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Desde el principio Dios nos ha dado un modelo, una guía y nos ha mostrado su voluntad en cuanto al matrimonio. El matrimonio es invención de Dios, es obvio, que El es quien mejor lo entiende. Como perito arquitecto, el Señor es a quien debemos acudir, primero y por sobre todas las cosas, para buscar su consejo y escuchar lo que El dice sobre su invento.
En Génesis 2, Dios se encontraba satisfecho de ver su obra creadora. Todo lo que había hecho era bueno en gran manera. Pero luego, en el versículo 18, Dios observa a Adán y se da cuenta que no es bueno que esté solo. Vio al hombre en una situación aislada y solitaria. Dios se preocupo por la soledad de Adán. Estar completamente solo, vivir en aislamiento es muy duro de soportar. Pero el creador hizo más que enunciar el problema, le dio inmediatamente la solución.
“Le haré ayuda idónea para él”
Este es el primer título que Dios le da a la mujer: ayuda. Esta palabra es muy significativa en hebreo, tiene la idea de alguien que ayuda a otro para alcanzar la plena realización o alguien que viene en rescate de otro. La respuesta de Dios a la soledad del hombre fue la mujer.
Dios también agrego que la ayuda que le daría sería “idónea”. Literalmente adecuada para él. Ella proveería la pieza que le faltaba en su vida. Lo completaría como una pareja adecuada y calificada.
En el plan original, la intención de Dios, era que cada miembro de la pareja fuera individual y único, y necesitaría del otro para encontrar mutua plenitud. Cuando Dios trajo a la mujer al hombre, Adán exclamó: “¡Esto es...”. Esta fue una escena tierna y emotiva. El hombre necesitaba a la mujer, era significativa para él, y honrada juntamente con él. Era como si Adán dijera: “Esto es lo que quería...”.
Inmediatamente después de esto, Dios les da cuatro principios fundamentales para que su relación funcione: “Por tanto dejara, el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” Génesis 2:24. Y estaban desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. Esto tiene un alcance muy amplio, ya que Adán y Eva no tuvieron padres terrenales. Estos principios iban a funcionar para todas las generaciones posteriores a ellos.
Veamos los principios:
- separación: el hombre dejará a su padre y a su madre.
- permanencia: y se unirá a su mujer.
- unidad: y serán una sola carne.
- intimidad: y estaban desnudos, Adán y su mujer y no se avergonzaban.
Estos principios son fundamentales para la armonía en el hogar. Cuando hay problemas en la pareja es muy probable que uno o más de estos principios se haya violado o ignorado. Sin embargo, no deben considerarse de una manera mecánica. No son cuatro pasos para la total armonía conyugal. Deben ser considerados con sabiduría, comprensión y conocimiento.
Veamos lo que dice el libro de Proverbios 24:3-4 Con sabiduría se edificará la casa. Y con prudencia se afirmará. Y con ciencia se llenarán las cámaras. De todo bien preciado y agradable.
En estos versículos Salmón no está hablando de cosas materiales. No es lo que poseemos, sino lo que somos. Para edificar se necesita sabiduría. Para afirmar se necesita prudencia o comprensión. Para llenar se necesita conocimiento.
¿Cómo se puede alcanzar sabiduría, comprensión y conocimiento? La respuesta, como siempre, esta en la Biblia. En Proverbios 2:6 Porque Jehová da la sabiduría y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.
También vemos la respuesta en el Salmo 127:1 Si Jehová no edificare la casa en vano trabajan los que la edifican, si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.
Solo el Señor puede darnos estas destrezas y habilidades. No podemos hacerlo por nuestra cuenta. Si intentamos hacerlo con nuestros propios recursos y esfuerzos, el resultado será frustración e ineficiencia. Es Dios quien da estos dones. A menos que El los produzca, nuestro esfuerzo será en vano. Esto significa que necesitamos al Señor, y que necesitamos ir a El regularmente.
El método que hay que seguir, es el de Dios. La persona que debe comenzar el cambio en una pareja es ella misma, en otras palabras, la persona que tiene que hacerlo “soy yo”. Tampoco tienen que cambiar las circunstancias.
REPAREMOS LOS CIMIENTOS
Si los principios que vimos anteriormente (separación, permanencia, unidad e intimidad), no se aplican, nuestro matrimonio se debilitará, hasta que finalmente el matrimonio pierda la llama del amor. Estos principios son eternos, importantes y confiables, hoy, como lo fueron la primera vez que Dios los dio. A pesar de lo anterior, constantemente, nos olvidamos de aplicarlos en nuestras vidas.
Separación: Esta es la primera directiva que Dios dio. “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre...”
Para que la nueva relación, entre esposo y esposa, florezca y el hogar comienze correctamente, hay que cortar el lazo con los padres. Esto no significa abandonar a nuestros padres o tratarlos mal, ignorarlos o desatendernos totalmente de ellos. Dejar padre y madre significa romper el lazo padre-hijo. Romper los fuertes hilos de dependencia emocional que antes proveían seguridad, protección, ayuda económica y satisfacción. Todos o cualquiera de estos lazos, si los trae el matrimonio, impedirán que se afiance el lazo matrimonial.
Permanencia: “... y se unirá a su mujer”
Para que un matrimonio pueda sobrevivir, cada pareja necesita considerar la entrega mutua como un lazo permanente e irrevocable. Dejar y unir, es lo mismo que, alejarse de y unirse a. El término hebreo se traduce como pegar, adherir.
Los problemas actuales, se explican en gran manera, por el hecho de que las parejas entran al matrimonio creyendo que es temporario. Todo el concepto de establecer un lazo permanente entre esposo y esposa, está tomándose, rápidamente, en un concepto extraño.
Unidad: “... y serán una sola carne”.
Llegar a ser una sola carne implica un proceso, no es un hecho instantáneo. Dos personas con distintos antecedentes, temperamentos, hábitos, heridas, sentimiento, padres, metas educacionales, dones e intereses no salen de la ceremonia de casamiento, en perfecta unidad. El proceso, sin embargo comienza allí. Y se trata de un proceso que dura toda la vida y requiere sabiduría, comprensión y conocimiento.
No se debe confundir la unidad con uniformidad. Dios trajo a Eva junto a Adán... no para que fuera una Adán femenina, sino para que fuera notoriamente única, obviamente, diferente a él. La uniformidad es cosa de panaderías, pastelerías, fábricas de autos, etc. Pero eso no es lo que Dios tenía en mente, cuando afirmó que los dos serían una sola carne.
Dios aludía a todo el concepto de mutua aceptación, entrega, atención, perdón, pertenencia y orientación. En el matrimonio, son dos individuos que, voluntariamente, combinan sus vidas, deseando compartirlas y en consecuencia, complementarse uno al otro. El autor Peter Marshall, describe la armonía del matrimonio de esta manera:
“El matrimonio no es la confederación de dos estados soberanos. Es una unión...domestica, social, espiritual y física. Es la fusión de dos corazones... La unión de dos vidas. La integración de dos afluentes, que después de haber sido unidos en matrimonio, fluirán por el mismo canal, en la misma dirección... Llevando las mismas cargas de responsabilidad y obligación.”
Intimidad: Rodeados por la seguridad de la mutua entrega, la aceptación que solo puede lograrse por el respeto y el amor mutuo, y la innegable unidad de propósitos y metas...el gozo de la intimidad personal, no solo está presente, sino que florece.
“...estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.
Este principio sobre la intimidad es el último que Dios menciona en esta lista fundamental. La intimidad entre esposo y esposa se disfruta cuando la separación, la permanencia y la unidad están realmente activando en el matrimonio. Retiremos del contexto estos tres pilares fundamentales y la intimidad desaparece rápidamente. El termino hebreo traducido como “desnudos”, sugiere la idea de estar desprovistos, enfatizando que estaban ampliamente desnudos. Cuando el versículo agrega que Adán y su mujer no se avergonzaban, la idea que se traduce es de reciprocidad, el uno ante el otro. Indica que no tenían nada que esconder, ningún complejo, vergüenza, o temor. Había una transparencia total, una ausencia absoluta de cohibición.
Esto les proveía una completa libertad, tanto emocional como física, interior y exterior. Un éxtasis semejante era posible por la ausencia de pecado. Pero cuando el pecado entro en sus vidas, Adán y Eva, inmediatamente, se cubrieron. Por primera vez estuvieron conscientes de propia desnudez. Gn. 3:9-10.
Adán tuvo miedo y se escondió. Por primera vez, el hombre se mostró, incómodamente, consciente de sí mismo. Hasta este momento, cada uno estaba tan entregado a otro, que no había advertido su propia desnudez. Su transparencia abierta aseguraba una intimidad sin restricciones el uno con el otro. Fue así como Dios lo planeó originalmente.
¿Qué diferentes son las cosas hoy? Las personas contaminadas, de pecado luchan por tratar de relacionarse libre y abiertamente. Lo mismo ocurre con los cónyuges. De allí, que la intimidad se vuelva, a menudo, una batalla frustrante, una mezcla de egoísmo, insatisfacción y resentimiento...con ocasionales y breves vislumbres de placer y plenitud.
Algunos piensan que la respuesta a esta a esta frustración, es vivir dos o más aventuras. “El pasto ajeno siempre parece más verde”. En lugar de cultivar y adquirir las habilidades que requiere la intimidad, las escapadas extramatrimoniales parecen ofrecer el éxtasis del placer, sin las agonías de la responsabilidad. No se puede mejorar el modelo original: separación, permanencia, unidad e intimidad. ¿Qué herramienta necesitamos? Sabiduría, comprensión y conocimiento. El hombre juguetea con el proyecto original del matrimonio, eliminando, recomodando, agregando, hasta que apenas se parece a lo que el Señor creó.
¿Y cuál es el resultado? Simplemente, observemos a nuestro alrededor; veamos los medios de comunicación; fijémonos en los tribunales; y encontraremos la respuesta. El primer paso en solución de un problema es admitir que existe. Si podemos reparar los cimientos, nos será más fácil colocar los ladrillos.
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