"Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libre". (Juan 8:36) "Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad". (2a Corintios 3:17) "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros..." (Romanos 6:14) "Cristo nos hizo libres, y no volvéis otra vez á ser presos en el yugo de servidumbre". (Gálatas 5:1)
¿Existe aquí bajo una cosa que el hombre ame más que su libertad? ¡Cuántas guerras por la libertad han ensangrentado el mundo, cuántas revoluciones, cuántas luchas sociales! El hombre quiere escoger libremente la vida que él quiere llevar, y cree poder hacerlo.
Es bajo la influencia de Satanás que el hombre libre ha escogido el camino de la esclavitud, comiendo el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y el resultado ha sido la esclavitud de toda la humanidad al poder de las tinieblas, á la tiranía de aquel que se ha convertido en príncipe de este mundo. La libertad manifiesta del hombre, su facultad de hacer lo que él quiere, no és pues una libertad real, porque ella lo conduce bajo la esclavitud de Satanás. La libertad real es aquella de quien se escapa del poder de Satanás, vista según los deseos de una nueva naturaleza que halla su gozo en cumplir la voluntad de Dios.
Aquel que puede obrar esta entera preservación, es Jesucristo nuestro Libertador ó nuestro Redentor: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres." (Juan 8:36)
El Redentor anunciado por las Figuras
"Pero él pensaba que sus hermanos entendían que Dios les había de dar salud por su mano.. este és Moisés.. á este envió Dios por príncipe y redentor."(Hechos 7:25-35)
Moisés, al que Dios empleó para librar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, és el más bello tipo de nuestro gran Redentor Jesucristo. Egipto es la figura de este mundo, la esfera del poder de Satanás, el adversario de Dios y de su pueblo. El príncipe de este mundo quiere que el pueblo de Dios viva y trabaje por las cosas corruptibles, en lugar de ocuparse del servicio espiritual para satisfacción de Dios. "Porque las criaturas sujetas fueron á vanidad.. de la servidumbre de corrupción." (Romanos 8:20-21) La intención de Dios es libertar á su pueblo de todas las formas de esclavitud, para que le sirva en separación del mundo. Es a esta libertad, que Satanás se opone sin cesar. "Y miró Dios á los hijos de Israel, y reconociólos Dios." (Exodo 3:8) Es cuando los sufrimientos y la miseria son grandes, que las lamentaciones del pueblo suben hacia Dios, y en respuesta a sus necesidades, El les envía un libertador. Dios llama desde la zarza ardiente á Moisés y le confia la liberación de su pueblo. "Y he descendido para librarlos de las manos de los Egipcios, y sacarlos de aquella tierra, á una tierra buena y ancha, á tierra que fluye leche y miel..." (Exodo 3:8).
El poder de Dios se opone al poder de Satanás, y aquellos que son objeto de los cuidados de Dios, cuando realizan el poder de la fé, su liberación es real, completa y eterna. Satanás tiene el poder de la muerte, pero Dios es el Dios de los vivientes, y El comunica una vida más allá del alcance de la muerte, una vida en la cual Satanás no puede tocar.
Las diez plagas de Egipto manifiestan el poder de Dios, y cuando en la Pascua, obra la liberación de la muerte, y la liberación de la mano del opresor, no és más que una consecuencia natural: Dios bajó para librar su pueblo, y todo el poder de Satanás no pudo retenerlo en su esclavitud ni una hora más allá del tiempo fijado.
Los hijos de Israel, en medio de los hornos de cocer ladrillos en Egipto, representan exactamente la condición de los hijos de Adán, según la naturaleza. Nosotros tenemos la naturaleza de la esclavitud del pecado, oprimidos bajo el yugo del enemigo, y sin ninguna fuerza para librarnos nosotros mismos. Es menester que la liberación venga de fuera. El pecador es "..vendido á sujeción del pecado" (Romanos 7:14), cautivo de Satanás para hacer su voluntad, encadenado en ligaduras de codicia, de pasiones y de su propio caracter. "..Eramos flacos.." (Romanos 5:6), "..sin esperanza..", "..sin Dios.." (Efesios 2:12). ¿Como pues, puede liberarse él mismo? El puede luchar por la libertad, pero sus mismos esfuerzos, aun que atestiguan su deseo de ser libre, son la confirmación positiva de su servidumbre.
Esclavos del pecado, andamos por el mundo,
sin Dios, sin esperanza, ni saber donde llamar.
Más en esta noche oscura, tu nos ves andar perdidos,
y para socorrernos, dejaste el Santo Lugar.
Nos hace falta un libertador, y en Cristo lo tenemos; Uno, que tiene el poder de libertarnos enteramente, no solamente enterrando nuestros pecados, sinó librándonos del dominio del pecado, del mundo y de la carne. El más grande acontecimiento de la historia de Israel, és su salida de Egipto con la mano fuerte y el brazo extendido del Eterno. Dios lo tiene todo cumplido en esta restauración, é Israel no tenía más que renunciar á sus propios esfuerzos, y confiarse tranquilamente en Aquel que combate por él, y ver la salvación del Eterno. Los hijos de Israel pasaron de este modo; atravesando las aguas del Mar Bermejo: "Por la fé pasaron el mar Bermejo como por tierra seca: lo cual probando los Egipcios, fueron sumergidos." (Hebreos 11:29) ¡Que gloriosa liberación aquella de Israel, más que pequeña es, comparada con la libertad que Cristo ha realizado en la cruz! Cristo ha traspasado las aguas de la muerte, y por la fé, nosotros las traspasaremos para tener parte en la resurrección con El. Con El, no solamente estamos separados del mundo, sino que somos introducidos en el país de la promesa, con El somos "resucitados juntamente", y con El, "sentados en lugares celestiales."
La Redención cumplida sobre la Cruz
"..para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es á saber, al diablo; y librar á los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos á servidumbre" (Hebreos 2:14-15). "..en el cual tambien resucitasteis con El, por la fé de la operación de Dios que le levantó de los muertos, y á vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, ós vivificó juntamente con El, perdonandoos todos los pecados; rayendo la cédula de los ritos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de enmedio y enclavándola en la cruz; y despojando los principados y las potestades, sacólos á la verguënza en público, triunfando de ellos en si mismo." (Colosenses 2:12-15). "Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y nos ha traslado al reino de su amado Hijo: en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados." (Colosenses 1:13-14).
Sobre la cruz, Cristo ha triunfado de todo el poder del enemigo, obrando de esta manera una redención completa y eterna. Despues él ha entrado triunfalmente en los lugares celestes, y nosotros somos allí eternamente asociados con El mismo, y así conocer el propósito de Dios "..el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo." (Efesios 1:3).
Contra nosotros estaban "los principados y potestades", el poder espiritual de maldad, del cual es jefe el diablo. Este poder de las tinieblas, parecía haber prevalecido cuando Cristo fué apresado, cuando El dijo: "Esta es vuestra hora y la potestad de las tinieblas" (Lucas 22:53). Estos poderes están en manos inicuas, ocupadas en despojar, en injuriar, y por último en clavar en la cruz. Los hombres y los demonios asisten allí, al triunfo aparente de Satanás, y á la derrota aparente de Cristo; pero todo esto no es más que una fugaz apariencia: en esta ignominia y esta muerte, comienza en realidad la victoria de nuestro gran Libertador; padeciendo con paciencia todo el odio del hombre, "para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte..." (Hebreos 2:14). El era el vencedor, y despojados de su poder, estos principados y estas potestades, contrarias á Dios y destructivas para los hombres, El los ha definitivamente desarmado y los ha sacado públicamente ante los hombres y los ángeles, mostrando la verguënza de su derrota.
La Exención de la Ley
"Quitándola de en medio y enclavándola en la cruz" (Colosenses 2:14). "..vosotros pués no estáis bajo la ley sinó bajo la gracia" (Romanos 6:10). "Así también vosotros, hermanos mios, estáis muertos á la ley por el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, á saber, del que resucitó de los muertos, á fin de que fructifiquemos á Dios" (Romanos 7:4). "Más ahora estamos libres de la ley" (Romanos 7:6).
La ley, tal como Dios la dió á Moisés, es divina, santa y buena: "Sabemos empero que la ley es buena, si alguno usa de ella legitimamente: conociendo esto, que la ley no es puesta para el justo, sino para los injustos.." (1a Timoteo 1:8-9). Ella va dirigida al hombre inconvertido, no para que se justifique, sino para convencerle del pecado.
Israel bajo la ley, ha manifestado su impotencia para cumplirla; bajo la ley, la naturaleza pecadora, es sobre todo, empleada por Satanás para violar los santos mandamientos. No solamente, el hombre natural, situado bajo la ley, la viola; sino también la ley pronuncia su maldición sobre todos aquellos que no cumplen lo escrito. De este modo el yugo de la ley ha sido insoportable para Israel, y lo és aún ahora para todos aquellos que se colocan bajo su aplastante carga, queriendo justificarse por ella.
Tomando el ejemplo del matrimonio, el apóstol Pablo, en el capítulo 7 de la epístola á los Romanos, explica que la ley se enseñorea del hombre el tiempo que él vive. El creyente, estando muerto con Cristo, és pués librado del poder de la ley. Es una gran bendición, porque "todos los que son de las obras de la ley, están bajo de maldición" (Gálatas 3:10).
El hombre es legalista de naturaleza, es decir, que él ve la religión como un conjunto de órdenes y de prohibiciones. Muchos hijos de Dios son por muchos años legalistas, lo que les impide gozar plenamente de la verdadera gracia de Dios, dentro de la cual ellos están.
El conocimiento de nuestra exención de la ley produce un gran gozo en nuestros corazones, y pone término á toda servidumbre incompatible con nuestra situación. Esto es verdad tanto para el creyente Gentil, como para el creyente Judío, porque la naturaleza humana es legalista.Desde el momento que nuestro pensamiento está concentrado en "yo debo", en lugar de estar ocupado de las riquezas de la gracia que están en Cristo, nos volvemos legalistas y estamos propensos á muchas caidas y decepciones, acompañadas de una mala conciencia. Es por la fé que podemos plenamente gozar de esta preciosa verdad, que por nuestra asociación á la muerte de Cristo, nos hemos librado, á la vez, de la ley y de los principios de la ley: "..En la libertad con que Cristo nos hizo libres.." (Gálatas 5:1).
Nosotros estamos unidos, como por el matrimonio, el uno para el otro, con Cristo, quien ha resucitado de entre los muertos, para que nuestra porción del fruto de Dios, el precioso fruto del Espíritu, sea: "..el amor, el gozo, la paz, la tolerancia, benignidad, bondad, fé, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:22-23). Este fruto de Dios se obtiene sin ningún esfuerzo de nosotros mismos, más sí solamente por la fé. El poder para producirla está en nuestro Redentor. Debemos dirigir nuestros ojos á lo alto, esperando que El obre en gracia, para su más grande gloria. Renunciemos pués á nuestros esfuerzos estériles, confiemos en El para que produzca fruto en nosotros, según la obra de su potestad gloriosa.
No somos del Mundo
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo... el mundo se pasa, y su concupiscencia... Hermanos mios, no os maravilléis si el mundo os aborrece.. Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fé." (1a Juan 2:15,17 y 3:13, y 5:4). "Más lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me és crucificado á mí, y yo al mundo." (Gálatas 6:14).
El mundo está bajo el dominio de Satanás, el príncipe de este mundo y dios de este siglo. El hombre natural está al servicio de su poder: el mundo entero yace en la maldad. ¡Que verdad consoladora, la de nuestra muerte al mundo! Asociados á la muerte de Cristo sobre la cruz, estamos librados del mundo, un mundo que ha sido juzgado en la muerte de Cristo, y fué condenado porque crucificó al Señor de la gloria. Dios en la crucifixión de su Hijo, moralmente juzgó al mundo, y el apóstol Pablo pudo decir que en Cristo, murió el mundo. Dos cuerpos muertos no pueden ejercer ninguna atracción el uno sobre el otro. Es por la fé en nuestra crucifixión con Cristo, y solamente de este modo, que la atracción que el mundo ejerce sobre nosotros, desaparece. Todos sus encantos engañosos, y todas sus seducciones, no pueden atraer á nadie que tenga este mundo por moralmente juzgado, y que se considere él mismo por crucificado con Cristo. La cruz es una barrera infranqueable entre el mundo y la criatura de Dios. Viviendo en comunión con Dios y no siendo del mundo, provocaremos el odio de su parte, y claramente distinguiremos su verdadero caracter de enemistad con Dios.
La Liberación del Pecado
"Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fué juntamente crucificado con él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, á fin de que no sirvamos más al pecado." (Romanos 6:5). "Así también vosotros, pensad de cierto que estáis muertos al pecado, más vivos á Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Romanos 6:11) "¡Miserable hombre de mí! ¿Quien me librará del cuerpo de esta muerte? Gracias doy á Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Romanos 7:24-25).
Si nosotros nos contentamos con saber que nuestros pecados, las transgresiones que hemos cometido, han sido quitados de ante los ojos de Dios, nuestra vida cristiana se vuelve rápidamente indolente, indiferente ó terrena. Es porque la verdadera criatura de Dios, no tiene ningún poder en si mismo para resistir á las solicitudes de la carne, ni á las tentaciones de Satanás. No es suficiente, para estar en comunión con Dios, el creer que Cristo murió por nuestros pecados, es necesario saber tambien, por la fé, que el creyente es muerto con Cristo. Para vivir una vida victoriosa, la fé debe apropiarse de estas dos verdades.
1. Cristo murió por mis pecados.
2. Yo soy muerto con Cristo.
Nuestros pecados, los actos malos, han sido quitados, pero el principio de pecado en nuestra carne no ha sido quitado. Este principio, llamado "el pecado en la carne" ó "el viejo hombre", habita en cada criatura de Dios hasta la muerte. ¿Pero, como impedir este principio de pecado que conduce á nuevos hechos pecaminosos, si en nosotros sentimos tendencia á hacerlo? No hay más que un medio; el poder de la vieja naturaleza puede ser mortificado por la fé en el poderoso Redentor, Jesucristo.
La expresión "el viejo hombre", indica la mala naturaleza pecadora que tenemos de Adán. Dios no perdona los pecados en la carne, El no mejora nada de nuestro viejo hombre, ni lo quita de nosotros. Dios no ha hecho más que una cosa para anularlo: ha condenado el pecado en la carne.
He aquí un precioso aspecto de la Cruz de Cristo, para el cristiano que desea tener la victoria sobre el pecado en la carne. "..Dios enviando á su Hijo en semejanza de carne de pecado, y á causa del pecado, condenó al pecado en la carne.." (Romanos 8:3).
En nosotros, estando muertos con Cristo, nuestros pensamientos están en comunión con los de Dios, y en esta comunión, teniendo una completa confianza en Cristo el glorioso libertador, realizamos la victoria sobre la voluntad de la carne, y no cumplimos los deseos del pecado: "A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría, al Dios solo sabio, nuestro Salvador, sea gloria, y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén." (Judas: 24,25).
La Redención del Cuerpo
"Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia... teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor.." (Filipenses 1:21-23). "Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor... más quisiéramos partir del cuerpo y estar presentes al Señor." (2a Corintios 5:6-8). "...nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando, es á saber, la redención de nuestro cuerpo." (Romanos 8:23).
Puesto que aquí bajo, el creyente tiene siempre la carne en sí, un principio de pecado que tiene tendencia á ocultar la faz de Dios, no és sorprendente que su más viva esperanza, sea ser redimido definitivamente de esta vieja naturaleza, y estar para siempre con el Señor: La redención definitiva de nuestro cuerpo mortal, sea cuando el creyente muere, sea á la venida del Señor, "es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad." (1a Corintios 15:13).
Es en la resurrección que recibiremos un cuerpo nuevo, inasequible al pecado, á la muerte, á la flaqueza, á la fatiga, al dolor. "Se siembra en verguënza, se levantará con gloria; se siembra cuerpo animal, resucitará espiritual cuerpo." (1a Corintios 15:43-44). ¡Que bendito momento cuando, libertados de todo impedimento, veremos faz á faz á nuestro Libertador, y en su presencia, nos gozaremos de los frutos de su victoria en la cruz! No habrá más pecado, ni muerte, ni carne, ni el mundo con sus atractivos; nada que pueda debilitar el gozo eterno de la redención. "Y, cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: "Sorbida es la muerte con victoria." (1a Corintios 15:54). Nosotros suspiramos y gemimos aún en este tabernáculo, pero pronto gozaremos el domicilio que está en el cielo, la casa no hecha de mano, eterna en los cielos, preparada por un Cristo glorioso.
Ya viene el dia, gozo indecible
cuando este cuerpo se levantará.
Ahora sembrado corruptible,
en gloria resucitará.
Si, nuestro cuerpo miserable,
de pronto será radioso.
Por tí será semejante
Jesús á tu cuerpo glorioso.