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Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, 'de hipócritas y mentirosos, cuya conciencia está cauterizada". 1 Timoteo 4.1, 2
Cuando no tenemos cuidado de oír la voz de nuestra conciencia; cuando somos reprendidos e insistimos en pecar, podríamos llegar hasta la apostasía. ¿Ha tomado usted una decisión en su vida y después de haberla hecho, se ha sentido mal? ¿Siente que la voz de su conciencia le habla y le dice: "no lo hubieses hecho"? Pues quiero decirle que ése era Dios hablándole a su con-ciencia y dejándole saber que lo que hizo estuvo mal. Nuestra conciencia nos defiende o nos acusa de lo que hacemos para Dios y para los hermanos.
"15
...mostrando la obra de la Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándoles o defendién-doles sus razonamientos". Romanos 2.15
Pablo vivía con una buena conciencia.
"'Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dio: Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy". Hechos 23.1
12Nuestro motivo de orgullo es éste: el testimonio de nuestra conciencia, de que con sencillez y sinceridad de
MEDIOS Y MÉTODOS POR LOS CUALES DIOS HABLA
Dios (no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios) nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros". 2 Corintios 1.12
Pablo sabía vivir delante de Dios con una buena conciencia. El sabía cuándo Dios le estaba hablando, y cuándo estaba haciendo lo correcto y agradable delante de Dios.
Mi testimonio: El primer domingo de cada mes, acostumbrábamos hacer una cruzada de sanidad y milagros. Ese domingo que hicimos una cruzada fuera de la iglesia, no estuve satisfecho con lo que sucedió. Quería más milagros, más sanidades y más salvaciones. Entonces, me fui para mi casa y me quejé con Dios, diciéndole: "Señor, ya no vuelvo a hacer cruzadas de milagros, no se salvó toda la gente que quería. No hubo las sanidades que esperaba ni tampoco los milagros que deseaba. Señor, ya no hago más servicios de este tipo; invierto mucho dinero, ayuno, oración y no obtengo los resultados que espero". Cuando terminé de orar, Dios comenzó a hablarme por medio de mi conciencia. Empezó a decirme que era un mal agradecido, que no apreciaba todas las personas que se salvaron y que se sanaron; más bien, lo tenía en poco. Mi conciencia me acusó y me sentí muy mal delante de Dios. En otras palabras, Dios me estaba diciendo: "tu queja y tu rebeldía han llegado a mi trono". El Señor me lo dejó saber.
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