Contenido de la nueva páginaEL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS
POR: PASTOR JOHNNY ICAZA
Entre las muchas señales que Jesucristo aseguró que ocurrirían en el mundo, tanto secular como religioso, en anticipación a Su segunda venida (Mateo 24:4-14), ninguna reviste la importancia de la última hallada en el versículo 14:
“Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles, y entonces vendrá el fin”
Las demás señales de Mateo 24 (guerras, epidemias, hambres, terremotos, falsos profetas, persecución, apostasía, etc.) son negativas para la humanidad entera, y particularmente para el pueblo de Dios, con excepción de ésta última: la predicación del evangelio del Reino de Dios a todas las naciones y etnias del planeta tierra.
Jesucristo afirmó que en estos días finales el Evangelio del Reino sería predicado globalmente. Nada, ni nadie lo podrá impedir, ya que Dios ha determinado que en esta época de la historia, tan crítica para la humanidad, el mundo entero conozca el único mensaje que trae perdón, vida eterna, paz, salud, libertad y bendición plena.
Hoy más que nunca, el evangelio está siendo proclamado (Quizás con algunas restricciones) en todo el mundo, exceptuando aquellos países subdesarrollados y territorios remotos que todavía están controlados por gobiernos totalitarios (de corte marxista) o religiones intolerantes (como el Islam).
Misioneros, muchos de ellos enviados por iglesias del Tercer Mundo, están penetrando lugares donde nunca antes se había dado a conocer el mensaje de Jesucristo. Entidades cristianas están usando con gran efectividad los medios masivos de comunicación – por ejemplo, la televisión, satélite-cable, la radio, el cine, la prensa, internet, etc. para difundir el evangelio alrededor de la tierra.
Pero antes de congratularnos por la gran labor evangelística y misionera que como cuerpo de Cristo estamos realizando, debemos preguntarnos si en realidad estamos dándole cumplimiento hoy a la profecía de Mateo 24:14. Jesucristo fue claro y preciso al declarar que este evangelio del Reino” (y no otro) sería predicado en todo el mundo como testimonio a las naciones.
Notemos bien que no era un evangelio cualquiera- ni siquiera el que algunos llaman hoy “el evangelio de la gracia” – sino el Evangelio del Reino de Dios, el que Jesús ordenó que fuese predicado en su generación, y en la nuestra también.
El evangelio del Reino es el mensaje que Jesucristo proclamó de principio a fin durante su ministerio terrenal (Mateo. 4:23-24, 9:35, Marcos.1:14:15, Lucas 4:43, 8:1). Después de predicar incansablemente este evangelio (Marcos 6:31), Jesús movido a misericordia dedicaba tiempo para ministrar a las necesidades de los enfermos, oprimidos, pobres, etc.) (Mateo 8:16:17)
El evangelio que El anunciaba, siempre iba respaldado por señales y prodigios, tales como la sanidad de los enfermos, la liberación de los endemoniados, la resurrección de los muertos, etc. (Lucas 7: 21-22) Estos milagros demostraban fehacientemente que Jesús, el Hijo de Dios, era un “varón poderoso en obra y en palabra” (Lucas 24:19, Hechos 2:22, 10:38) a través de quién Dios, sin limitación alguna, podía manifestar su amor y poder a favor de la humanidad sufriente.
Aunque Jesús era la encarnación del Verbo divino (Juan 1:1,14) al humanizarse, se despojó a si mismo (Filipenses 2:7) y, sin dejar de ser Dios, hizo a un lado voluntaria y temporalmente sus atributos divinos para hacerse 100% hombre (Hechos 2:17), sujeto a limitaciones (Juan 5:19-30) y tentaciones (Hechos 4:15) comunes a todo el género humano. Este es el gran misterio de la piedad del cual habló Pablo en 1ª. Timoteo 3:16.
¿Cómo pudo El entonces realizar tan asombrosos milagros descritos en los cuatro evangelios? Sólo en el poder del Espíritu Santo. Y ese mismo poder está a nuestra disposición hoy, para que se cumpla en nuestros días lo que Cristo prometió:
El que en mi cree, las obras que yo, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Juan 14:12
En cierta ocasión los líderes religiosos de Israel le preguntaron a Jesucristo “cuando había de venir el Reino de Dios”, a lo cual El les respondió:
El Reino de Dios no vendrá con advertencia… porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. Lucas 17:20
Todo lo que Jesús hacía, por medio del poder del Espíritu santo que en El residía, era evidencia suficiente de que el Reino de Dios ya se estaba manifestando en el mundo.
Ante la oposición de los fariseos que lo acusaban de echar fuera demonios “por Beelzebú, príncipe de los demonios”, Jesús dijo:
Si yo por el espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Mateo 12:28.
Después de un período de entrenamiento intensivo, Jesucristo impartió “poder y autoridad” a sus discípulos (Lucas 9:1-2) y comenzó a enviarlos de dos en dos – primero los doce
(Mateo 10: 5-8), Marcos 3:13-15, 6-7, 12-13. Lucas 9:1,2) y luego los sesenta (Lucas10:1,8-11, 17-19) – a predicar y a demostrar este mismo evangelio. Dondequiera que ellos iba, el Espíritu Santo se manifestaba a través de ellos de la misma manera que lo hacía por medio de El (Lucas 10:17).
Para conocer plenamente la enorme tarea que nos ha sido encomendada como última generación antes de la venida de Cristo, tenemos que entender, aunque sea en parte, lo que el Reino de Dios es. La palabra reino es traducción del vocablo griego “basilea” que significa: gobierno, dominio, señorío, autoridad, etc. Reino es la esfera fe autoridad de un rey, es el territorio que está bajo su control y dirección. El rey es la autoridad suprema y final de ese territorio. Los súbditos de su reino y sus bienes están bajo hegemonía.
Al hablar del reino de Dios, estamos hablando del derecho que Dios tiene de reinar sobre el universo entero- visible e invisible, material y espiritual. Este derecho le pertenece por creación y por redención. Posiblemente el único lugar en el universo donde se cuestiona tal derecho es aquí en la tierra, donde Satanás ha establecido un reino rival (Mateo 12:26) llamado “la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:53, Col1:13, Hechos 26-18). La tarea encomendada a la Iglesia en estos tiempos finales es destruir el reino de Satanás (2ª. Corintios 10: 4-6) a fin de que el Reino de Dios sea establecido en la tierra
(Apocalipsis. 12-9-10).
El Reino de Dios no es una autocracia (gobierno absoluto, y generalmente tiránico, por un solo hombre) ni una democracia (gobierno del pueblo y para el pueblo), sino una teocracia
Del griego teos= Dios y cratos=gobierno. El Reino de Dios es eterno (Daniel 4:34,
2 Pedro.1:11) tan eterno como Dios mismo, siempre ha existido y siempre existirá, como también universal (Salmo 103:19) e indestructible (Daniel 6:26)
Quizás a muchos les asombrará descubrir que la iglesia de Cristo y el reino de Dios no son una misma cosa. Es cierto que la verdadera iglesia es parte del Reino, pero no es el todo, ya que en el reino de Dios existen otros seres (arcángeles, querubines, ángeles, serafines, etc.) que no forman parte de la iglesia de Cristo.
La iglesia de Cristo está formada únicamente por los redimidos de todas las edades, unos vivientes y otros triunfantes. La escritura enseña que Cristo murió por la raza humana, y no por los ángeles.
Porque ciertamente no tomó a los ángeles, sino a la simiente de Abraham tomó Hechos 2-14:16
Los ángeles y especialmente aquellos que se rebelaron contra Dios, no tienen derecho a esta salvación tan grande. Hechos 2:4
Para Jesucristo el reino de Dios era de tanta trascendencia que después de su resurrección dedicó los últimos cuarenta días de su vida terrenal a enseñarles acerca de este tema exclusivamente a los apóstoles que había escogido, (Hechos 1:2-3). Es evidente que por carecer aún de una mente renovada, los apóstoles no entendieron plenamente sus enseñanzas, pues preguntaron
Señor, restituirás el reino a Israel en este tiempo? Hechos 1:6
Todavía se aferraban tenazmente al concepto de un reino judaico, de carácter terrenal o milenial. Jesucristo no negó que en el tiempo de Dios ese reino sería restaurado al pueblo de Israel (Hechos 1:7), pero enfatizó que el reino de Dios se iba a manifestar en esta dispensación de la gracia por medio del poder del Espiritu Santo (Hechos 1:8). El plan de Dios era lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar (Hechos 1:1) mientras estaba en su cuerpo físico, lo continuará haciendo a través de su cuerpo místico (la Iglesia) por medio de la predicación y demostración del Evangelio del Reino. Ese plan se comenzó a cumplir literalmente, pues en el día de Pentecostés el Espíritu Santo se derramó poderosamente sobre los discípulos reunidos en el aposento alto de Jerusalén. Inmediatamente empezaron a suceder muchas maravillas y señales Hechos 2:43 que demostraban que el reino de Dios se seguía manifestando entre ellos, a pesar de que Jesucristo había muerto, resucitado y ascendido.
Durante todo el primer siglo de la era cristiana, Dios siguió haciendo milagros, maravillas y prodigios o señales (Hechos 5:12-16, 6:8, 14:3, 15:12, 19:11, 12, 28:8,9), que eran pruebas indiscutibles de que el reino de Dios estaba siendo predicado y manifestado en aquella región del mundo. Como resultado directo de la muerte de Esteban, el primer mártir, todos los creyentes de Jerusalén fueron esparcidos, salvo los apóstoles (Hechos
8:1-3) Entre los que tuvieron que huir por salvar sus vidas había un hombre llamado Felipe, servidor de la Iglesia (Hechos 6:3-69), quién guiado por el Espíritu descendió a Samaria.
A pesar de tener que enfrentar hostilidad (debido al prejuicio y odio de los samaritanos hacia los judíos Juan 4:9), Felipe tuvo a la postre un ministerio impactante en aquella ciudad dominada hasta entonces por un adivino o hechicero llamado Simón. ¿A qué se debió su éxito?. Aunque quizás hubieron otros factores, el más trascendental a mi parecer es que Felipe predicaba el evangelio del Reino de Dios (Hechos 8:12), trayendo como resultado no sólo la conversión de muchos samaritanos, sino que el espíritu de Dios, por medio de Felipe hizo poderosas señales, liberando a endemoniados, sanando inválidos y enfermos crónicos (Hechos 8:6-7)
Algo similar sucedió años más tarde entre los gentiles, pues según Hechos 19:8-20 el apóstol Pablo fue usado por Dios para llevar el evangelio del reino a Efeso, sede del culto pagano a Diana. Los resultados fueron realmente portentosos. Cientos de efesios se convirtieron a Cristo. Durante mas de dos años, Pablo los discipuló, entrenó y comisionó
(vs. 8,10) para que predicaran el mismo evangelio por toda la provincia de Asia, donde con el paso de los años se formaron aquellas siete famosas iglesias de Apocalipsis 2 y 3.
Extraordinarios milagros de sanidad y liberación ocurrieron con sólo colocar sobre las víctimas del enemigos, “los sudarios y pañuelos” tomados del cuerpo de Pablo (vs. 12). Las personas que se convirtieron renunciaron a sus prácticas ocultas, quemando en una inmensa hoguera los libros y demás objetos asociados con la magia (vs. 18-19)
En Romanos 15: 18-19, Pablo hace un resumen de su amplio ministerio por tierras de Asia y Europa, diciendo:
Porque no osaría hablar alguna cosa que Cristo no haya hecho por mi para la obediencia de los gentiles con la palabra y con las obras, con potencia de milagros y prodigios en virtud del Espíritu de Dios: de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, he llenado todo del evangelio de Cristo.
Tenemos que preguntarnos ahora cual fue el mensaje que Pablo predicó con tan asombrosos resultados. El versículo 19 da la respuesta: “el evangelio de Cristo”, o sea el mismo evangelio que Cristo predicó durante su ministerio terrenal. En otras ciudades como Tesalónica y Corinto, el apóstol también proclamó y ministró los beneficios del reino de Dios, pues en 1ª. De Corintios 2:4-5, Pablo afirma lo siguiente:
Mi predicación… no fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración de Espíritu y de poder; para que vuestra fe no esté fundada en sabiduría de hombres, más en poder de Dios.
También en 1 de Tesalonicenses 1:5, Pablo describe su entrada a aquella ciudad macedonia, diciendo:
Por cuanto nuestro evangelio no fue a vosotros en palabra solamente, mas también en potencia, y en Espíritu santo, y en gran plenitud..”
¿Qué más pruebas bíblicas necesitamos para convencernos que el evangelio que algunos predican hoy no es el verdadero evangelio que Cristo predicó y ordenó que fuese predicado?
Una verdad a medias, como se proclama hoy desde muchos púlpitos, se convierte así en una colosal mentira.
El apóstol Pablo nos da en sus epístolas dos definiciones de lo que es el reino de Dios en su manifestación actual. En Romanos 14:17 dice
El reino de Dios no es comida, ni bebida, sino justicia, gozo y paz por el Espíritu Santo.
El reino de Dios, por tanto no consiste en dietas estrictas, sino en virtudes de orden espiritual. Pablo dice literalmente que “el reino de Dios es justicia” confirmando lo que Jesucristo aseveró en mateo 6:33, donde ordena “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” El evangelio del reino enfatiza en forma reiterada que la justicia de Dios es impartida al hombre cuando deposita su fe en Jesucristo (Romanos 3:22,26, 4:22-24, 9:30, 10:4,6,10)
En el mismo momento que cree en Jesús para la salvación de su alma, el hombre es revestido de la justicia divina para que pueda manifestarla al mundo por medio de “buenas obras” (Efesios 2:10). La justicia de los ciudadanos del reino de Dios debe superar en todo a la de los fariseos (Mateo 5:20), quienes eran irreprensibles según la ley de Moisés (Filipenses 3:6, Hechos 26:5)
También en 1ª. Corintios 4:20, Pablo afirma: “El reino de Dios no consiste en palabras sino en poder”. El reino de Dios no es un reglamento o conjunto de leyes que ata o subyuga al hombre, sino el poder de Dios manifestado en él y a través de él, que lo liberta para servir a Dios efectivamente (Gálatas. 5:13)
Uniendo estas dos definiciones, podemos decir categóricamente que el Reino de Dios es manifestado hoy en el mundo por medio del poder del Espíritu Santo. Ese poder fue derramado sobre la iglesia el día de Pentecostés para que pudiese predicar, manifestar y ¿por que no? Establecer el reino de Dios “hasta lo último de la tierra” en la dispensación que está por terminar. El reino actual no elimina la necesidad y realidad del reino milenial que habrá de ser manifestado cuando Cristo venga en gloria con sus santos (Mateo 16:27,28, 25:31º, 1Tesalonisenses, 3:13, Judas 14)
El evangelio del reino no es un mensaje judaico, como algunos afirman, que luego fue sustituido (según ellos) por el “evangelio de la gracia”, una revelación particular de Dios al apóstol Pablo. Aún Pablo en Gálatas 1:6-9 afirma categóricamente que sólo hay un evangelio, el evangelio de Cristo, el que Cristo predicó y ordenó que fuese predicado. Cualquier persona o agrupación que predica un evangelio diferente al evangelio del reino cae bajo una anatema (maldición).
Pablo en 1ª. De Corintios 15: 1-4 dice que el evangelio consta primordialmente del mensaje de la crucifixión y resurrección de Cristo, pues es a través de su muerte expiatoria y resurrección corporal (Romanos 5:25) que podemos hoy entrar a poseer los beneficios del Reino de Dios: la salvación, la liberación, la sanidad y la investidura con el poder del Espíritu Santo (Lucas 24: 44-49)
Lamentablemente, hoy existen sectas como “Creciendo en gracia” y otras que caen en el ultrasensacionalismo) que descartan en gran parte las enseñanzas de Jesucristo en los cuatro evangelios y las reemplazan por doctrinas formuladas exclusivamente en base a las enseñanzas del apóstol Pablo. En realidad lo que Pablo predicó no cambia en nada lo que Cristo proclamó, sino más bien lo complementa. El Evangelio del Reino es un mensaje universal y eterno que Jesucristo ordenó que fuese predicado “en todo el mundo… a todas las naciones (Mateo 24:14) y cuanto más en estos últimos tiempos.
Al estudiar detenidamente el Nuevo testamento, nos damos cuenta de que el Reino de Dios en su manifestación actual consta de cuatro ingredientes indispensables:
1.- LA SALVACION, por medio del nuevo nacimiento (Juan 3:3,5, Juan 5:1).
2.- LA LIBERACION, (Mateo 18:28)
3.- LA UNCION, por medio del bautismo en o con el Espíritu Santo (Hechos 1:3-5,8; 1 Corintios 4:20)
4.- LA SANIDAD DIVINA, (Mateo 9:35; Lucas 10:9)
El nuevo nacimiento es la puerta de ingreso al Reino de Dios, es el requisito indispensable
Para que una persona pueda participar en él. Sólo los que han tenido esta experiencia pueden ser considerados ciudadanos de este reino (Efesios 2:9). Cuando Jesucristo entrevistó a aquel venerable anciano y príncipe de Israel, Nicodemo (Juan 3:1-15), habló en forma respetuosa pero contundente de la necesidad del nuevo nacimiento si el deseaba “ver” el Reino de Dios, y más “aún” entrar en el.
Aunque era un sabio profundamente versado en las escrituras del Antiguo Testamento, Nicodemo no entendió lo que Jesús le decía, pues preguntó como era posible que el hombre retornara al vientre de su madre para volver a nacer. Es obvio que el Maestro no le estaba hablando de un nacimiento físico sino espiritual.
Según Juan 3:5, los elementos que Dios usa en el nuevo nacimiento son el agua (la Palabra, según Efesios 5:26, Santiago 1:18, 1 Pedro 1:23) y el espíritu (El Espíritu Santo, según Tito 3:59. Cuando el hombre se arrepiente (Marcos 1:15) y deposita su fe en Cristo (Juan 3:15), 16; 1ª. Juan 5:1), el Espíritu realiza en el más grande milagro de todos, el nuevo nacimiento. Por medio del nuevo nacimiento, ese hombre “pasa de muerte a vida” (Juan 5:24, 1ª Juan 3:14, Efesios 2:1,59. La primera epístola de Juan aporta varias evidencias de que un ser humano realmente ha nacido de nuevo.
1.- ES JUSTO: Cualquiera que hace justicia, es nacido de él 1ª. Juan 2; 9 El que ha nacido de nuevo es justo con su trato con los demás; hace obras de justicia (Efesios 2:10)
2.- VIVE EN SANTIDAD: Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado 1ª Juan 3:9, 4:18. El que ha nacido de nuevo no practica el pecado habitualmente; no persevera en él.
3.- AMA: Cualquiera que ama, es nacido de Dios 1 Juan. 4:7,2:10, 11, 3:14. El que ha nacido de Dios, ama, perdona y favorece aún a sus enemigos (Mateo 5: 44,45)
4.- VENCE AL MUNDO: Todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo
1 Juan 5:4 El que ha nacido de nuevo vive en victoria sobre el sistema implantado por Satanás en el mundo. (1 Juan 2:16, 5:19)
5.- SE GUARDA A SI MISMO: El que es engendrado de Dios, se guarda a si mismo y el maligno no le toca. 1 Juan 5:18 El que ha nacido de nuevo se guarda del pecado (Salmo 17:4, 18:23, Proverbios 13:3, 19:16, 21:23) Lea también Santiago 1:27 y Judas 21.
El Reino de Dios se manifiesta actualmente en el mundo por medio de LA LIBERACION (Mateo 12:28) LA LIBERACION es la primera de las cinco señales del Reino que deben de seguir a todo creyente. En mi nombre echarán fuera demonios Marcos 16. 17,18
Es triste tener que confesar que hoy en día muchos creyentes tienen una infección demoníaca como consecuencia de sus propios pecados o de los pecados de sus antepasados
(Proverbios 5:22, Éxodo 20:5, Isaías 14:21,22) Muchos son víctimas de maldiciones ancestrales, adicciones, opresiones, ataques ocultos (Maleficios o embrujos), enfermedades, etc. causadas por demonios que han invadido su ser a causa del pecado. Por tanto, necesitan ser liberados para poder participar plenamente en el Reino de Dios.
El apóstol Pablo declara que el Reino de Dios se manifiesta hoy en el mundo a través del poder del Espíritu Santo (1 Corintios 4:20). Por eso es necesario que todo creyente experimente el bautismo e o con el Espíritu Santo y así reciba la unción o el poder (Hechos 1:8) que lo capacite para testificar de Cristo con su vida y su boca. Esta experiencia es evidenciada por la habilidad sobrenatural de hablar en otras (nuevas o extrañas) lenguas
(Hechos 2:4, 10:44-45, 19:6) El don de lenguas es la segunda señal del Reino que seguirá al creyente. Hablarán nuevas lenguas Marcos 16:17)
El otro ingrediente del Reino de Dios es su manifestación actual en el mundo es la sanidad divina (Lucas 10:8-9) La sanidad por el poder milagroso de Dios es la quinta señal del Reino Sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán Marco 16:18. Cuando se predica el evangelio del Reino como Jesús lo ordenó, los enfermos van a ser curados de enfermedades congénitas o infectocontagiosas, graves o crónicas (Mateo 4:23,24; 9:35, Lucas 9:1,2, Hechos 5.12, 15-16, 19:8,11-12)
La mayoría de las iglesias evangélicas conservadoras se han dedicado primordialmente a predicar con efectividad la salvación, mientras que las iglesias pentecostales, además de la
Salvación, dedican considerable tiempo a enseñar y ministrar la sanidad y la unción del espíritu Santo. Relativamente pocas iglesias ministran liberación, aun aquellas que dicen ser
Renovadas en el Espíritu Santo.
En muchas de las campañas evangelísticas realizadas hoy, los predicadores se limitan a proclamar el mensaje de salvación e invitar a la gente reunida a “aceptar a Cristo” una expresión que no tiene mayor respaldo bíblico. En Efesios 1:6 dice que Dios nos hizo aceptos en el Amado, dando a entender que en Cristo El nos acepta a nosotros y no nosotros a El.
En nuestro afán de abultar las estadísticas acerca del número de personas que han aceptado a Cristo, hemos simplificado el proceso reduciéndolo a una decisión que en la mayoría de los casos no provoca los cambios que sólo un profundo arrepentimiento puede ocasionar. Como resultado, muchas personas que hoy asisten a nuestras iglesias no son renacidas sino “abortivas”, pues han nacido “muertas”, sin la vida eterna y abundante (Juan 10:10) que Dios nos ofrece en Cristo Jesús.
Pareciera que en vez de cambiar de corazón, muchos de ellos apenas han cambiado de religión. Ahora dicen ser cristianos o evangélicos, pero no dan evidencia alguna del profundo cambio que se opera en la vida del hombre o la mujer que nace de nuevo por obra del Espíritu Santo (2 Corintios 5:17). Para muchas de ellas, la salvación sería apenas un seguro de vida eterna.
Los grandes predicadores de la era novotestamentaria – Juan el Bautista (Mateo 3:2, Lucas 3:3,8), el Señor Jesús (Mateo 4:17, 9:13, Lucas 13:3-5, 24:47), los doce apóstoles (Marcos 6:12), Pedro (Hechos 2:38, 3:19) y Pablo (Hechos 8:22, 17:30; 20:21, 26:20) llamaron insistentemente al pueblo al arrepentimiento, eso es a confesar y a abandonar el pecado.
El arrepentimiento no consiste sólo en sentir dolor por haber fallado a Dios (2ª, Corintios 7:9,10) sino que incluye una confesión del pecado y una firme determinación de no volver a cometerlo (proverbios 28:13): El arrepentimiento es indispensable para que nazca en el corazón una verdadera fe salvadora. (Mateo 21:32).
El evangelio del Reino, no sólo demanda del hombre arrepentimiento y fe (Hechos 20:21)
Sino también obediencia. En la epístola a los Romanos – el libro que más expresamente habla de la doctrina de la justificación por la fe), Pablo menciona la palabra obediencia varias veces (Romanos 1:5, 2:8, 6:16, 17; 10:16, 15:18, 16: 19,26), como una exigencia divina al hombre que desea experimentar la salvación en Cristo. Esto viene a corroborar lo
Que Jesucristo dijo al hablar del Reino de Dios en:
Mateo 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Es indiscutible que la palabra reino exige como respuesta nuestra la sujeción y la obediencia, algo que en el ámbito cristiano actual es casi inexistente. Pareciera que estamos viviendo en un tiempo similar al de los jueces del Antiguo Testamento cuando cada uno hacia lo que mejor le parecía Jueces 17:6, 21:25. Hoy existe poco respeto y sumisión a la autoridad de Dios, y menos aún a la que El ha conferido o delegado a las personas que ha levantado para gobernar la familia, la iglesia, la sociedad y la nación (Romanos 13.1-2)
Hoy desafortunadamente se predica en muchas iglesias supuestamente renovadas un evangelio popular que apela a la naturaleza carnal del hombre, el cual podríamos llamar el
Evangelio de las ofertas, un pobre sustituto del verdadero evangelio. Los portavoces de este evangelio enfatizan en los beneficios temporales y materiales del evangelio y, por no ofender o ahuyentar a la gente, muchas veces rehuyen hablar del pecado y de sus consecuencias eternas.
Su mensaje predilecto es el positivismo (Por ejemplo, el pensamiento y la confesión positiva, la super fe, etc.) pues desde sus púlpitos y en sus programas de radio o televisión rara vez predican acerca del arrepentimiento, el sometimiento al señorío de Cristo, la santidad, la separación del mundo y el castigo eterno, infierno.
El apóstol Pablo advirtió que aun en sus días el evangelio estaba siendo pervertido o adulterado (Galatas 1:5-9) Esa tendencia se ha ido acentuando a medida que se aproxima la venida del Señor. En nuestros días existe en ciertos círculos cristianos un énfasis desmedido en cuanto a la prosperidad financiera, una verdad bíblica que llevada a extremos se puede convertir en un peligroso error.
Algunos predicadores, en vez de predicar acerca de una vida modesta, dedicada al servicio de Dios y den la humanidad, ofrecen a los hermanos la seguridad de enriquecer para poder disfrutar de mansiones en las urbanizaciones high class, de carros de lujo, último modelo, de hoteles cinco estrellas, de vestuarios ostentosos de famosos diseñadores, etc. con tal que diezmen u ofrenden a sus propios ministerios.
En vez de predicar acerca de la negación propia o de la necesidad de morir a si mismo
(Como Cristo lo hizo en Mateo 8:34 y Lucas 9:23 y Pablo en 1 Corintios.15:31 y 2 Corintios
5:15), realizan continuamente seminarios sobre la autoestima para fortalecer el ego. En vez de predicar y ministrar liberación, se establecen programas de consejería y rehabilitación que promueven de preferencia la sanidad del alma, que en muchos casos no es otra cosa que la misma psicología humanística tan popular hoy en día, con una ligera envoltura cristiana.
Para la mayoría de los partidarios de este evangelio moderno, el tema de la liberación (de demonios y hechizos) es un tabú, aunque es parte primordial del evangelio del Reino de Dios. La liberación no sólo ha sido ignorada por muchos, sino que ha sido tergiversada, combatida, envilecida y hasta prohibida por iglesias que podríamos considerar genuinamente evangélicas.
¿No creen que deberíamos preguntarnos a qué se debe esto? La respuesta es fácil de determinar. El adversario de Dios y de su pueblo, Satán, odia a muerte el mensaje y ministerio, pues es el único que ofrece libertad a la multitud de creyentes en las iglesias que están evidentemente contaminados, atados y oprimidos por espíritus malignos.
Si vamos a ser fieles en contribuir al cumplimiento de la profecía de Jesucristo en Mateo 24:14, vamos a tener que redescubrir y proclamar por todos los medios disponibles hoy el evangelio del Reino de Dios. Cualquier otro esfuerzo será infructuoso. El Señor Jesús declaró que el fin del siglo (Y consecuentemente su segunda venida) no vendrá hasta que este evangelio del Reino sea predicado, con palabras convincentes y hechos sobrenaturales, a todas las gentes de todas las naciones y lenguas. Determinemos, por tanto, no fallar en el cumplimiento de esta extraordinaria tarea que Dios nos ha encomendado ¡Con una unción, nueva y poderosa del Espíritu Santo lo lograremos!
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