grave augurio. La gran luz occidental del candelero de ore no
volvió s ardor con una flama firme, sine que algunas veces se apagó. El fuego del sacrificio
languideció y el pan sacrificial se acabó, de manera que no bastó come antes, para todo el
sacerdocio.” (Milman.)
6. --Simón el Justo fue sucedido por su hermano Eleazar, pues su hijo Onías era menor
de edad, (292-251 A. C.) , y su prolongado gobierno parece haber sido profundamente tranquilo
bajo el gobierno suave de Ptolomeo I Soter, el hijo de Lago, y Ptolomeo II Filadelfo, quien
sucedió a su padre en 285 A. C., y reinó hasta 247 A. C.
A los gustos literarios de este rey y a la cooperación de Eleazar, la tradición preservada
por Aristeas atribuye la versión griega de las Sagradas Escrituras que se llama La Septuaginta.
por sus setenta o setenta y dos traductores. Mucho come hay de errónea y aun de fabuloso lo
la tradición, no puede caber dude de que la primera porción de la traducción fue hecha en esta
época en Alejandría por judíos eruditos. La obra marca una época importante en la historia
judaica, no meramente la incorporación de los Sagrados Escritos en una forma en la cual
pudieran actuar sobre el mundo gentil, sine en verdad, la creciente fuerza de aquellas
influencias que se denotan por el término general Helenismo. Las conquistas de Alejandro y los
reinos fundados por sus sucesores en el Asia Menor, Siria y Egipto, habían producido la más
poderosa infusión de población griega, de las costumbres, la literatura, el arte y la religión en
toda el Asia Occidental, y el griego estaba llegando a ser rápidamente una lengua universal en
aquella región. Los judíos de Egipto cuyo número era ya muy grande debido a numerosas
inmigraciones, habían llegado a helenizarse tanto que una versión griega de sus Escrituras era
ya una necesidad, aparte de la curiosidad de Ptolomeo. Así aconteció, en la Providencia divina,
que el desarrollo del Helenismo oriental preparó el camino para el extendimiento del
Cristianismo, no solamente por imbuir medio mundo con una civilización común y un lenguaje
común, sine proveyendo en aquel lenguaje las normas sagradas de la verdad divina, por las
cuales las aspiraciones del Mesías serían establecidas y las palabras de la cual El iba a cumplir.
Pero, entretanto, aquel mismo Helenismo trajo sobre los judíos una nueva serie de pruebas
nacionales. Parece que los judíos de Palestina pudieron verse libres de las tendencias
helenizantes, por el tiempo pronto habría de llegar cuando su exención no habría de ser preservada.
Por fin, después de los gobiernos sucesivos de sus tíos, Eleazar y Manasés, Onías II
asumió el Sumo Sacerdocio, en 240 A. C. Este puso en peligro la prolongada amistad con
Egipto por descuidar el pago del tributo anual de veinte talentos a Ptolomeo III Evergetes, quien
sucedió a su padre en 247 A. C. La irracional avaricia del Sumo Sacerdote condujo a la primera
interrupción de aquella bondadosa política que los primeros tres Ptolomeos habían tenido
uniformemente hacia Judea, y él se mostró bastante indolente para obedecer a la orden de
explicar su conducta, bajo amenaza de invasión. Una completa ruptura solamente se evitó por
la política del sobrino del Sumo Sacerdote, José, el hijo de Tobías, quien ofrece tan gran
contraste con su tío como Antipater y Herodes después con e) imbécil Hircano. José consiguió
con algunos ricos samaritanos el dinero necesario para su viaje y se trasladó a Alejandría en
compañía de ciertos comerciantes fenicios de quienes supo la suma que intentaban ofrecer por
el contrato de las contribuciones de Palestina, Fenicia y Celesiria. Habiendo logrado éxito en
calmar a Ptolomeo presentando la debilidad de Onías, José ofreció doblar la suma de 8,000
talentos que los mercaderes habían ofrecido por el contrato del tributo, y cuando se le pidieron
garantías, nombró al mismo rey y a la reina seguro del progreso que ya había hecho en el real
favor. Con esto obtuvo el contrato, y mediante algunos casos severos como los de Ascalón y
Scytópolis, logró desempeñar su oficio estableciendo una autoridad civil lado a lado con la del
Sumo Sacerdote. Su gobierno duró por veintidós años y el poder que tuvo en el Estado vino a
ser una fuente de males tan grandes como el peligro de que había logrado salvarlo.
7. --Onías II murió en 226 A. C., y fue sucedido por su hijo Simón II, y cuatro años más
tarde la corona de Egipto pasó a Ptolomeo IV Filopator, (222-205 A. C.) Entretanto, el reino
rival de los Seléucidas en Siria había llegado a la cima de su poder, habiendo subido al trono el
más ambicioso de sus monarcas, Antioco III el Grande (223-187 A. C.), quien declaró la guerra
a Ptolomeo por las provincias de Fenicia, Celesiria y Palestina, pero fue derrotado en la batalla
de Rafia, cerca de Gaza, en 217 A. C. Después de esta victoria Ptolomeo fue a Jerusalén y no
contento con ofrecer sacrificios penetró al Lugar Santísimo, de donde se dice que salió
posesionado de un terror sobrenatural, expresando su resentimiento con una cruel persecución
a los judíos de Alejandría, la primera de tales medidas por cerca de 200 años, resultando de allí
la mala voluntad de los judíos, tanto de Palestina como de Egipto.
La muerte de Ptolomeo Filopator cuando su hijo Ptolomeo V Epifanes1 tenia sólo cinco
años de edad (205-181 A. C.) , proporcionó una nueva oportunidad para las ambiciones de
Antioco el Grande. Este rey que durante los últimos doce años había estado ocupado en sofocar
una revuelta en el Asia Menor y tratando en vano de recobrar las provincias más allá del
Tigris de los Partos y los Bactrianos, formó una liga con Felipe V de Macedonia para repartirse
los dominios de Ptolomeo, y después de una fiera lucha en que Judea sufrió mucho, Antioco
vino a ser el amo de Celesiria y Palestina, (198 A. C.) . Los judíos, que otra vez habían sido
tratados mal por Scopas, el general de Ptolomeo, recibieron a Antíoco como un libertador,
quien les concedió una subvención anual para sus sacrificios, y prohibió a los extranjeros que
entraran en el templo.
8. --En el mismo año, Simón fue sucedido en el sumo sacerdocio por su hijo Onías III,
(198-171 A. C.) Las provincias conquistadas fueron devueltas a Ptolomeo Epifanes como dote
de su prometida, Cleopatra, hija de Antíoco, pero el rey sirio no entregó la posesión y de nuevo
las hizo suyas mediante el tratado de Roma en 188 A. C. En el año siguiente perdió la vida. El
autor det II libro de los Macabeos coloca bajo su hijo y sucesor Seleuco IV Filopator, el intento
de Heliodoro de apoderarse de los tesoros del templo y su milagroso rechazamiento. La
historia, acerca de la cual Josefo nada sabe. ilustra la tendencia de los escritores apócrifos a
adornar sus libros con muy pobres imitaciones de los milagros que se registran en las
Escrituras. Todo lo que sabemos de cierto es que Onías apenas pudo retener el favor de
Seleuco en contra de las maquinaciones de Simón, el tesorero del templo, quien se dice que
instigó el sacrilegio: y el feudo sangriento que comenzó así entre los partidarios del Sumo
Sacerdote y los de Simón apresuró las calamidades que siguieron a la traslación de la
supremacía a Siria.
1 Este es el rey cuyo decreto de su coronación inscrito en la famosa “Piedra de Rosetta” proporcionó los
fundamentos para d arte de descifrar los jeroglíficos egipcios.
El advenimiento de Antíoco IV Epífanes, (175-164 A. C.) aseguró el triunfo del partido
sirio en Judea. Este príncipe, cuya conducta, así como su fin, le granjearon el sobrenombre de
Epimanes (el loco) , había sido enviado por su padre Antíoco el Grande a Roma en calidad de
rehén, y regresó con un gran desprecio hacia sus súbditos unido al amor al lujo oriental que los
reyes de Siria habían adquirido. Halló al Sumo Sacerdote judío en Antioquía, a donde había ido
Onías para disipar las acusaciones de Simón, las que estaban apoyadas por la hostilidad de
Apolonio el gobernador de la Celesiria. El partido griego estaba representado no sólo por
Simón sino por el mismo hermano del Sumo Sacerdote, Josué, Quien pasta adoptó el nombre
griego de Jasón. Mediante nn enorme soborno en dinero y la promesa de un tributo actual,
Jasón obtuvo el Sumo Sacerdocio y Onías III fue depuesto y detenido en Antioquia. Por
primera vez las costumbres griegas se introdujeron en Jerusalén con un éxito que demuestra
pasta qué grado los judíos se habían helenizado en espíritu. No contento con renunciar a los
privilegios del culto libre obtenido de reyes anteriores, el descuido de los servicios del templo,
Jasón edificó un gimnasio en donde los jóvenes judíos practicaron los ejercicios griegos, y aun
algunos llegaron pasta a acabar con la marca de la circuncisión. Jasón también envió
representantes a los juegos quinquenales del Hércules Tirio, llevando grandes presentes, pero
los enviados tuvieron escrúpulos para ofrecerlos a los dioses paganos, y los entregaron para la
construcción de barcos.
En tres años, sin embargo, Jasón, a su vez, cayó por has maquinaciones de Menelao,
(172-168 A. C.) a quien él había enviado a Antioquia con el tributo y quien obtuvo el sumo
sacerdocio lisonjeando la vanidad del rey y ofreciendo un altísimo cohecho. Regresó a
Jerusalén con la furia de un cruel tirano y la ira de una bestia feroz, refugiándose Jasón entre
los amonitas. Impotente para levantar el dinero que había prometido, Menelao fue llamado a
Antioquia, a donde acudió habiendo vendido antes algunos de los vasos del templo a los tirios
a fin de sobornar a Andrónico, quien gobernaba Antioquia durante la ausencia del rey en
Cilicía. Onías, el Sumo Sacerdote depuesto, estaba en Antioquia, acusó a Menelao de aquel
sacrilegio y huyó en busca de refugio a la gruta sagrada de Dafne, pero a instigaciones de
Menelao Andrónico sacó a Onías del santuario y lo mató. Antíoco, que estaba de regreso en
este tiempo, movido a compasión por la pureza de carácter de Onías, conociendo los planes
traidorea de Andrónico ordenó darle muerte. Entretanto, un gran tumulto estalló en Jerusalén a
consecuencia de los sacrilegios cometidos por Lisímaco, hermano y diputado de Menelao:
Lisímaco fue muerto y Menelao acusado delante de Antíoco quien llegó a Tiro en su camino a
atacar a Egipto: pero Menelao escapó mediante el cohecho y sus acusadores fueron castigados
por la insurrección.
9.--Echemos una mirada a las relaciones de Siria con Egipto. Ptolomeo VI Filometor era
un niño cuando sucedió a su padre en 181 A. C., pero el gobierno fue hábilmente llevado por su
madre Cleopatra, la hermana de Antíoco Epífanes; la muerte de ella condujo a la guerra con
Siria y Antíoco dirigió cuatro campañas triunfales contra Egipto (171-168 A. C.), las cuales
abandonó por un enérgico mandato del embajador romano Popilio Laenas. Durante la segunda
de estas campañas se extendió la noticia de la muerte del rey, y Jasón atacó a Jerusalén a la
cabeza de 1.000 hombres, refugiándose Menelao en la ciudadela, pero después de grandes
crueldades en contra de los ciudadanos, se vio obligado a huir entre los amonitas; luego
escapó a Egipto, y después a Esparta en donde buscó protección so pretexto de algún
parentesco y pereció en tierra extraña. Entretanto su intento tuvo las más extraordinarias
consecuencias en la historia de los judíos.
Antíoco creyó que Judea se había rebelado, idea que sin duda encendió Menelao para
deshacerse de sus enemigos, y el rey regresó a Egipto verdaderamente furioso, tomó
Jerusalén por asalto matando jóvenes y ancianos, mujeres y doncellas: en el conflicto cayeron
cuarenta mil y otros tantos fueron llevados a la esclavitud. Guiado por Menelao entró en el
templo, profanó el altar sacrificando un cerdo, y haciendo que cocieran parte de la carne roció
con el caldo todo el santuario, y contaminó con inmundicia el Lugar Santísimo. Sacó los vasos
sagrados y otros tesoros alcanzando todo la suma de 1.800 talentos y regresó a Antioquía
dejando un salvaje frigio, llamado Felipe, como gobernador de Jerusalén, y a Andrónico en
Gerizim, en donde el templo samaritano había sido profanado de la misma manera. Menelao,
estigmatizado como el peor de los tres, no vuelve a mencionarse en los libros de los Macabeos:
su muerte bajo Antíoco Eupator fue considerada como castigo de sus crímenes.
10. --Dos años más tarde, (168 A. C.) Antíoco desahogó sobre Judea la exasperación
de su destitución de Egipto. Tanto la pasión como la política deben haberlo urgido a destruir
una provincia que le era enteramente desafecta y que de seguro pronto caería en poder de
Egipto. Apolonio, el viejo enemigo de los judíos, fue enviado a Jerusalén a la cabeza de 22,000
hombres con ordenes de matar a todos los hombres y coger a todas las mujeres y los niños.
Pretendiendo que su misión era amigable esperó hasta el día sábado y entonces cayó sobre el
pueblo que no podia resistirle, llevando a cabo una espantosa matanza: la ciudad fue saqueada
a incendiada: las fortificaciones fueron desmanteladas, y se erigió una torre en el Monte Zión,
dominando la ciudad y el templo, y de allí salían los vigilantes sobre todos los que se atrevían a
it al santuario desierto. Luego siguió una de las más duras persecuciones registradas en la
historia de la religión. Antíoco lanzó un edicto ordenando la uniformidad del culto en todos sus
dominios y encomendó el cumplimiento del edicto en Samaria y Judea a un anciano llamado
Ateneo, uno de esos fanáticos producto del paganismo. En Antíoco mismo puede trazarse en
su carácter un fuerte elemento de ese fanatismo. Entretanto que su vivo y versátil
temperamento griego, educado en las ideas romanas de poder, y corrompido por el lujo oriental
lo condujo a entregarse a todos los vicios para los cuales el despotismo proporcionaba los
medios --una vez andando de juerga en las canes de Antioquia con alegres compañeros, y otra
en correrías buscando fingidos votos para las magistraturas de Roma--, fue un desprendido y
fanático sostenedor del culto griego. Dice el Dean Milman: “los adoradores de la dulzura de la
religión griega y que suponen que era desconocida la persecución religiosa antes de la era del
Cristianismo harán bien en considerar el imperdonable y bárbaro intento de Antíoco de
exterminar la religión de los judíos y substituirla con la de los griegos.”
Los samaritanos se sometieron sin resistencia y su templo sobre el Monte Gerizim fue
dedicado a Zeus Xenius, mientras en Jerusalén Ateneo comenzó su obra convirtiendo el
santuario en un templo de Zeus Olímpico. Los patios fueron profanados con las más
licenciosas orgías; el altar fue cubierto de abominables ofrendas; y la vieja idolatría de Baal se
restableció en la forma obscena en que había sido llevada a Grecia: las bacanales fálicas de
Dionisios. Las copias del Libro de la Ley fueron destruidas o profanadas con pinturas paganas
obscenas. La práctica de los ritos judíos y la negativa de sacrificar a los dioses griegos fueron
castigarlas con la muerte; dos mujeres que habían circuncidado a sus hijos fueron llevadas en
torno de la ciudad con sus niñitos colgando del pecho y luego arrojadas del muro. Algunas
gentes piadosas se habían ido a una cueva para guardar el sábado y fueron quemadas por
Felipe. La forma favorita de compulsión empleada por los perseguidores fue tratar de hacerlos
comer carne de cerdo y dos casos particulares de heroica resistencia hacen una de las más
brillantes páginas del martirologio judío y cristiano. Un jefe de los escribas llamado Eleazar, venerable
anciano de noventa años de edad, cuando a fuerza le metieron en la boca un pedazo
de carne de cerdo, la escupió y voluntariamente se entregó al tormento. Sus atormentadores,
viendo su obstinación, redoblaron su crueldad y cuando estaba expirando bajo los golpes,
clamó: “Es manifiesto a Jehová, quien tiene el canto conocimiento, que habiendo podido
líbrarme de la muerte, soporto los agudos dolores del cuerpo al ser golpeado, pero en el alma
estoy muy contento de sufrir estas cocas porque temo a Jehová”. Algunos escritores cristianos
han llamado a éste el protomártir del Antiguo Pacto.
Otros sufrieron juicios escarnecedores y azotes. Tal fue la suerte de siete hermanos que
juntamente con su madre fueron llevados a la presencia del rey, y habiéndose rehusado a
comer carne de cerdo, fueron puestos a muerte en medio de insultos soeces y crueles
tormentos. Desde el mayor hasta el menor mostraron no sólo constancia y fidelidad sino
espíritu de triunfo. y la madre, después de alentar a cada uno sufrió al último la muerte. Las
atrocidades cometidas en Jerusalén fueron iguales a las que se cometieron en el campo; pero
en medio de esta crisis, cuando el culto y el pueblo de Jehová parecían marchar a su extinción,
una nueva luz se levantó para ambos, y los resultados mostraron cuan necesario fue el
bautismo de fuego para purificar al pueblo de la corrupción del Helenismo.
Entretanto el perseguidor mismo vino a ser un señalado ejemplo de la retribución que
espera al poder despótico y a la pasión que no reconoce freno. Estaba él en las provincias
orientales cuando supo de la rebelión en Judea y de la derrota de su general Lysias y se
apresuró a regresar para vengar aquella desgracia atacando un templo en Elymais, el mero
sitio en que su padre había perdido la vida en un intento semejante. L a mortificación de haber
sido rechazado parece que llevó al colmo la locura que generalmente engendra el despotismo,
y murió en medio de arranques de verdadera furia en Tabae, Persia, en 164 A. C. Su fin fue
considerado por griegos y por judíos como el juicio sobre sus sacrílegos crímenes, habiendo
dejado a la historia un nombre tan odioso como el de Nerón, con cuyo carácter Antíoco tuvo
muchos puntos de contacto.
11. --Es muy notable que esta Bran persecución y la subsiguiente historia de la gloriosa
regeneración de Judea bajo los Macabeos haya sido pasada de vista por los historiadores
griegos y romanos. De Polibio podíamos haber esperado un justo aprecio de su importancia y
un resumen imparcial de sus hechos; pero de esta porción de su obra quedan solamente unos
cuantos fragmentos, y el silencio de Livio, quien sigue fielmente su historia de Siria, sigue
también a esta grande autoridad en ese silencio. El breve sumario de Appio en su historia do
Siria no dice nada de los judíos: Diódoro hace una brevísima narración acerca de ellos
repitiendo los prejuid6a corrientes, no su propia creencia, y eso como argumentos usados por
los consejeros de Antíoco para urgir la extirpación de los judíos. El sumario despreciativo hecho
por Tácito resulta más significativo que el silencio de los demás, y muestra cómo el prejuicio
puede llevar muy lejos de la verdad aun al más cuidadoso escritor. El dice lo siguiente:
“Durante el dominio de los asirios, los medos y los persas, los judíos fueron los más abyectos
de los súbditos. Después de que los macedonios alcanzaron la supremacía del Oriente, el rey
Antíoco se esforzó por quitarles la superstición a introducir las costumbres griegas, pero la
guerra con los partos le estorbó para reformar a ese repulsivo pueblo.”
El espíritu de este pasaje puede explicar la indiferencia de los otros autores. La indómita
devoción de 1os judíos a su religión y a sus tradiciones nacionales, g su pretensión de ser
adoradores del único Dios, provocaron entre los paganos y especialmente entre los dados a la
filosofía, el mismo desprecio y resentimiento que lace a Gibbon burlarse de Palestina. Y no es
solamente este brillante período de los anales judaicos el que escapó a la noticia y a la
simpatía de los historiadores de Occidente; el período de 370 años del decreto de Ciro hasta la
revolución Macabea abarca los eventos más brillantes de la historia griega y romana. Las
repúblicas Aristocráticas de Grecia y la monarquía de Roma habían dejado a la cima en medio
del rápido crecimiento de la filosofía y el arte. Las luchas que colocaron a Roma a la cabeza de
los estados italianos y formaron su constitución republicana, las guerras persas y del
Peloponeso, el conflicto de los estados griegos por la supremacía, la que al fin cedieron a los
macedonios, y la mera conquista que llevó a Alejandro a Judea, todo esto está relacionado
entre sí como lo hubiera estado aun si no hubiera habido nación alguna como los judíos. Las
agudas investigaciones de Herodoto, quien visitó Egipto y Tiro en el tiempo preciso en que
Esdras y Nehemías dirigían el restaurado estado, no produjo nada más que la noticia de la
victoria de Necao sobre Josías y la captura de Cadytis, (probablemente Gaza) , el error de que
“los sirios de Palestina” aprendieran la circuncisión de los egipcios y la mención de que servían
con los fenicios en la flota de Xerxes.
El silencio de los historiadores de Alejandro y sus sucesores acerca del pueblo judío es
muy notable, puesto que tenían que mencionar a Judea como el escenario de la guerra: los
romanos los igualan cuando vienen en contacto con Siria y Egipto: ni se rompe el silencio cuando
Roma forma una alianza con Judas Macabeo, si hemos de creer al historiador de los
Macabeos. Un siglo más tarde, cuando Pompeyo penetró en el templo, la ciudad sagrada no
sugiere a Cicerón más que un apodo para su receloso líder; ni Tácito se ocupa del nacimiento
de Cristo con la mitad del interés que muestra en las relaciones de los príncipes Herodianos
con los Césares. Seguramente que en todo esto no podremos menos que ver un propósito
divino: el de que tanto la vida externa como la interna del pueblo escogido quedara oculta,
siguiendo una corriente distinta de la ordinaria que seguían los pueblos con sus conflictos
bélicos y políticos, hasta que de su propio servo saliera la banda de hombres humildes y
obscuros que habían de proclamar un “reino que no es de este mundo.”
12. --En preparación para ese evento el pueblo judío había tenido una historia
enteramente suya, para la cual pudiéramos desear la posesión de más abundantes materiales.
Habían restaurado las ordenanzas de su religión, purificados de su vieja idolatría por la
Cautividad, y con su celo constantemente estimulado por su antagonismo con los samaritanos.
Políticamente estuvieron sujetos primero a Persia y luego a Egipto, pero entretanto que
pagaban el tributo, el trato de sus soberanos fue bondadoso y ellos quedaron sujetos al
gobierno de sus sumos sacerdotes y sus príncipes patriarcales hasta que llegó la gran
persecución Siria. La extinción de la realeza una vez que había servido su propósito dándoles
una imagen del reino del Mesías quitó la principal influencia que había conducido a la apostasía
en Israel y a la idolatría en Judá, y la mera dependencia que los privaba de la libertad política
les dio una oportunidad mejor para su organización religiosa. El vínculo por el cual “El pueblo
de Dios” se mantuvo unido se sintió al fin que era religioso, vínculo fuertemente sentido en los
grandes grupos que estaban separados del resto en la dispersión en d Oriente o en la nueva
comunidad formada en Egipto. Los judíos incorporados en diversas naciones todavía miraban
hacia Jerusalén como el centro de su fe. Las fronteras de Canaán se borraban y los comienzos
de una dispensación espiritual se establecían. Pero este proceso no produjo puramente bien,
pues como dice el Dean Milman: “En la obscuridad de este largo período, el judaísmo, con su
austera y firme aversión a todo politeísmo y a las influencias gentiles gradualmente se endureci
ó en un rígido exclusivismo... Opiniones en conflicto que dieron lugar bajo los príncipes
asmoneos a facciones religiosas como las, de los fariseos y los saduceos, comenzaron a agitar
la mente y el corazón del pueblo. Los antiguos nazarenos tendían a convertirse en los últimos
esenios.”
Los judíos vueltos a Palestina reasumieron su vida agrícola en una tierra que era ahora
doblemente fértil porque la tierra “hubo gozado sus sábados: porque todo el tiempo de su
asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.” (II Crón. 36: 21.) Debe
observarse de Paso que la ordenanza del año Sabático que se había descuidado
sistemáticamente antes de la Cautividad se observó en la época de los Macabeos. Cómo se
dividió la tierra entre las familias que regresaron, no lo sabemos: pero parece claro que pronto
cayó principalmente en las manos de los nobles, quienes enriqueciéndose rápidamente debido
a la fertilidad de la tierra volvieron a oprimir a los pobres, cosa que los profetas habían
denunciado como el pecado culminante de csa clase social. Un orden que así se establece por
encima de los vínculos sociales de una mutua bondad tiene que mantenerse en contra del
descontento popular solamente descansando en la influencia extranjera; así fue cómo los
príncipes de Judá encabezaron el partido idólatra y egipcio en los últimos días de la monarquía
y ahora, fueron los líderes del partido sirio y helenizante. Y así como su influencia había sido
resistida antes por los profetas, ahora lo fue por los sacerdotes, quienes encabezaron el
glorioso levantamiento de la nación en defensa de su religión. El carácter de aquella lucha
prueba que la nación todavía tenía un corazón sano en el tiempo del dominio de los sirios.
***
CAPITULO SEGUNDO
LA GUERRA MACABEA DE INDEPENDENCIA
(169-106 A. C.)
l.--La persecución de Antíoco Epífanes provocó una gloriosa resistencia, la que terminó
con el establecimiento de la independencia de Judea bajo los príncipes Macabeos o
Asmoneos.2
Un anciano sacerdote llamado Matatías, hijo de Simeón, o Simón, hijo de Johanán
(Juan) , hijo de Chasmón, del curso de Joarib, (el primero de los veinticuatro cursos
establecidos por David) y de la casa de Eleazar el hijo mayor de Aarón, había escapado de
Jerusalén en los comienzos de la persecución. Se estableció en su ciudad natal de Modin,
probablemente en la orilla de la gran llanura marítima de Filistia, llevando a sus cinco hijos,
Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jonatán, además de otros parientes, y allí por algún tiempo
lloraron la desolación de Jerusalén y del santuario, pero la aproximación del peligro los
despertó a la acción. Los oficiales del rey, encabezados por Apeles, llegaron a Modin, y como
el principal de la ciudad llamaron primero a Matatías tratando de ganarlo con honores y
recompensas si obedecía el mandato real, pero Matatías rechazó indignado la proposición en
nombre suyo, de sus hijos y de toda su parentela. Otros estuvieron listos para ser más
complacientes y uno de ellos avanzó al altar para contrastar su obediencia con aquella muestra
de rebelión: Matatías entonces no pudo soportar aquello y mató al apóstata primero y luego al
2 Macabeo, fue originalmente el sobrenombre de Judas, el tercer hijo de Matatías, y su etimología más probable se
origina en Maccabah, un martillo. Asmoneo, o más bien Chasmoneana, es el nombre propio de la familia, de
Chasmón, el bisabuelo de Matatias.
comisionado del rey allí mismo en el altar el cual él mismo destruyó como su antepasado
Phinees cuando mató a Zimri. (Véase Núm. 25.) Luego lanzó una proclama por toda la ciudad
pidiendo que todos los que fueran celosos de la Ley y del Pacto lo siguieran y Matatías huyó
con sus hijos a las montañas, habiéndolo seguido muchísimos. La destrucción de mil fugitivos
que no quisieron quebrantar el sábado con la pelea hizo a Matatías y a sus amigos declarar
que era legal la defensa aun en el día sábado. Entre sus primeros adherentes estuvieron los
Assideanos, (piadosos o santos) una secta o sociedad en la que se hacía el voto especial de
observar la Ley. Saliendo de las defensas naturales de sus montañas cayeron sobre los altares
paganos y los destruyeron matando a muchos de los adoradores, mientras que otros huyeron a
refugiarse entre los sirios: circuncidaron a los niños por la fuerza, y recobraron muchas copias
de la Ley. Pero la tares era demasiado ardua para el anciano Matatías, así que después de una
noble exhortación a sus hijos animándolos con los ejemplos de los antiguos héroes desde
Abraham hasta Daniel, y habiendo nombrado a su hijo Judas como su sucesor, murió y fue
sepultado en Modin, en la tumba de sus padres. (167 A. C.)
2.--Judas, el tercero y más guerrero de los hijos de Matatías, apodado por eso
Macabeo, fue para Judea lo que Guillermo Tell fue para Suiza. Su noble carácter, el que los
historiadores describen en términos brillantes, atrajo la gozosa sumisión de sus hermanos y sus
amigos, y continuó el curso de las operaciones iniciadas por su padre, y en las cuales parece
que él había sido ya un líder. Aventurándose privadamenta en las poblaciones, Judas y sus
amigos lograron reunir un ejército como de 6.000 adoradores de Jehová, y después de entrenar
a sus seguidores mediante ataques nocturnos y sorpresas derrotó al ejército de Apolonio que
marchó de Samaria en contra de él, matando al general y llevando después su misma espada.
Otro grande ejército mandado por Serón, gobernador de la Celesiria, fue puesto en fuga en los
pasos de Beth-oron después de un noble discurso hecho a sus huestes, antes de la batalla, por
Judas Macabeo. Los sirios huyeron dejando en pos una pérdida como de 8,000 hombres en los
pasos que conducen a la llanura de los filisteos, así como los canaanitas habían huido delante
de Josué en el mismo terreno.
3. --Las noticias de todo esto hicieron enojar doblementea a Antíoco debido a que sus
finanzas andaban muy mal. La política helenizanta que había seguido temerosamente en otras
provincias como en Judea, había creado general desafecto y Armenia y Persia, en particular,
habían rehusado el pago del tributo. Entonces llamó sus fuerzas y habiendo agotado sus cofres
al darles la paga de un año por adelantado, marchó para rehacer sus finanzas dejando la mitad
de sus fuerzas a Lysias, jefe de sangre real, a quien hizo su lugarteniente en el occidente del
Eufrates y guardián de su pequeño hijo Antíoco. Lysias, habiendo recibido órdenes de
exterminar a toda la nación judía, dio sus órdenes a Ptolomeo Macrón, gobernador de
Celesiria, quien envió a Nicanor y a Georgias, con 40,000 hombres de infantería y 7,000 de
caballería. Judas entonces reunió sus 6,000 hombres en el antiguo santuario de Mizpah, (pues
Jerusalén estaba todavía en poder de Felipe) y después de solemnes servicios religiosos pidió,
como Gedeón, que todos los que fueran tímidos, así como los que estuvieran exceptuados del
servicio militar abandonaran el tempo, animando a los restantes pare la batalla que se
efectuaría en la mañana siguiente.
En las sombras de la noche Georgias marchó del tempo de Siria en Emmaus con 5.000
hombres de a pie y 1.000 de a caballo pare caer por sorpresa sobre el tempo de los judíos,
pero Judas, habiendo sabido de aquel movimiento, dejó su campamento y al romper el día
apareció en la llanura con su ejército ahora disminuido, reducido a 3,000 hombres “que no
tenían armaduras ni espadas”. El ejército sirio, poseído de pánico, huyó y fue perseguido hasta
Asdod y Jamnia, habiendo perdido 3.000 hombres. En seguida Judas reunió su pequeño
ejército y se regresó en contra de Gorgias. quien encontrando desierto el tempo de los judíos
había avanzado hasta las montañas, y conociendo la victoria de los judíos por el humo que
subía del tempo de Nicanor vio también huir a sus soldados. Además del rico despojo del
campamento de los sirios “macho oro y plata, y seda azul y púrpura del mar, y grandes
riquezas” encontraron un buen número de mercaderes de las ciudades marítimas que habían
sido atraídos por la promesa de Nicanor de venderles los prisioneros pare esclavos: estos
mercaderes, en justa retribución. fueron vendidos como esclavos. Después de guardar con
grandes acciones de gracias, el sábado que siguió a la victoria. Judas cruzó el Jordán y derrotó
a Timoteo y a Bachides, matando mas de 20.000 sirios y tomando muchas de las fortalezas de
Gaalad (167 A. C.) .
4.--Al año siguiente, Lysias, con un ejército escogido de 60.000 hombres de a pie y
5,000 caballos avanzó a Bethsura en donde Judas lo esperó nada más con 10,000 hombres y
después de sus acostumbradas fervientes oraciones y de una ardienta arenga Judas cayó
sobre los sirios y los derrotó matándoles 5.000 hombres, retrocediendo Lysias a Antioquia pare
reunir nuevas fuerzas. Esta victoria dio a los patriotas la posesión de Jerusalén, excepto la
Torre de Siria, y Judas empleó un período de descanso de tantas batallas limpiando el templo,
los desiertos patios en los cuales había crecido la hierba. y la cámara de los sacerdotes que
habían derrumbado. Los vasos sagrados fueron reemplazados del botín de los sirios y el
santuario se dedicó de nuevo al 25 de Chisleu, exactamente tres años después de su profanaci
ón (Dic. de 166 A. C.) . El festival duró por espacio de ocho días con un regocijo semejante al
de la fiesta de los Tabernáculos, y la solemnidad quedó como una institución perpetua siendo
ésta “la fiesta de la Dedicación” mencionada por San Juan como que se celebraba en el
invierno. (Juan 10: 22) Durante esta solemnidad Judas tuvo que emplear parta de sus fuerzas
pare mantener a raya a los sirios que retenían la torre sobre el Monte Sión y después aseguró
el templo en contra de los ataques de aquella parta mediante la erección de una fuerte muralla
y torres bien defendidas, y también fortificó y guarnicionó a Bethsura.
5. --Estas victorias despertaron los viejos celos de las naciones circunvecinas, las que
comenzaron la matanza de los judíos que moraban en ellas, pero Judas fue tan pronto pare
castigar como pare libertar. Cayó sobre Jope, quemando muchas casas y barcos para vengar
así el traidor asesinato de 200 judíos que habían sido atraídos a los barcos y luego ahogados: y
otra matanza, llevada a cabo en Jamnia fue castigada con la conflagración de la población y de
los barcos, viéndose las llamas desde Jerusalén, a una distancia de veinticinco millas. Había
regresado a Judea de una campaña contra los Idumeos y los Amonitas, cuando le llegaron
camas anunciando el extremo peligro de los judíos en Galaad y en Galilea: Judas dividió sus
fuerzas, enviando a su hermano Simón a Galilea, mientras que él marchaba con Jonatán a Galaad.
Ambas expediciones tuvieron éxito y todo peligro futuro se evitó trasladando a los judíos
de la Galilea y la Transilvania a Jerusalén. Entretanto, José y Azarías, quienes habían salido de
Jerusalén con órdenes estrictas de no pelear, se vieron tentados por las noticias de estas
victorias a atacar a Georgics en Jamnia, habiendo tenido que huir con la pérdida de 2,000
hombres, pero esta duro golpe aumentó la confianza del pueblo en los hermanos Macabeos
como sus únicos caudillos dignos; todavía otro pequeño revés confirmó la prudencia con que
Judas atemperaba su valor. La derrota la vengó, pero no sin considerables pérdidas. Cuando
después de la observancia del sábado en Adullam procedieron a sepultar a sus muertos, se
hallaron pequeños ídolos en los vestidos aun de algunos sacerdotes. Se envió entonces una
ofrenda por el pecado a Jerusalén, no sólo para expiar la culpa de aquellos hombres, sino por
los muertos, en cuya resurrección los judíos Macabeos. sin duda, tenían plena fe. La campaña
terminó reduciendo a Hebrón a invadiendo el territorio filisteo y Samaria.
6. --Por esta tiempo murió Antioco Epífanes de la manera ya descrita, siendo elevado al
trono su joven hijo Antioco V Eupator, por Lysias (164-162 A. C.) y se emprendió una nueva
campaña para el socorro del destacamento sirio que estaba sitiado en la ciudadela de Zión. El
rey y Lysias pusieron sitio a Bethsura entretanto que Judas corrió en su auxilio. El ejército sirio
se componía de 80,000 ó 100,000 hombres de a pie, 20,000 caballos y 32 elefantes. Estas
bestias, mencionadas ahora por la primera vez en las guerras judías, se describen como escoltadas
cada una por 1,000 hombres de a pie y 500 de caballería; cada elefanta llevaba una torre
en que había 32 hombres, exageración que prueba la alarma causada por aquel extraño
espectáculo, pero el valor de los patriotas judíos fue estimulado por el noble ejemplo de
Eleazar, el cuarto de los hermanos Macabeos, quien se metió debajo de un elefanta y lo mató
aunque fue aplastado por la bestia que cayó sobre él. Su sacrificio no aseguró la victoria, pues
Judas se vio obligado a retirarse a Jerusalén y Bethsura, capitulando bajo buenas condiciones.
La caída de la fortaleza se atribuye al hambre, debida a la falta de maíz en el año sabático, lo
que prueba incidentalmente la observancia de tal institución por los judíos restaurados (163 A.
C). La misma causa redujo a Jerusalén que luego fue sitiada a los extremos del hambre, pero
también puso en aprietos a los sitiadores.
Entretanto, sin embargo, el ejército que había llevado Antíoco a Persia regresó bajo
Felipe, quien pretendía el tutorado sobre el joven rey, y con esto Lysias aconsejó a Antíoco
hacer la paz con los judíos. Tan pronto como el rey fue admitido en la ciudad quebrantó los términos,
echando abajo la nueva muralla de Judas, después de lo cual se retiró a Antioquía,
quitándole la Capital a Felipe, pero su triunfo fue breve, pues Demetrio, el hijo de Seleuco IV,
cuya legítima herencia había sido usurpada por su tío Antioco Epífanes, regresó a Roma en
donde había estado en rehenes, derrotó y ejecutó a Antioco y a Lysias, haciéndose rey con el
título de Demetrio I Soter (162-150 A. C.) . Con una política más hábil que la de su antecesor,
Demetrio se aprovechó de las divisiones entre los judíos. El pueblo común cayó en el descontento
bajo el austero yugo de los Asideanos, impacienta por los grandes sacrificios que
demandaba la causa del patriotismo, y por la primera vez el partido helenizante fue
encabezado por un sumo sacerdote, quien, a diferencia de los usurpadores Jasón y Menelao,
tenía derecho al título legítimo.
Onías III, cuya muerta en Antioquía por los artificios de Menelao, ya se han relatado,
dejó un hijo del mismo nombre, quien aunque nunca ejerció el sumo sacerdocio en Jerusalén,
puede ser llamado Onías IV, para evitar confusiones. Durante la usurpación de Jasón y
Menelao, Onías parece haber apoyado una alianza con Egipto a donde él había huido, y recibió
la protección de Ptolomeo Filometor. Como heredero legítimo del sumo sacerdocio formó el
proyecto de revivir en Egipto el culto que había sido profanado en Judea, pues Egipto parecía
bien adaptado para formar un nuevo centro de judaísmo helenístico, debido al gran número de
judíos que en varias épocas se habían establecido allí, y por la posesión de la versión
Septuaginta de las Escrituras. Onías, por lo tanto, edificó un templo, del cual él y su familia
vinieron a ser sumos sacerdotes, de manera que bubo tres templos: el verdadero de Jerusalén,
el Samaritano en el Monta Gerizim, y el helenista de Egipto.
Una consecuencia de la sucesión de Onías fue que, con la ejecución de Menelao por
orden de Antioco Eupator por 163 A. C., el sumo sacerdocio de Jerusalén terminó en la línea
de Jozadac, el padre de Jesuá, en quien había quedado desde el regreso de la cautividad.
Antioco nombró a Joakim, quien, como dice Josefo, pertenecía, en verdad, a la línea de Aarón,
pero no a esta familia. Alcimus, nombre griego que adoptó el nuevo sumo sacerdote, vino a ser
el jefe del partido helenizante, quien aduló a Demetrio, enviándole ésta a Bachides con un
ejército para establecer el sumo sacerdocio en Jerusalén. Sus proposiciones de paz no
pudieron engañar a Judas, pero los Asideanos confiaron en el carácter sagrado del sumo
sacerdote, quien pagó su confianza matando en un día sesenta de ellos.
Bachides regresó a Antioquía dejando como gobernador al sumo sacerdote mientras
que el infatigable Judas recorría las ciudades de Judá reuniendo a los partidarios. Alcimus otra
vez pidió ayuda a Antioquía y Nicanor, quien fue enviado a restaurarlo, fue derrotado por Judas
en Capharsalama; se retiró a la ciudadela de Zión, en donde su negativa a escuchar las
proposiciones de los sacerdotes hasta que Judas fuera entregado en sus manos y sus feroces
crueldades, hizo que se reunieran los patriotas para resistir y orar por su derrocamiento. Luego
se libró una batalla en Adasa, cerca de Bethoron, en donde Judas ganó su victoria más gloriosa
el día 13 de Adar, (fines de febrero de 161 A. C.) día que se conmemoró como fiesta nacional.
Nicanor fue muerto y su cabeza y su mano fueron expuestas como trofeos en Jerusalén. Se
ganó la independencia de Judea, aunque no se aseguró en definitiva, sino después de varios
años de lucha y la muerta de todos los hermanos Macabeos. Entretanto, el país gozó de un
breve intervalo de paz.
7. --Aquí es cuando el nombre de Roma aparece por la primera vez en la historia judía.
La imaginación de Judas fue cautivada por los triunfos que ella había alcanzado en contra de
los galos y los españoles, y especialmente sobre el poder de los griegos que tan fieramente
había venido él combatiendo. Había oído de las derrotas de Felipe, Perseo y Antíoco el Grande
y de su poder para derrocar y establecer reyes, pero parece que se sintió más atraído por su
forma republicana de gobierno. Envió a Roma a Eupolemo, hijo de Juan, con Jasón, hijo de
Eleazar, proponiendo una liga en contra de Siria, y los enviados trajeron una carta inscrita en
tabletas de bronce conteniendo los artículos de la alianza entre los romanos y los judíos, pero
la carrera de Judas terminó antes de que ellos llegaran a Judea; gloriosamente acabó, pero de
un modo que casi no dudaríamos que uno de los viejos profetas hubiera considerado como un
juicio de Dios por quererse apoyar en la fuerza de una alianza pagana, cosa que fue el único
error de su vida.
Demetrio había enviado todas sus fuerzas bajo Bachides para restaurar a Alcimus y
vengar a Nicanor. El tratado con Roma parece haber ofendido al partido extremo de los
Asideanos, y Judas no contaba más que con 3,000 hombres para oponerse a los 20,000 de a
pie y 2,000 de caballería de su enemigo. El campo de ésta estaba en Berea, y el de Judas en
Eleasa; sus hombres, aterrorizados por la diferencia de número, empezaron a desertar hasta
que se quedó solamente con 800, los que urgieron a Judas a huir en espera de mejor
oportunidad. Su respuesta muestra ese instinto profético que a menudo ha advertido a un
héroe de su muerta próxima: “Si nuestro tiempo ha llegado, muramos varonilmente por
nuestros hermanos, y no manchemos nuestro honor.”
Tomó su posición con sus mejores guerreros en contra del ala derecha de los sirios que
mandaba Bachides, derrotándolo y persiguiéndolo hasta Azoto, pero los sirios del ala izquierda,
casi sin oposición ninguna, cayeron sobre la retaguardia de los judíos ya victoriosos. Las
desventajas fueron abrumadoras y el desastre fue coronado por la muerta de Judas, anta la
cual huyeron sus seguidores. Sus hermanos Jonatán y Simón recobraron su cadáver y lo
sepultaron en la tumba de su padre, en Modín, en medio de las lamentaciones de todo Israel
que sólo se oía el grito: “1Cómo ha caído el valiente que libertaba a Israel” Así como Adasa fue
el Maratón de la guerra judía por la libertad, así Eleasa fue su Termópilas, y cuando la historia
de las Escrituras recobre su lugar en la literatura del Cristianismo, la fama de Leonidas nunca
eclipsará a la de Judas Macabeo. Su mejor elogio es el simple registro de sus grandes hechos,
acerca de los cuales los historiadores nos aseguran que fueron demasiados para ser descritos.
“Entre los elevados espíritus que han defendido la libertad de su patrio suelo en contra de la
injusticia y de la cruel opresión” .dice el Dean Milman. “ninguno ha sobrepujado al más hábil de
los Macabeos al realizar un gran fin con medios inadecuados; nadie jamás unió valor más
generoso a una causa mejor; y ninguno, debemos añadir, dio a Dios la gloria de un modo más
completo. Por lo menos, hay un tributo digno de su honor en el espléndido oratorio de Haendel.
La muerta de este glorioso héroe judío ocurrió en 161 A. C.
8. --EI triunfo de Bachides y de la facción impía fue ayudado por los horrores de una
grande hambre, y los amigos de Judas fueron cazados por todos lados, pero lo mismo que
antes, esta falta de moderación encontró resistencia. Jonatán, apodado Apphus --el astuto--, el
quinto y más joven hijo de Matatías, fue hecho el líder, como el más guerrero de los tres
hermanos que quedaban, ayudándole Simón como consejero. Se establecieron en el desierto
de Tekoa, en donde el primer golpe que dieron fue vengar a su hermano mayor Juan, apodado
Gaddis, quien fue traidoramente muerto por los árabes; tras de esto Bachides atacó en sábado
su posición en los pantanos del Jordán, pero ellos escaparon cruzando el río a nado, habiendo
matado 1,000 de los sirios. Bachides trató de fortificarse en Jericó, Emmaus, Beth-oron, Betel y
otras ciudades fuertes de judá, conservando en ellas rehenes de algunas de las principales
familias. Alcimus, con igual ardor había emprendido la destrucción de la muralla que rodeaba el
templo, cuando fue atacado de parálisis y murió en medio de grandes tormentos; tras de esto
Bachides regresó a Antioquía y la tierra descansó por dos años. Un último intento del partido
helenizante para pedir la ayuda de Bachides resultó en su ruina, pues contrariado por la derrota
que sufrió a manos de Jonatán, Bachides ejecutó a muchos de la facción que lo había invitado
y abandonó la empresa. Antes de retirarse, sin embargo, aceptó la invitación de Jonatán para
pacer la paz; devolvió prisioneros y rehenes, y prometió no molestar nunca más a los judíos, lo
cual cumplió. Jonatán se estableció en la fortaleza de Michmash, tan renombrada en la historia
de Jonatán, el hijo de Saúl, y desde allí gobernó al pueblo, destruyendo a los impíos. Esta
estado de cosas duró por unos seis años. (158-153 A. C.)
La pretensión de Alejandro Balas, un llamado hijo de Antioco Epífanes, a la corona de
Siria, condujo a un nuevo progreso de Jonatán y los judíos que fueron halagados por los dos
rivales. Demetrio escribió primero, autorizando a Jonatán a levantar un ejército y ordenando
que los rehenes que estaban en la torre de Zión le fueran entregados, lo cual se hizo luego, y
Jonatán empezó a reparar las fortificaciones de Jerusalén. Entretanto, todos los del partido
hostil huyeron de las ciudades fortificadas, excepto Bethsura. Después vino la carta de
Alejandro nombrando a Jonatán como sumo sacerdote, puesto que había estado vacante
desde la muerta de Alcimus, enviándole un manto de púrpura y una corona de oro; Jonatán
asumió su posición en la Fiesta de los Tabernáculos (153 A. C.) y así comenzó la línea de
príncipes-sacerdotes de la familia Asmoneana. Demetrio, en su desaliento, hizo entonces
nuevas a ilimitadas ofertas: exención de todo tributo a los judíos que estuvieran en todo su
reino; lo mismo de los derechos sobre la sal, y el tributo de la corona; exención del pago del
tercio de las semillas y de la mitad del producto de los árboles frutales. Los tres gobiernos de
Apherema, Lydda y Ramathem, incluyendo el puerto de Ptolemaida, se le quitarían a Samaria y
se le anexarían a Judea para siempre, bajo el gobierno único del sumo sacerdote. Se
levantaría un ejército de 3,000 judíos a expensas del rey para guarnecer las ciudades y servir
de policía. Jerusalén, con su territorio, fue declarada ciudad Santa. libre de todo diezmo y
tributo, y ciudad de asilo. Se prometió una fuerte suma anual para las obras del templo y las
fortificaciones de la ciudad, y además, las entradas de Ptolemaida se asignaron a los gastos
ordinarios del Santuario. Todos los judíos cautivos en todo el imperio sirio habrían de ser
puestos en libertad, y todas las grandes fechas serían fiestas para ellos. Ofertas más
moderadas podrían haber sido prueba mejor de buena fe. Los judíos tenían mayor confianza en
Alejandro, quien, además, gozaba del favor de Roma: y después de que hubo derrotado y
muerto a Demetrio (150 A. C.) dio a Jonatán una magna recepción en Ptolemaida con motivo
de su casamiento con Cleopatra, la hija de Ptolomeo Philometor.
Tres años más tarde, Demetrio el más joven, quien después reinó como Demetrio II
Nicator, intentó recobrar el reino de su padre, y su partidario Apolonio, gobernador de la
Celesiria, avanzó sobre Jamnia y lanzó un reto a Jonatán, habiendo habido una batalla en
Azoto en la cual la infantería de Jonatán se sostuvo contra la caballería siria, la cual lo atacó
por todos los flancos, hasta que recibió refuerzos de su hermano Simón, quien hizo huir a las
cansadas caballerías que escaparon al templo de Dagón en Azoto. Jonatán quemó la ciudad y
el templo, juntamente con los hogares que sumaban 8.000 y después de recibir la sumisión de
la ciudad de Ascalón regresó a Jerusalén.
Ahora un nuevo enemigo tomó el campo en contra de Alejandro en la persona de su
suegro. Ptolomeo. quien marchó a Siria, aparentemente como amigo. Jonatán lo encontró en
Jope, habiendo sido favorablemente recibido, a pesar de las acusaciones de sus enemigos. No
necesitamos referirnos aquí a la alianza de Ptolomeo con el joven Demetrio. ni a la derrota y
muerta de Alejandro, seguida por la muerta de Ptolomeo y el advenimiento de Demetrio II
Nicator al trono de Siria, (146 A. C.) El tacto político de Jonatán, no solamente lo sacó bien de
aquella revolución, sino que obtuvo algunas ventajas para su país. Durante la confusión había
puesto sitio a la torre de Zión, acto por el cual lo acusaron sus enemigos anta el nuevo rey,
quien lo llamó a Ptolemaida, y dejando órdenes para apretar el sitio, fue seguido de un cuerpo
do sacerdotes y ancianos, llevando espléndidos presentes. Obtuvo grandes favores de
Demetrio, quien lo confirmó en el sumo sacerdocio y un regalo de 3.000 talentos aseguró para
Judea la mayor parta de los privilegios que habían sido prometidos por Demetrio I.
La impopularidad de Demetrio por haber desbandado las tropas sirias reemplazándolas
con mercenarios que había traído de Creta, abrieron la puerta para los planes de Trifón, quien
pretendía el trono para Antioco, hijo de Alejandro Balas. Jonatán se aprovechó de la
oportunidad para obtener de Demetrio la promesa de evacuar la torre de Zión y le envió un
cuerpo de 3,000 judíos que salvaron su vida en un tumulto en Antioquía: pero no había pasado
el inmediato peligro, cuando Demetrio, por haberse separado de Jonatán, no pudo cumplir sus
promesas.
La derrota de Demetrio por Trifón colocó a Antíoco VI Theos ea el trono, (144 A. C.)
Jonatán fue confirmado en todos sus honores, y su hermano Simón fue hecho capitán general
del país desde los linderos de Tiro hasta los de Egipto. Gaza y Bathsura fueron reducidas,
Jonatán derrotó a los partidarios de Demetrio cerca del lago de Genezareth, y otra vez en la
región de Hamath, y avanzó sobre Damasco, entretanto que Simón aseguró Ascalón y tomó
Jope. Habiendo renovado la alianza con Roma y también con los Lacedemonios, Jonatán
ordenó a los ancianos fortificar las ciudades de Judea, altar la muralla de Jerusalén y obstruir la
Torre de Zión con un gran montículo. Estaban ocupados en esto cuando Trifón que planeaba
una usurpación y consideraba a Jonatáa como su obstáculo principal, lo atrajo a Ptolemaida
con una guardia nada más de 1,000 hombres, los que fueron muertos, y Jonatán fue hecho
prisionero.
Ahora los enemigos de los judíos se levantaron en todas partes, pero Simón fue
reconocido como líder y marchó a Adida al encuentro de Trifón, quien avanzaba para invadir a
Judea, y cuando Trifón encontró con quien tenía que vérselas entró en negociaciones. Pretendiendo
que Jonatán había sido cogido por dinero que se debía al rey prometió libertarlo con el
pago de 100 talentos de plata y la entrega de dos de sus hijos como rehenes; Simón esperaba
la traición, pero para que sus intenciones no fueran mal tomadas aceptó las condiciones.
9. --Simón, por sobrenombre Thassi, segundo hijo de Matatías y el último superviviente
de sus hermanos, fue sumo-sacerdota de 143-135 A. C. Su sabiduría y valor habían ayudado
mucho a Judas y a Jonatán durante la larga lucha, la que ahora, con un esfuerzo final alcanzar
ía los debidos frutos. Tryphon, ocupado con sus propios planes de usurpación, parece que
renunció a los ataques sobre Judea, excepto las incursiones con fines de saqueo según la
oportunidad se presentaba. Simón se ocupó en restaurar las fortalezas, buscando la amistad
de Demetrio, quien concedió la independencia de Judea. El primer hijo de Simón vino a ser el
punto de partida de una nueva época sirviéndole al pueblo para la firma de contratos y otros
documentos. Después de tomar a Gaza quebrantó el último y más fuerte eslabón de la cadena
siria reduciendo por hambre la torre de Jerusalén, la que después de ser purificada fue tomada
el 23 del segundo mes, lo que se constituyó en un festival anual. Juan, el segundo hijo de
Simón, fue hecho jefe de la guarnición estableciéndose en la fortaleza de Gazara.
Ni la captura de Demetrio por los partos, ni el éxito de la usurpación de Triphon por el
asesinato de Aatioco Theos trastornó la paz de que disfrutó Judea bajo Simón. “Entonces
cultivaron en paz la tierra y ésta dió sus cosechas y los árboles su fruto. Los viejos se sentaron
en las calles gozando juntos de las cosas buenas de la tierra, y los jóvenes se ataviaron con
vestidos brillantes 'de guerra. Abasteció las ciudades y las aprovisionó con materiales de
guerra llegando a ser de renombre mundial. Hizo la paz en la tierra a Israel se regocijó cor
grande gozo... Hermoseó el santuario y multiplicó los vasos del templo. Entretanto que su
gobierno en lo interno era justo y firme en lo exterior, abrió el comercio con Europa por el
puerto de jope, y renovó los tratados con Roma y Lacedemonia. Las camas en favor de los
judíos, dirigidas por el Senado romano a los Estados a islas de Grecia y Asia Menor, lo mismo
que a los grandes potentados de Asia, incluyendo a los partos, aun al parto Arsaces, son una
muestra evidente de la amplia difusión de la raza judía. Un recuerdo permanente de los
servicios de Mimón y de la gratitud de su país quedó inscrito en unas placas de bronce que se
colocaron en el Monta Zión.
La usurpación de Triphon al fin fue desafiada por Antíoco VII Sidetes, segundo hijo de
Demetrio I, y hermano del cautivo Demetrio II, quien hizo muy grandes promesas a los judíos.
Rápidamente derrotó a Triphon sitiándolo en Dora, a donde Simón le envió 2,000 hombres con
abundancia de dinero y armas, pero Antíoco, celoso del poder y la riqueza de Simón, rehusó la
ayuda y envió a Athenobio a exigir a Jope y Gazara, además de 1,000 talentos por los lugares
tornados y el tributo que no se había pagado a Siria. Simón rehusó, pero ofreció 100 talentos
como una compensación por Jope y Gazara, y Antíoco comenzó la última guerra que los
Macabeos tuvieron que librar con Siria. Entretanto que el rey perseguía a Triphon, quien había
escapado de Dora, su general Cendebeo, comandanta de la Costa, se estableció en Jamnia y
acosó a los judíos con ataques constantes. Simón, estando ya demasiado viejo para it al
cameo de batalla, envió a sus dos hijos mayores. Judas y Juan, con 20,000 hombres y algunos
caballos, habiendo obtenido una completa victoria sobre el gran ejército de Cendebeo.
Después de esta victoria hubiera podido esperarse que Simón hubiera muerto en paz en su
vejez, pero él no quedó exceptuado del violento fin que había tocado a sus hermanos. En un
avance por el campo con sus hijos Judas y Matatías, llegó a Jericó. en donde fue recibido por
el gobernador Ptolomeo, el hijo de Abubus, su propio hijo político y hombre de una gran
fortuna, y Ptolomeo, persiguiendo su propósito de hacerse a sí mismo el amo de Judea, hizo
que mataran a Simón y a sus hijos de una manera traidora entretanto que estaban en un
banquete. Juan, que estaba en Gazara, avisado a tiempo, mató a los hombres que habían sido
enviados para matarlo.
Con la muerta del último de los hijos de Matatías se pierde el registro auténtico del
primer Libro de los Macabeos, y Josefo viene a ser nuestro único guía. “Los actos de Juan
Hircano “ fueron escritos con las “Crónicas de su sacerdocio.” obra macho más antigua que el
Primer Libro de los Macabeos.
10. --Juan Hircano, segundo hijo de Simón, bajo cuyas órdenes había militado en el
ejército, sucedió a su padre en el sacerdocio y en el gobierno, el cual retuvo por espacio de
treinta años, (135-I06 A. C.) . Inmediatamente fue de Gazara a Jerusalén y después de que el
pueblo lo hubo aceptado como su jefe marchó en contra de Jericó. Ptolomeo, quien estaba en
una fuerte posición cerca de la ciudad, trató de evitar el asalto valiéndose de salvajes
crueldades infligidas sobre su madre y sus hermanos, quienes fueron azotados sobre los muros
y amenazados de ser arrojados de cabeza, y aunque la madre de Juan lo exhortó a no hacer
caso de sus sufrimientos, se produjo el resultado buscado, pues Juan se retiró: el sitio, el cual
se intentó durante un año, al fin se abandonó, huyendo Ptolomeo a Filadelfia, más allá del
Jordán, después de lo cual ya no sabemos nada de él. Entretanto. el ejército de Antíoco probó
ser demasiado fuerte para Juan; fue sitiado en Jerusalén y fue obligado por el hambre a
entregar la ciudad, exigiéndosele desmantelar las fortificaciones y volviendo a la condición de
un Estado tributario. La moderación de Antíoco en esta ocasión y su respeto por los judíos le
ganó el sobrenombre de Eusebes, el Pío. Hircano fue tratado por él con verdadera
benevolencia y lo atendió en la expedición que el rey hizo en contra de Partia, ostensiblemente
para libertar su prisionero hermano Demetrio Nicator. La muerta de Antíoco en esta campaña
dio una oportunidad para recobrar la independencia de Judea, la que nunca más fue
subyugada por la Siria. En verdad, la última monarquía, hasta el tiempo de ser absorbida por
Roma (65 A. C.) vino a ser la víctima de revoluciones tales que su historia resulta para nosotros
de may poco interés y sumamente intrincada pare poder seguirla. De nuevo los judíos entraron
en un sendero de conquista, limitada, es cierto, pero que macho gratificaba su orgullo al
humillar a antiguos y recientes enemigos. Después de llevar sus arenas a las regiones al
orienta del jordán en donde tomó dos ciudades. Hircano subyugó tanto Idumea como Samaria,
los odiados rivales de Israel antes y después de la cautividad. Los idumeos fueron obligados a
adoptar la religión judía y a recibir la circuncisión, siendo tan completa la conquista que el reino
de Idumea desaparece de la historia: y sin embargo, la indomable raza de Edom pronto
manifestó la herencia de la bendici8n de su padre dándole una nueva dinastía a Judea. En
Samaria, Juan Hireano completó su triunfo destruyendo el odiado templo cismático del Monte
Gerizim, y de esta manera el santuario del Monta Sión ganó otra vez la preeminencia en la
Tierra Santa, y de nuevo los judíos impusieron sobre los samaritanos la ley sagrada de que “en
Jerusalén era preciso adorar.” La reducción de Samaria fue efectuada por Aristóbulo y
Antígono. hijos de Juan Hircano. en el año 26Q de su reinado (109 A. C.) . La ciudad de Samaria
fue enteramente destruida y su sitio convertido en estanques de agua que venía de sus
abundantes manantiales. La mayor parte de Galilea se sometió a la autoridad del sumo
sacerdote quien de nuevo renovó la alianza de su familia con Roma. De sus edificios en
Jerusalén el más importante fue la Torre de Baris, en la esquina noroestea de los patios del
templo, la que en tiempo de Herodes vino a ser la Torre Antonia.
De esta manera la Tierra Santa, bajo el nombre de Judea, quedó restaurada a sus
antiguos límites, y el pueblo se entregó a su culto bajo una raza de sacerdotal --príncipes qua
mantuvieron su autoridad sujeta a la ley divina. Pero los asuntos humanos nunca alcanzan el
pináculo de la prosperidad sin qua venga la caída, y esta la trajeron con una espantosa rapidez
los sucesores de Juan Hircano, quienes desplegaron una ambición personal desconocida al
patriotismo puro de los Macabeos, y pronto se entregaron a terribles luchas por hacerse del
poder. Así comenzaron aquellos asesinatos entre familia que ofrecen el aspecto más horrible
del despotismo oriental, y que alcanzó la circa con Herodes. La fuente principal de estos males
fue la ruptura de la unidad religiosa de la nación por el levantamiento de las sectas enemigas,
los Fariseos y los Saduceos, que surgiendo de un origen dudoso, y de causal que por largo
tiempo estuvieron trabajando, vinieron a establecer durante el gobierno de Juan Hircano. Hacia
fines de su reinado, Hircano, provocado por un insulto de uno de los principales fariseos, se
unió al partido de los saduceos, Paso que dejó una triste herencia de dificultades a sus
sucesores. El Dean Milman dice: “La causa de aquel rompimiento es característica de las
costumbres de los judíos. Durante un banqueta en el cual estaban presentes los jefes de la
secta dominante, Hircano les pidió su juicio sobre su manejo general de los asuntos
administrativos, el que él creía estaba ajustado al gran principio de justicia, (la justicia era la
palabra clave de los fariseos en su significado de rectitud) y por su estricta adhesión a los
ideales de la secta. Los fariseos, mediante una general aclamación, testificaron su aprobación
de todos sus actor: pero una voz, la de Eleazar, fue la única que interrumpió la general
armonía, diciendo: “Si eras un hombre justo, abandona el sacerdocio, puta estás descalificado
por la ilegitimidad de lo nacimiento.” La madre de Hircano. se decía, aunque según Josefo,
falsamente, había sido llevada cautiva, y así estuvo expuesta a los sacrílegos abusos de un
amo pagano. Hircano, indignado por aquello, ordenó qua Eleazar fuera enjuiciado por
difamación, pero la influencia de los fariseos lo protegió y logró escapar nada más azotado y
preso. Hircano, furioso por aquella inesperada hostilidad, oyó las declaraciones de Jonatan, un
saduceo, quien acusó a la facción rival de estar conspirando pata intimidar al poder soberano, y
desde esa hors se separó completamente de los concilios farisaicos.”
Juan Hircano murió sesenta años exactamente, o el espacio de dos generaciones
completas, después que su abuelo Matatías, (106 A. C.) . A1 empezar una nueva generación
de la casa de los Macabeos, vino a ser el primero que escapó de la violencia de que fueron
víctimas su padre y sus tíos. Su muerta marca la transición del gobierno teocrático bajo los
Macabeos, al reino Asmoneano, que fue establecido por su hijo Judas o Aristóbulo, cuyo
nombre griego es demasiado significativo al revelar el carácter helenizante de la nueva era.
Los únicos dos de la familia macabea de la primera generación que no alcanzaron el
puesto de líderes de su pueblo como sus hermanos, participaron, sin embargo, de su suerte:
Eleazar, mediante un acto de personal devoción; y Juan, aparentemente el hermano mayor, por
una traición. El sacrificio de la familia fue completo y probablemente la historia no ofrece un
paralelo del indómito valor con que tal banda se enfrentó con la muerte, uno por uno, en la
defensa de una santa causa. El resultado fue digno del sacrificio. Los Macabeos inspiraron con
la idea de libertad a un pueblo esclavo: encontraron pocos seguidores personales y dejaron al
fin una nación.
11. --Los grandes rasgos de la lucha macabea que están algo ocultos en los anales así
tan brevemente presentados, permiten ser trazados con alguna claridad, aunque muchos
puntos siempre quedarán en la oscuridad debido a que ignoramos el número y la distribución
de los judíos, y la condición general del pueblo en aquellos dice. La disputada posesión del
trono sirio (153 A. C.) fue el eje político de la lucha, el que puede dividirse en dos grandes
períodos. Durante el primer periodo (168153 A. C.) los patriotas mantuvieron su causa con
variado éxito en contra de toda la fuerza de Siria: durante el segundo período (153-139 A. C.)
fueron halagados por las facciones rivales, y su independencia fue reconocida de vez en
cuando, aunque las promesas hechas en tiempo de peligro se olvidaban una vez pasado éste.
La importancia incomparable de Jerusalén es conspicua en toda la guerra. La pérdida de la
Santa Ciudad redujo al partido patriótico a la condición de meras bandas de guerrillas saliendo
de las montañas o del desierto pata caer sobre las poblaciones vecinas. Esta fue el primer
aspecto de la guerra, y el escenario de los primeros golpes de Judas fue la región montañosa
al noroeste de Jerusalén, de donde arrojó a los ejércitos invasores en los famosos campos de
batalla de Beth-oron y Emmaus. La ocupación de Jerusalén cerró el primer acto de la guerra,
(166 A. C.) y después de esto Judas ejecutó rápidos ataques a cada lado en Idumea, Ammon,
Galaad, Galilea, pero no se estableció permanentemente en las regiones que invadía. Bethsura
fue fortificada como una defensa de Jerusalén al sur, pero la autoridad de Judas parece haberse
limitado al inmediato vecindario de Jerusalén, aunque la influencia de su nombre se extendió
mucho más. A la muerta de Judas, los patriotas quedaron reducidos a una zozobra tan grande
como la que tuvieron en el primer levantamiento, y como Bachides tenía las llaves de “la
montaña de Efraím” se vieron obligados a buscar refugio en las planicies cercanas a Jericó, y
después de algunas victorias Jonatán pudo establecerse sin molestia alguna en Mishmash,
aunque la totalidad del país quedó enteramente bajo la soberanía de Siria.
Hasta aquí parecía que muy poco se había ganado cuando la lucha entre Alejandro
Balas y Demetrio I abrió un nuevo periodo (153 A. C.) Jonatán fue autorizado para levantar
tropas, los rehenes judíos fueron devueltos, muchas de las fortalezas fueron abandonadas, y
aparentemente un nuevo distrito le fue asignado al gobierno del sumo sacerdote. Los anteriores
conflictos inútiles al fin produjeron sus frutos. La derrota en Eleasa mostró el valor de hombres
que podían afrontar todos los elementos contrarios y ningún precio pareció demasiado grande
para asegurar su ayuda. Cuando los lideres judios hubieron obtenido el poder legitimo,
probaron que eran capaces de sostenerlo aunque su éxito general fue detenido por algunos
reveses. El sólido poder del partido nacional se vio en el ligero efecto que produjo la traidora
muerta de Jonatán. Simón pudo desde luego ocupar su lugar y llevar adelanta sus planes. La
guarnición siria fue retirada de Jerusalén, Jope fue ocupada como puerto marítimo, y cuatro
gobiernos --probablemente la parta central del viejo reino de Judá, con tres distritos tomados de
Samaria-- quedaron sujetos a la autoridad soberana del sumo sacerdote.
La guerra, traída así a un noble resultado, si menos famosa, no fue menos gloriosa que
cualquiera otra en que unos cuantos hombres valientes sostengan con éxito la causa de la
libertad o de la religión en contra de cualquiera fuerza brutal. La respuesta de Judas a aquellos
que le aconsejaban la retirada fue tan grande como la de Leonidas, y los éxitos de sus
seguidores se compararán favorablemente con los de los más grandes hombre de cualquier
país. Sería muy fácil encontrar paralelos en la historia macabea con los noble hechos de
patriotas y mártires de otros países, pero bastará reclamar aquí para aquella lucha la atención
que merece y que rara vez recibe. Parece, en verdad, que la indiferencia de los escritores
clásicos se ha perpetuado en nuestros días, por más que no haya lucha alguna, ni aun en las
guerras de Josué o de David, que sean más profundamente interesantes para el estudiante
cristiano. No es solamente en su victoria sobre las dificultades externas en lo que consista el
heroísmo de los macabeos, su verdadero éxito se vio amenazado tanto por divisiones internas
como por fuerzas externas. Tuvieron que contender, por una parte, contra los intentos
solapados o abiertos para introducir las costumbres griegas, y por otra, en contra del extremo
partido farisaico que de tiempo en tiempo se oponía a sus consejos. Y fue de Judas, y de
aquellos a quienes él inspiró que la fe antigua recibiera su final desenvolvimiento y su final
impresión antes de la venida de nuestro Señor.
La opinión de que la guerra macabea fue un conflicto civil y no religioso es
esencialmente equivoco. Si no hubiera otra evidencia que la del libro de Daniel, sea cual sea la
opinión que se tenga acerca de la fecha de él, con eso bastará para mostrar cuán
profundamente las más nobles esperanzas de la teocracia se centralizaron en el éxito de la
lucha. Cuando los sentimientos de la nación fueron así tornados con renovado poder a su antigua
fe, podremos esperar que habría una nueva época creativa en la literatura nacional, o si la
forma de la composición hebraica estaba ya fijada por los tipos sagrados, un profeta o un
salmista expresaría los pensamientos de la nueva edad siguiendo los modelos de los tiempos
antiguos. Sin embargo, en parte, al menos, los lidere de los tiempos macabeos sintieron que
estaban separados por un grande abismo de los tiempos del reino o de la cautividad: si
buscaban un profeta en el futuro reconocían que el espíritu do la profecía no estaba entre ellos.
El volumen de los escritos proféticos estaba completo, y, hasta donde parece, ninguno se
atrevía a imitar su contenido: pero los Escritos, aunque hacía largo tiempo que estaban ya
fijados como una colección definida, no estaban completamente alejados de la posibilidad de
imitación. Las visiones apocalípticas de Daniel sirvieron como un modelo para las visiones
incorporadas en el libro de Enoch, y se ha supuesto generalmente que en los Salmos tenemos
algunas composiciones del tiempo de los Macabeos.
12. --La historia de los Macabeos no contiene mucho que ilustre en detalle el progreso
social o religioso de los judíos. Es obvio que el período no sólo debe haber intensificado las
viejas creencias sino que también sacó elementos que estaban latentes en ellas. Una doctrina
al menos, la de la resurrección, y aun de una resurrección material, alcanzó por el sufrimiento
la más fuerte manifestación. “Es bueno tener la esperanza en Dios de ser levantado otra vez
por El,” fue la sustancia de la respuesta del mártir a su juez: “por lo que toca a ti, tú no tendrás
resurrección de vida.” (II Mac. 7:14) . “Nuestros hermanos --dice otro-- han caído, habiendo
soportado un dolor breve que los condujo a la vida eterna, estando bajo el pacto de Dios.” Y
como se creía que pasaba un intervalo de tiempo entre la muerta y el juicio, se suponía que los
muertos, en algún grado, todavía eran capaces de ser beneficiados por la intercesión de los vivos.
Así se expresa mucho ciertamente en el famoso pasaje de II Macab. 12:43-45 aunque la
noción secundaria de un estado de purgatorio de ninguna manera está implicada allí. Por otra
parta no es muy claro hasta dónde se suponía que se extendía el juicio futuro. Si el castigo de
los paganos impíos en otra vida había llegado a su un artículo definido de su fe, podía
esperarse que le hubiera dado alguna prominencia, aunque los pasajes en cuestión pueden dar
a entender algo acerca de sufrimientos después de la muerta y no sólo de sufrimientos terrenales.
Para los judíos apostatas ciertamente estaba reservado un juicio. La firme fe en la
providencia justa de Dios mostrada en el castigo de su pueblo en contrasta con la negligencia
mostrada hacia otras naciones es otra prueba de la idea más vasta del mundo espiritual caracter
ística de la época. Las lecciones de la cautividad fueron reducidas a enseñanza moral, y de
la misma manera la doctrina de un ministerio de los ángeles asumió una importancia sin
paralelo excepto en los días de los patriarcas. Quizá por esta causa también la esperanza
Mesiánica fue de limitado alcance: la viva percepción de las verdades espirituales impidió la
extensión de una esperanza acariciada en forma material, y parece que hubo una pausa en la
cual los hombres ganaron nuevos puntos de vista desde los cuales contemplaron las antiguas
promesas.
Los varios rasgos de la vida nacional que pueden percibirse durante el período
muestran en total una firme adhesión a la ley Mosaica. Probablemente nunca la ley fue
rigurosamente cumplida. La importancia de la persecución antioquiana para fijar el Canon del
Antiguo Testamento merece mencionarse. Los libros de la Ley fueron buscados especialmente
para ser destruidos, en consecuencia de lo cual aumentó proporcionalmente su valor distintivo
a juzgar por las palabras de I Macab 12:9: “con los cantos libros en nuestras manos sentíamos
que todos los otros consuelos eran superfluos.” La estricta observancia del Sábado, del Año
Sabático, la ley de los Nazareos, la exención del servicio militar, la oración solemne y el ayuno,
todo nos lleva a los primeros tiempos. La provisión en favor de los inválidos, los ancianos, y los
desamparados estaba en el espíritu de la Ley: y la nueva fiesta de la Dedicación fue un
homenaje a los antiguos ritos, siendo, además, una prueba de viva independencia. La interrupci
ón de la sucesión al sumo sacerdocio fue una cosa sumamente importante y que preparó
el camino para la disolución del Estado. Después de varios cambios arbitrarios el puesto había
quedado vacante por espacio de siete años al ocurrir la muerta de Alcimus; el último
descendientea de Josadac, Onias, en cuya familia había quedado el sumo sacerdocio por casi
cuatro centurias, huyó a Egipto y estableció un culto cismático, y al fin, cuando el apoyo de los
judíos vino a ser importante, el líder macabeo, Jonatán, de la familia de Joarib, fue electo a la
dignidad por sugestión del rey sirio cuyo deseo se confirmó por la voz del pueblo.
Poco puede decirse de la condición de la literatura y de las artes que no haya sido ya
anticipado. En la conversación común los judíos empleaban el Aramaico, dialecto que
aseguraron después del regreso; esta fue el propio lenguaje, pero es evidente que
comprendías el griego, el cual debe haberse extendido mucho por la influencia de los oficiales
sirios. Sin embargo, no hay evidencia de que el griego se haya empleado en la literatura
palestiniana sino mucho más tarde. La descripción del monumento que fue erigido por Simón
en Modín, en memoria de su familia. es el único registro de la arquitectura de la época. La
descripción es obscura pero en algunos aspectos la estructura parece ofrecer alguna
semejanza con las tumbas de Porcena y de los Curiatii. Un basamento oblongo cuyas dos
caras principales estaban hechas de mármol blanco pulimentado, sostenía siete pirámides
arregladas en línea, número igual al de los miembros de la familia Macabea, incluyendo al
mismo Simón. A esto añadió grandes columnas que Josefo dice eran de una sola pieza, que
tenían trofeos de armas y barcos esculpidos.
Las únicas reliquias de la época que se reconocen son las monedas que llevan el
nombre de “Simón”. o “Simeón,” el Príncipe de Israel, en caracteres samaritanos. El privilegio
de tener moneda nacional fue concedido a Simón por Antíoco IV Sidetes, y ocurren numerosos
casos en que aparecen las fechas del primero, segundo, tercero y cuarto años de la liberación
de Jerusalén, y es notable cómo se confirma su genuinidad; en el primer año el nombre de Zión
no aparece, pues la ciudadela no fue recobrada sino hasta el segundo año de la supremacía de
Simón, y ya después del segundo año solamente aparece el nombre de Zión. Los emblemas
que llevan las monedas generalmente tienen alguna conexión con la historia de los judíos, una
hoja de vid, un racimo de uvas, una palma rodeada de laurel, una lira, o un manojo de ramas.
símbolo de la fiesta de los Tabernáculos.
***
CAPITULO TERCERO
LOS REINOS ASMONEOS
(106-37 A. C.)
1. --No hay páginas en la Historia que ofrezcan un contraste más doloroso que las que
registran la libertad de Judea por los Macabeos y el mal gobierno de sus descendientes. En el
próspero reinado de Juan Hircano vemos las semillas de aquella perversa ambición y discordia
religiosa que estallaron inmediatamente después de su muerte. Hircano había dejado el
gobierno civil en su testamento a su esposa, un caso entre muchos de la entrada de influencias
femeniles que siempre han jugado una parte importante en los despotismos orientales, pero
juntamente con el sumo sacerdote fue tomado por su hijo mayor Aristóbulo, quien encarceló a
su madre y la hizo morir de hambre. Aristóbolo I asumió la diadema3 y el título de rey, (106-105
A. C.).
El breve reinado de Aristóbulo se señala por una conquista importante y por una
serie de tragedias domésticas. Subyugó la Iturea (después llamada Auranitis), un distrito al
oriente del Jordán, al pie del Antilíbano, habiéndose sometido sus habitantes a la circuncisión
bajo la amenaza del destierro. Una enfermedad peligrosa lo obligó a regresar dejando atrás a
su hermano favorito, Antígono, estando encarcelados sus otros tres hermanos. Antígono
terminó pronto la conquista y regresó a Jerusalén, y como se presentara armado en el templo
para cumplir con sus devociones, la reina Alejandra y las mujeres de la corte despertaron los
celos de su hermano; Aristóbulo le ordenó venir a su presencia, pero desarmado, estacionando
soldados en el pasillo subterráneo del templo a la Torre Baris, dándoles órdenes de matarlo si
aparecía armado. Antígono cayó en la trampa que le tendieron traidores mensajeros quienes le
dijeron que el rey quería verlo ataviado con su espléndida armadura. El moribundo rey,
horrorizado por el crimen, vomitó sangre; el esclavo que sacaba la vasija resbaló en el lugar en
donde Antígono había sido asesinado y la sangre de los dos hermanos se mezcló así en el
pavimento, lo que fue un emblema demasiado cierto de la historia posterior de los Asmoneos.
El rey obligó a los que lo rodeaban a decirle la causa de la consternación que veía en derredor.
y al oírlo, expiró en una agonía de remordimiento. Se hizo doblemente odioso como un
saduceo y por inclinarse al partido griego. Después de su muerte sus tres hermanos fueron
librados de la prisión.
2. --Alejandro Janeo, (105-78 A. C.) el hermano mayor sobreviviente de Aristóbulo I
aseguró la sucesión al trono y al sacerdocio matando a su hermano más cercano acusándolo
de aspirar a la diadema. Las conmociones intestinas de Siria y Egipto lo inclinaron a subyugar a
las ciudades de Palestina que aún no habían sido sometidas: Ptolemaidar Gaza, Dora y la torre
de Straton. Cuando sitiaba Ptolemaida el pueblo pidió ayuda a Ptolomeo Lathyrus, quien ahora
era el rey de Chipre, habiendo sido arrojado del trono de Egipto por su madre Cleopatra, y el
gran ejército con el cual Ptolomeo vino en su ayuda excitó los temores de los ciudadanos y se
rehusaron a admitirlo: él entonces marchó a Judea, derrotó al ejército de Alejandro causándole
una gran matanza y asoló al país con horribles crueldades. Judea entonces fue rescatada con
un ejército que Cleopatra envió en su ayuda ba jo dos judíos alejandrinos, Chelchias y Ananías,
y la reina, resistiendo el consejo de sus favoritos de posesionarse del país, se contentó con la
captura de Ptolemaida. Cuando los ejércitos extranjeros se habían retirado Alejandro se
posesionó de Gádara, al oriente del Jordán, pero fue derrotado en Amatus: luego puso sitio a
Gaza y después de una lucha desesperada tomó la ciudad y completamente la destruyó.
3 Esta palabra que tiene ahora un sentido vago en poesía, tuvo un sentido específico en las naciones de la antigüedad.
La diadema era un filete de seda, de dos pulgadas de ancho, que rodeaba la cabeza y se ataba por detrás; su color era
generalmente blanco, aunque algunas veces era azul como la de Darío, y estaba sembrada de perlas o de otras
gemas, y orlada de oro. fue peculiarmente la marca de los soberanos orientales, de aquí la dura ofensa cometida por
César al intentar substituirla por la corona de laurel tomada de los emperadores romanos.
Entretanto las facciones judías tendían rápidamente a la guerra civil. Los fariseos
provocaron un tumulto en contra de Alejandro, y mientras estaba oficiando en la fiesta de los
Tabernáculos el pueblo b apedreó y revivió los insultos sobre el nacimiento de su padre:
entonces Alejandro llamó a sus guardias y murieron 6,000 del pueblo, y para evitar la repetición
de semejantes tumultos el patio de los sacerdotes fue separado mediante una reja del patio
exterior del templo, y Alejandro contrató una guardia de mercenario de Pisidia y de Cilida,
siguiendo luego con sus proyectos de conquista sabyugando Moab y Galaad. Tres años más
tarde avanzó contra Gaulonitis, un distrito al norte de Batanea, donde fue derrotado por el rey
árabe Orodes, habiendo perdido todo su ejército.
En seguida toda la nación judía se levantó en rebelión y la guerra civil duró seis años.
Los mercenarios de Alejandro al principio le dieron la ventaja, pero con la ayuda de Demetrio
Eucarus, uno do los reyes rivales de Siria, Alejandro fue derrotado y sus mercenarios cortados
en pedazos teniendo él mismo que huir a las montañas; pero por una reacción inexplicable del
sentimiento público recobró todo lo que había perdido y habiendo terminado la guerra civil con
la captura de Bethsuro, trajo en triunfo a sus prisioneros a Jerusalén. Entonces se vio el
increíble espectáculo de un sumo sacerdote, el bisnieto de Simón Macabeo, sentado en un
banquete con sus esposas y sus concubinas, embriagar sus ojos con la crucifixión de 800 de
sus enemigos y la matanza de sus esposas y sus hijos. Sus oponentes huyeron del país en
número de 8.000 y el recto de su reinado se rió libre de toda revuelta.
Alejandro empleó algunos años en extender sus dominios hacia el oriente del Jordán y
defendiéndolos en contra de los sirios y los árabes. Murió de una fiebre intermitente cuando
sitiaba a Ragaba, después de aconsejar a su esposa que reuniera a los líderes de los fariseos
y después de poner su cadáver a su disposición les ofreciera gobernar siguiendo sus consejos,
todo lo cual tuvo un grande éxito. Los restos de Alejandro fueron honrados con un espléndido
funeral, y su viuda lo sucedió en el gobierno civil, y su hijo mayor. Hircano, m el sumo
sacerdocio.
3. --Alejandra (78-69 A. C.) , dio todo el poder real a los fariseos quienes llamaron a los
desterrados de su propio partido y pidieron el castigo de todos los que habían aconsejado la
crucifixión de los 800 rebeldes, pero x organizó una fuerte oposición por Aristóbulo, el hijo más
joven de Alejandro. secretamente favorecido por su madre. Ella envió a los acusados a vigilar
algunas de las poblaciones de la frontera y despachó a Aristóbulo en una expedición secreta en
contra de Damasco, en la cual su éxito le ganó el favor del ejército.
4..-.El resultado de este favor se vio cuando Alejandra, muriendo a la edad de 73 años,
fue sucedida nominalmente por Hircano II, quien ya tenía el sumo sacerdocio (69 A. C.) ,
Aristóbulo, huyó de Jerusalén antes de que su madre exhalara el último aliento y reuniendo un
ejército con los varios destacamentos derrotó las fuerzas de los fariseos en Jericó y avanzó
sobre Jerusalén. Hircano se refugió en la Torre de Baris la cual rindió después de un corto sitio,
entregando la corona sacerdotal y la civil a su hermano, quien le permitió retirarse a la vida
privada.
S.--Aristóbulo II (69-63 A. C.) No bien había alcanzado la victoria sobre los fariseos
cuando un nuevo enemigo se levantó en la persona de Antipater, cuyo hijo Herodes estaba
destinado a levantar un nuevo trono sobre las ruinas de la dinastía Asmonea. Antipater era por
nacimiento un noble idumeo, hijo de Antipas, quien había sido gobernador de la Idumea bajo
Alejandro Janeo educado en la corte real abrazó el Judaísmo, al menos de nombre, y vino a
ser el amigo íntimo de Hircano cuya mente débil fácilmente se doblegó a sus ambiciosos planes.
Persuadiéndole de que su vida peligraba por causa de su hermano Antipater, hizo que
Hircano huyera buscando refugio con Aretas, rey de los Nabateanos, de la Arabia Petrea, un
nuevo poder que se había estado levantando m torso de la ciudad de Petra: de a11í vinicron
ambos con un ejército de 50,000 hombres a las órdenes de Aretas, quienes derrotaron a
Aristóbulo y lo sitiaron en el templo, que fue su último refugio. Llegó la fiesta de la Pascua y los
sitiados no tenían corderos qué ofrecer. Hemos visto a un rey sirio. Antíoco Sidetes proporcionando
víctimas durante un sitio anterior, pero los aliados, aunque partidarios de un sumo
sacerdote, se burlaban de los sitiados prometiéndoles proporcionarles corderos para el
sacrificio si les bajaban canastas por el muro con el precio de los corderos, y luego, tomando el
dinero, dejaban que subieran vacías las canastas o colocaban en ellas cerdos en lugar de
corderos.
Otro notable incidente del sitio ocurrió en Onías, un anciano en el campo de Hircano, a
quien le pidieron que elevara sus oraciones, las que habían probado su eficacia durante una
sequía; él oró a Dios, pidiéndole que puesto que su pueblo estaba en un lado y los sacerdotes
en el otro, no oyera las oraciones que todos ellos alzaban. cada uno por su lado, pidiendo el
mal del otro. Por este patriotismo imparcial fue apedreado.
6. --En medio de tales escenas urgía ya la aparición del duro árbitro -el estado de hierro
de la visión de Nabucodonosor-- al cual la Providencia había asignado la tarea de aplastar los
cascados despotismos de Asia y reducir al mundo civilizado a un solo gobierno en preparación
para la venida de Cristo. Aunque Roma nunca necesitó un pretexto para intervenir en otros
Estados, bien pudo apelar a su alianza de un siglo con los príncipes asmoneos para presentar
como un deber su intervención. Su supremacía en el Asia Occidental hacía tiempo que había
sido disputada y puesta en peligro por Mitrídates, cuyo hijo político, Tigranes, rey de Armenia,
se había apoderado de Siria en 83 A. C. y había sido el amo del país hasta que Lúculo derrotó
a Tigranes y restauró al último de los Seleúcidas, Antíoco VIII, en el primer año de Aristóbulo,
69 A. C. Tres años más tarde se encomendó al Pompeyo famoso la dirección de la guerra contra
Mitrídates, y entretanto que derrotó a éste y se entregaba a su persecución en las regiones
del sur del Monte Cáucaso, su general Scaurus fue enviado a tomar posesión de Damasco y
arreglar los asuntos de Siria. Después de reponer a Antíoco XIII y de conquistar Siria para
Roma (65 A. C.) , Scaurus recibió en Damasco a los enviados de Hircano y de Aristóbulo,
quienes ahora ocupaban las posiciones en que los dejamos en Jerusalén; ambos ofrecían la
tentadora suma de 400 talentos como soborno y Scaurus se decidió en favor de Aristóbulo
quien tenía en sus manos los tesoros del templo.
Aretas se retiró por órdenes de Roma, y Aristóbulo, cayendo a su retaguardia, le infligió
una terrible derrota. En el mismo año, Pompeyo mismo, después de reducir a la Celesiria
apareció en Damasco para recibir el homenaje y los presentes de los reyes vecinos. Aristóbulo
le envió una vid de oro que valía 500 talentos, pero Pompeyo tuvo cuidado de mantener en
suspenso la balanza entre el príncipe que tenía el dominio de Jerusalén y su débil rival.
Regresó a Siria y otra vez volvió a Damasco en la siguiente primavera para decidir no sólo
entre los dos hermanos sino entre ellos y el pueblo judío, el que ahora se quejó del reino
jerárquico como una usurpación. Hircano estuvo representado por el marrullero Antipater, quien
tuvo que reforzar su argumento en pro del derecho del hermano mayor cohechando a más de
mil de los más distinguidos judíos que aparecieron ante el tribunal como sus adherentes. En
contraste con esta venerable banda apareció de parte de Aristóbulo “una tropa de jóvenes
insolentes, espléndidamente vestidos de púrpura, con el pelo flotante y rica armadura, quienes
se comportaron de tal manera como si fueran ellos los verdaderos nobles de la tierra.” (Milman)
. Los oradores de su partido dijeron que la imbecilidad de Hircano lo hacía incapaz para el
gobierno. El romano se portó con ambos con aquella reserva fría y ambigua que Cicerón había
descrito como el rasgo dominante de su carácter, y entretanto que fue sumamente cortés con
Aristóbulo dio muestras de que su decisión sería en favor de Hircano, cuya incapacidad daría
un seguro pretexto para convertir la protección en conquista.
Debido a tal terror o por la conciencia de una mala causa, Aristóbulo, tan pronto como
vio que partía Pompeyo a una expedición para apoderarse de Petra, el gran centro comercial
de los árabes, comenzó a preparar la resistencia, pero el rápido regreso de Pompeyo desconcert
ó sus planes, y Aristóbulo, incapaz de desobedecer el mandato de venir de la fortaleza de
Alejandrión, fue obligado a firmar órdenes para la rendición de todas sus fortalezas. El inquieto
príncipe todavía echó mano del último recurso de huir a Jerusalén que tratar de defender la
ciudad. Las legiones romanas avanzaron por el camino real del Este que pasaba por Jericó, en
donde Pompeyo admiró los bosques de palmeras que daban nombre a la ciudad y las
aromáticas plantas de donde extraían los famosos bálsamos. Una vez más salió Aristóbulo
para ofrecer la rendición de Jerusalén y fue detenido por Pompeyo enviando éste a su
representante Gabino para apoderarse de la ciudad, pero ante su inesperada resistencia,
Pompeyo encadenó a Aristóbulo y avanzó con todo su ejército, habiendo sido admitido por el
partido del Hircano, el que ahora tenía la supremacía; los amigos de Aristóbulo se encerraron
en el templo, en el cual se sostuvieron por espacio de tres meses, y al fin fue tornado por asalto
habiendo muerto 12,000 judíos. Los sacerdotes, que estaban ocupados en los diarios
sacrificios continuaron tranquilamente en su tarea y muchos de ellos fueron muertos ante el
altar.
El templo fue profanado por la entrada del general romano, las imágenes de cuyos
estandartes hacía mucho que habían sido indicados por la profecía de Daniel como “la
abominación del desolamiento” (63 A. C.) pero, como en anteriores ocasiones, una larga tregua
llena de doradas oportunidades siguió al primer paso del juicio amenazador antes de que la
desolación fuera completa. Pompeyo penetró en el Lugar Santísimo en donde se sorprendió de
no haber encontrado estatua o símbolo alguno de la Divinidad; dejó sin tocar los vasos sagrados
y los inmensos tesoros y ordenó que el templo fuera purificado. Confirió el sumo
sacerdocio y el gobierno a Hircano, pero limitó su territorio nada más a Judea prohibiéndole
asumir la corona; impuso un tributo y demolió los muros de Jerusalén. Aristóbulo fue llevado
cautivo con sus dos hijos y sus dos hijas para adornar el triunfo del vencedor, pero Alejandro, el
hijo mayor, pudo escapar en el camino, y Antígono, el más joven, lo mismo que Aristóbulo,
escaparon de Roma más tarde. Entretanto, los judíos consideraron el sacrilegio de Pompeyo
como el punto decisivo de su historia y cuando estalló la guerra civil gozosamente abrazaron el
partido de César.
7. --Hircano II fue restaurado al poder que era meramente nominal (63-40 A. C.) pues
Judea estaba realmente gobernada por Antipater, sometido completamente a la política de
Roma. En verdad, parece que Judea fue anexada por Pompeyo a la provincia de Siria, de
nueva formación, aunque bajo una administración separada tanto en lo judicial como en lo
económico. El progreso de Alejandro, que pronto apareció a la cabeza de 10.000 hombres de a
pie y 1.500 de a caballo no le dejó a Hircano más que la protección romana. Gabino, el
procónsul de Siria, sitió a Alejandro en la fortaleza de Alejandrión, pero la simpatía de la madre
de Alejandro hacia los romanos obtuvo la amnistía para su hijo a condición de que rindiera
todas sus fortalezas incluyendo aquélla. El celebrado Marco Antonio obró en esta campaña
como el ayudante de Gabino. La intervención de Gabino condujo a un nuevo arreglo del
gobierno civil; privó del poder supremo al sumo sacerdote, dividiendo éste entre cinco
Sanhedrines, que se establecieron en Jerusalén. Jericó Gadara, Amanthus y Sephoris,
siguiendo el modelo del Gran Sanhedrín, con sus 71 miembros, que había administrado la
justicia desde el tiempo de los Macabeos. Así lograron los judíos su deseo de emanciparse del
poder temporal del sumo sacerdote, pero al costo de la pérdida de un sitio central de gobierno.
Este estado de cosas duró hasta la restauración de Hircano al principado por Julio César en el
año 44 A. C.
Apenas había acabado de efectuarse el nuevo arreglo cuando Aristóbulo, habiendo
escapado de Roma con su hermano más joven Antígono, reunió un ejército y ocupó otra vez
Alejandrión, pero fueron derrotados rápidamente por Gabino y enviados de nuevo a Roma, en
donde Aristóbulo quedó prisionero pero Antígono fue de nuevo librado por la intercesión de su
madre. Cuando Gabino marchó con Marco Antonio a Egipto, Alejandro se aprovechó de la
oportunidad de otra revuelta y cercó a una pequeña guarnición romana que había sido dejada a
la retaguardia en el Monte Gerizim, (56 A. C.) pero cuando Gabino regresó de Egipto lo derrotó
completamente cerca del Monte Tabor, no obstante que tenía 80,000 hombres, y él tuvo qué
huir para salvar la vida.
En el año 55 A. C. Craso recibió la Siria como su parte al dividir las provincias los
primeros triúnviros, y al año siguiente llegó a Jerusalén en su desastrosa expedición en contra
de los Partos, quienes tenían completo dominio más a11á del Eufrates, y habían comenzado a
amenazar a Siria. Apenas pudo el sumo sacerdote calmar su insaciable avaricia entregándole
un secreto tesoro, y Craso saqueó el templo de toda la riqueza que habían producido las
ofrendas anuales de los fieles que estaban dispersos por el mundo y que Pompeyo había
respetado. El saqueo le produjo la enorme suma de 10,000 talentos, y la espantosa derrota que
sufrió en las manos de los partos la vieron los judíos como el castigo infligido por Dios a otro de
sus opresores, pues Gabino ya había sido enviado al destierro.
8..-Al estallar la Guerra Civil, César libertó a Aristóbulo y lo envió a Judea, pero los
partidarios de Pompeyo lo asesinaron en el camino, entretanto que su hijo Alejandro fue
ejecutado por Escipión en Antioquía. Solamente quedó Antígono, y sus pretensiones fueron
favorecidas por la oportuna ayuda que Antipater dio a César en su campaña contra Egipto: sus
servicios fueron recompensados con la restauración de su maniquí, Hircano, a la soberanía,
con el título de Ethnarca, y perdonándole el tributo del Año Sabático. Antipater fue hecho
Procurador de toda la Judea y también le dio la ciudadanía romana, de manera que el
engrandecimiento de su familia ocupa los pocos años que quedaron a la dinastía Asmonea.
Antipater tenía cuatro hijos: Phasael, Herodes, José, y Pheroras, y una hija llamada
Salomé: a Phasael lo hizo gobernador de Jerusalén, y a Herodes, quien sóto tenía quince años
de edad, lo hizo gobernador de Galilea. Herodes pronto empezó a distinguirse tanto por su
energía en el gobierno como por su desafío de todas las leyes judías. Abatió el bandidaje con
una severidad en la cual vemos ya los gérmenes de sus futuras crueldades: la ejecución de un
líder de ellos despertó los celos del Sanhedrín, quien lo citó a comparecer ante él y contestar
de su usurpación del poder de vida y muerte. Confiado en la popularidad de que gozaba por
sus éxitos y llevando una carta amenazadora de Sexto César, gobernador de Siria, Herodes
apareció delante del Sanhedrín armado y ataviado con la púrpura real. El único hombre que se
atrevió a censurarlo y amonestó al tribunal en contra de la sumisión, Sameas, fue uno de los
únicos dos cuyas vidas perdonó Herodes. Hircano disolvió el tribunal y permitió que Herodes
escapara a Damasco en donde Sexto César lo hizo gobernador de la Celesiria, habiéndose
necesitado toda la influencia de Antipater para disuadirlo de it con las arenas sobre Jerusalén.
9..-La muerte de Julio César (44 A. C.) fue un fuerte golpe no sólo para el partido de
Hircano y la familia de Antipater, sino para toda la nación judaica, a la cual él había protegido
en su religión. Casio asumió el gobierno de Siria con la rapacidad intolerable de un procónsul
de la vieja escuela. A Judea le fueron impuestos 700 talen:os, la mitad había de ser levantada
por Antipater y sus hijos, y la otra mitad por Malichus, un cortesano de Hircano: Malichus no
pudo levantar su parte y hubiera sido víctima del resentimiento de Casio si Antipater no hubiera
completado la suma tomándola de los tesoros de Hircano. Malichus envenenó a Antipater y no
mucho después Herodes procuró matar a Malichus en presencia de Hircano, quien se vió
obligado a aprobar el hecho por la autoridad de Casio cuyo favor Herodes había ganado
completamente.
La partida de Casio de Siria pareció dar a los judíos más estrictos la oportunidad de
destruir el dominio de los Herodianos, nombre que debemos dar al partido desde la muerte de
Antipater, pero Phasael los abatió en Jerusalén y Antígono mismo fue expulsado de Galilea por
Herodes. Sus esperanzas revivieron con motivo de la batalla de Filipos, (42 A. C.) poniéndose
Hircano a la cabeza de ellos, pero no obstante de esto, Herodes lo ganó ofreciéndole casarse
con su nieta, Mariamne, y así quedó aliado a la familia Asmoneana. Herodes tambíén derrotó a
Antígono aunque apoyado por el gobernador romano de Damasco, y sus presentes y sus
lisonjas aseguraron el favor de Marco Antonio a quien el segundo triunvirato había dado el
dominio del Oriente. Antonio entregó los dos gobiernos de Palestina a Herodes y a su hermano
Phasael dándoles el título de Tetrarcas, y expidiendo varios decretos en favor de Hircano y de
la nación judía. (41 A. C.)
Un último rayo de esperanza del Oriente doró la caída de los Asmoneos: entretanto que
Antoaio pasaba alegremente el tiempo con Cleopatra, Siria se rebelaba y llamaba en su ayuda
a los Partos bajo Pacoro, el hijo del rey. (40 A. C.) Antígono, el hijo sobreviviente de Aristóbulo,
ofreció al jefe parto 1,000 talentos y 500 mujeres de las más nobles familiar si lo restauraba en
el trono. Apoyado por un ejército parto marchó Antígono sobre Jerusalén en donde las dos
facciones entraron en guerra abierta siendo sostenido Hircano por la energía y la severidad de
Herodes. A1 fin Hircano y Phasael fueron inducidos, contra el consejo de Herodes, a someter
su causa en persona a Barzaphernes, el comandante parto en Siria. Herodes huyó a Massa,
una fortaleza en el lado occidental del Mar Muerto, en donde había colocado a su madre, a su
hermana, y a su prometida Mariamne, bajo el cuidado de su hermano José y de un ejército
idumeo entretanto que él se iba a Roma. Habiendo fracasado en su objeto principal. que era
coger a Herodes, el jefe parto encadenó a Hircano y a Phasael, suicidándose el segundo en la
prisión, y el primero fue mutilado cortándole las orejas para imposibilitarlo para el sumo
sacerdocio. Vivió por algunos años más pero al fin fue ejecutado por Herodes acusado de
traición.
10. --Antígono, el último gobernante de la casa Asmoneana tuvo una soberanía nominal
por espacio de tres años, (40-37 A. C.-) Los partos saquearon el país y Herodes regresó pronto
en un nuevo carácter. Artificiosamente había abogado con los triúnviros en favor del joven
Aristóbulo, hermano de Mariamne, nieto de Aristóbulo a Hircano, pero sus verdaderos deseos
eran bien conocidos de su anterior amigo, Antonio; con su discurso acostumbrado aseguró el
favor de Octavio y el resultado fue un decreto del Senado nombrándolo rey de Judea.
Todo esto fue hecho en Roma en el corto espacio de una semana y Herodes
desembarcó en Ptolemaida después de una ausencia de sólo tres meses. Antígono fue ahora
abandonado a sí mismo, habiéndose retirado sus aliados los partos al avance de Ventidio,
general de Antonio. Estaba sitiando a Massada, la que Herodes rápidamente fue a socorrer con
la ayuda de una fuerza romana a las órdenes de Silo, pero la traición de este general, cuyo
objeto fue obtener todo el provecho que pudiera de ambos partidos, obligó a Herodes, después
de considerables éxitos, a retirarse de Jerusalén y estableciendo su cuartel general en Samaria
empleó sus energías en limpiar de ladrones a Galilea. El siguiente año la campaña no ofreció
ninguna decisión, pero después de que los partos fueron expulsados de Siria Antonio puso
fuerzas suficientes a las órdenes de Herodes, y habiendo obtenido el triunfo en una batalla
contra Pappus, el general de Antígono, Herodes puso sitio a Jerusalén en la primavera del año
37 A. C. procurando al mismo tiempo congraciarse con el partido asmoneo completando su
matrimonio con Mariamne. El sitio duró seis meses aumentando los sufrimientos de los sitiados
por la escasez propia del año Sabático. A1 fin la ciudad fur tomada en Sábado y fue tal la furia
de la soldadesca romana bajo Sosius, que Herodes tuvo que rogarle que no lo dejara como rey
de una capital despoblada. Antígono fue enviado en cadenas a Antonio, quien lo ejecutó por
instigaciones de Herodes. El último rey de la línea macabea fue el primer soberano que terminó
su vida bajo las picas y el hacha del lictor romano y el historiador judío simpatiza tanto con
Roma que olvida la vergüenza de su nación en el desprecio que siente por la debilidad de su
último gobernante nacional. Así terminó la dinastía Asmonea, (37 A. C.) en el año 130 desde
las primeras victorias de Judas Macabeo, y en el año 70 desde que Aristóbulo I asumió el título
de rey.
***
CAPITULO CUARTO
HERODES EL GRANDE
(37-4 A. C.)
La historia de la familia herodiana presenta un lado del final desarrollo de la nación
judía. Los males ya vistos en la jerarquía que surgió después del regreso encontraron un
inesperado desarrollo en la tiranía de un usurpador extranjero. La religión fue adoptada como
una mera política y los planes helenizantes de Antíoco Epífanes fueron llevados adelante, al
menos en espíritu, por hombres que profesaban observar la Ley. Lado a lado con el reino
espiritual de Dios proclamado por Juan el Bautista y fundado por el Señor, se estableció un
reino del mundo que en esplendor externo trajo a la memoria la tradicional magnificencia de
Salomón. La realización simultánea de los dos principios, el nacional y el espiritual, que por
largo tiempo habían influido en los judíos para el establecimiento de una dinastía y una iglesia,
es un hecho lleno de significación. En la plenitud del tiempo un descendiente de Esaú
estableció una falsa contraparte de las prometidas glorias del Mesías.
Varias son las historias que se nos dan acerca de los antepasados de Herodes, pero
haciendo a un lado las declaraciones exageradas de amigos y enemigos. parece cierto que
eran de origen Idumeo. hecho que se comprueba por las formas de algunos de los nombres
que fueron retenidos en la familia. Pero aunque por la raza fueran extranjeros, los Herodes
eran judíos por la fe. Los idumeos habían sido conquistados y traídos al judaísmo por Juan
Hircano (130 A. C.) y desde el tiempo de su conversión permanecieron fieles a su nueva
religión considerando a Jerusalén como su ciudad madre, y pretendiendo para sí mismos el
nombre de judíos.
La política general de toda la familia herodiana, aunque modificada por los
característicos personales de los gobernantes sucesivos, fue la misma; se centralizó en el
esfuerzo para fundar un reino grande a independiente en el cual el poder del judaísmo se
subordinara a la consolidación de un Estado. La protección de Roma fue en la primera
instancia una necesidad, pero los designios de Herodes I y Agripa I se encaminaban al
establecimiento de un Imperio Oriental y no a una mera monarquía sujeta a Roma. Tal
consumación de las esperanzas de los judíos parece que fue muy del agrado de algunos, pues
pronto se levantó el partido de los Herodianos y por una reacción natural el dominio temporal
de los Herodes abrió el camino para la destrucción de la nacionalidad judaica. La religión, que
se degradó hasta el grado de convertirse en el instrumento de una ambición sin escrúpulos,
perdió su poder para despertar a un pueblo unido. Los sumos sacerdotes fueron nombrados y
depuestos por Herodes I y por sus sucesores sin tener ninguna consideración de1 carácter de
su oficio quedando privado dicho oficio de su dignidad sagrada. La nación se dividió y en medio
del conflicto de las sectas se levantó una fe nacional que llenó las nobles esperanzas que no
encontraron satisfacción en la grandiosidad de la corte del rey.
Herodes el Grande se estableció en el trono de Judea (37-4 A. C.) y fundó una dinastía
de príncipes que gobernaron en distintas partes de Palestina bajo varios títulos, pero entre
quienes él mismo fue el último, así como había sido el primer soberano independiente de todo
el país, porque él puede considerarse como independiente con referencia al ejercicio de su
poder, aunque su origen y su valor descansaba en la voluntad de sus amos romanos. Por
nacimiento un idumeo, por política y predilección un adherente a imitador de Roma, pareció a
muchos de sus súbditos poco mejor que un conquistador pagano y sus crueldades para con la
casa de los Asmoneos que todavía eran tenidos en reverencia despertaron sentimientos de
profunda indignación.
Marcó su elevación al trono presentando ofrendas a Júpiter Capitolino, y rodeó su
persona con mercenarios extranjeros, algunos de los cuales habían estado antes al servicio de
Cleopatra. Sus monedas, así como las de sus sucesores llevaron únicamente leyendas
griegas, a introdujo dentro de los muros de Jerusalén los juegos extranjeros. Luego trató de
demostrar a los descontentos que ya tenían un amo. La matanza y la confiscación fueron la
suerte del partido asmoneo; cuarenta y cinco de los principales partidarios de Antígono fueron
puestos a muerte incluyendo a todo el Sanhedrín, excepto los rabís Sameas y Pollio, quienes
habían aconsejado durante el sitio que se rindiera Jerusalén. Todos los despojos sirvieron a
Herodes para satisfacer la rapiña de su amo Antonio.
Todo el reinado de Herodes fue, en muchos respectos, una repetición del de los
Macabeos y Antíoco Epífanes. Es cierto que Herodes fue más político y más prudente, y
también es probable que haya tenido más simpatía con el carácter judío que Antíoco. Pero el
espíritu de firme resistencia a toda innovación, y de devoción a la ley de Jehová ardió no
menos vigorosamente en los pechos del pueblo de lo que había ardido antes, y es interesante
notar cómo cada intento de parte de Herodes para introducir costumbres extranjeras fue contestado
con levantamientos, y cuán fútiles fueron todos los beneficios que confirió tanto para el
bienestar temporal como eclesiástico del pueblo cuando se trató de esas innovaciones. Sean
cuales hayan sido sus designios, él no estaba preparado todavía para anular las grandes
instituciones de la religión, ni como un extranjero perteneciente a la odiosa raza de Esaú se
atrevió a ataviarse con las vestiduras de Aarón. Trajo un oscuro sacerdote de Babilonia llamado
Ananel, para ocupar el puesto de sumo sacerdote que había quedado vacante desde la
mutilación de Hircano; pero este insulto a los miembros supervivientes de la casa Asmonea
encontró un hábil y abierto opositor; este fue Alejandra la hija de Hircano, viuda de Alejandro el
hijo mayor de Aristóbulo, y madre de Mariamne, la esposa de Herodes, y del joven Aristóbulo,
cuyas pretensiones ya hemos visto que el mismo Herodes aparentó apoyar en Roma. La hábil
apelación de Alejandra a Cleopatra, y sus intrigas sin escrúpulo para ganarse la voluntad de
Antonio alarmaron a Herodes, quien siempre listo para ajustar su política a la necesidad confirió
el sumo sacerdocio a Aristóbulo. Pero el aplauso del pueblo cuando vió a aquel gracioso joven
de dieciséis años, el último retoño de los Macabeos, desempeñar sus funciones con una
dignidad muy apropiada a un descendiente de ellos, selló su suerte, la que sin duda había sido
resuelta ya: en una fiesta dada por Alejandra a Herodes cerca de Jericó, Aristóbulo fue
ahogado mientras se bañaba en un estanque por un mero accidente, según se hizo figurar,
pero en realidad lo fue por el juego intencionado de sus compañeros quienes fueron instigados
por Herodes.
Entonces Ananel fue nombrado de nuevo para el sumo sacerdocio.
Fue en vano que el rey honrara a su víctima con un espléndido funeral, pues no pudo
engañar al pueblo con su pretendido dolor y Alejandra otra vez apeló a Cleopatra. Herodes fue
llamado por Antonio a Laodicea y resolvió enfrentarse con el peligro, pero sus celos de esposo,
mezclados quizá con el deseo de una dulce venganza sobre Alejandra en la muerte de su hija,
dejó órdenes a su hermano José de matar a Mariamne a la primera noticia que recibiera de su
muerte. Los regalos de Herodes y su influencia personal con Antonio triunfaron aun sobre la
enemistad de Cleopatra, pero la visita tuvo fatales consecuencias. Herodes regresó con la
Celesiria agregada a sus dominios y con su mente envenenada en contra de su esposa por los
celos de su hermana Salomé: sin embargo, su cariño hacia Mariamne prevaleció sobre las
sospechas hasta que el reproche de ella misma por la cruel sentencia, cosa que José le había
confesado, pareció comprobar la alegada familiaridad, pero sus encantos no habían perdido
todavía su poder y Herodes sació su ira ejecutando a José y encarcelando a Alejandra. Luego
se presentó otro peligro en la forma de una visita de Cleopatra a Jerusalén cuando regresaba
con Antonio de su expedición contra los partos, pero Herodes, después de salvar el reino de la
avaricia de ella tuvo la rara habilidad de preservarse a sí mismo de sus encantos. Aun se asegura
que pensaba matarla como el mejor servicio que podría prestar tanto a Antonio como a si
mismo, y aumentar así su crédito con Augusto por tal prueba de amistad.
En la primavera del 31, el año de la batalla de Actium, Judea sufrió un temblor, y los
efectos parece que fueron tremendos: 10.000, a según otros cálculos, 20,000 personas fueron
muertas por el desplome de los edificios, así como también una inmensa cantidad de ganado.
El pánico en Jerusalén fue grande pero calmó con los argumentos de Herodes, quien partió a
una campaña al oriente del Jordán en interés de Cleopatra en contra de Malco, rey de Arabia.
Esta campaña, en la cual Herodes alcanzó una costosa victoria lo libró, por buena o mala
suerte, de haber acompañado a Antonio a Actium. fue a Rodas a encontrar al vencedor
habiendo primero puesto fin a toda rivalidad de la casa asmoneana con la ejecución del anciano
Hircano bajo acusación de traición (30 A. C.). Confió el gobierno a su hermano Pheroras
y proveyó para la seguridad de su familia en la fortaleza de Massada. Mariamne y su madre
fueron puestas en Alejandrión al cuidado de su mayordomo José y de un itureo llamado Soemus,
con las mismas instrucciones secretas que había dejado la vez anterior. Herodes no se
equivocó al calcular su influencia personal sobre el joven Octavio; en lugar de presentar
excusas por su fiel adhesión a Antonio, lo puso como una prueba de la constancia que el
conquistador podía esperar.
Con esto regresó a Judea investido de nuevo con la diadema, y honrado con muchas
señales de favor personal. Más tarde encontró a Octavio en su camino a Egipto en Ptolemaida,
asegurando su favor con la espléndida recepción que le hizo y proveyendo a todas las
necesidades del ejército. dándole además un regalo de 800 talentos.
2. --Cuando se consumó la tragedia de Antonio y Cleopatra, y Egipto quedó reducido a
una provincia romana, Octavio restauró a Herodes aquellas partes de Palestina que Antonio
había regalado a Cleopatra, así como las fortalezas y las ciudades marítimas que habían sido
por mucho tiempo materia de disputa, como Gadara, Samaria, Jope, Gaza y la Torre de
Straton, la que pronto vino a ser la principesca ciudad de Cesárea. Herodes era ahora el amo
de un reino que incluía toda la tierra que originalmente estuvo dividida entre las dote tribus juntamente
con la Idumea. Fuera de esta región, todo el país estuvo dividido en cuatro distritos,
una clara comprensión de los cuales es necesaria para entender la topografía del ministerio de
nuestro Señor, y eran: Judea, que se extendía desde los confines de Egipto y el desierto del
sur hasta la línea trazada desde Jope; Samaria, cuyo límite por el norte corría a lo largo de las
montañas al sur de la llanura ,de Esdraelón, encontrando el mar al sur de Dora. Galilea, Alta y
Baja, extendiéndose al norte hasta el paralelo del Monte Hermón, pero cortada del mar por la
angosta faja de Fenicia, la que llegaba hasta el sur del Carmelo y casi hasta Dora. Perea,
nombre dado a toda la región al oriente del Jordán y el Mar Muerto hasta el sur del Arnon, que
a su vez se subdividía en:
1) Perea propiamente dicha, entre el Arnon y el Jabok;
2) Galladitis, la antigua tierra de Galaad;
3) la Batanea;
4) Gaulonitis, y
5) la Iturea o Auranitis, que abarcaba la antigua tierra de Basán;
6) la Traconitis, la tierra salvaje y desierta de Haurán;
7) Agilene, entre las colinas orientales de Antilígano y que quedaba fuera de los límites del
país propiamente dicho; y por fin
8) Decápolis, nombre que al principio se dio a las Diez Ciudades del norte que fueron
reconstruidas y dotadas de ciertos privilegios en el tiempo de la primera ocupación
romana, (65 A. D.) Ahora este nombre abarcó un distrito grande a ambos lados del lago
de Galilea.
3.-Este hermoso reino había sido ganado, ya vimos cómo, por un hombre de habilidad,
magnificencia y gusto, pero que despreciaba los sentimientos más acariciados por el pueblo, a
insensible a los altos destinos de “la nación santa”, “la peculiar posesión de Jehová”. Esta idea
estuvo borrándose por algún tiempo hasta que el Sagrado Nombre casi había desaparecido de
las páginas de la historia, pero estaba reservado al usurpador idumeo tanto reunir la nación
como paganizar el gobierno, y así probar la necesidad, al preparar el camino, de la venida de
Cristo.
Entretanto, la prosperidad de Herodes se manchó con tragedias domésticas sin
paralelo. Alejandra y Mariamne habían otra vez logrado que Soemus les revelara las secretes y
fatales órdenes, y en esta vez la indignación de la esposa y las renovadas acusaciones de
Salomé, fueron demasiado fuertes para el cariño de Herodes; convencido al fin de que un
culpable amor era el precio de su traicionado secreto, Herodes sentenció a Mariamne y aun
últimos momentos se vieron ofendidos por los reproches con los cuales su madre compró en
favor de sí misma una corta tregua. La hermosa y orgullosa reina murió con el valor de la
inocencia, dejando a Herodes víctima de un remordimiento que nunca cesó. En sus primeras
manifestaciones se retiró a la soledad, cayendo gravemente enfermo. Entonces Alejandra
pensó que había llegado el momento para consumar sus intrigas y su plan para apoderarse de
la Torre de Baris fue denunciado a Herodes tocándole entonces la misma suerte que había
sufrido su hija recientemente. Con su muerte terminaron los últimos temores que Herodes tenía
de los Asmoneos, pero su enfermedad parece haberle dado el último time de crueldad a su
rudo temperamento, pues entre muchas distinguidas víctimas acusadas del cargo de
conspiración en favor de los Asmoneos estuvieron Costabaras, un idumeo, primer esposo de
Salomé, de quien se había divorciado, violando abiertamente la ley.
4. --La administración pública de Herodes se dirigió entonces a aumentar su propio
poder y la gratificación de amo imperial, pero probablemente también obró siguiendo una
política más sutil para contrabalancear mediante un fuerte partido griego el espíritu turbulento y
exclusivo de los judíos. Estos, que tan no5lemente habían resistido el intento de arrastrarles al
helenismo, ahora fueron invitados a adoptar tanto las costumbres griegas como las romanas. El
Santo Monte, al cual David había llevado el Arca de Dios, contempló al pie un teatro y un anfiteatro
en el cual Herodes celebró juegos en honor de Augusto, concursos dramáticos y
musicales, carreras de carros y de caballos, y luchas sangrientas de gladiadores y bestias
feroces, entretanto que atletas judíos tomaban parte en concursos gimnásticos. La hosca
sumisión del pueblo se exacerbó con la contemplación de los trofeos que colgaban en derredor
del teatro, pero cuando Herodes hizo que los abrieran para mostrar que no tenían ningunos
ídolos, la indignación dio lugar al ridículo. Algunos, sin embargo vieron todas estas cosas con
otro sentimiento: diez zelotes hicieron un pacto para matar a Herodes en el teatro, pero fueron
descubiertos y puestos a muerte, habiendo soportado los más crueles tormentos con la
constancia de los mártires macabeos.
Por esta época Herodes ocupó el viejo palacio de Los Asmoneos, que coronaba el lado
oriental de la ciudad alta y que se alzaba junto al Xyntus, en un extremo del puente que
formaba la comunicación entre la parte sur del templo y la ciudad alta. Este palacio no era tan
magnífico como después lo hizo él, pero estaba ya ricamente amueblado, Herodes había
completado ya las mejoras de la Torre de Baris, la fortaleza construida por Juan Hyrcano sobre
los cimientos puestos por Simón Macabeo, los que ensanchó y fortificó con grandes gastos,
llamándole ANTONIA, para honrar a su amigo Marco Antonio. Esta famosa fortaleza formaba
parte integrante del templo al reconstruirlo Herodes. Estaba en el extremo occidental del muro
norte del templo y era inaccesible por todos lados menos ese, proveyendo un refugio en caso
necesario contra la hostilidad de Jerusalén en las dos fortalezas de Gaba en Galilea y de
Heshbon en Perea. Igual sentimiento desplegó en la restauración de Samaria, a la que llamó
Sebaste, en honor de Augusto, la que pobló con sus soldados veteranos que se mezclaron con
los descendientes de los antiguos samaritanos; pero su empresa más grande fue la erección de
una nueva ciudad marítima en el sitio de la Torre de Estratón; un punto expuesto para el
anclaje fue convertido en un puerto seguro mediante un dique de 200 pies de ancho, construido
con piedras muy grandes y fortificada con unas torres. La ciudad, magníficamente construida
siguiendo el estilo greco-romano, se levantó en la forma de un anfiteatro desde los muelles que
se alineaban en el puerto. Entre sus edificios públicos había un teatro y un anfiteatro, y en el
centro estaba un templo dedicado a Augusto, con dos estatuas colosales, una de Roma y la
otra del emperador, en cuyo honor la ciudad se llamó Cesarea. Para que todo estuviera de
acuerdo, se pobló principalmente de griegos. Destinada a ser la nueva capital de Herodes, en
el momento en que considerara conveniente deshacerse de la última pizca de judaísmo, vino a
ser antes de mucho tiempo la sede del gobierno romano. Entretanto, su posición marítima puso
a Judea en más intimo contacto que nunca con el mundo romano. Sus ruinas, las que aun
llevan el nombre imperial, KATSARICH, no tienen más habitantes que las bestias feroces,
serpientes, lagartijas y escorpiones. La inclinación que Herodes sentía hacia la religión de
Roma, se mostró más tarde erigiendo un templo de blanco mármol dedicado a Augusto, en la
fuente principal del Jordán, sitio que ya antes había adquirido el nombre de Panium. En torno
de este templo, su hijo Felipe más tarde erigió la ciudad de Cesárea de Filipos, en honor de
Tiberio.
Los hijos que Herodes tuvo de Mariamne, Aristóbulo y Alejandro, fueron enviados a
Roma para su educación, él no perdió oportunidad de congraciarse con Augusto ya en sus
guerras o ya en sus empresas pacíficas. A1 mismo tiempo cultivó la más intima amistad con el
gran ministro Agripa, hasta que llegó a decirse que César daba para Herodes el lugar inmediato
a Agripa en su favor, y Agripa estima a Herodes por encima de todos sus amigos, excepto a
Augusto. Esta intimidad fue causa de la introducción en la familia del hijo de Herodes, Aristó-
bulo, del nombre Agripa, el que aparece en los Actos de los Apóstoles. Se congració con el
pueblo griego haciendo magníficos donativos al templo de Olimpia, por lo cual fue declarado
presidente perpetuo de los juegos Olímpicos, lo que resultó en la cosa verdaderamente curiosa
de que un rey medio pagano de Judea fuera la cabeza reconocida de la raza helena.
Los súbditos de Herodes no quedaron sin ninguna compensación por todos aquellos
insultos a sus tradiciones nacionales; cierto que él abatió toda oposición con la mayor
severidad; sus perpetuos temores a los Fariseos y los Esenios lo obligaron a exigir de ellos un
juramento de fidelidad y supo cómo vengarse de la obstinación con que se resistían. Su
espionaje estuvo siempre vigilante y muchos murmuradores desaparecieron para siempre en la
prisión de Hircania, la que ha recibido el nombre de “la Bastilla de Herodes”. Por otra parte,
desplegó una liberalidad de príncipe: sus grandes obras enriquecieron a los industriosos sin
añadir nada a las cargas del país y los impuestos se disminuyeron en la tercera parte.
El año 25, el siguiente después del atentado contra la vida de Herodes en el teatro, fue
de grandes desgracias. Una prolongada sequía seguida de estaciones sin cosechas, trajeron el
hambre a Judea viniendo luego su consecuencia natural: la peste. Entonces Herodes adoptó
un curso de acción al mismo tiempo noble y de mucha política: envió a traer maíz a Egipto
sacrificando para el objeto las costosas decoraciones de su palacio y su plata pudiendo así
pacer repartos regulares de maíz y de ropa en una enorme escala para las necesidades actuales
del pueblo, así como proveer la semilla para el año siguiente. El resultado de esto fue
quitar en un grado apreciable la animosidad ocasionada por sus actos en el año anterior.
En este año o en el siguiente, Herodes tomó una nueva esposa, la hija de un oscuro
sacerdote de Jerusalén llamado Simón, y poco antes del matrimonio, Simón fue hecho sumo
sacerdote en lugar de Jestré, o Jesús, el hijo de Faneo, quien parece haber sucedido a Ananel,
y quien ahora fue depuesto para hacer lugar al futuro suegro de Herodes. Quizá con motivo de
este matrimonio él edificó un nuevo y costoso palacio inmediatamente anexo al viejo muro en la
esquina noroeste de la ciudad alta, cerca del sitio ocupado hoy por el Convento Latino, en el
cual para recordar sus buenas relaciones con César y Agripa, un departamento más grande
que el Santuario recibió el nombre de cada uno de ellos. El palacio fue dotado de fuertes
defensas; se comunicó con las tres grandes torres construidas sobre el muro poco después, y
vino a ser “la ciudadela”, “la fortaleza especial”, como la llama Josefo, en la ciudad alta.
5. --Pero el gran motivo que tuvo para reclamar el favor de los judíos fue la restauración
del templo, propósito que anunció al pueblo reunido durante la Pascua. (20 ó 19 A. C.) Si
hemos de creer a Josefo, derribó todo el edificio pasta los cimientos y calculó Qstos en una
escala más vasta, pero las ruinas existentes todavía muestran en algunas partes lo que
parecen ser los cimientos puestos por Zorobabel, estando debajo de ellos los cimientos, más
grandes todavía, puestos por Salomón. El nuevo edificio fue una magnífica estructura de estilo
greco-romano en mármol blanco. Las descripciones minuciosas de Josefo y el Nuevo
Testamento nos pan familiarizado con el orgullo que los judíos tenían de esta estructura
espléndida. Sin embargo, en el comienzo de la obra hubo un sentimiento enteramente contrario
puesto que la oposición que se manifestó tomaba la forma de terror de que lo que él había
empezado quizá no lo terminaría; pero no obstante venció todos los temores
comprometiéndose a no tirar nada del edificio sino pasta que todos los materiales necesarios
para el nuevo estuvieran ya en su sitio. Parece que los preparativos requirieron dos años, pues
según Josefo algunos de los sacerdotes y levitas se pusieron a aprender el trabajo de
carpinteros y albañiles, y luego comenzó la obra.
La Santa Casa, incluyendo el Pórtico, el Santuario y el Lugar Santísimo se concluyeron
en año y medio, (16 A. C.) y su conclusión coincidió con el aniversario de la toma del poder por
parte de Herodes, lo cual fue celebrado con espléndidas fiestas y muy solemnes sacrificios. Sin
embargo, todo este esplendor no iba a engañar a los judíos en cuanto al verdadero espíritu del
rey. Entretanto que reconstruía el templo de Jerusalén hacía tambi2n lo mismo con el templo
de Samaria, y en su nueva ciudad de Cesarea daba providencias a lo necesario para el establecimiento
del culto pagano, y se supone que la reconstrucción del templo le dio la
oportunidad de destruir la colección auténtica de las genealogías que eran de la más alta
importancia para las familias sacerdotales. Herodes, según aparece de sus públicos designios,
se revistió de la dignidad de un segundo Salomón, pero a su magnificencia unió la licencia de
aquel monarca, y se dice que el monumento que levantó sobre las tumbas reales se debió al
terror que lo sobrecogió después de un sacrílego atentado a robar sus secretos tesoros.
Por el 9 --ocho años después de comenzada la obra--, se terminaron el patio y los
claustros, y el puente que estaba entre el claustro del sur y la ciudad alta, destruido por
Pompeyo. sin duda fue reconstruido con las colosales piedras que subsisten hasta ahora. Por
este mismo tiempo se desarrollaban también obras magníficas en otra parte de la ciudad, es
decir, en la vieja muralla, en la esquina noroeste, contigua al palacio, en donde se erigieron
sobre el muro tres torres de gran tamaño y magnificencia, con otra más a pequeña distancia
hacia el norte. Esta última se llamó Psephino, y las otras tres. Hippico, nombre de uno de sus
amigos; Phasaelo, nombre de su hermano, y Mariamne, nombre de su reins. Parece que
Phasaelo se erigió antes que las otras, aunque no pudo haberse comenzado por la época de la
muerte de Phasaelo ya que ésta ocurrió algunos años antes de que Jerusalén viniera a las
manos de Herodes. El templo siguió recibiendo algunas adiciones además de las reparaciones
de destrozos causados por los frecuentes tumultos, de modo que cuando fue visitado por
nuestro Salvador en los comienzos de su ministerio, (27 A. D.) se dice que la construcción
había ocupado los cuarenta años anteriores. Pero ni aún ahora había concluido, pues Josefo
dice que lo terminó Herodes Agripa II por el año 65 A. D. apenas cinco años antes de su
destrucción final, acto en el cual, quien lo termina, bisnieto de su fundador, era ya un aliado de
los romanos en el año 70 A. D. El grande Agripa, aunque era un pagano, se relaciona con el
templo también de otra manera: con motivo de una visita a Herodes, propició a los judíos
ofreciendo una hecatombe de bueyes, haciendo grandes fiestas al pueblo, y uniéndose
Herodes en sus sacrificios paganos en Cesarea.
En realidad, durante este período, Herodes estaba acercándose más y más a su amo.
En los comienzos del año 14 A. C. se unió a Agripa en el Euxino con una flota poderosa, y sus
servicios fueron recompensados con la adición del territorio a1 este del lago de Genezareth, en
donde Herodes persiguió a los ladrones de la Traconitis sacándolos de sus cavernas con
admirable vigor y extrema crueldad. Parte de esta región sirvió para formar la Tetrarquía que se
dio a su hermano Pheroras. También logró de Agripa la restauración de los privilegios a inmunidades
a los judíos de la Dispersión. A su regreso, en el otoño del mismo año, se dirigió al
pueblo reunido en la fiesta de los Tabernáculos, y les condonó la cuarta parte de la contribución
anual.
6. --Al tornar la mirada de todos estos esplendores a la vida doméstica de Herodes se
encuentra uno con los espectáculos más espantosos de las páginas de la historia, y la fuente
de todas sus crueldades debe encontrarse en su usurpación. Sus celos fueron excitados por la
sangre Asmonea que corría en las venas de sus propios hijos debido a su matrimonio con
Mariamne, y su conciencia, siempre reprochándole su muerte, lo hizo sospechar que los hijos
tratarían de vengarla, y los que lo habían urgido a la condenación de Mariamne tenían mayor
razón para tener iguales temores. Así fue que cuando Herodes trajo a Aristóbulo y Alejandro
después de sus tres años de residencia en Roma su destrucción estaba ya en gran parte
preparada. Y todavía más: contribuyó mucho a sellar su suerte el entusiasmo del pueblo que en
aquellos populares jóvenes, y en la gracia de sus maneras. encontraba a los verdaderos
príncipes de la casa Asmoneana. Herodes, que nunca mostró la depravación característica del
que ama la perversión por sí misma, trató al principio a los jóvenes como un verdadero padre;
casó a Alejandro con Glafira, hija de Arquelao, rey de Capadocia, y a Aristóbulo con su prima
Berenice, hija de Salomé, pero ni aun esta unión calmó la ambición y los celos de Salomé. Con
la ayuda del hermano de Herodes, Pheroras, apeló de tal manera a sus temores que lo indujo a
enviar por Antipater, su hijo mayor tenido con Doris. de la cual se había divorciado para
casarse con Mariamne. Antipater resultó ser un enemigo sin escrúpulos y terrible para sus
hermanos, quienes al fin fueron arrastrados por Herodes ante el tribunal de Augusto en
Aquilea, (13 A. C.) Herodes se hizo acompañar de Nicolás Damasceno, íntimo amigo tanto de
Augusto como de él mismo, y cuya elocuencia a menudo sirvió mucho a la familia de Herodes.
Este notable orador, nativo de Damasco, a hijo de Antipater y Stratonice, fue compañero de
estudios de Herodes y su mediador con Augusto siempre que algún acto provocaba de un
modo especial la ira del emperador. Su nombre se conserva de un modo muy curioso en el
nombre medieval de la palmera, (nicolai) de cuyo fruto le hizo Augusto un espléndido regalo en
esta ocasión. Nicolás escribió una biografía de Augusto y otra de sí mismo, así como una
Historia Universal. El emperador logró una reconciliación, pero todavía Antipater fue colocado
antes de los hijos de Mariamne en cuanto a la sucesión al trono, y cuando fue enviado a Roma
en el séquito de Agripa procuró renovar en todas sus cartas las sospechas de Herodes en
contra de ellos. El regreso de Herodes de una visita a Roma en el año 11 A. C. fue seguido de
un discurso dirigido al pueblo reunido en la fiesta de los Tabernáculos en el cual anunció que
Antipater sería su sucesor, príncipe que no era de sangre asmoneana. Entonces toda la
atmósfera de la corte se llenó de desconfianza; falsos acusadores participaron en la suerte de
los acusados; los esclavos fueron torturados para sacarles algunas pruebas, y al fin Alejandro
se vio obligado a hacer una confesión completamente falsa, o por lo menos, improbable. De
nuevo se efectuó otro juicio en Beryto ante los gobernadores romanos de Siria, Saturnino y
Volumnio, con un grupo de 150 asesores, por una mayoría de los cuales los jóvenes fueron
condenados sin haber sido escuchados, y el derecho de Herodes sobre la vida y la muerte se
confirmó de tal manera que después de algunas vacilaciones los condenó a ser ahorcados en
Sebaste.
Como por el año 7 ocurrió el incidente del Aguila de Oro, semejante al del teatro, y
como éste, de mucha importancia, pues mostró cuán fuerte era todavía el espíritu Macabeo de
resistencia a las innovaciones a la ley judaica y cuán vanas serían las concesiones que se
hicieran en otras direcciones en presencia de tales innovaciones. Herodes había puesto una
grande águila dorada, símbolo del Imperio Romano, del cual ahora Judea no era más que una
provincia, sobre la entrada del Santuario, probablemente al mismo tiempo que inscribía el
nombre de Agripa en el pórtico. Como una violación del segundo mandamiento más bien que
como una expresión de su dependencia, esto excitó la indignación de los judíos, y especialmente
de los dos principales rabís que instigaron a sus discípulos a destruirla. Un falso rumor
acerca de la muerte del rey fue el motivo para que esto se hubiera hecho en pleno día y en la
presencia de un gran número de gente, y habiendo sido aprehendidos y llevados delante de
Herodes, los rabís defendieron su conducta pero fueron condenados a ser quemados vivos. El
Sumo Sacerdote Matías fue depuesto y Joazar tomó su lugar.
Para completar esta serie de tragedias domésticas, el hijo favorito de Herodes,
Antipater, conspiró en contra de su vida unido a su hermano Pheroras. La esposa de Pheroras
estaba en relaciones con 7,000 fariseos que habían rehusado hacer el voto de lealtad y ella fue
acusada de diseminar profecías amenazadoras. Pheroras cayó en desgracia, pero Herodes, en
su última enfermedad, la cual ocurrió en seguida, lo trató con tanta bondad que se vio movido a
abandonar sus propósitos. A1 ocurrir su muerte, no sin la sospecha de haber sido envenenado,
Herodes abrió una averiguación, habiéndose descubierto y comprobado el complot por la
confesión de la misma esposa. Antipater, quien había ido a Roma para evitar toda sospecha,
regresaba para cosechar, como él esperaba, el fruto del parricidio, cuando fue detenido en
Sebaste, juzgado ante Herodes y Varo, el gobernador romano de Siria, y condenado en
presencia de pruebas aplastantes.
7. --Entretanto que esperaba que llegara la confirmación de la sentencia por parte de
Augusto, Herodes cayó víctima de una enfermedad a la vez dolorosa y asquerosa y los terribles
tormentos de su cuerpo ulcerado, que no recibían ningunos beneficios de los baños calientes
de Callirhoe, lo llevaron a la ejecución de varios actos de crueldad. Se dice que ordenó que los
representantes de las principales familias de Judea fueran encerrados en el hipódromo de
Jericó y que fueran ejecutados tan pronto como él expirara para que no hubiera falta de
dolientes en sus funerales.
Su ira y su terror llegaron al colmo con el anuncio de un nuevo y extraño peligro que
amenazaba la corona que tanto le había costado. Una caravana, encabezada por personas de
mucha distinción, llegó a Jerusalén haciendo una amenazadora pregunta: “¿Dónde está el que
ha nacido rey de los judíos?” y declarando que la estrella de su natividad los había guiado
desde el lejano Oriente. Herodes conocía muy bien la significación de aquel título y su agitación
fue compartida por todo el pueblo de Jerusalén aunque, sin duda, por muy diversos
sentimientos. Reuniendo a los maestros de la Ley obtuvo su opinión fundándose en la
autoridad del profeta Miqueas, de que Belén sería el lugar del nacimiento del Mesías. Entonces
llamó secretamente a los extranjeros, y habiéndose informado acerca del tiempo exacto del
aparecimiento de la estrella los envió a Belén y les ordenó que regresaran para informarle en
donde encontraran al niño para que él también pudiera ir a adorarle. En vano esperó su regreso
y entonces resolvió deshacerse de su terrible rival matando a todos los niños que había en
Belén y en sus contornos, de la edad de dos años para abajo. Cierto que el historiador de los
judíos no menciona este hecho sangriento de Herodes, pero es que no debemos olvidar que
había en aquellos días asuntos de mucha importancia, y entre los espantosos horrores
cometidos por el rey, bien pudo pasar desapercibido el hecho de la muerte de diez o doce
niños en un pequeño pueblo del campo, pues el número no puede haber sido mayor.
El pueblo muy pronto tuvo más horrores qué contemplar. La embajada regresó de
Roma con el consentimiento de Augusto para que Herodes hiciera toque quisiera con su
culpable hijo, por más que le sugirió la más benigna alternativa del destierro. Por el mismo
tiempo Herodes, en un paroxismo de agonía, pretendió suicidarse. Entonces se extendió por
todo el palacio el rumor de su muerte; Antipater trató de cohechar a su carcelero, quien lo
denunció a Herodes, y el tirano, en el último aliento del moribundo dio la orden para la
ejecución de su hijo. Parece que fue en conexión con este desgraciado asunto de Antipater, y
quizá como la expresión de su propio disgusto al tener qué ceder a la importunidad del rey
Herodes, que Augusto pronunció aquella frase significativamente sarcástica: “Mejor quisiera ser
el cerdo de Herodes que su hijo”, ya que su religión le prohibía matar al primero. Después de
emplear las últimas fuerzas que le quedaban dando las direcciones finales en cuanto a su
testamento expiró cinco días después de la muerte de Antipater, muy poco antes de la Pascua
del año 4 A. C. Había entrado apenas en el 37º año de su reinado contado desde el edicto que
le dio el reino, y el 34º de su actual posesión del trono, contados desde la muerte de Antígono.
8.-Bastante hemos dicho ya acerca de las habilidades y los vicios de Herodes en este
resumen de su reinado. Es muy difícil, quizá, ver en su carácter algunos de los verdaderos
elementos de la grandeza; algunos han supuesto que el título de Grande es una equivocación
por El Magor, y sin embargo, en medio de todos sus vicios y sus crueldades hay que
reconocerle algunas cosas interesantes y de valor: mantuvo la paz en su territorio durante un
largo reinado por el vigor y la oportuna generosidad de su administración; en el exterior concilió
la buena voluntad de los romanos bajo circunstancias sumamente difíciles. Sus ostentaciones y
aun su arbitraria tiranía estuvieron calculadas a inspirar terror a los orientales. Atrevido, y sin
embargo, prudente; opresivo, y sin embargo, pródigo, tuvo muchos de los característicos que
hicieron de él un héroe popular, y el título que al principio puede' habérsele dado por la
admiración que provocaba su triunfal despotismo después sirvió para poner en un claro
contraste el terrible precio que había pagado por el éxito alcanzado.
Queda por decir una palabra acerca de su relación con todo el curso de la Providencia
Divina en la historia de los judíos. Como un usurpador de raza extranjera, y siendo ésta la
odiada raza de Edom, y el destructor de la case y el reino de los Asmoneos, limpió el terreno de
todos los que legalmente pudieran haber competido con Cristo por el trono de David, entretanto
que su poder unió a la Tierra Santa preparándola para el advenimiento de su prometido Rey.
Aun su mismo carácter personal no deja de tener algo que ver con la venida de Cristo. Ningún
gobierno, excepto quizá el que mantiene su poder sobre un pueblo esclavizado, pero noble,
mediante la fuerza bruto, es mucho peor en su carácter moral que el pueblo que se somete a
él: y Herodes, en algún sentido, es el representante de la profunda degradación moral en que
habían caído los judíos. El puritanismo religioso que la amarga lección de la Cautividad había
impreso en la iglesia Judaica se mantenía aún, aunque solamente en forma externa por los fariseos,
y un resto de su vivo espíritu estaba preservado en el fanatismo de los Esenios; pero la
pompa semipagana de Herodes representaba verdaderamente el espíritu mundano que
buscaba un reino terrenal como su más preciada esperanza. Tampoco falta significación
profunda a las riñas familiares que mancharon la casa de Herodes con una perpetua corriente
de sangre. El palacio proporcionó el peor ejemplo, pero nada más un ejemplo, de la completa
disolución de los vínculos naturales que el profeta Malaquías había anunciado como una señal
de la venida del Mesías, quien restauraría la paz. Sin duds el tiempo estaba ya cerca cuando
“Elías el profeta sería enviado antes de la venida del grande y espantoso día del Señor; para
tornar el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que yo
venga y con destrucción hiera la tierra”. (Malaq. 4: 5, 6) . Y antes de que cerrara el reinado de
Herodes tanto el profeta como el Cristo mismo habían nacido. Su entrada en el mundo se había
efectuado ya aunque Herodes lo ignoraba.
Y ahora procederemos a hacer un breve resumes de la obra de los príncipes de la casa
de Herodes que gobernaron en diferentes partes de la Palestina con distintos grados de poder,
y del dominio romano en el país pasta la destrucción de Jerusalén.
En verdad, la historia se divide, a la muerte de Herodes, en dos corrientes que se
cruzan constantemente sin mezclarse: la de Cristo y su Iglesia, y la de los judíos como nación.
Esta última pertenece más bien a la historia del Antiguo Testamento que al Nuevo. Es la historia
del último y moribundo esfuerzo de un pueblo, pero corrompido y equivocado, para
defender sus supuestos derechos en contra de sus amos terrenales a cuyo yugo ya se habían
doblegado, y en contra del Señor espiritual a quien ellos resistieron porque no lo conocían.
Quizá el devoto estudiante del conflicto espiritual a menudo está en desventaja por falta de una
vista comprensiva de las relaciones externas de la nación judaica. El elocuente historiador de
los judíos insiste en esta distinción diciendo: “La historia de los judíos después de la muerte de
Herodes, --sin ninguna propiedad llamado El Grande,.-. y del nacimiento de Jesús, se separa
en dos corrientes: una estrecha al principio y difícil de describir en sus quiebras secretas en el
mundo, pero con la luz del cielo sobre ella, y que gradualmente se ensancha para abrazar una
gran parte de Asia, parte de África y toda la Europa, llegando a ser un río irresistible, un río con
muchas corrientes que alegran y fertilizan a la humanidad, llevando la civilización, lo mismo que
la santidad y la felicidad en su carrera. La otra, al principio bastante ancha pero que
gradualmente se encoge cayendo en la obscuridad, perdiéndose en gargantas profundas a
impenetrables, solitaria y hosca en apariencia, pero no sin peculiar majestad en su corriente
continua, inagotable, irreprensible, y no sin su peculiar influencia como una corriente secreta en
la vide general y el progreso de la humanidad.., a la que demasiadas ocasiones se intentó
secar cruelmente por medios violentos o tornarla en sangre, y sin embargo, surgiendo de nuevo
cuando parecía y a muerta y corriendo como lo pace todavía, y sin duda está destinada a
correr. Aunque la historia judaica y la cristiana tienen mucho con común, tendrá qué
conservarse enteramente diferentes”. Esto se aplica especialmente a lo que queda todavía por
decirse de la causa de Herodes.
***
CAPITULO QUINTO
HISTORIA SECULAR DE LOS JUDIOS
DESDE LA MUERTE DE HERODES
HASTA LA DESTRUCCION DE JERUSALEN
(4 A. C.-70 D. C.)
1. --A fin de comprender bien la historia de nuestro Salvador y sus apóstoles, es
necesario, por las razones dadas al terminar el capítulo anterior, dar antes un breve resumen
de la historia secular de los judíos durante este período.
La familia de Herodes, .--aunque una parte nada más,-- se muestra en la tabla que
vamos a dar en seguida. De sus diez esposas no necesitaremos mencionar más que los hijos
de las primeras cinco.
(1) Antes de su advenimiento al trono casó con Doris, y su hijo único, Antipater, como
ya hemos visto, fue la última víctima de las iras de su moribundo padre.
(2) Aristóbulo, su hijo mayor que tuvo de Mariamne, nieta de Hircano, fue padre de una
gran familia y de él descendieron los dos Agripas, el primero de los cuales fue el Herodes que
mató a Santiago y encarceló a Pedro. El segundo fue el rey Agripa delante de quien Pablo tuvo
que defenderse.
(3) Después de la ejecución de Mariamne Herodes casó con otra Mariamne, hija del
Sumo Sacerdote Simón: su hijo fue Herodes Felipe, cuyo matrimonio con su sobrina Herodías,
hija de Aristóbulo, seguido del divorcio de ella para casarse con su medio hermano Herodes
Antipas, condujo al martirio de Juan el Bautista. A menudo se confunde a éste con su medio
hermano Felipe, Tetrarca de Iturea.
(4) Su siguiente esposa, Nlalthace, una samaritana, fue la madre de Herodes Antipas y
de Arquelao, de quienes vamos a hablar.
(5) De Cleopatra tuvo dos hijos el menor de los cuales fue Felipe, Tetrarca de Iturea y
de los distritos adyacentes incluyendo la Traconitis.
Las otras esposas y sus hijos carecen de consecuencia alguna en la historia. Estas
complicadas relaciones se harán más claras mediante la siguiente tabla, cuyos personajes
tienen mucho qué ver con la historia durante cuatro generaciones:
A. --Herodes el Grande
Esposa Hijos
Doris Alejandro
Mariamne, nieta de Hercano II Aristóbulo, Antípater
Los tres ejecutados por su
padre
Mariamne, hija de Simón Herodes Felipe I
(casó con Herodías) Vivió como un particular
Malthace, samaritana Herodes Antípas Tetrarca de Galilea
Cleopatra Herodes Felipe II Tetrarca del norte de Persia
(casó con Salomé, hija de
Felipe I y Herodías)
B. –Hijos de Artistóbulo
Herodes Agripa I Rey de Judea
Herodías, Casó con: Herodes Felipe I
Herodes Antípas
C. –Hijos de Herodes Agripa I
Herodes Agripa II, rey titular Tetrarca de Pere
Berenice Mencionada en Hechos 25:23
Drusila, (casó con Félix) Mencionada en Hechos 24:24
Durante su última enfermedad, Herodes hizo un testamento en favor de los hijos de
Malthace, quienes habían sido educados en Roma y al principio habían sido excluídos de la
herencia debido a las acusaciones de Antipater, fue este inesperado arreglo el que motivó que
José se fuera de Galilea al regresar de Egipto con María y Jesús. El mayor de aquellos hijos,
Herodes Antipas, fue primero nombrado por Herodes como su sucesor, pero el último cambio
en la voluntad del rey transfirió aquella dignidad a Arquelao, dejando a Antipas el gobierno de
Galilea y Perea con el título de Tetrarca. La parte norte de la región transjordánica, incluyendo
la Iturea, Gaulonitis y Batanea, con Traconitis, fueron hechas una Tetrarquía para Felipe, el hijo
de Cleopatra. Finalmente, el testamento de Herodes hizo amplia provisión para su hermana
Salomé, cuyas intrigas habían sido tan fatales a su familia, dejando también grandes legados a
Augusto y a su esposa Julia. Herodes Felipe, el hijo de la segunda Marianne, fue excluido de
todo beneficio en el testamento de su padre en venganza de la supuesta traición de su madre,
así como también los descendientes de la primera Marianne.
Entre tanto que Augusto ratificaba el testamento do Huodcs, Arquelao sucedió a su
padre en el poder. Los príncipes judíos fueron libertados del Hipódromo y los funerales de
Herodes se celebraron en medio de un grande esplendor. El Dean Milman describe así estos
funerales: “Los restos inertes de Herodes parecían retener su magnificencia característica. El
cuerpo se colocó en un féretro que estaba adornado con costosas piedras preciosas. El lino era
de la más rica manufactura y la sábana que lo envolvía era de púrpura. Todavía llevaba la
diadema, y por encima de ella la dorada corona de la realeza, llevando también el cetro en la
mano. Los hijos y parientes de Herodes conducían el féretro y seguía toda la fuerza militar
distribuida según el orden de sus nacionalidades. Primero su propia guardia, luego sus
mercenarios, tracios, germanos, galos, y en seguida el resto del ejército. Al fin venían
quinientos oficiales de la corte llevando especias aromáticas con las cuales los judíos
embalsamaron la cabeza. En medio de toda esta pompa la procesión se dirigió lentamente al
Herodium, un palacio fortificado distante unas veinte millas de Jericó.
Al fin de siete días de duelo durante los cuales se rumoró que los piadosos deberes del
día se reemplazaban por noches de francachela, Arquelao dio al pueblo una celebración
fúnebre y luego hizo su solemne entrada en el templo. Su discurso, en el cual asumió un tono
de gran moderación; prometió aliviar la tiranía de su padre, fue recibido con grande aplauso no
entremezclado con gritos por el recuerdo de la opresión sufrida. Algunos pidieron la
disminución de las cargas públicas; otros la libertad de prisioneros con los que Herodes había
llenado los sótanos: otros más pedían específicamente que se suspendían por completo los
impuestos sobre la venta de los artículos de primera necesidad en los mercados, los que se
recogían con excesivo rigor. Todo esto lo escuchó Arquelao con grande afabilidad haciendo
grandes promesas, y después de haber ofrecido el sacrificio se retiró.
El disgusto, que sin duda se inflamó al ver frustradas las esperanzas fundadas en el
carácter más suave de Herodes Antipas, el esperado heredero, se manifestó en abierto tumulto
entretanto que los dos hermanos preparaban su salida para Roma, uno buscando la
confirmación imperial de la voluntad de Herodes, y el otro para presentar las demandas
personales de sus derechos. En la fiesta de la Pascua, cuando Jerusalén siempre estaba llena
de judíos devotos cuyo celo se inflamaba por su número y por la exaltación del sentimiento
debido a la festividad, se alzó un grito general de venganza en nombre de aquellos a quienes
Herodes había ejecutado por haber destruido el águila de oro. La multitud fue dispersada por la
tropa, la que mató unos 3,000 hombres, habiendo quedado suspendida la fiesta. Arquelao
entonces partió para Roma llevando en su séquito a Nicolás de Damasco, cuya elocuencia
había servido tan bien a su padre y a Salomé, y que secretamente estaba preparado para
presentar las demandas de Herodes Antipas.
Entretanto, la rapacidad de los oficiales romanos hizo que se aprovecharan de cuanto
les pareció una fácil presa. En medio de sus preparativos pare embarcar en Cesarea Arquelao
se encontró con Sabino, el procurador de Siria, quien se encaminaba a reclamar los tesoros del
finado rey. Su marcha, suspendida a los ruegos de Arquelao y el mandato de Varo, el prefecto
de Siria, se reanudó tan pronto como el primero se embarcó, y sus exacciones dieron a los
zelotes la provocación o el pretexto para un tumulto que fue aplacado por la intervención de
Varo. Sabino, que quedó todavía con el mando en Jerusalén, provocó pronto una nueva
insurrección durante la fiesta de Pentecostés cuando otra vez la ciudad estaba llena de zelotes
resueltos a vengar el golpe recibido durante la Pascua. Establecieron un campamento regular
en torno del templo y sitiaron a Sabino y su legión, probablemente en la Torre Antonia. Los
romanos efectuaron un ataque contra el templo, quemaron los claustros del patio exterior
juntamente con sus defensores, penetraron en el santuario y saquearon los sagrados tesoros,
pero los judíos, enfurecidos por aquel sacrilegio, todavía sitiaron a Sabino y su legión. La
anarquía del país fue inflamada por las tropas de Herodes que anduvieron en bandas peleando
y saqueando a su gusto. A estos elementos de confusión hay que añadir la expectación de un
gran libertador -sentimiento que ahora había llegado a su clímax-- y en el mero tiempo en que
el verdadero Salvador estaba oculto en Egipto, falsos mesías asumían la diadema y reunían
tropas de bandoleros. Entretanto Varo avanzó al socorro de Sabino a la cabeza de dos
legiones llevando entre los auxiliares algunas bandas árabes que devastaron el país. A su
aproximación los insurgentes rindieron sus arenas, y Sabino, avergonzado al encontrarse con
Varo, salió para Roma. Dos mil de los jefes secundarios fueron crucificados y otros enviados a
Roma para ser juzgados. Era bastante claro que cualquiera que fuera la decisión de Augusto.
Varo era el único amo en Judea.
El asunto a discusión delante del emperador fue defendido por la elocuencia de Nicolás
y Herodes Felipe de parte de Arquelao, y por SaÍomé y su hijo Antipater por parte de Antipas.
Durante las discusiones apareció ante el tribunal una diputación de quinientos judíos pidiendo
la supresión de la realeza y la restauración de sus libertades; y la afirmación de que estaban
apoyados por no menos de 8,000 de sus paisanos en Roma indica el número y la influencia de
los judíos establecidos en la capital. AI fin Augusto confirmó el testamento de Herodes en todos
sus puntos esenciales. Arquelao quedó establecido en el gobierno de Judea con Idumea y
Samaria formando como la mitad del reino de Herodes, asegurando una entrada como de 600
talentos. Habría de gobernar con el título de Ethnarca, con la promesa de ser rey si daba
pruebas de ser digno de ello. De las principales ciudades en su territorio retuvo a Jerusalén,
Sebaste, Cesarea y Jope; mientras Gaza, Gadara a Hippo quedaron como poblaciones
romanas bajo el prefecto de Siria. Salomé recibió Jamnia, Azoto, Phasaelo y un palacio en
Ascalón. Herodes Antipas fue confirmado en la Tetrarquía de Galilea y Perea con una entrada
de unos 200 talentos, y Felipe en la Tetrarquía de Auranitis y Traconitis.
2..--Hemos visto que las primeras noticias del advenimiento de Arquelao hicieron que
los padres de nuestro Señor se fueran por otro lado al regresar de Egipto y poner su precioso
encargo bajo el gobierno más suave de Herodes Antipas. El terror de José puede tomarse
como una expresión de la desconfianza popular con que se miraba a Arquelao, la que fue
ampliamente justificada por la continua tiranía y el desorden de sus nueve años de gobierno. AI
principio mostró deseos de conciliar a los judíos cesando a Joazar, a quien Herodes había
hecho Sumo Sacerdote después del incidente del águila, en favor de su hermano Eleazar. Pero
los adherentes de la Ley se contrariaron por el casamiento de Arquelao con Glafira, viuda de su
hermano Alejandro, por causa de quien se divorció de su esposa Mariamne, y al fin su tiranía
hizo que sus súbditos apelaran a Augusto. Arquelao fue llamado intempestivamente a Roma y
desterrado a Viena, en la Galia, en el año 7 A. D. Esta sentencia puso fin a la monarquía
judaica, pues la restauración de un reino nominal por unos cuantos años bajo Herodes Agripa II
(41-44 A. D.) solamente puede verse como un episodio en la dominación romana. “El cetro
había sido quitado de Judá”. (Génesis 49:10) .
3. --Antes de proseguir la historia de Judea como una provincia romana, será
conveniente seguir el torso de los otros dos hijos de Herodes que reinaron en Palestinae
conforme a su voluntad. Herodes Antipas, el hijo de Arquelao, fue confirmado por Augusto,
como ya lo hemos visto, en la Tetrarquía de Galilee y Perea que le había sido asignada en el
testamento de su padre, y de aquí que se le mencione en los evangelios como Herodes el
Tetrarca. Toda su importancia derive de las dos menciones que se haten en la historia del
Evangelio, primero como un oyente, y después como el asesino de Juan el Bautista, y como
tomando parte con Pilato en la condenación de nuestro Señor. El primero de estos crímenes se
debió a la fatal influencia de Herodías, la que al fin acarreó su ruina. El se había casado con
una hija del rey Aretas, rey de Arabia Petrea, (la misma de cuyo gobernador en Damasco San
Pablo estuvo después en peligro) . Viviendo todavía con ella hizo una conexión del carácter
más fatal a los ojos de la ley judaica. La notoria Herodías, hija de Aristóbulo, hijo de Marianne y
de Herodes el Grande, y por consecuencia hermana de Herodes Agripa I, casó con Herodes
Felipe, quien era su tío politico siendo hijo de Herodes y de la segunda Marianne: ahora
abandona a Felipe pare casarse con Herodes Antipas quien tenía con ella el mismo
parentesco. Además de que el esposo de ella y la esposa de él vivían, Antipas, como medio
hermano de Felipe estaba ya conectado con Herodías por una afinidad tan íntima que solamente
había un caso establecido por la ley de Moisés en que ésta pudiera hacerse a un lado,
es decir, cuando el hermano casado moría sin dejar descendencia.
Ahora, Herodías tenía ya una hija, Salomé, de Felipe. Bien pudo, por lo tanto, ser
acusada por Josefo de poner el propósito de avergonzar las instituciones de su país, y bien
pudo también Juan Bautista haber atacado la enormidad de tal conexión con el tetrarca cuya
conciencia ciertamente parecía estar menos endurecida que la de ella, pues él temía a “su
reprobador”, cuyas predicaciones había escuchado con agrado, y aunque estas impresiones no
le sirvieron pare evitar la adición del asesinato al adulterio, él se entristeció al cometer el
crimen. Aretas le hizo la guerra pare vengar a su hijo, y tenemos el claro testimonio de Josefo
de que la derrota de Herodes, con la pérdida de casi la totalidad de su ejército fue considerada
por los judíos como un castigo por la muerte del Bautista.
Libre del temperamento tiránico de su padre, Herodes Antipas aspiró ser el amo y
protector de los judíos y se aventuró en una dispute abierta con el procurador romano,
probablemente acerca de “aquellos galileos cuya sangre Pilato mezcló con sus sacrificios’“.
Herodes quiso ganarse el favor de los judíos estrictos visitando a Jerusalén durante la Pascua,
y el procurador romano halló prudente aprovecharse de aquella oportunidad pare una
reconciliación enviando a Jesús delante de Herodes, quien, como tetrarca tenía jurisdicción
sobre un Galileo, y como cabeza de la casa Herodiana podría gratificar su odio al “rey de los
judíos”. Tal fue la conjunción de intereses y pasiones políticas por las cuales tanto Herodes y
Poncio Pilato, como “los gentiles y el pueblo de Israel” se juntaron, para cumplirse así las
declaraciones divinas que habían sido expresadas por David. (Hechos 4:25-28, con una
marcada referencia al Salmo 2:1, 2).
Estos dos incidentes de su vida revelan el carácter de este débil, sensual y
supersticioso príncipe cuya astucia fue pintada por el Salvador con el epíteto de “zorra” a quien
hubiera placido conservar tanto a Juan como profetas en su corte, pero fue guiado por una
punible debilidad a sacrificar al uno, y mediante el terror engendrado por el remordimiento
hubiera querido matar al otro sobre quien al fin gratificó su mala voluntad al verlo seguro como
prisionero de Pilato. Lo que quedó por decirse de su carácter o de sus hechos se resume en la
frase que San Lucas añade al registro de su adulterio con Herodias, “y de todas las maldades
que había hecho Herodes”. (Luc. 3 :14) .
Al fin, los jóvenes que el emperador Calígula, (quien sucedió a Tiberio en el año 37 A.
D.) amontonó sobre su amigo y camarada Herodes Agripa excitaron la celosa ambición de
Herodes Antipas. A instigaciones de Herodías partió con ella a Roma aparentemente para pedir
el mismo título real que había sido conferido a su sobrino, pero en realidad para intrigar en
contra de él. Pero Agripa, el íntimo amigo de Calígula, contrarrestó el complot con el cargo de
traición hecho a su tio, y Antipas fue desterrado a Lugduno, en la Galia, (39 A. D.) Merece
recordarse que Herodias prefirió compartir el destierro con Antipas hasta que la muerte acabó
con sus reveses, en lugar de quedar con su hermano Agripa para participar de su
encumbramiento.
La ciudad de Tiberias, que Antipas fundó y llamó así en honor del emperador fue el
monumento más conspicuo de su largo reinado, pero como el resto de la familia Herodiana,
mostró su pasión edificando ciudades en varios lugares, restaurando a Sephoris, cerca del
Tabor, que había sido destruida en las guerras que ocurrieron después de la muerte de
Herodes el Grande, y Beth-harán, en Perea, a la que llamó Julias, por la esposa del emperador.
4. --Herodes Felipe II fue hijo de Herodes el Grande y Cleopatra. Lo mismo que sus
medios hermanos Antipas y Arquelao, fue educado en el palacio y a la muerte de su padre
abogó ante Augusto en favor de Arquelao. Recibió como sus propios dominios, Batanea, Traconitis,
Auranitis y algunas partes en torno de Jamnia, con el título de Tetrarca. Su gobierno se
distinguió por la justicia y la moderación. y parece que se dedicó enteramente a los deberes de
su posición sin participar en las intrigas que inflamaron a su familia. Edificó una nueva ciudad
en el sitio de Paneas, cerca de las fuentes del Jordán, a la que llamó Cesarea, y elevó
Bethsaida, en la baja Gaulonitis, al rango de ciudad bajo el título de Julias, y murió allí en el año
34 A. D. Casó con Salomé, la hija de Felipe I y Herodías, pero como no dejó descendencia sus
dominios se añadieron al ocurrir su muerte a la provincia romana de Siria.
La ciudad de Cesarea de Filipos, escogida por Felipe el tetrarca como el sitio de sus
villas y palacios, además del templo de su padre en honor de Augusto, se distinguió no
solamente por la belleza sin rival del sitio en que se edificó sino también por su sagradas
asociaciones. Como es la frontera más al norte de Palestina, fue también el límite norte más
extremo a que llegó nuestro Señor en sus viajes. Debe haber sido por lo menor en sus cercan
ías en donde Pedro hizo su gran confesión: la roca sobre la cual descansa el templo de
Augusto y de donde nacen las aguas del Jordán puede muy bien haber sugerido las palabras
que ahora corren en derredor de la cúpula de San Pedro en Roma.
5. --Judea, incluyendo Samaria, se redujo al ocurrir el destierro de Arquelao, a una
provincia romana ordinaria bajo un procurador que quedó subordinado al prefecto de Siria, el
que residió no en Jerusalén sino en la costa, en Cesarea. Sabino había ya tenido la posición
durante la ausencia de Arquelao, y cuando fue depuesto Copronio acompañó a Quirino al país.
Quirino, (el Cirenio del Nuevo Testamento), siendo ahora por segunda vez prefecto de Siria, fue
encargado de la impopular tarea de hacer el censo o enrolamiento de los habitantes de Judea,
y no obstante los tumultos que ocurrieron en otras partes en Jerusalén pudo llevarse a cabo el
censo sin resistencia de ninguna clase debido a la prudencia de Joazar, quien por poco tiempo
fue otra vez Sumo Sacerdote. Uno de los primeros actos del nuevo gobernador fue tomar posesi
ón formal de las vestiduras oficiales del Sumo Sacerdote que se llevaban en los tres
festivales y en el Día de la Expiación. Desde la edificación de Baris por los Macabeos actor
mantos se habían guardado siempre allí, costumbre seguida desde la reconstrucción efectuada
por Herodes: para desde ahora habían de ser puestas, después de usarse, en una cámara
subterránea de piedra bajo el sello de los sacerdotes y a cargo del capitán de la guardia. Se
sacaban siete días antes de usarse y cuando la ceremonia terminaba se llevaban otra vez a la
cámara.
Durante el gobierno de Copronio como procurador ocurrieron dos incidentes a la vez
muy contrarios en su carácter y en su significación para aquella edad y para nosotros. Primero,
en el año 8, el encuentro de Cristo lo el templo. Como un año antes Anás había sido elevado al
rango de Sumo Sacerdote. El segundo acontecimiento debe haber sido sumamente aflictivo
para los judíos a menos que ya se hubieran habituado a tales cocas, pero de esto no podemos
decir la fecha exacta; fue nada menos que la profanación del templo por algunos samaritanos
que secretamente llevaron huesos humanos y los regaron en los claustros durante la noche de
la Pascua. Hasta este tiempo los samaritanos habían sido admitidos en el templo pero desde
entonces en adelante quedaron definitivamente excluidos.
Como por el año 10 A. D. Copronio fue sucedido por M. Ambivio, y luego éste por Annio
Rufo. En el año 14 A. D, murió el emperador Augusto y con Tiberio vino un nuevo procurador.
Valerio Grato, quien ocupó el puesto hasta el año 26, cuando fue reemplazado por Poncio
Pilato.
Durante este período los sumos sacerdotes habían sido numerosos, pero bastará decir
aquí que cuando Pilato llegó a su gobierno el puesto estaba ocupado por José Caifás, quien
había sido nombrado apenas pocos mares antes. El nombre de Pilato indica que estaba
conectado por lazos de familia, o por adopción. con la gens de Pontil, conspicuos en la historia
romana por primera vez en la persona de C. Poncio Telesino, el gran general samnita. fue el
sexto procurador romano de Judea, y bajo su gobierno trabajó nuestro Señor, sufrió y murió,
según lo sabemos no solamente por los registros evangélicos sino también por Tácito. (Anales
XV. 44) .
La ausencia de disturbios que señalan los precedentes veinte años en Jerusalén se
debe probablemente a la falta de tropas romanas, las que estaban acuarteladas en Cesarea
fuera del alcance de los ardientes fanáticos del templo, pero Pilato cambió los cuarteles de
invierno a Jerusalén y luego en el primer día ocurrió un choque. La causa estuvo en los
estandartes romanos --en los que estaban las imágenes del emperador y del águila-- los cuales
los comandantes anteriores habían conservado fuera de la ciudad. Pilato los envió durante la
noche y la ira del pueblo no reconoció límites al descubrir lo que había acontecido. En grandes
grupos fueron hasta donde residía el procurador y le rogaron que se llevara las imágenes.
Después de una discusión que duró seis días dio la señal a algunos soldados que habían
estado ocultos para que cercaran a los peticionarios y los ejecutaran a menos que dejaran de
estarlo molestando, pero esto solamente los afirmó en su determinación y declararon que
estaban listos a recibir la muerte antes que ceder ante una innovación idolátrica. Pilato
entonces cedió y dio órdenes para que los estandartes fueran llevados a Cesarea. Más tarde,
como si tratara de ver qué tan lejas podía ir, consagró algunos escudos dorados que no
contenían figura alguna llevando simplemente inscritos el nombre de la deidad y del donante, y
los colgó en el palacio de Jerusalén. Este acto provocó otra vez la resistencia de los judíos y
mediante una apelación a Tiberio fueron quitados de allí. Otro tumulto fue motivado porque
Pilato dispuso del Corban, una ofrenda sagrada de la redención de votos (Mar. 7:11) para
costear con ello un acueducto que construyó para meter el agua en la ciudad.
A estos sucesos de su administración, de los cuales hablan historiadores profanos,
debemos agregar la matanza de ciertos galileos que ya mencionamos en el párrafo 3. Los
verídicos testimonios de su sangrienta tiranía ponen en una luz bastante clara la bajeza de sus
intentos de conciliar a los judíos y evitar la amenaza de una denuncia al César por el sacrificio
de Jesús. La continua tiranía del procurador aun después de que puso a muerte s nuestro
Señor, hasta el año 37 A. D. y las quejas interminables de los samaritanos obligaron a Vitelio,
el prefecto de Siria y padre del emperador, a enviar al procurador a Roma para que fuera
juzgado allá. Pilato llegó a Roma exactamente acabando de morir Tiberio, y uno de los actos
dignos de alabanza que señalaron los comienzos del gobierno de Callgula fue el destierro de
Pilato a Viena. (Vienne), en la Galia, en donde por muchos años en los tiempos modernos
todavía se leía el nombre de Pilato en la lápida de un sepulcro.
Después de que Pilato fue llamado a Roma, Vitelio. el prefecto de Siria, visitó Jerusalén
en los días de la Pascua. Esta visita estaba conectada con la guerra ya mencionada entre
Herodes Antipas y el rey Aretas, y a consecuencia de la victoria alcanzada por éste, Vitelio
movió sus tropas para atacar a Petra, y fue en su marcha para ésta cuando efectuó su visita a
Jerusalén. Además de abstenerse de insultar al pueblo desplegando sus estandartes, Vitelio
confirió dos grandes beneficios a la ciudad: condonó los impuestos sobre los productos de la
tierra y concedió a los judíos tener otra vez la custodia de los mantos del Sumo Sacerdote.
Removió a Caifás del sumo sacerdocio y lo dio a Jonatán, hijo de Annás. Luego partió dejando
aparentemente a un oficial romano a cargo de la Tome Antonia. Volvió ere año a Jerusalén,
probablemente en el Otoño, con Herodes el tetrarca, y mientras estuvo allí cambió otra vez al
Sumo Sacerdote substituyendo a Jonatán con Teófilo su hermano.
Las noticias de la muerte de Tiberio y el advenimiento de Calígula llegaron por aquellos
días a Jerusalén y fue la interrupción que esto causó en las operaciones de Vitelio lo que
envalentonó a Aretas, quíen tomó a Damasco, circunstancia de gran importancia en la
cronología de la vida de Pablo. El nuevo emperador nombró procurador a Marcelo.
6. --En el año 40 A. D. Vitelio fue reemplazado por P. Petronio, quien llegó a Palestina
con órdenes de colocar en el templo una estatua de Calígula. Este ultraje estuvo conectado con
eventos que arrojan mucha luz sobre las relaciones de los judíos en sus varias ramas, con la
supremacía imperial. “Hasta el reinado de Calígula”, dice el Dean Mihnan, “los judíos habían
disfrutado, sin serias interrupciones, de la tolerancia universal que la política de Roma permitía
a 1a religión de los Estados conquistador. Si la religión había sufrido una represión en Roma
bajo Tiberio, fue como una superstición extranjera que se consideraba, por la mala conducta de
algunos individuos, como una cosa peligrosa para la moral pública de la metrópoli. El judaísmo
no fue molestado en el resto del imperio y, aunque la violencia ocasional de los gobernadores
romanos de Judea pudiera haberse manifestado en actor ofensivos a los sentimientos
religiosos del pueblo, sin embargo, los más sabios y liberales como Vitelio cuidadosamente
evitaban toda interferencia con aquella superstición que ellos respetaban o despreciaban.
Pero la insana vanidad de Calígula le hizo establecer por la fuerza en todo el imperio
aquellos honores divinos que sus predecesores habían recibido como fruto de la baja adulación
de sus subordinados. En todas partes se erigieron estatuas y se levantaron templos en honor
del deificado emperador. Los judíos no podían someterse a aquel mandato sin violar el primer
principio de su religión, ni resistir sin exponer a la nación entera al resentimiento de sus amos.
La tormenta comenzó a formarse en torno de ellos; su primera violencia estalló sobre los judíos
de Alejandría en donde, sin embargo, la colisión con las autoridades se originó primero en las
animosidades de las facciones griega y judía que dividían a la ciudad. Esta grande y populosa
capital además de los extranjeros procedentes de todas partes estaba habitada por tres diferentes
razas: los nativos egipcios, judíos y griegos. Los egipcios fueron siempre hechos a un
lado considerándolos como de raza inferior, pero los judíos se vanagloriaban de adictos del
fundador de la ciudad y de otros monarcas de Egipto que los equiparaban en rango y
estimación con los descendientes de los antiguos colonos macedónicos. Ellos eran numerosos;
Philo calculó que en Egipto llegaban a un millón de almas. Eran opulentos y se contaban entre
los mercaderes más activos de aquella gran metrópoli comercial. Es probable que hayan sido
turbulentos y no la gente pacífica a inofensiva descrita por su defensor Philo. Hayan sido lo que
hayan sido, eran odiados por la población griega.
El prefecto Valerio Flaco, cuyo gobierno firme a imparcial había hasta había conservado
la paz entre las facciones enemigas, encontrando que su posición peligraba con el
advenimiento de Calígula, trató de congraciarse con los griegos alejandrinos dándoles el
permiso de insultar a los judíos, y la llegada de Herodes Agripa que iba en camino para asumir
el puesto que le había sido conferido por Calígula, proporcionó una oportunidad para
desahogar su insolencia, y habiendo desfogado su injustificable burla en un remedo de su
realeza, cuando él se hobo marchado procedieron a más serios ultrajes. Levantaron estatuas
del emperador en los proseuchae o lugares judíos de culto, y los judíos, obligados por un edicto
de Flaca a estarse dentro de dos secciones de la ciudad que estaban llenas exclusivamente de
gente de su raza, aunque había muchos en las otras tres. perdieron mucho por aquella
mudanza obligatoria y comenzaron a sufrir por la peste y el hambre amontonados en las
secciones en que estaban casi sitiados. Los que se atrevían a salir al mercado eran robados,
insultados, perseguidos, maltratados con palos y piedras. Pronto hubo derramamiento de
sangre pues muchos fueron muertos a espada, otro pisoteados harta la muerte; otros más,
vivos todavía, fueron arrastrados de los talones por las calles. Cuando ya habían muerto, sus
cuerpos fueron todavía arrastrados hasta quedar reducidos a pedazos, o desfigurados a tal
grado que ya no podían ser identificados en caso de que fueran recobrados por sus amigos.
Los que salían de la ciudad para respirar el aire puro del campo, o los extranjeros que imprudentemente
pasaban las murallas de la ciudad para visitar y ayudar a sus amigos fueron
tratados de la misma manera y golpeados con palos harta que morían. Los muelles fueron
vigilados y al llegar algún barco judío se echaban sobre la mercancía, y el barco y los dueños
eran quemados. Las casas fueron igualmente quemadas, y familias enteras, hombres, mujeres
y niños fueron quemados vivos. Y todavía esto constituyó una muerte misericordiosa
comparada con los sufrimientos de otros. Algunas veces, por falta de leña, los perseguidores
se hacían de unos cuantos palos mojados y sobre estos, sofocados por el humo y medio
consumidos, las miserables víctimas sucumbían lentamente. Algunas veces se burlaban de sus
sufrimientos fingiendo tristeza, pero si algunos de sus propios parientes o amigos mostraban la
menor emoción los cogían, los azotaban, los torturaban y aun los crucificaban.
Cuando estos crímenes llegaron a su máximo grado, Flaco llamó ante su tribunal no a
los perpetradores de tanto ultraje sino a las víctimas, y treinta y ocho de los principales jefes del
Sanhedrín Alejandrino fueron azotados públicamente en el teatro muriendo muchos bajo los
azotes. Los supervivientes fueron arrojados a las cárceles y otros muchos fueron cogidos y
crucificados. Constituyó el gran espectáculo de la mañana en el teatro ver a los judíos
azotados, torturados en el potro y la polea, y luego llevados a la ejecución; y a estas horribles
tragedias seguían luego farsas y danzas, así como otras diversiones teatrales. Durante todo
este tiempo Flaco estuvo reteniendo un manifiesto de lealtad que los judíos alejandrinos habían
formulado aconsejados por Agripa, quien, descubriendo el fraude, envió una copia al
emperador. Luego fue enviado un centurión para arrestar a Flaco, quien fue desterrado, y
después de pasar por grandes sufrimientos y desprecios en el destierro fue al fin llevado a una
muerte cruel.
La narración que antecede, que de una manera tan efectiva ilustra la condición de una
rams de la raza hebrea, la proporciona Philo, el notable judío alejandrino que trajo los principios
filosóficos del Neo-Platonismo a la defensa de la antigua fe. Si puede razonablemente sospecharse
que exageró los sufrimientos y especialmente la sumisión de sus paisanos, parece no
haber razón para dudar su gráfica narración de la misión que encabezó para irt a ver a
Calígula, a quien también los griegos enviaron una diputación encabezada por Apion, un
nombre celebrado por la refutación de Josefo de su libro en contra de los judíos. Llegaron a la
hora misma en que Calígula, irritado por la destrucción de un altar que uno de los publicanos
romanos había erigido al emperador en Jamnia, había publicado el edicto para la erección de
su propia estatua colosal en el Lugar Santísimo y la dedicación del templo a sí mismo en su
carácter de Júpiter, y este golpe al santuario principal de su religión pareció fatal a su propia
causa. Sin embargo, Cayo los recibió con un favor en el cual pronto se manifestó que el
desprecio era el elemento principal. La célebre entrevista narrada por Philo exhibe
probablemente el sentimiento prevaleciente en los judíos aunque desfigurando en una peculiar
extravagancia por la insana veleidad del emperador. El elocuente historiador de los judíos la
relata así: “Después de una prolongada y cansada espera los diputados fueron llamados para
una final audiencia. Para juzgar de tan grave causa, como Philo se queja con razón, el emperador
no apareció en un tribunal público rodeado de los más sabios de sus senadores; la
embajada fue recibida en los salones de dos villas cercanas a la ciudad de Roma llamadas
Lamia y Mesenas. Los mayordomos de estas villas recibieron órdenes al mismo tiempo de
tener abiertos todos los cuartos para que los inspeccionara el emperador. Los judíos entraron e
hicieron una profunda reverencia saludando a Calígula como Augusto y emperador, pero la
sarcástica sonrisa marcada en el rostro de Cayo les dio muy pocas esperanzas de éxito. “Con
que ustedes son” dijo enseñando los dientes al hablar, “los únicos enemigos de los dioses, que
se rehusaron a reconocer mi divinidad, pero adoráis una deidad cuyo nombre no os atrevéis a
pronunciar . . . y aquí, para el horror de los judíos, pronunció el terrible nombre. Los diputados
griegos de Alejandría que se hallaban presentes pensaron estar completamente seguros de su
triunfo y comenzaron a mostrar su alegría por medio de gestos insultantes. Isidoro, uno de los
acusadores de Flaco salió al frente para agravar la desobediencia de los judíos. El los acusó de
ser la única nación que se había rehusado a sacrificar al emperador. Los judíos entonces a una
voz negaron la calumnia y afirmaron que tres veces habían ofrecido sacrificios por el bienestar
del emperador, y en verdad habían sido los primeros en hacerlo a su advenimiento. “Bien
está’“, repuso el emperador: “habéis sacrificado por mí, pero no a mí”. Los judíos temblaban
como azogados. Luego súbitamente Cayo comenzó a correr por toda la casa, arriba y abajo de
las escaleras, inspeccionando los departamentos de los hombres y de las mujeres,
encontrando defectos y dando órdenes mientras que los judíos lo seguían de cuarto en cuarto
en medio de las burlas de los cortesanos. Después de que había dado sus órdenes, el
emperador súbitamente se tornó a ellos y les dijo: “¿Por qué razón no coméis cerdo?” Toda la
corte estalló en carcajadas, pero los judíos con toda calma contestaron que diferentes naciones
tienen usos diferentes: algunas gentes no comen “carnero”; “y tienen razón”, replicó el
emperador, “es una carne muy insípida”.
Después de una nueva prueba de su paciencia preguntó con su proverbial aspereza
sobre qué basaban ellos sus derechos de ciudadanía, y comenzaron un grave y extenso
argumento legal, pero no habían avanzado mucho cuando Cayo comenzó a recorrer el gran
salón de un lado al otro, ordenando que se pusieran algunas pantallas m las ventanas de una
daré de piedra transparentes semejante al vidrio que permitía pasar la luz pero impidiéndolo al
calor y al aire. Al abandonar el salón preguntó a los judíos con un aire más cortés si tenían algo
qué decide; y ellos comenzaron otra vez su perorata en medio de la cual se fue a otra sale pare
ver algunas pinturas antiguas. Los embajadores de los judíos al fin se sintieron felices al
retirarse gozosos de haber escapado con vida. Cayo tuvo pare ellos este comentario como
despedida: “Bueno, después de todo, no parecen ser malos, sino más bien unas pobres gentes
tontas que no pueden creer que yo soy un dios”.
Sea lo que fuere lo que los judíos alejandrinos haya ganado de la desdeñosa actitud y el
mal humor del déspota no hubo deseo de ceder en su propósito de mancillar el templo de
Jerusalén, y ordenó que dos legiones fueran traídas del Eufrates, si era necesario, pare
dominar toda resistencia. Petronio ordenó de mala gana que se hiciera la estatua por obreros
sidonios entretanto que enunciase a los judíos las intenciones del amo. No bien se había
extendido las noticias cuando el pueblo, sin distinción alguna de rango, edad o sexo, acudió por
miles aunque sin arena alguna, a la residencia de invierno del gobernador en Tolemaida pare
hacerle saber que ellos temían más la ire de Dios que la del emperador. Igual espectáculo se
repitió cuando Petronio cambió su residencia a Tiberias pare tener a la mano informaciones
más exactas acerca del estado del país. Cuando a las súplicas de ellos contestó haciéndoles la
pregunta: “¿estáis resueltos entonces a hacer la guerra en contra de vuestro emperador?”
todos ellos cayeron con el rostro en tierra exclamando: “no estamos pensando en la guerra,
pero nos someteremos a ser muertos más bien que infringir nuestra ley”. Durante cuarenta días
quedaron ante el prefecto en actitud suplicante descuidando la siembra, hasta que él se alarmó
temiendo que pasándose el tiempo de la siembra una hambre arrastrara al pueblo al robo.
Petronio entonces anunció s una asamblea reunida en Tiberias su resolución de Posponer la
obra hasta recibir futuras órdenes de Roma. La influencia de Agripa con Calígula logró la
suspensión del decreto, y el tirano se preparaba pare desahogar su disgusto sobre Petronio
cuando el puñal de Casio Chaetea libró al imperio del diario terror de nuevos excesos de
locura. (41 A. D.)
7. --Cuando el cuerpo de Calígula fue abandonado por los asesinos en el oscuro
corredor entre el palacio y el anfiteatro el único hombre que lo protegió de toda profanación fue
el príncipe judío cuyo nombre se ha mencionado más de una vez; este fue Herodes Agripa I, “el
rey Herodes” de Hechos 12 y el Agripa de Josefo, hijo de Aristóbulo y Berenice, y nieto de
Herodes el Grande. fue enviado a Roma al ocurrir la ejecución de su padre y fue educado con
Druso, el hijo de Tiberio. A la muerte de Druso se encontró excluido de la presencia del emperador,
y además estate abrumado de deudas, pero regresando a Palestine obtuvo, mediante su
hermana Herodías, la protección de Herodes Antipas, quien lo hizo gobernador de Tiberias,
pero pronto ocurrió una dispute y después de extrañas vicisitudes y aventuras Agripa obtuvo un
préstamo de un personaje en Alejandría con lo cual pudo regresar a Italia donde se unió al fin
al joven Cayo, (Calígula) y habiendo alguien escuchado que expresó la esperanza de la pronta
accesión de su amigo, fue arrojado en la prisión por Tiberio, en donde quedó hasta que Cal
ígula ascendió al poder en 37 A. D. El nuevo emperador le dio los gobiernos que anteriormente
había sido de los tetrarcas Felipe y Lysanias, habiéndole concedido las insignias de la realeza y
otras muestras de su favor, y así arribó a Palestina en el año siguiente después de visitar
Alejandría. Todas estas distinciones excitaron los celos de Herodes Antipas y de su esposa
Herodías, dándose luego a la vela rumbo a Roma con la esperanza de suplantar a Agripa en el
favor del emperador. Como hemos visto, Agripa se dio cuenta de sus designios y se anticipó
con un contra ataque acusando a Antipas de sostener una correspondencia traidora con los
Partos. Antipas no pudo desvanecer la acusación y fue desterrado a la Galia, (39 A. D.) y sus
dominios se añadieron a los que ya tenía Agripa.
Durante el breve y desenfrenado reinado de Calígula, Agripa continuó siendo su fiel
amigo, usando su influencia, como hemos visto, en favor de los judíos. Habiendo pagado los
últimos honores a los restos de su amo allanó la senda de su sucesor al trono con su actividad
y discreción al llevar mensajes entre el Senado y el campo pretoriano. Claudio lo recompensó
con el reino de Judea y Samaria, añadidos a su tetrarquía, y de esta manera los dominios de
Herodes el Grande se reunieron otra vea bajo su nieto. (41 A. D.) No cabe dudes que debemos
atribuir al espíritu filosófico del emperador, así como a su favor hacia Agripa, su edicto de
tolerancia pares la religión judía, la efectividad del cual se comprobó con el castigo inflingido
por Petronio sobre los habitantes de Dory por haber insultado una sinagoga judía.
Agripa llegó a Palestina a tomar posesión de su reino, y uno de sus primeros actos fue
visitar el templo en donde ofreció sacrificios y dedicó la cadena de oro que el finado emperador
le había regalado después de que había sido librado de su cautividad. Dicha cadena fue
colgada en el Tesoro. Simón fue hecho Sumo Sacerdote y el impuesto de la casa fue
condonado. A diferencia de los otros príncipes de su familias, Agripa fue un observador estricto
de la ley, y buscó con éxito el favor de los judíos. Residió mucho en Jerusalén realizando
grandes mejoras materiales y aumentando su prosperidad y comodidad.
Por algún tiempo la ciudad se había estado extendiendo hacia el norte y un suburbio
grande se había formado en la parte alta al norte del templo y fuera de la segunda muralla que
encerraba la parte norte del gran valle central de la ciudad. Antes, la porción exterior de este
suburbio ---que se llamaba Bezetha, o “pueblo nuevo”, y que había crecido rápidamente, carec
ía de la protección de alguna muralla, estando prácticamente expuesto a algún ataque. Esta
falta de defensas llamó la atención a Agripa, quien lo mismo que el primer Herodes fue un gran
constructor, y comenzó a cercarlo de una manera tan espléndida y fuerte, que despertó las
sospechas del prefecto de Siria, Vibio Marso, a cuyas instancias la obra se suspendió por
órdenes de Claudio, pero más tarde parece que los judíos pagaron por el permiso pares
completar la obra. Esta nueva muralla, la última de las tres que encerraban la ciudad por el
norte, partía de la vieja muralla en la Torre Hípico, cerca de la esquina noroeste de la ciudad.
Corría hacia el norte y luego describía una vuelta grande hacia el este pares regresar al sur
siguiendo el borde occidental del Valle del Cedrón hasta que se unía al muro sur del templo.
Así encerró no solamente el nuevo suburbio sino también el distrito que quedaba
inmediatamente al norte y noroeste del templo en la entrada del valle del Cedrón que hasta el
día de hoy da la salida al campo. Las enormes piedras que todavía quedan, muchas de ellas
intocadas, en las murallas al este y al sur de la área de Haram, especialmente la esquina
sureste bajo “el Baño y la Cuna de Jesús”, son parte de esta muralla.
El año 44 comenzó con la ejecución de Santiago por Agripa, acto expresamente
atribuido a su deseo de agradar a los judíos, seguido en la Pascua por el encarcelamiento de
Pedro y su escapatoria. El ejercicio del poder de vida y muerte muestra que, aunque el poder
de Agripa dependía enteramente del placer del emperador, apenas si podía llamársele nominal,
pero Josefo claramente lo llama una atribución ilegal de un poder que pertenecía únicamente al
procurador romano. Fue, en efecto, la política sistemática de Claudio, gobernar aquellos
territorios del oriente que todavía no se habían incorporado completamente al imperio, por
medio de sus príncipes inferiores y de esta manera restauró el reino de Commagenes a
Antioco, el Ponto a Mithridates y el trono de Herodes a Agripa. El príncipe subordinado
probablemente obraba en el espíritu del emperador cuando reunió cinco reyes vecinos en una
soberbia fiesta en Tiberias: su hermano Herodes, rey de Calcis: Antioco, rey de Commagenes;
Cotys, rey de Armenia Baja; Sampsigerano, rey de Emesa: y Polemon, rey del Ponto, y cuando
Vibio Marso, celoso de la reunión, ordenó que los reyes regresaran a sus territorios, Agripa tuvo
el atrevimiento de escribir a Claudio solicitando la salida del prefecto.
La naturaleza había asegurado a Agripa la herencia al memos de una parte de la
grandeza de Salomón,. Ahora, lo mismo que entonces, las ciudades marítimas de Fenicia
dependían para sus cereales de los fértiles valles de Palestina: “Porque las tierras de ellos gran
abastecidas por las del rey”. (Hechos 12:20) . La vasta influencia que ejercía se comprueba con
la humildad con que los tirios y sidonios lamentaron el enfado del rey, y -la pompa en medio de
la cual recibió a sus enviados en Cesarea, indicando el deseo do asumir toda la grandeza de su
abuelo, solamente hizo más conspicua la semejanza de sus muertes.
En el cuarto año de su reinado sobre toda Judea, (44 A. D.) Agripa celebró unos juegos
en Cesarea lo hoaor del emperador, y cuando el segundo día apareció lo el teatro con un
manto real hecho enteramente de una tela de plata que resplandecía en el sol de la mañana,
sus aduladores lo saludaron como a un dios, y súbitamente fue atacado de horribles dolores y
llevado del teatro al palacio donde murió después de cinco días de agonía de una enfermedad
asquerosa, como la de los grandes perseguidores, Antioco Epífanes y su propio abuelo.
“Después de ser atormentado durante cinco días con dolores intestinales fue comido de
gusanos y entregó el espíritu”. (44 A. D.) Así dice el gran historiador de los judíos, Josefo. El
carácter milagroso y judicial de su muerte se afirma claramente por el sagrado historiador en
Los Actor: “Y luego el ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios”. Los griegos
de Sebaste y Cesarea, con sus propios soldados mostraron un brutal regocijo ante la muerte de
Agripa, y la censura que el motín trajo por parte de Claudio sobre los soldados romanos
amargó sus sentimientos hacia los judíos a tai grado que Josefo considera esto como una de
las principales causas de la guerra contra los judíos.
8. --Herodes Agripa II, hijo de Herodes Agripa I, fue a Roma cuando falleció su padre
teniendo apenas diecisiete años de edad y Claudio halló en su juventud una razón pare no
darle el reino de su padre como había intentado. Más tarde el emperador le dio el reino de
Chalcis (50 A. D.) que estaba vacante con motivo de la muerte de su tío Herodes y pronto fue
cambiado por las tetrarquías de Iturea y Abilene a las cuales Nerón agregó ciertas ciudades de
la Decápolis en la región del lago de Galilee. (52 A. D.) Pero más allá de sus propios dominios
le fue permitido a Agripa ejercer sobre toda Judea aquella influencia que aun Pablo reconoce
que fue muy apreciable pare un judío que veía en él al último vástago de la case Asmoneana.
En particular ejerció las mismas funciones eclesiásticas que la política tolerante de Roma había
permitido a su tío Herodes, es decir, el gobierno del templo y el nombramiento del Sumo Sacerdote.
Según sabemos por la misma autoridad, “él era experto en todas las costumbres y
asuntos de los judíos’“. y por lo lento, podía entender las Sagradas Escrituras, lo que arrancó
de sus labios su memorable confesión ante los razonamientos de Pablo: “por poco me
persuades a ser cristiano”. (Hechos 26: 3. 26-28) .
Gratificó su gusto hereditario por la magnificencia adornando a Jerusalén y Beryto con
costosos edificios, pero lo hizo de una manera tal que ofendió mortalmente a los judíos, y sus
relaciones con su hermana Berenice, la viuda de su tío Herodes, fueron de un carácter muy
dudoso. Pero el principio dominante de su vida fue preservar su fidelidad a Roma. Su hermana
Drusila se casó con Félix, el procurador de Judea bajo los gobiernos de Claudio y de Nerón, y
la narración del proceso de Pablo muestra la intimidad que había entre Agripa y Festo: el
snce9or de Félix. En la última gran rebelión de Judea él tomó el lado de Roma, y con la
destrucción de Jerusalén (70 A. D.) se puso fin a este principado judío. Sin embargo
conservando su vacío título de rey, Agripa sobrevivió al desastre de su país viviendo en Roma
en un lujo espléndido juntamente con Berenice, muriendo allí en el tercer año de Trajano. (100
A, D.) De los otros miembros de 1a case de Heredes no es necesario decir más de lo que
aparece en la tabla genealógica.
9. --Poco después de la muerte de Herodes Agripa I Cuspio Fado llegó de Roma como
procurador bajo Longino como prefecto de Siria. Se hizo un intento de parte de los romanos
pare tomar posesión de nuevo de los mantos pontificales, pero al referir el asunto al emperador
el intento quedó abandonado. En el año 45 A. D. comenzó una terrible hambre que duró dos
años, habiendo sido aliviada la condición de la gente de Jerusalén con la presencia de Helena,
reina de Adiabene, convertida a la fe judía, quien visitó la ciudad en el año 46 a importó
semillas y frutas secas que ella misma distribuyó entre los pobres. Durante su estancia allí
Helena construyó a distancia de tres estadios de la ciudad una tumba marcada por tres
pirámides en la cual fueron depositados sus restos después juntamente con los de su hijo.
Estaba situada al norte y constituía uno de los puntos en el curso de la nueva muralla. Esta
hambre proporciona uno de los datos principales en la cronología de los Hechos en el viaje de
Pablo y Barnabás pare llevar la ofrenda pare los cristianos pobres de Jerusalén, fondos que
habían sido reunidos en Antioquía como resultado de la predicción de aquella hambre hecha
por Agabo.
Fado fue sucedido por Tiberio Alejandro, un judío egipcio apóstata, (46 A. D.) y luego él
fue sucedido por Ventidio Cumano (48 ó 50 A. D.) Un espantoso motín ocurrió en este año
durante la Pascua, causado, lo mismo que en ocasiones anteriores, por la presencia de
soldados romanos en la Torre Antonia, en los patios y en los claustros del templo durante el
festival. Diez mil, o según otra estadística, dote mil, se dice que encontraron la muerte no por la
espada sino aplastados hasta la muerte en los angostos callejones que conducen del templo a
la ciudad. Después de otros atropellos Cumano fue llamado a Roma en donde la influencia de
Agripa procuró su destierro, (53 A. D.) siendo nombrado Félix en su lugar, debido en parte a las
instancias de Jonatán el entonces Sumo Sacerdote. El odio que Claudio sentía hacia “la
superstición extranjera” se había manifestado entre tanto en un edicto que desterraba de Roma
a los judíos. (52 A. D.)
Félix gobernó la provincia de un modo cruel, bajo y disipado. La sucinta
descripción que hace Tácito está de acuerdo con los completos detalles que da Josefo, aunque
esta narración tiene el colorido de su hostilidad hacia los judíos patriotas y zelotes que bajo el
nombre de ladrones dice que Félix extirpó crucificando a centenares. Su período de gobierno
estuvo lleno de dificultades y de sediciones. Leemos que destruyó a varios falsos Mesías, a los
seguidores de un mago egipcio, motines entre los judíos y sirios en Cesarea, y entre los
sacerdotes y los principales ciudadanos de Jerusalén. Un grupo de feroces fanáticos a quienes
Josefo Llama Sicarü, (asesinos), había comenzado a manifestarse en la ciudad, y cuyo credo
era robar y asesinar a todos los que juzgaban hostiles a los intereses judaicos. Félix, cansado
de las reprensiones de Jonatán por su vida licenciosa, se valió de alguno de estos bellacos
para asesinarlo. El Sumo Sacerdote fue muerto en el mismo templo entre tanto que ofrecía el
sacrificio. El asesinato nunca fue investigado y alentados por esto los sicarios repitieron su
criminal conducta añadiendo así a los ojos de los judíos el espantoso crimen de sacrilegio al de
asesinato. Y el desorden no se redujo a las clases bajas, pues los principales de la ciudad, y
los sumos sacerdotes mismos robaron de los patios de la trilla los diezmos que pertenecían a
todos los sacerdotes y manejaron grupos de motineros para iniciar tumultos y luchas en las
calles. En verdad no sólo Jerusalén sino todo el país en su extensión estaba en medio de la
más espantosa confusión a inseguridad, y aunque la falta de vigor no era precisamente una de
las deficiencias de Félix, sus medidas severas y sus crueles retribuciones parece que nada
más aceleraron el ya rápido curso que llevaba a los judíos a la ruina. Su conducta deteniendo a
Pablo en la prisión con la esperanza de lograr algún dinero añade a las muestras de la tiranía la
bajeza del liberto. Tácito describe al hombre en una cola frase, diciendo: “por toda forma de
crueldad y concupiscencia ejerció el poder de un rey con el espíritu de un esclavo”. Tales
fueron los crímenes que pesaron en la conciencia del juez del apóstol, temiendo la venganza
de su amo terrenal entre tanto que aprendía algo de los elevados principios de su esposa judía,
Drusila. No debe sorprendernos que entre tanto que Pablo “razonaba acerca de la justicia, la
continencia y el juicio venidero. Félix temblara de terror. La más grande atrocidad cometida por
él fue una matanza de judíos en Cesarea, con ocasión de uno de sus frecuentes choques con
los griegos. Se le acusó de esto ante Nerón después de ser depuesto, (60 A. D.) pero los
amigos de su hermano Fallas tuvieron todavía influencia suficiente para salvarlo del castigo,
entre Canto que los griegos de Cesarea lograban un decreto imperial privando de sus derechos
a los ciudadanos judíos. Estos asuntos de Cesarea apresuraron el futuro conflicto: los griegos
vinieron a ser más y más insolentes, y los judíos más y más turbulentos.
A fines del año 60 A. D. o principios del 61. Porcio Festo sucedió a Félix como
procurador. Festo era un oficial hábil y recto, y al mismo tiempo de espíritu conciliador con los
judíos como lo probó en el juicio de Pablo, el cual se efectuó no en Jerusalén sino en Cesarea.
En el breve período de su administración abatió a los ladrones con mano de hierro y dio a la
provincia un período de descanso, aunque corto también. En cierta ocasión tanto Festo como
Agripa tuvieron un choque con los judíos de Jerusalén con motivo de que Agripa había añadido
un departamento al antiguo palacio asmoneano en la saliente oriental de la Ciudad Alta, desde
donde se tenía una vista completa del interior de los patios del templo. Los judíos, para
interceptar esta vista, levantaron un muro en el poniente del cuadrángulo interior, pero el muro
no sólo le cortaba la vista a Agripa sino que también evitaba la vista de los claustros exteriores.
en los cuales se estacionaba la guardia romana durante las fiestas. Tanto Agripa como Festo
intervinieron en el asunto y exigieron que el muro fuera derribado. pero los judíos sostuvieron;
que una vez edificado era parte del templo y rogaron que se les permitiera apelar a Nerón. Este
les concedió su petición pero retuvo en rehenes al Sumo Sacerdote y al tesorero, quienes
habían encabezado la diputación. Agripa entonces nombró a José, llamado Cabi, al puesto
sacerdotal vacante en el cual muy pronto fue sucedido por Annas, o Anano, el quinto hijo del
Annás delante de quien fue llevado nuestro Salvador.
Probablemente en 62 murió Festo y fue sucedido después de algún tiempo por Albino.
En este intervalo se inició una persecución en contra de los cristianos a instancias del nuevo
Sumo Sacerdote que era un rígido Saduceo, y Santiago y otros fueron acusados delante del
Sanhedrín, y fueron “entregados para ser apedreados”, pero de alguna manera sucedió que
Santiago no murió entonces sino unos años más tarde. Este acontecimiento ofendió
gravemente a todos y costó su puesto a Annás cuando apenas lo había tenido por tres meses,
habiéndolo sucedido Jesús, (Joshua), hijo de Damneo. Albino comenzó su gobierno haciendo
esfuerzos para dominar a los sicarios y a otros trastornadores de la paz, y en verdad logró
conservar en todas partes un aspecto de justicia y de vigor aunque en secreto era egoísta y
rapaz. Pero antes de que fuera depuesto siguió más abiertamente sus impulsos y todos por
igual, sacerdotes, el pueblo y el gobierno se entregaron sin coto alguno a la rapiña y el
derramamiento de sangre: sumos sacerdotes rivales encabezaron motines y se apedrearon
unos a los otros hasta que según las palabras de Josefo. “todas las cosas fueron de mal en
peor”. Aquellos males se agravaron con dos acontecimientos: primero, Albino dio libertad, antes
de su partida, a todos los criminales menores que estaban en la prisión: y luego, la cesantía de
un enorme número de trabajadores que se ocupaban de terminar las reparaciones del templo.
Se hicieron esfuerzos para remediar lo segundo induciendo a Agripa a reconstruir el claustro
oriental pero él se rehusó a emprender obra de tal magnitud aunque consintió en pavimentar de
mármol la ciudad. Las reparaciones de una parte del santuario que había caído, y la
reconstrucción de los cimientos de algunas porciones, se difirieron por entonces, pero se reunieron
materiales y se guardaron en uno de los patios.
10. --Malo como Albino había sido, Gesio Floro que lo sucedió en el año 65 fue todavía
peor. En efecto, aun Tácito reconoce que la resistencia de los oprimidos judíos no podía
prolongarse más. Tan grande fue su rapacidad que distritos y ciudades enteras quedaron
desoladas y a los ladrones se les dio impunidad completa para sus saqueos. En la Pascua,
probablemente en el año 66, cuando Cestio Gallo, prefecto de Siria, visitó Jerusalén, todo el
pueblo reunido le rogó que hiciera justicia, pero sin obtener resultado alguno. El siguiente
atentado de Floro fue tratar de hacerse de algunos de los tesoros del templo. En el hombre del
emperador exigió diecisiete talentos y esta exigencia produjo un alboroto frenético en medio del
cual se acercó a la ciudad tanto caballería como soldados de a pie. Esa noche Floro se
estacionó en el palacio real, el de Herodes, que estaba en la esquina noroeste de la ciudad, y a
la siguiente mañana tomó asiento en el Bema, ordenando que tanto el Sumo Sacerdote como
un buen número de los principales de la ciudad fueran traídos delante de él, exigiéndoles que le
entregaran a los líderes del último motín, y como se lo negaron, ordenó a sus soldados que
saquearan la Ciudad Alta, orden que demasiado fielmente fue cumplida; en cada una de las
casas penetraron y las saquearon echando fuera a sus moradores. Como hicieran esfuerzos
para salir por los angostos callejones que quedaban en el valle entre la Ciudad Alta y el templo
muchos fueron cogidos y muertos. mientras que otros fueron llevados delante de Floro,
azotados y en seguida crucificados. Ningún rango ni clase quedó exceptuado; entre ellos hubo
judíos que llevaban la orden ecuestre romana pero ellos fueron las víctimas tratadas con la
mayor indignidad. La misma reina Berenice, que en esos días estaba ocupando el palacio de
los Asmoneos en el mero centro de la matanza, se sintió tan afectada por la escena que yendo
en persona y descalza a la presencia de Floro intercedió por el pueblo, pero sin lograr nada; y
al regresar ella misma estuvo a punto do ser muerta escapando solamente porque se refugió
en su palacio llamando a su guardia para que le protegiera. Mayores detalles de este
espantoso tumulto es mejor que los callemos. Floro fracasó en su intento de forzar su marcha
hacia la Torre Antonia por la ciudad vieja desde donde hubiera tenido fácil acceso a los tesoros
del templo, y hallando que los judíos habían derribado los claustros del norte y del poniente por
donde se unían a la fortaleza cortando así toda comunicación, desistió de su intento y se retiró
a Cesarea.
Cestio Gallo, prefecto de Siria, vio la necesidad de hacer una visita personal a la ciudad
y para ello envió a uno de sus ayudantes para anunciarlo, pero antes de que él mismo llegara
los acontecimientos habían pasado ya de todo remedio posible. Agripa hacía muy poco que
había regresado de Alejandría y había hecho mucho para calmar al pueblo. A instancias suyas
reconstruyeron la parte del claustro que había sido demolida y reunieron los tributos atrasados,
pero la simple sugestión de él de que debían obedecer a Floro hasta que fuera reemplazado
produjo tal tormenta que se vio obligado a abandonar la ciudad. El partido sedicioso en el
templo dirigido por el joven Eleazar hijo de Ananías, rechazó las ofrendas del emperador
romano que se habían venido haciendo regularmente desde los días de Julio César. Esto,
como una renuncia directa de su lealtad fue el verdadero comienzo de la guerra con Roma. Tal
actitud no se llevó a cabo sin la resistencia de las gentes de más edad y más sabias, pero las
reconvenciones de nada valían, los innovadores no escucharían ninguna clase de
representaciones. Por lo tanto, el partido de la paz despachó algunos de los suyos a Floro y a
Agripa, y éste envió 3,000 hombres de caballería para ayudar en la conservación del orden.
Las hostilidades comenzaron desde luego. El partido de la paz, encabezado por el
Sumo Sacerdote, y fortalecido por los soldados de Agripa, se fueron a la Ciudad Alta mientras
los insurgentes estaban posesionados del templo y de la Ciudad Baja. En la Torre Antonia estaba
una pequeña guarnición romana. Durante siete días hubo muy duros encuentros
esforzándose cada lado por tomar posesión de la parte retenida por el otro. AI fin, los
insurgentes, que se conducían con toda ferocidad y se vieron reforzados por un buen número
de sicarics, quedaron triunfantes. Ganaron la Ciudad Alta arrojando de allí a todos, al Sumo
Sacerdote y a otros líderes, a las zanjas y los subterráneos, y los soldados al palacio de
Herodes. El palacio Asmoneano, la casa del Sumo Sacerdote y la casa donde estaban los
archivos .---“los nervios de la ciudad”, según las palabras de Josefo-- fueron incendiados. En
seguida fue atacada la Torre Antonia y en dos días lograron una entrada, acuchillaron a la
guarnición y quemaron la fortaleza. Las ballestas y catapultas encontradas allí se reservaron
para futuro uso. Luego fueron sitiados los soldados que estaban en el palacio de Herodes, pero
fueron tan fuertes las murallas y tan firme la resistencia que pasaron tres semanas antes de
que pudieran efectuar una entrada. Los soldados se vieron al fin obligados a abandonar el
palacio refugiándose en las tres grandes torres del muro cercano sufriendo grandes pérdidas, y
finalmente fueron muertos todos de una manera muy traidora. El Sumo Sacerdote y su hermano
fueron descubiertos en su escondite en el acueducto del palacio a inmediatamente
fueron ejecutados. De esta manera los insurgentes quedaron completamente dueños tanto de
la ciudad como del templo, pero esto no había de durar mucho tiempo.
Después de la derrota de Cestio Gallo en Bethhoron comenzaron las disensiones y
pronto vino a revelarse que había aún un fuerte partido moderado y Cestio se aprovechó de
ello para avanzar desde Scopus sobre la ciudad: se abrió camino a través de Bezetha, el
suburbio nuevo al norte del templo, cruzando el mercado de madera, quemando todo a su paso
hasta que al fin acampó enfrente del palacio al pie del segundo muro. Los judíos se retiraron a
la Ciudad Alta y al templo. Durante cinco días Cestio asaltó el muro sin ningún resultado; al
sexto día se resolvió a efectuar un nuevo intento, pero esta vez desde un punto distinto: el
muro norte del templo, al oriente y detrás de la Torre Antonia. Sin embargo, los judíos pelearon
con tal furia desde lo alto de los claustros que nada pudo lograr y cuando llegó la noche se
retiró a su campo en Scopus. Hasta allá lo fueron a seguir los insurgentes y en tres días le
causaron una de las más fuertes derrotas que un ejército romano haya sufrido. Sus catapultas
y ballestas le fueron quitadas guardándolas los judíos para el sitio final. Esto ocurría el día 8 de
Marchesvan, (comienzos de noviembre) del año 66 A. D.
La guerra con Roma era ya inevitable, y Nerón, que recibió las noticias estando en
Grecia, encomendó la dirección de ella a su general más hábil, T. Flavio Vespasiano, (después
emperador) quien envió por delante a su hijo Tito. Era evidente que el sitio de Jerusalén era
sólo asunto de tiempo. Anano, el Sumo Sacerdote, hombre prudente y moderado, tomó la
jefatura. Los muros fueron reparados, arenas. instrumentos y toda clase de máquinas de guerra
se fabricaron y se hicieron toda clase de preparativos. La ciudad quedó en actitud de
expectación excepto algunos movimientos sencillos como la expedición a Ascalón y las
escaramuzas con Simón Bar-gioras, entretanto que Vespasiano estaba reduciendo el norte del
país, hasta la caída de Giscale (octubre o noviembre de 67) cuando Juan, el hijo de
Levi,-escapó de allí a Jerusalén para venir a ser uno de los más prominentes en el venidero
conflicto. Tampoco debemos omitir mencionar aquí al gran rival de Juan, José, el hijo de
Matías, quien es conocido más bien por su nombre romano de Flavio Josefo, el historiador de
los judíos y de esta guerra. Sacerdote del más ilustre linaje, distinguido también por su piedad
ascética y su erudición hebraica y griega, fue nombrado por el partido moderno para defender
Galilea y subyugar a los zelotes. Su energía en la última tarea lo hizo un mortal enemigo de
Juan de Gis, cala mientras que su brillante, aunque vana defensa de Jotapata, delante de la
cual el mismo Vespasiano fue herido, le ganó el respeto del jefe romano, quien lo llamó a estar
a su lado durante la guerra empleando sus servicios como mediador, aunque sin ningún
resultado, y al fin fue recompensado con una concesión de tierra en Judea, una pensión, y la
franquicia romana. En cuanto a los detalles de la guerra Josefo es nuestra única autoridad
aunque eso es de lamentarse porque además de su natural tendencia a complacer a sus amos
imperiales su sentido de la completa falta de esperanza para la causa judía aniquiló toda
simpatía patriótica para la resistencia a aquella intolerable opresión, y cierta animosidad
personal lo hace pintar a los zelotes con los más negros colores. No es tampoco necesario
advertir a nuestro* lectores cristianos en contra de juzgar los méritos de la causa judaica por los
más altos fines que su suerte estaba destinada a cumplir.
Desde la llegada de Juan pasaron dos años y medio hasta que Tito apareció ante las
murallas de Jerusalén que ahora estaban solas como una roca en medio de aquella oleada
conquistadora que había vencido a todo el país. Entretanto que Vespasiano reducía a la Galilea
-los samaritanos, quienes hicieron causa común con los judíos en su situación, habían reunido
todas sus fuerzas en el Monte Gerizim, y siendo obligados por la sed a rendirse a Petilio
Cerealis, fueron alevosamente asesinados-- Trajano, el padre del emperador, tomó a Jamnia,
la fortaleza fronteriza de Judea, y Jope, el único puerto. (67 A. D.)
En la segunda campaña los romanos barrieron Perea destruyéndolo todo y multitudes
de los habitantes en plena huída fueron muertos y ahogados en las fuentes del Jordán.
Vespasiano había reunido todas sus fuerzas en aquella ciudad y estaba preparando su avance
sobre Jerusalén cuando llegaron las noticias de la muerte de Nerón y suspendió sus
operaciones pensando que aquello era una cuestión mucho más importante que la suerte de la
Santa Ciudad (68 A. D.) En Alejandría, a donde se había retirado juntamente con Tito en
espera de la guerra civil en Italia, fue proclamado emperador por sus soldados el. primero de
julio de 69, y sus generales en Roma aseguraron su advenimiento con el derrocamiento y la
muerte de Vitelio el 21 de diciembre. Vespasiano no salió de Alejandría sino hasta el siguiente
mes de mayo dejando a Tito la tarea de terminar la guerra con los judíos, la que se había
suspendido por casi dos años. Todo aquel tiempo se había ocupado en los conflictos entre el
partido moderado, el que deseaba seguir una línea de conducta que pudiera todavía preservar
la nacionalidad de los judíos y la existencia de la ciudad, mientras que los zelotes o fanáticos,
los defensores de la independencia nacional, que rechazaban con desprecio la idea de una
transacción, resolvieron conquistar su libertad o perecer. Los zelotes, careciendo de todo
escrúpulo, y apelando a la matanza a la menor resistencia, triunfaron pronto y al fin reinaron
soberanamente sin ninguna resistencia, excepto la que resultaba de sus propias facciones
internas. Para los repulsivos detalles de este espantoso período de choques y ultrajes tenemos
qué referir al lector otras obras, como la de Milman y Merivale, por ahora será suficiente decir
que en los comienzos del año 70 A. D. cuando Tito hizo su aparición, los zelotes mismos se
dividieron en dos partidos: el de Juan de Giscala y Eleazar, que estaban apoderados del
templo, sus patios y la Torre Antonia; y el de Simón Bar-Gioras cuyos cuarteles estaban en la
Torre Phasaelo, teniendo la Ciudad Alta desde el presente Coenaculum hasta el Convento
Latino, la Ciudad Baja en el valle y el distrito en donde la antigua Arca había estado
primeramente, al norte del templo; en todo 10,000 hombres, más 5,000 idumeos y otros más,
hasta sumar unos 23 ó 24,000 soldados entrenados en las luchas civiles de los últimos dos
años, poseyendo grande habilidad y una completa temeridad. Las cifras relativas a los otros
habitantes, aumentadas por los extranjeros y los peregrinos que del país acudían a la Pascua
es sumamente difícil determinarlas. Tácito, tomando con toda seguridad sus datos de fuentes
romanas da el total como 600,000. Josefo afirma. que durante el sitio perecieron 1.100,000
pero esto parece muy exagerado. Dice también que más de 40,000 tuvieron permiso de irse al
campo además de “un inmenso número” que fueron vendidos al ejército, todo lo cual hace
ascender el número a unos 97,000 que fueron hechos cautivos durante toda la guerra. La
computación de Josefo puede llegar en números redondos a 1.200,000. Aun las cifras menores
en este cálculo parecen ser muy grandes cuando apenas pueden haber excedido de unas 60 ó
70,000 almas.
La ciudad estaba llena de judíos cuyas pasiones y fervor, exasperados por la última
guerra y exaltados por los sentimientos propios de la época de la Pascua destinada a ser la
última, fueron estimulados por los zelotes e inflamados por las facciones, y este estado de la
ciudad sentenciada pudo bien preparar a los que ya conocían al pueblo para los más hórridos
actos y los sufrimientos más espantosos. Acorralados como borregos para la matanza, ellos a
su vez parecían lobos devorándose los unos a los otros. Pero la escena tenía un aspecto
todavía más terrible vista a la luz de la antigua profecía, así como de las declaraciones
conminatorias reciente de Jesús acerca de la suerte de la ciudad. Así como aquellos que
rechazaron a Jesús no hicieron más que “henchir la medida de sus padres”, (Mat. 23:32) así las
advertencias hechas a aquellos padres por Moisés, por Salomón y por los profetas se hicieron
más acentuadas y más actuales en el discurso de nuestro Señor en su última partida del
templo. Pero la significación especial de la destrucción de Jerusalén como el cumplimiento de
la última gran profecía expresada bajo el Antiguo Pacto, como prueba de la autoridad de Aquel
que la dijo, y como “la mudanza de cosas movibles, como de cosas hechas, para que queden
las cosas que son fumes”. (Heb. 12:27) sería asunto para ser considerado más tarde en la
culminación de la primera etapa en la historia de la Iglesia Cristiana.
Por ahora sólo añadiremos aquí que los cristianos de Jerusalén se salvaron por la
advertencia del Señor acerca de la ceguedad de sus pasiones. Aprovechándose de la
oportunidad que se les ofreció antes de que Tito cerrara el sitio partieron en cuerpo para Pella,
una villa de la Decápolis situada más allá del Jordán, que vino a ser el asiento de la “Iglesia de
Jerusalén” hasta que Adriano lee permitió regresar.
11. --Las fuerzas de Tito consistían de cuatro legiones y algunos auxiliares, un poco
más de 30,000 hombres. Cuando llegaron se dispusieron en tres campos: las legiones 12ª y
15ª sobre el lomerío de Scopus, como una milla al norte de la ciudad; la 54ª un poco atrás; y
la 10ª sobre el Monte de las Olivas para guardar el camino al valle del Jordán y para
“bombardear” --si se nos permite la expresión.- desde aquella posición dominante. El ejército
estaba bien provisto de “artillería” y máquinas de la más reciente y aprobada invención. La
primera operación consistió en limpiar el terreno entre Scopus y la muralla norte de la ciudad:
tirar los árboles, destruir las cercas de los huertos que se recostaban contra la muralla y nivelar
las salientes rocosas. En esto se ocupó durante cuatro días, y una vez terminada esta labor las
tres legiones marcharon de Scopus y acamparon fuera de la esquina noroeste de la muralla,
extendiéndose desde la Torre Psephino a la opuesta de Hippico, siendo su primer objetivo
posesionarse de la muralla exterior. El punto de ataque escogido estaba en la región de la
ciudad defendida por Simón, lugar bajo y comparativamente débil cerca del monumento de
Juan Hyrcano, próximo al punto de unión de las tres murallas y en donde la Ciudad Alta
quedaba nivelada con el terreno adyacente. En torno de este sitio las tres legiones erigieron
plataformas desde las cuales abrieron sus baterías empujando los arietes y otras máquinas de
ataque hasta el pie de la muralla. Uno de los arietes, más poderoso que todos los demás fue
bautizado por los judíos con el sobrenombre de Nikón, “el conquistador”. Se erigieron también
tres grandes torres de 75 pies de altura que rebasaban el muro. Entretanto, la legión 10ª que
se encontraba en el Monte de las Olivas inició el combate sobre el templo y el lado oriental de
la ciudad. Tenían las ballestas más pesadas y causaron mucho daño. Simón y sus hombres no
permitieron que estos ataques siguieran adelante sin molestarlos en nada, pues las catapultas
que habían quitado a Cestio y las que habían encontrado en Antonia fueron colocadas sobre el
muro y efectuaron constantes y desesperadas salidas. Al fin los judíos comenzaron a cansarse
de sus inútiles ataques: vieron que la muralla tenía qué caer y como habían hecho durante el
sitio puesto por Nabucodonosor abandonaron sus posiciones durante la noche y se fueron a
sus casas. Con ayuda del poderoso Nikón abrieron el día 7 de Artemisio, (como por abril 15) y
por allí entraron los romanos arrollando a los judíos delante de ellos hasta el segundo muro.
Entonces fue derribada una larga porción de la muralla y las partes de Bezetha que habían
escapado a la destrucción por Cestio fueron niveladas y se formó un nuevo campo en el lugar
antiguamente ocupado por los asirios, y que todavía entonces se llamaba “el campo Asirio”.
Esto fue un gran paso en el avance. Tito se encontraba ahora con la segunda muralla
de la ciudad cerca de él por su derecha, mientras que por delante y a no considerable distancia
se alzaban la Torre Antonia y el templo sin ningún obstáculo intermedio para realizar su ataque.
Todavía, sin embargo, prefirió, antes de avanzar, posesionarse de la segunda muralla, y las
cercanías del monumento de Juan fueron escogidas otra vez. Simón no fue menos indomable
en el asalto ni menos fértil en estratagemas que antes, pero no obstante todos sus esfuerzos,
en cinco días abrieron otra vez una brecha. El distrito al cual penetraron ahora los romanos era
el gran valle que queda entre las dos colinas principales de la ciudad, ocupadas entonces, lo
mismo que ahora, por una mesa intrincada de angostos y tortuosos callejones conteniendo los
mercados de la ciudad, sin dude no muy diferentes de los actuales bazares. La brecha abierta
por Tito estuvo donde los puestos de lanas, telas y bronces se acercan a la muralla, distrito que
los judíos habían sostenido con la mayor tenacidad. Conociendo como ellos conocían cede
vuelta de aquellos callejones y cede salida tenían una inmensa ventaja sobre los romanos, y
fue solamente después de cuatro días de incesante batallar, de fuertes pérdidas y de haber
sido completamente rechazados como los romanos fueron capaces de hacer efectiva y segura
su posición. Sin embargo Simón se vio obligado al fin a retirarse y entonces Tito demolió la
muralla. Esto constituyó el segundo peso en el sitio.
Entretanto algunos disparos se habían cambiado mutuamente el la dirección de la Torre
Antonia pero sin haber efectuado un ataque formal y antes de empezar seriamente allí Tito
resolvió dar a sus tropas unos cuantos días de descanso, y a los judíos una corta oportunidad
pare reflexionar. Llamó por lo tanto, a la 10ª legión del Monte de las Olivas y llevó a cabo una
revista de todo el ejército en el terreno al norte del templo, a plena vista tanto del templo como
de la Ciudad Alta, estando cada casa y toda la muralla llenas de espectadores, pero la
oportunidad fue completamente desatendida por los judíos y después de cuatro días se dieron
órdenes pare comenzar de nuevo el ataque.
Hasta aquí los asaltos habían sido hechos enteramente contra la ciudad, pero ahora
serían simultáneos sobre la ciudad y el templo: de acuerdo con esto se construyeron dos pares
de grandes baterías, uno enfrente de Antonia y el otro en el viejo punto de ataque. el monumento
de Juan Hyrcano. El primer par fue erigido por la 5ª y la 12ª legiones habiendo quedado
cerca del estanque Struthio, probablemente lo que en los tiempos modernos era el Birket Israil,
por la puerta de San Esteban; el segundo, por la 10ª y la 15ª en el estanque llamado “el
estanque del Almendro” posiblemente el que ahora se conoce como el estanque de Ezequias y
cerca del monumento del Sumo Sacerdote. Estos bancos parece que deben haberse
construido con madera y haces de yerbas debido a la escasez de tierra que encontraron los
romanos. Esto absorbió la incesante labor de diecisiete días, habiendo terminado el 29 de
Artemisio. (como por mayo 7). Entretanto Juan no había permanecido ocioso pues empleó
aquellos diecisiete días de tregua en cavar minas a través de la sólida piedra caliza de la colina
desde el interior de la fortaleza hasta debajo de los bancos. Las minas se hicieron con techos
de tablón y soportes. Cuando los bancos estaban ya acabados y se colocaban en ellos las
máquinas se prendía fuego a las maderas de las galerías, todos los edemas del terreno cedían
y la labor de los romanos quedaba enteramente destruida. En el otro punto Simón había
sostenido la resistencia con toda su anterior intrepidez y con un éxito mayor que los anteriores.
Había aumentado mucho el número de sus máquinas y su gente era ya mucho más experta
que antes en el manejo de ellas, así que pudo impedir materialmente el progreso de las obras,
y cuando ya estuvieron completas y los arietes habían empezado a hacer una sensible
impresión sobre el muro, llevó a cabo un furioso asalto sobre ellos logrando ponerles fuego y
dañar seriamente las otras máquinas destruyendo los bancos.
Ahora era ya bastante claro a Tito que para poder reducir aquel lugar era preciso
emplear otros procedimientos. Aparecía que hasta aquí las secciones del sur y del poniente de
la ciudad no habían sido atacadas, y por allí se conservaban las comunicaciones con el campo,
las que si no se cortaban el sitio se prolongaría indefinidamente. El número de los que
escapaban por allí dice Josefo que llegaba a 500 diariamente. Se celebró, por lo tanto, un
consejo de guerra y se resolvió cercar toda la región con un muro y comenzar de nuevo e1
asalto. El muro comenzó en el campo de los romanos en un sitio probablemente fuera del muro
moderno entre la puerta de Damasco y la esquina noreste; de aquí seguía para la parte baja de
Bezetha como por la puerta de San Esteban; luego cruzaba el Cedrón para el Monte de las
Olivas: otra vez hacia el sur por una roca llamada “la Peña del Pichón”, posiblemente la
moderna “Tomba de los profetas”, hasta “el Monte de la Ofensa”. Luego quebraba hacia el
oeste y otra vez se hundía en el Cedrón, ascendía al “Monte del Mal Consejo” y así seguía el
borde de arriba de una barranca hasta la villa llamada Beth-Erebenthi, de donde corría por
fuera del monte de Herodes hasta su punto de partida en el campo. Su extensión completa fue
de unos 39 estadios, o sea casi unas cinco millas, teniendo unas trece estaciones o casas de
guardia. Todo el ejército se empleó en esta tares habiéndose completado en el cortísimo espacio
de tres días, después de lo cual el sitio se estrechó completamente. El ataque por el norte
quedó suspendido y toda la fuerza se concentró sobre la Torre Antonia. Se construyeron cuatro
nuevos banrns o plataformas mucho más grandes que los que se habían construido
anteriormente y como toda la madera de los alrededores se había cortado ya, los materiales
tuvieron que traerse de unas once millas de distancia. Veinte días fueron necesarios para
completar estas plataformas, y al fin, el primero de Panemus o Tamuz, (como junio 7),
comenzó el ataque desde los bancos y bajo la protección de éstos los arietes se pusieron a
trabajar de manera que en esa misma noche una parte del muro cayó en un sitio en que los
cimientos se habían debilitado a causa de las minas empleadas en los anteriores ataques.
Todavía todo esto no era más que obras exteriores, pues entre este lugar y la fortaleza misma
se descubrió un nuevo muro que Juan había tenido la precaución de construir. A1 fin, después
de dos desesperados intentos este muro y el de la fortaleza interior fueron escalados mediante
una atrevida sorpresa y el día 5 de Panemus, (junio 11), la Torre Antonia cayó en poder de los
romanos. Otra semana se pasó derribando los muros exteriores de la fortaleza para el paso de
las máquinas y todavía hobo una tardanza más entre tanto que se erigían nuevos bancos sobre
un nuevo nivel para el bombardeo del templo.
Durante todo este tiempo -las miserias del cual se conmemoran en el nombre tradicional
de yomin deeka, “días de desventura”, aplicado por los judíos al período entre el 17 de Tamuz y
el 9 de Abir los más desesperados encuentros cuerpo a cuerpo se efectuaron en los pasillos de
la Torre Antonia a los claustros, y algunos en los claustros mismos, en los cuales los romanos
trataban por la fuerza de abrirse paso y los judíos evitarlo. Pero los romanos ganaban terreno
gradualmente. Primero el claustro occidental, y luego todo el del norte, fueron quemados. (27 y
28 Panemus), después todo el muro que encerraba el patio de Israel y la santa casa misma. En
este intervalo, el día 17 de Panemus no pudo ofrecerse el diario sacrificio debido a la falta de
sacerdotes oficiantes, circunstancia que desalentó terriblemente al pueblo y que Tito aprovechó
para hacer un nuevo llamamiento a que se rindieran, sin resultado alguno. AI fin, el día 10 de
Lous o de Ab. (Julio 15), o el 9 según la tradición judía, por el atrevido acto de un soldado en
contra de las intenciones de Tito y a pesar de todo lo que hizo para detenerlo, el santuario
mismo fue incendiado. Esto ocurrió, por una de esas raras coincidencias que a menudo
ocurren, en el mero día y en el mes en que el primer templo había sido quemado por
Nabucodonosor. Juan y los de su grupo, que pudieron escapar de las llamas y de la carnicería,
se abrieron paso por el puente que estaba al sur de la Ciudad Alta. Todos los claustros que
hasta aquí habían escapado, incluyendo la magnífica triple columnata de Herodes en el sur del
templo, las cámaras del tesoro y los cuartos en torno de los patios exteriores fueron quemados
todos y demolidos. Sólo quedaba el edificio misma del santuario; en su sólida mampostería el
fuego había tenido comparativamente poco efecto. y todavía estaban ocultos en sus camarines
algunos fieles sacerdotes que habían tratado de rescatar algunos de los más valiosos
utensilios, vasos y especial del santuario.
Al fin, el templo fue capturado, pero tal parecía que todavía quedaba por hacerse la
mitad de la obra. La Ciudad Alta, mucho más elevada que el Moriah, cercada por el muro
original de David y Salomón, y por todos lados cortada a pico excepto por el norte, en donde
estaba defendida por el muro y las torres de Herodes, quedaba todavía por ser tomada. Tito
trató primero de parlamentar por medio de Josefo y después en persona estando él en el
extremo oriental del puente que estaba entre el templo y la Ciudad Alta, y Juan y Simón en el
extremo occidental; sus condiciones, sin embargo, fueron rechazadas no quedándole más
alternativa que forzar el sitio más y más. Toda la parte baja de la ciudad, los callejones
atestados, de los cuales ya hemos hablado, fueron incendiados frente a la frenética resistencia
de los zelotes juntamente con la casa del Concilio, el edificio de los registros o archivo.
ocupado sin duda por Simón desde la destrucción anterior, y el palacio de Helena, todo lo cual
estaba situado en esta sección, el suburbio de Ophel bajo el muro sur del templo y las casas
hasta Siloé en las explanadas bajas del monte del templo, todo fue destruido.
Fueron necesarios dieciocho días para las obras necesarias a la continuación del sitio;
las cuatro legiones quedaron otra vez estacionadas en la esquina oeste y noroeste en donde el
palacio de Herodes remataba en el muro, y en donde se levantaban de un modo conspicuo las
magníficas a inexpugnables torres de Hippico. Phasaelo y Mariamne. Aquí se efectuó el
principal ataque. Enfrente del templo lo pendiente de las faldas de la Ciudad Alta hacía
completamente improbable que los judíos intentaran realizar un serio ataque, de manera que
esta parte entre el puente y el Xysto se dejó a las tropas auxiliares. El ataque se comenzó el
día 7 de Gorpiaeus (como septiembre 11), y para el siguiente día se había abierto ya una
brecha en el muro entrando al fin los romanos en la ciudad. Durante el ataque parece que Juan
y Simón personalmente estuvieron estacionados en las torres ya mencionadas y si hubieran
continuado allí probablemente hubieran podido formular algunas condiciones ya que las torres
eran consideradas como inexpugnables. Pero a las primeras señales de que se abría la brecha
huyeron y cruzando la ciudad descendieron al valle de Hinom, abajo de Siloé, esforzándose por
romper el muro de circunvalación y así lograr escaparse. AI ser rechazados allí se fueron a
refugiar en algunas de las cavernas subterráneas o en las alcantarillas de la ciudad. Poco
después Juan mismo se rindió pero Simón logró mantenerse oculto por algunas semanas y no
apareció sino hasta que Tito había salido de la ciudad. Ambos fueron reservados para el triunfo
en Roma.
Habiéndose tornado la ciudad. todas aquellas panes que habían escapado a las
anteriores conflagraciones fueron quemadas, y tanto la ciudad como el templo se ordenó que
fueran demolidos excepto el muro occidental de la Ciudad Alta y las tres grandes torres de
Herodes en la esquina noroeste, que fueron dejadas en pie como monumentos
conmemorativos de la naturaleza maciza de las fortificaciones.
De los judíos, los ancianos y los débiles fueron muertos; los adolescentes menores de
diecisiete años fueron vendidos como esclavos; del resto algunos fueron enviados a las minas
egipcias, otros a los anfiteatros provisionales, y otros fueron destinados a adornar el triunfo del
Conquistador. Tito partió dejando la 10ª legión al mando de Terencio Rufo para llevar adelante
la obra de demolición. Hablando acerca de esto Josefo nos asegura que “todo fue tan
completamente arrasado y minado que ninguno que visitara aquel lugar podría creer que jamás
hubiera estado habitado”.
12. --El grande interés que tiene Jerusalén como la escena central de la Sagrada
Historia y especialmente en conexión con la predicción del Salvador acerca de la destrucción
del templo pide unas cuantas palabras por vía de suplemento.
Por más de cincuenta años después de su destrucción por Tito, Jerusalén desaparece
de la historia. Durante las revueltas de los judíos en Cyrenaica, Egipto, Chipre y Mesopotamia,
que trastornaron los últimos años de Trajano, nunca se intentó el recobramiento de su ciudad, y
de sus anales durante este período no sabemos nada. Tres torres y una parte de la muralla
occidental fue únicamente lo que quedó de sus poderosas fortificaciones para proteger las
cohortes que ocuparon la ciudad conquistada, y las chozas de los soldados fueron por mucho
tiempo los únicos edificios que había en aquel lugar; pero durante el reinado de Adriano otra
vez emergió de su obscuridad y vino a ser el centro de una insurrección que requirió la mejor
sangre romana para subyugarla. y perdiendo toda esperanza de tener sujetos a los judíos por
otros medios, el emperador se había formado el propósito de restaurar a Jerusalén y evitar así
que viniera a constituir un punto de concentración para aquella turbulenta raza. Para llevar a
cabo su plan había enviado allá una colonia de veteranos en número suficiente para la defensa
de una posición tan fuerte por naturaleza contra los métodos de ataque conocidos en aquel
entonces. A esta medida atribuye Dion Casio la renovación de la insurrección mientras que
Eusebio afirma que no se llevó a cabo sino hasta que la rebelión se había aplacado. Sea como
fuere, los tizones de la revuelta largo tiempo humeantes, estallaron en llamas muy pronto
después de que Adriano había salido del Oriente en el año 132 A. D. La despreciativa
indiferencia de los romanos, o el mantenimiento secreto de sus propios planes capacitó a los
judíos para organizarse en una vasta conspiración. BarCocheba, su líder, según algunos
escritores rabínicos el tercero de una dinastía del mismo nombre, príncipes de la cautividad, fue
coronado rey en Bether por los judíos que se le unieron y por el populacho que lo consideró
como el Mesías. Su escudero, Rabbi Akiba, que pretendía ser descendiente de Sisera, odiaba
a los romanos con el fiero rencor de su nación adoptiva. Todos los judíos de Palestina
acudieron a ponerse bajo sus banderas y en un período temprano de la revuelta vinieron a ser
los amos de Jerusalén intentando reconstruir el templo. Adriano, alarmado por el rápido
extendimiento de la insurrección y los inútiles esfuerzos de sus tropas para reprimirla llamó de
Bretaña a Julio Severo, el más grande general de su tiempo, para que tomara el mando del
ejército de Judea. Dos años fueron empleados en una furiosa guerra de guerrillas antes de que
Jerusalén fuera tomada, después de una desesperada defensa en la que pereció Bar-Cocheba.
El valor de los defensores fue debilitado por la caída de las bóvedas del Monte Zión viniendo a
ser los romanos los dueños de la posición, pero la guerra no terminó con la captura de la
ciudad. Los judíos en gran fuerza habían ocupado la fortaleza de Bether y allí sostuvieron la
lucha con toda la tenacidad de la desesperación en contra de los repetidos ataques de los
romanos. A1 fin, acosados y diezmados por el hambre y por la peste se rindieron el día 9 del
mes de Ab. 135 A. D. estando el nieto de Bar-Cocheba entre los muertos. La matanza fue
espantosa; se dice que 580,000 cayeron por la espada entretanto que el número de las
víctimas de las calamidades anexas a la guerra fueron incontables. Del lado de los romanos las
pérdidas fueron enormes y tan cara les costó la victoria que Adriano en su carta al Senado
anunciando la terminación de la guerra no se sirvió de la frase congratulatoria de costumbre.
Bar-Cocheba dejó trazas de su ocupación de Jerusalén en monedas que fueron acuñadas
durante los primeros dos años de la guerra. Cuatro monedas de plata, tres de ellas indudablemente
pertenecientes a Trajano, se descubrieron recientemente re-estampadas con
caracteres samaritanos, pero el jefe rebelde, ampliamente provisto de los preciosos metales
por las contribuciones de sus seguidores después acuñó su propia moneda. La casa de
moneda probablemente estuvo en la misma ciudad de Jerusalén durante los primeros dos
años, llevando como inscripción las monedas acuñadas durante ese período la siguiente: “Por
la libertad de Jerusalén”, o “Jerusalén la santa”. En ambos Talmudes se mencionan estas
monedas.
La primera política de Adriano después de la represión de la revuelta fue borrar la
existencia de Jerusalén como ciudad. Las ruinas que Tito había dejado fueron arrasadas hasta
el piso y el arado pasado sobre los cimientos del templo. Una colonia de ciudadanos romanos
ocupó la nueva ciudad que surgió de las cenizas de la vieja Jerusalén y su número fue
aumentado después por los legionarios veteranos del emperador. Se erigió un templo a Júpiter
Capitolino en el mismo lugar en donde había estado el canto edificio de los judíos. Un templo a
Astarte, la Venus Fenicia, en el sitio después identificado como el Santo Sepulcro aparece en
las monedas con cuatro columnas y la inscripción C. A. C. Colonia Aelia Capitolina, pero es
más que dudoso que haya sido erigida en este tiempo.
No fue sin embargo, sino hasta el año siguiente, 136 A. D. cuando Adriano, al celebrar
su Vicennalia, cuando otorgó a la nueva ciudad el nombre de Aelia Capitolina, combinando con
su propio título de familia el nombre de Júpiter del Capitolio la guardiana deidad de la colonia.
Solamente se permitió que cristianos y paganos residieran en la ciudad; a los judíos se les
prohibió entrar so pena de muerte y esta prohibición era todavía efectiva en el tiempo de
Tertuliano. Como a mediados del siglo IV se permitió a los judíos que visitaran los alrededores
y después, una vez al año, entrar a la ciudad misma y llorar allí en el aniversario de su captura.
Jerónimo ha trazado un cuadro muy vivo de las desventuradas multitudes de judíos que en su
tiempo se reunían en el lugar del llanto, en el muro occidental del templo, para lamentar la
pérdida de su pasada grandeza. El día 9 del mes de Ab puede verse a los ancianos y
decrépitos de ambos sexos, con vestidos rotos y cabellos encrespados que se reúnen para
llorar la destrucción de Jerusalén. Se borraron tan completamente todas las trazas de la ciudad
antigua que su mismo nombre por una buena parte de tiempo se olvidó. No fue sino hasta
después de que Constantino construyó el Martyrion sobre el sitio de la crucifixión cuando el
antiguo nombre fue revivido. En el séptimo Canon del Concilio de Nicea se menciona al Obispo
de Aelia, pero Macario, al firmar los cánones, se designó a si mismo como el obispo de
Jerusalén. El nombre de Aelia ocurre todavía tan tarde como el año 697 A. D.
Después de la inauguración de la nueva colonia de Aelia los anales de la ciudad caen
otra vez en la obscuridad, estando únicamente representada en la historia por una lista de
veintitrés obispos cristianos que Ilenan el intervalo entre la elección de Marcos, el primero de la
serie, y Macario en el reinado de Constantino. Ya en el tercer siglo los Santos Lugares habían
venido a ser objeto de entusiasmo y la peregrinación de Alejandro, obispo de Capadocia y
después de Jerusalén, es asunto de historia. En la centuria siguiente tales peregrinaciones
vinieron a ser más comunes. La anciana emperatriz Helena, madre de Constantino, visitó
Palestina en el año 326 y según la tradición erigió magníficas iglesias en Belén y el Monte de
las Olivas. Su hijo, ardiendo en el mismo celo, arrasó el santuario de Astarte que ocupaba el
sitio de la Resurrección y levantó en su lugar una capilla u oratorio. A1 oriente de éste estaba
un gran patio en el lado occidental, estando la gran Basilica erigida en el sitio mismo en donde
se dijo que la cruz fue encontrada. El último de estos edificios es el conocido como el Martyrion:
el primero fue la iglesia de la Anastasis, o Resurrección.
En el reinado de Juliano, (326 A. D.) Los judíos, contando con el permiso y a
instigaciones del mismo emperador, hicieron un intento abortivo de poner los pimientos .de un
templo. Sea cual haya sido el motivo, Juliano se había formado el propósito de restaurar el
culto judío en el Monte Moriah volviéndolo a su prístino esplendor, y durante su ausencia en el
Oriente la ejecución de este proyecto fue encomendada a su favorito Alypio de Antioquiaa. Se
aglomeraron materiales de todas clases a expensas del emperador, y tan grande fue el
entusiasmo de los judíos que hasta las mujeres tomaron parte en la obra llevando en sus
propios mantos la tierra que había cubierto las ruinas del templo; pero un torbellino inesperado
y un temblor destrozaron las piedras de los primeros cimientos; los obreros huyeron buscando
refugio en una de las iglesias cercanas, las puertas de la cual se cerraron en contra de ellos por
una mano invisible mientras que un fuego que salió de la colina del templo ardió todo el día y
consumió sus herramientas. Muchos perecieron en las llamas; algunos pudieron escapar
hallando refugio en un pórtico cercano que cayó sobre ellos en la noche y los aplastó mientras
dormían.
Sea cual haya sido el colorido que esta historia recibiera al pasar por las manos de los
historiadores eclesiásticos, la narración imparcial de Ammiano Marcelino, amigo y compañero
de arenas del emperador, no deja duda razonable en cuanto a la verdad de los principales
hechos de que la obra fue interrumpida por el fuego, el cual todos atribuyeron a una agencia
sobrenatural. En el tiempo de Crisóstomo los cimientos del templo todavía existían, habiendo
podido apelar a ellos el orador. El evento fue considerado como un juicio de Dios sobre el impío
atentado de Juliano para falsificar las predicciones de Cristo, posición que el obispo Warburton
defiende con grande habilidad en su tratado sobre el asunto; pero otros escritores de muy alta
autoridad lo consideran como una leyenda inventada por un celo superfluo y estrecho.
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